꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 18 (parte 1)༒꧂
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Sentada en la puerta de la ambulancia junto a Adam, me culpaba por la imprudencia de mis acciones. Ni en mi más larga vida hubiese imaginado que Damesse le iba a propinar semejante golpe en el rostro y me sentía demasiado culpable por ello. El golpe había provocado que la enfermera tenga que hacerle una sutura en la ceja y que la comisura de sus labios desprenda ese líquido carmesí por el que se caracterizaba la sangre.
-Ya, deja de preocuparte. He recibido golpes más duros que ese -sonrió, golpeándome con su codo débilmente para calmar mis nervios por tal estupidez que había cometido. Me acomodé el abrigo que Adam me había ofrecido luego de salir al frío de la noche, escuchando como la enfermera lo reprendía advirtiéndole que debía quedarse quieto o le suturaría la pupila.
Nos hallábamos en el estacionamiento del bar casi vacío por el altercado y de lejos podía oír al autor de tremendo golpe propinado a la víctima de mi imprudencia. Damesse demandaba, con furia, que encuentren las llaves de su motocicleta. Pero más rabia tenía yo por su atrevimiento a golpear a Adam, aún sabiendo que solo lo utilizaba para alejarlo.
-No puedo creer que lo haya hecho. -negué molesta volteando levemente el cuello hacia él para apreciar su labio rasgado. Labio que había tomando entre los míos tan descaradamente, sin tener un ápice de sentimiento carnal al hacerlo, pero si sentí remordimiento cuando corte el contacto y Damesse arremetió con fuerza, desestabilizándolo por no poder reaccionar a tiempo y haberlo tomado desprevenido estaba segura que, si era lucha pareja de cuerpo a cuerpo, ambos se llevarían unos cuantos hematomas y sangre en sus nudillos.
-Si yo hubiese follado con la chica que me gusta y luego ella se levanta para besar a otro... -dejó la reflexión a medias cuando Damesse agarró del cuello a uno de los de seguridad por alguna razón desconocida, haciéndonos girar al hecho que se desataba a unos metros -Por cierto, ¿no se le cayó la llave en el piso del baño cuando follaban? -indagó apretando mi rodilla suavemente para quitarme del bucle en el que me estaba a punto de sumergir.
Negué con mi rostro.
Si Damesse hubiese hecho lo que yo hice, estaría odiándolo con todo mi ser. Pero estaba segura de que él no haría tal cosa, porque no era un puto adolescente con dificultades por la indecisión, la codicia y los caprichos.
Agarré mi móvil para comprobar mensajes, pero no tenía ninguno. Decidida, marqué el número de Dalia. Sonó tres veces y contestó.
-¿Quién coño llama a las cuatro de la madrugada? -objetó con su voz al borde de un bostezo.
-¿Damesse te ha dicho algo? -indagué apremiando una mirada interrogatorio de Adam, al cual ya lo habían suturado de forma experta y ahora le estaba poniendo un antiséptico en la comisura izquierda de su labio.
Se tomó unos segundos para contestar, seguramente para corroborar los mensajes con un solo ojo entreabierto mientras el otro aún seguía durmiendo.
-Sí, me envió un mensaje hace unas horas -contestó con un atisbo de expectación, clavando el puñal más profundo -. Nena, ¿qué le hiciste?
-¿Qué te envió? -pregunté con inquietud interrumpiendo su pregunta, mientras observada desde lejos como el hombre que me había dado una primera vez inolvidable, no por el lugar, si no por la paciencia y cariño que había demostrado. Y yo... lo estaba terminando de arruinar de una maldita vez por todas.
-«Acepto tu propuesta, ya me harté de esto. Dime la hora y el lugar que ahí estaré. Peero recuerda lo que me prometiste» -leyó, terminando de romper mi corazón mutilado por los hechos.
Mi rostro se cubrió con lágrimas que intenté contener con mi brazo, encajando mi rostro entre mis rodillas flexionadas sobre el pequeño escalón. No me importaba como quede mi estúpido maquillaje, ni lo rojos que se pongan mis ojos y mis mejillas por mi llanto, solo quería ahogar la pena en algunas lágrimas para aliviar mi corazón, aunque esto fuese inútil, pues me seguía doliendo, aunque derrame todas las lágrimas hasta quedarme deshidratada a causa de la falta de líquidos en mi sistema.
-Está bien, al menos logré lo que quería. -respondí con el creciente disgusto y afligida por saber lo que él estaba dispuesto a hacer.
No sabía por qué estaba molesta, después de todo, esto era lo que estaba buscando para poder deshacerme de Damesse y Mark.
Primero me iba a ocupar de Damesse y luego de Mark.
