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꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 19 (parte 1)༒꧂

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Imagina la cara de un niño en una dulcería. Ese debería ser mi rostro al ver a estos dos hombres tan apetitosamente elegantes, pulcramente vestidos y recién aseados mientras yo observaba desde algún lugar en la sala, totalmente atónita por todos los sucesos desde que había llegado Mark al departamento de Damesse con el desayuno en una mano, una bolsa con ropa comprada en algún sector de SOHO y con su maletín en la otra. Habían hecho que me replanteara todas las elecciones que había hecho a lo largo de mis últimos meses. ¿Me habría equivocado a la hora de tomar decisiones? ¿Las cosas hubiesen sido diferentes si hubiese tomado la decisión de seguir al lado de ambos? Pero en mi vida no había lugar para el "Y si..." debía hacerme cargo de las decisiones pasadas

Retrocedamos unas horas. Justo a ese momento en el que aún no sabía todo lo que en este momento tenía conocimientos.

—Buenos días, Corina—habló Mark haciendo resonar su voz fuerte en la sala en la que me encontraba de pie junto al sillón, totalmente estupefacta y confundida por no saber que hacía este hombre en el mismo sitio que yo, mientras escuchaba sus pisadas repiquetear en el suelo de hermosos porcelanatos blancos y relucientes, con pequeños detalles en negro.

  «¿Te imaginas un trío? Madre mía.» tarareó mi conciencia sucia de forma provocadora e insistente. Ese era el diablillo del hombro contrario al del ángel. Por supuesto que en algún momento lo imaginé, pero sería terriblemente codicioso que ese acontecimiento se cumpliera con ambos hermanos. Aunque fuese perfecto para mí, para ellos no creí que les llegase a interesar. ¿Ambos para mí? Sería ambicioso.

«Pero nunca lo has hablado, mucho menos intentado.» Susurró maliciosamente, sembrándome la semilla de la duda.

Mi mirada fue desde sus pies, observando su sublime calzado negro y totalmente reluciente, subiendo por sus piernas cubiertas por una tela negra y de aspecto suave que se ajustaba con un cinturón de cuero que lo podía reconocer muy fácilmente, hasta llegar a su torso cubierto por una camisa color hueso y un saco negro que marcaba sus músculos de los brazos que se veían más ejercitados que la última vez que lo había visto hace ya una semana. Tenía ser sincera. Volver a verlo después de algunos días removía una fibra en mí, como si lo hubiese extrañado, pero era un sentimiento confuso. Lo quería ver, pero a su vez lo necesitaba tan lejos como era posible.

Miré a Damesse que llegó detrás de su hermano, y con mis ojos le exigí una explicación que entendió a la perfección.

—Mark vino a... trabajar, a traer el desayuno y ropa para ti. —comentó tomando un envase de la primera caja que contenía café vaporoso recién hecho.

—No necesito ropa —asumí dirigiéndome a la puerta de salida —, de todas formas, ya tengo que irme. —Cuando la presencia del cuerpo de Mark se interpuso en mi camino me hizo sentir tan pequeña como un microorganismo en el universo cuando intenté caminar hacia la puerta de salida.

—No puedes irte —aseguró Damesse ubicado a un costado, mirando la situación con curiosidad mientras le daba un sorbo a su café —, al menos no hasta que podamos arreglar un asunto.

Mis miedos se activaron y empecé a pensar en cosas. Habían ayudado a correr los objetos de mi habitación, en el proceso habían encontrado mi escondite dado que se encontraba cerca de la cama que corrieron porque era un elemento pesado que es a lo que supuestamente habían ido a ayudar, pero... ¿y mi diario?

«Ay, no puede ser.» musitó aquella voz.

Subí mi vista al rostro de Mark que me miraba desde la altura, y una mueca no tardó aparecer cuando mi pavor se hizo presente en mis ojos, amenazando con desestabilizarme.

—Siéntate. No queremos que te desmayes... todavía —susurró Mark haciéndome cosquillas con su respiración en mi rostro por la cercanía en la que nos encontrábamos uno del otro.

«¿Qué dijo?» Habló en secreto mi conciencia, como si alguien más que yo pudiese escucharla.

—Ve a darte una ducha si quieres, en mi baño tienes toallas y todo lo que necesites. Te esperamos para poder comenzar a trabajar.

Aún estaba con la ropa sucia de la noche pasada, con la que había tenido mi rara primera vez y con la que había corrido en motocicleta incansablemente para deleitarme con la Ducati de ensueño. Esa ropa había sido testigo de muchos sucesos, se merecía que la enmarque y la coloque en la sala de mi nuevo departamento cuando lo tenga.

Al terminar de vestirme con la ropa que Mark se había tomado el trabajo de recoger para mí, un simple conjunto de ropa interior de encaje blanco, un short del mismo color y una blusa de tiras finas en color celeste cielo. Salí de la habitación con mis pies descalzos y pesados, víctima del sueño que estaba sintiendo y, también, un poco por la incertidumbre de no saber que querían estos dos hombres de mí o en qué podía ayudarlos en su trabajo.

¿Y si Damesse había leído mi diario? ¡Qué vergüenza!, pero había cierta probabilidad de que lo haya leído y me sentía enferma por lo que pudiese especular en ese momento sobre mí. Pero no podía evadirlo. Si tenía que ser sincera, por al menos una vez, debería admitir que quería muchísimo a Damesse, pero Mark era una debilidad para mi juicio. Una descarriada sensación que atacaba mi pecho cada vez que lo veía. No podía evitarlo, al menos no por el momento y eso era un gran problema.

—Ven, siéntate —invitó Damesse palmeando el lugar ubicado entre ellos dos cuando me vio atravesando el umbral con parsimonia.

Ambos se encontraban en el amplio sillón y me hicieron lugar entre ellos frente a una laptop y muchos archivos esparcidos por toda la mesa baja. Si debía ser prudente, hubiese optado por irme lo más lejos de ambos, pero algo en la sonrisa provocadora de Mark me incitaba a demostrarle que no necesitaba alejarme de ellos para poder mantener la compostura.

«Ni tú te lo crees.» carcajeó con ironía mi voz interna.

Sí. Si debía ser sincera, ni yo me lo creía mientras caminaba hasta ubicarme entre medio de los dos, imaginando en mi cabeza un video de Magic Mike con Mark y Damesse como protagonistas, mientras mecían su cadera de forma insinuante y se arrancaban con brusquedad y exageración la ropa. Sacudí mis pensamientos al tocar con mi trasero la cuerina fría que hizo que mi piel se erice al instante. No sabía si por el frio o por sentir el calor de los hombres que me hacían fluir mucho más rápido la sangre que corría por mis venas.

—¿En qué puedo ayudarlos? —pregunté poniendo atención en la pantalla de la laptop donde se reproducía un video que me hizo tensionar instantáneamente.

En la pantalla se veía la grabación en el bar de Derek junto con Reyna que tenían una conversación en la barra del bar, mientras muchas personas se dirigían distanciadamente a la puerta trasera que tan bien reconocía. Entre ellos, muchas mujeres que tenían una edad promedio de entre dieciocho y treinta años. Quien lideraba la tropa de individuos era una mujer que se notaba desde lejos que intentaba escabullirse bajo una peluca que no acompañaba en nada a su tono natural de piel lechosa, mientras su rostro estaba cubierto por un pañuelo negro. No podía identificar bien la edad de la mujer, pues al estar tan cubierta cumplía a la perfección su método de encubrir su verdadera identidad.

—Debemos descubrir quién es esa mujer. —avisó Damesse sentándose más en la orilla del sillón para señalar a la mujer en cuestión. Su perfil era totalmente atractivo mientras fijaba su vista en la pantalla, y no pude evitar pensar en lo apetitosos que eran sus labios.

—Esta mujer es muy peligrosa. Todas esas damas que entraron desaparecieron. —habló Mark, tomando la misma posición que su hermano y haciendo que voltee a ver su contorno concentrado en el mismo punto que Damesse.