-No sé por qué no vi el mensaje. Me lo envió cuando estaba cenando. -comentó desinteresadamente causando una alerta en mi cabeza. Los hechos apuntaban a que él le había enviado el mensaje antes de que nosotros...
-Hijo de perra -maldije apretando los dientes, secándome las lágrimas furiosamente y poniéndome de pie para caminar directo al lugar donde estaba lo que tanto buscaban todos, mientras sacaba la llave y guardando el móvil luego de colgar la llamada que había realizado.
Aproveché un momento de distracción de Damesse que seguía discutiendo con el hombre calvo y corpulento. André intentaba calmarlo junto con Pamela que parecía haber olvidado mi existencia por completo. Lo agradecí, ella tenía el poder de hacerme sentir como la verdadera mierda cuando me hacía recapacitar sobre mis estúpidas formas de actuar.
A unos veinticinco metros se encontraba el dueño de la Ducati, motocicleta que iba a probar y ganar mis propias experiencias excelsas que había querido desde que la vi por primera vez.
-Corina, ¡vuelve aquí! -vociferó de lejos mi guardaespaldas y chofer cuando le dí la espalda encaminandome a mi destino, poniéndose de pie sobre el pavimento del estacionamiento e ignorando a la enfermera robusta y con algunas canas provocadas por su avanzada edad.
La exclamación de mi guardaespaldas llamó rápidamente la atención de Damesse, que giró con brusquedad buscándome con la mirada hasta encontrarme junto a su moto que esperaba impaciente porque me suba en ella.
Mi Kawasaki se encontraba al lado de su Ducati, y la nostalgia recorrió mi pecho causando que la duda me invada por un momento, pero recordé el mensaje que Marco le había enviado a Dalia y mi furia volvió a encenderse con más ímpetu causado por la impotencia de no saber cómo solucionar el puto problema de raíz y poder quitarme la indecisión de mi pecho. Marco tenía derecho a verse con otras mujeres y también tenía derecho a hacer lo que quisiera, pero saber eso no aminoraba mis ganas de seguir dañándolo todo hasta que todo quede hecho trizas.
Quité rápidamente el seguro de la Ducati y me subí, ayudándome con mi fuerza oculta porque pesaba más que mi Kawasaki. Coloqué la llave en el lugar para subir con la destreza y rapidez de un felino.
El sonido estridente del encendido llamó la atención de las personas que se encontraban presentes en el estacionamiento, y volví a sentir la adrenalina que tanto me cautivaba. Mientras pisaba la acera con el neumático delantero, pude visualizar a Damesse blasfemando y a Adam otro tanto, como si estuviesen cansados de mi idiotez y por supuesto que lo estaban, pero así era yo. Un tiro al aire que no sabían dónde iba a caer.
Abandoné el aparcamiento volviendo a sentir lo que tanto me encantaba, el rugido de un motor de alta cilindrada y de mi moto favorita, la de Damesse. Desde esa primera carrera en la que lo vi en ella supe que me iba a encaprichar con su tamaño y belleza, pensando en la moto y en él. Ambos me habían obsesionado y se me había metido en la cabeza obtenerlos y dado que a Damesse ya lo había perdido, ahora me tocaba probar la preciosidad que corría a toda velocidad por la Quinta Avenida, atravesando el epicentro de Midtown East, con sutileza y maestría. Era como un arte para mis sentidos ver con la velocidad que corrían los autos de la ciudad que nunca duerme.
Me dirigí a ese lugar donde tantas veces había frecuentado, pero que luego del accidente no pude volver por decreto de mis padres. No había nadie. En el lugar habían colocado barreras improvisadas para impedir el paso de los motociclistas y la molestia se acrecentó dentro de mi pecho al recordar lo que Dalia me había dicho, sin darme cuenta que era todo producto y objeción por mi entera culpa.
Pero la realidad dolía más que una suposición. Siempre estuvo en mi mente que él accedería, pero nunca creí que doliese y el vacío no se podía llenar con nada.
Tomé mi móvil para chequear con algunos contactos donde podía haber una reunión para andar y, al cabo de dos minutos, la respuesta llegó.
Chelsea.
Antes de arrancar nuevamente la moto, le puse el seguro y bajé para sacar el casco del compartimento, me lo coloqué y volví a sentir mi móvil vibrar en el bolsillo del abrigo prestado.
Damesse (4:14AM): Más te vale dejarla intacta.
Y otro de André de dos minutos más tarde.
André (4:16AM): Aunque seas una caprichosa, eres mi amiga y te quiero mucho.
Pd: La Ducati que te llevaste tiene un rastreador en la llave y Damesse tiene tu Kawasaki.