Su perfil era una composición entre poderío, autoridad y una completa mezcla entre lujuria y deseo. Su lengua recorrió sus labios a sabiendas de que yo lo observaba con atención, lanzándome un guiño cuando mis ojos se dirigieron a los suyos para evitar caer en la tentación. Como si fuese conocedor de mis deseos hacia él y muy consiente de lo que causaba en mi interior.

—¿Y qué puedo hacer yo por ustedes? —interrogué entendiendo lo que querían, pero debía hacerme la distraída para que podamos llegar a un trato justo.

Vi la contradicción en sus rostros, teniendo miedo de pedirme lo que fuese que pensaran, pero al fin y al cabo para eso estaba junto a ellos en el sofá, para que me digan que es lo que querían y largarme de ese lugar. Alejarme de esos dos hombres que me atraían demasiado para mi gusto.

—Sabemos que conoces a Reyna y a Derek. —estableció Damesse ganándose mi curiosidad por sus conocimientos.

—Quieren que me gane la confianza de Reyna, ¿verdad? —curioseé apoyando mi espalda en el respaldo del sillón. Ambos se miraron como si hubiese dado justo en el blanco.

—La confianza la tienes, pero necesitamos más información para ver dónde van esas mujeres.

—Lo siento, no me interesa. —comenté para hacerme rogar mientras por dentro ideaba una coartada que me pudiese ayudar.

—No tienes opción. —determinó Mark tomando la misma postura que yo.

Damesse agarró los archivos y comenzó a desplegarlos frente a la laptop para que le preste atención. En ellos se podía ver un sinfín de nombres reconocidos que alegaban haber sufrido robos en un lugar en particular.

—Estos son registros de denuncias realizados por todas las personas que concurrieron a tu fiesta. A la mayoría le desaparecieron joyas valuadas en mucho dinero, dinero que encontramos justamente en el entre piso de tu habitación. Dime, ¿acaso crees que tienes otra opción que colaborar?

—Miren, ahora tienen dos investigaciones que hacer porque yo no robo joyas —declaré recordando que jamás había robado tales elementos, al menos no de mis invitados.

Ambos se miraron, buscando alguna alternativa que pueda ayudarles.

—Bueno, la cárcel estará encantada de tenerte por un tiempo hasta que puedas justificar los dos millones de dólares y el robo de mi motocicleta anoche —recordó Damesse poniéndose de pie con frustración y enfado. —. Ya vuelvo.

Recorrió el camino hasta su habitación y se perdió por los pasillos del amplio departamento.

—Ayúdanos. —imploró Mark cuando Damesse no estaba a la vista.

—No puedo creer que estén dispuestos a arriesgar mi vida con tal de poder conseguir respuestas. —bufé.

—Todas esas mujeres están en riesgo, Corina, ¿podrías, por favor, pensar en alguien más que no seas tú misma? —refutó con enfado, poniéndose de pie con brusquedad, colocando una mano en su cintura y otra en masajeando su cien.

«Eso dolió.» replicó con tristeza herida el ángel y el demonio que habitaban en mi interior.

Me quedé sin palabras, mirándolo atónita por sus palabras. En ese momento, parte de la culpa recayó sobre mis hombros causando dolor en mi espalda. No estaba lista aun para enfrentar todas las consecuencias de mis actos pasados, pero que intentaba dejar atrás para tener un mejor futuro.

—¡¿Disculpa?! —repliqué poniéndome de pie con molestia reflejada en mis facciones y en mi postura.

—Si no contribuyes a la investigación, no me dejas otra opción —amenazó, mirando a su maletín que estaba parcialmente abierto sobre el sofá y dejando al descubierto la portada de mi diario.

—¡No me amenaces! Si lo estoy ocultando es por que no quiero que nadie salga herido —bramé pisando el suelo blanco con más fuerza para replantear mi punto —¡No puedes culparme cuando lo único que quiero es que ustedes se olviden de mí para que pueda irme sin tener que pensar en ustedes dos! ¡Maldita sea! —grité a sabiendas de que Marco seguramente estaría escuchando, pero mi paciencia se había acabado por su falta de coherencia. Estaba cansada de sentirme culpable, no solo por apartarlos de mi vida, si no porque pensaran que era una egoísta por hacerlo.

Pasó sus manos por su rostro y cabello en un gesto de frustración, para luego dejarlas caer a su cintura, dirigiendo sus ojos turbulentos a los míos.

—No sabes cuánto te deseo —susurró más para él mismo, que para mí.

«No caigas.» advirtieron ambas voces.

—No, no lo sé y mucho menos quiero saberlo —reconocí —. No quiero herir a Damesse, ni mucho menos a Magdalena. —susurré mientras mi mirada se dirigía a cualquier parte menos a él, girándome para darle la espalda y no tener que ver su rostro que denotaba una pequeña pizca de decepción y tristeza causada por mi próximo abandono.

—¿Todo esto es por ellos? —consultó y sentí movimientos sordos detrás de mí.

—No. Todo esto es por mí —respondí con sarcasmo volteándome con las manos levantadas para enfatizar mi ironía, pero al darme vuelta los brazos de Mark me rodearon la cintura con brusquedad, guiándome a su cuerpo y me reprendí un millón de veces por ser tan débil ante él y su maldito hermano.

«Pero ahora no estás con Damesse, estás frente a Mark.» concordaron las dos voces.

—Por supuesto que todo es por tí. —volvió a susurrar causándome cosquillas en la nariz con su respiración.

Debía levantar el rostro para verlo a los ojos por la diferencia marcada de altura. En ese momento me sentí minúscula bajo sus brazos ejercitados más que antes, y bajo su mirada autoritaria. Sus manos apretaban mi cintura causando que no pueda apartarme, y que sienta toda su calidez traspasando la tela de nuestras ropas. Tenía en claro que con solo una palabra podría hacer que me suelte y necesitaba que lo haga, pero había algo en su piel que me provocaba cerrar los ojos y disfrutar sentir cada parte de su anatomía ejercitada. Mirarlo a los ojos significaría engañarme nuevamente a mi misma, cayendo en el enredo inacabable de querer someterlo con la misma intensidad que la primera vez.

Necesito detenerme. Fue en lo que pensé cuando subí mis manos para tocar sus brazos desde sus manos hasta sus hombros y volver a sentir lo mucho que añoraba su cuerpo. Exhalé el aire que había retenido en mis pulmones, dejando escapar un suspiro entrecortado por culpa de mis emociones distorsionadas.

No podía permitirme estar con él o con Damesse, ni con nadie porque jamás podría dejar ir ese dolor de saber que había traicionado, esa tristeza por saber que había fracasado en la confianza con Damesse y le había fallado a Magdalena por culpa y delito de mis inestables sentimientos contradictorios.

—Tienes que alejarte de mí. —murmuré un poco afectada por el revuelo que me causaba la situación. Un jadeo escapó de mis labios cuando bajó sus grandes manos de mi cintura a mi trasero, ampliando mis sensaciones y aumentando mis deseos.

—Lo sé, pero no sé cómo hacerlo. —respondió en un susurro mientras encorvaba su cuerpo para poder quedar a la altura de mi rostro, inhalando el aroma de la piel de mi cuello y rosando su mejilla con la mía. Mi cuerpo reaccionó automáticamente a su acercamiento, erizándose justo cuando el cuero cabelludo de mi nuca comenzó a cosquillear, señalándome algo que no quería que sea realidad. Alguien nos observaba.

Volteé bruscamente para ver a Damesse parado bajo el umbral de la puerta, con una extraña reacción.

Por vigésima vez. «Ay, madre santa.»

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Damesse descubrió el secreto de Corina, pero... ¿cuál será su reacción?

Saludo especial para mis bebas más fieles. Esas que dejan comentarios a lo largo de todos los capítulos y un voto en señal de apoyo.
A quienes aún no lo han hecho, los invito a hacerlo y apoyarme si les gusta el libro.

Los quiero a todoooooos.
El próximo capítulo llegará pronto, prometo no tardar tanto como en este pero debo ajustar algunos sucesos.

Pronto mi beba Ruubion estará promocionando el club de fans para quienes quieran unirse y enterarse de más detalles sobre los protagonistas y futuros acontecimientos.

Nos vemos en
🔥Morbis🔥

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