Pd2: Salió furioso al ver para donde te dirigías.
Si antes tenía la adrenalina a flor de piel, ahora estaba mucho más excitada.
Encendí acelerando a toda velocidad y comencé el recorrido topándome en el camino con una academia de administración hotelera que llamó toda mi atención, hasta llegar al Hudson River Park donde, desde lejos, se podía sentir el sonido de las motocicletas que recorrían la calle a la velocidad de la luz. Sin importar que se encuentren junto a un montón de uniformados que estos avalaron sin problema tales hazañas gracias a los coordinadores de las carreras ilegales que estaban dispuestos a pagarle alguna suma extravagante de dinero con tal de que hagan la vista gorda a lo que presenciavan.
De hecho, estos cerraban gran cantidad de esquinas para que los transeúntes no circulen y no puedan irrumpir en las carreras que se estaban desatando entre estruendos de escapes y gritos de hombres celebrando las victorias y mujeres disfrutando a su lado. No obstante, si las quejas eran excesivamente altas, las carreras debían cancelarse para evitar llamados de atención innecesarios, pero era en ese momento donde todas las carreras se trasladaban a otra parte de la Gran Manzana donde las personas no transitaran tan urgentemente. Por supuesto la misma policía corrupta era la que disponía de esos nuevos lugares para seguir recibiendo los sobornos pactados.
Muchos se giraron al ver la moto de Damesse llegar conmigo como portadora. Algunas personas se acercaron a admirar la belleza que la moto portaba y otros se acercaron con curiosidad por la corredora desconocida, mientras yo me sumergía entre el tumulto de personas en búsqueda de un contrincante digno de desafiar.
Divisé una Yamaha de alta cilindrada y me acerqué sin perder la esperanza. Esta noche quería un maldito desafío con el cual superar con mi motocicleta favorita en el mundo. El portador de semejante motocicleta aceptó alegándole a sus amigos que volvería pronto, y luego de reírme ruidosamente, le avisé a sus amigos que si no volvía era porque estaría llorando en la meta a quinientos metros.
Nos pusimos en la línea de salida y, antes de siquiera darme cuenta, ya le llevaba la delantera. A él, y a nueve corredores más que se habían atrevido a desafiarme tan abiertamente luego de ver como ganaba una y otra vez incansablemente.
Ya había ganado dieciocho mil dólares que resguardaba muy bien en uno de los bolsillos. Solo con correr con una moto que ni siquiera me pertenecía, pero que me tenía tan enamorada como su dueño...
Todos felicitaban a la corredora número uno, sin siquiera saber que era yo, la corredora que habitualmente conducía una Kawasaki que, seguramente, se encontraba a pocos metros de nuestra ubicación. Quizás vigilando, observando como un halcón para que no dañe a su bebé. Pero lo que él no sabía era que, sea cuando sea, la cuidaría con toda mi alma. No podía decir que la cuidaría como si fuese mía ya que las mías habían quedado hechas trisas más de una vez. Sonreí tras todos los recuerdos que avasallaban mi mente, bombardeando como Rusia a Ucrania.
A pesar de haber ganado tanto dinero en una noche y haber olvidado por un rato todo lo que me consumía, nada tapaba el desconsuelo que sentía en mi pecho y en eso pensaba sentada en el muelle mirando hacia el río Hudson. Detrás de mí se encontraba una numerosa cantidad de edificios que eran iluminados permanentemente por la Gran Manzana. Había dejado la motocicleta a la vista de un faro para que cuando Damesse la encuentre pueda llevársela sin necesidad de toparse conmigo y agrietar más lo que sea que estaba sucediéndonos. No era necesario ser experto para darse cuenta que yo era una real mierda y él no se merecía estar con alguien como yo, dañada y que dañaba aún más.
La codicia me había llevado a cometer muchas estupideces a lo largo de mis cortos años, pero esta no era una de esas veces, ya que era consciente de que no podía tenerlos a ambos y por separado no los quería. Llámenme inmadura, pero todo lo que hacía lo hacía por el bien de los tres, y por más personas también. Mi tía, mis padres, mis amigos... todos estaría involucrados en este bucle asqueroso de perversión y morbosidad por mi culpa. Siempre sería mi culpa.
Las lágrimas caían con lentitud por mis mejillas y yo las intentaba apartar con impotencia, con el sinsabor de todo lo que había pasado en el último tiempo. Con la desdicha de no saber para que había causado todo eso sabiendo que Damesse era un hombre magnifico, capaz de darlo todo con tan solo verme feliz. Pero, otra vez, la había cagado de forma monumental. Quizás no estaba en mi futuro una pareja con quien ser feliz, pero estaba segura de que uno de los hombres que tanto quería, tendría la oportunidad de toparse con alguien que no sea yo.
«No con una adolescente que no sabía ni por que respiraba.» pensé mientras el Hudson resonaba en mis oídos de forma tentadora.
Escuché un sonido de mi Kawasaki que me hizo levantar mi cabeza que estaba recluida entre mis rodillas y tapada con mis brazos al borde del muelle, mientras ahogaba mis penas en lágrimas que nunca nadie vería gracias a mi gran capacidad de fingir ausencia de dolor y molestias.
Su porte masculino me inundó más de lágrimas por saber que quizás, después de esa noche, nada sería igual nuevamente y no quedaría nada de lo que un día fuimos.
Bajó de la motocicleta dirigiendo su vista a todas partes para poder ubicarme, pero yo estaba recluida en las sombras para que no pudiese verme. Lo vi quitando el móvil de su chaqueta de cuero negra y segundos después, una llamada vibró en mi bolsillo, causando que lo aprete mucho más al saber quién era el emisor.
Cerré con fuerza mis ojos para poder ignorar todo lo que sucedía, para escapar del lugar en el que me encontraba sin ser vista, pero viendo todo a mi alrededor.
-Cori, contesta por favor -escuché su voz en la lejanía, pronunciando mi nombre con tranquilidad como si no estuviese a punto de patear todo por no hallarme -. No sé cómo manejar esto. Es la primera vez que siento esto por alguien y... es horrible no tener poder sobre mí mismo contigo. Pero, por favor, si no me quieres aléjate de mí de una vez porque ya no... -levanté mi vista para observarlo ser iluminado por una farola, ya que lo escuchaba al borde de las lágrimas y me sentí como la verdadera mierda cuando con furia se apartaba el puente de la nariz, conteniéndose y prohibiéndose derramar alguna lágrima perezosa -, ya no soporto este estúpido juego infantil que te has empecinado en comenzar y tengo información que te meterá en problemas. Solo necesito hablar contigo.
Concluyó, negando con su rostro y deambulando a pasos descuidados en círculos. Guardó su móvil en la chaqueta de cuero negra, levantando su vista al cielo haciendo notar su cuello erguido y segundos después la pantalla de mi móvil se iluminó, causando que lo tape rápidamente para que él no pueda ver la luz que el aparato emitía.
Ahogué un sollozo con mi antebrazo para prohibir que me escuche, tapándome más el rostro para sanar todo el dolor que me causaba verlo en ese estado, pero debía felicitarme por mi fuerza de voluntad que me prohibía correr y abrazarlo para aliviar nuestros corazones.
Eran muchas sensaciones confusas inundando mi pecho. Desde dolor físico y mental, hasta confusión en mi corazón por los sentimientos que se abordaban. Estaba dispuesta a perderlos, y no por el qué dirán. Solo y únicamente porque no quería que ellos se peleen por mi culpa, ni mucho menos arruinar la felicidad de mi tía Magda que, aunque a base de mentiras, era feliz al fin con alguien que le había durado más de un mes.
Escuché que encendía su moto nuevamente y sentí alivio para mi alma al saber que no se quedaría ahí toda la noche, esperando por mí. Me tomé unos segundos para respirar hondo antes de salir del lugar donde me encontraba recluida, pensando que nadie podría verme y soltando un suspiro entrecortado por la cantidad de emociones que abordaban mi cuerpo. Perdí al hombre que se había ido junto con mi virginidad. Aun sentía el olor de su cuerpo en mí. El aroma mentolado mezclado con notas de Jazmín que avasallaba mi olfato de forma persistente como si estuviese a mi lado.
Pero nunca estuve más cerca de la realidad, ya que al abrir los ojos y levantar la vista, una presencia se alzaba frente a mí.
Mis latidos se aceleraron junto con la prisa de la sangre en mis venas y la dilatación de mis pupilas al encontrarme de frente con Damesse colocandose en cuclillas frente a mí, con su mirada preocupada a la vez que reflejaba frustración, molestia, anhelo y distintas sensaciones que no pude descifrar. Pero el brillo en sus ojos me marcaba lo que tanto quería ignorar. Lo extrañaba, física y mentalmente.
Mierda, esperaba tener una voluntad de los cojones.
Volví a sumergir mi cabeza entre mis rodillas ignorando su presencia.
-No es real -negué con vehemencia -, tu no estas aquí.
-Soy más real que nunca y ahora tendrás que pagar por lo que hiciste desde pequeña hasta el día de hoy. ¿O perdiste la memoria?
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Quiero dedicar este capítulo a las bellas damas que me acompañan. Pero mi Internet esta muuuuy malo.
Nos vemos en
🔥Morbis🔥
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