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꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 17 (parte 3)༒꧂

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Desear que solo sea una pesadilla no era mucho. Yo no quería estar aquí, yo solo quería ir a casa y autosabotearme con la imagen de mi abuela diciéndome que esto no era correcto. Con el retrato de mi padre llorando por la cantidad de idioteces que había hecho a lo largo de mi infancia y adolescencia. Quería maltratarme con el dibujo de mi madre diciéndole a todos lo perfecta que era la idónea e inigualable Corina Mostrangelo, aunque esta no era más que una adolescente con problemas de superioridad y, encima, engañaba a dos hombres presa de la codicia por tenerlos a ambos a sus pies, sabiendo que eso no era correcto.

Pero... ¿Qué podía hacer? Nunca nadie me había enseñado de limites y no precisamente lo iba a aprender ahora, ¿o sí?

-Déjame salir -demandé acercándome a la puerta, por ende, separándolo de mí.

-Eres libre de hacer lo que desees, pero quizás puedas decirme algo antes -aceptó, con una media sonrisa peculiarmente provocadora desde lejos y, a su vez, malditamente tentadora por la gravedad de las cirscunstancias.

-Si no te apartas de la maldita puerta le diré a mi novio que te parta la cara. -amenacé, clavándole dagas en los ojos. Si él supiera que solo era un novio inventado al paso...

-Tu novio... -recalcó metiendo su mano en el bolsillo delantero de su pantalón para sacar el móvil y buscar algo en él, revelando delante de mí la imagen de la empresa de guardaespaldas y choferes que mi padre había contratado. En la imagen principal aparecía Adam, y me reprendí por lo idiota que me sentía teniendo que obligar a alguien a hacerse pasar por mi novio.

-¿Por qué me muestras eso? -repliqué dándole la espalda y caminando a los lavados para lavarme las manos en un inútil intento por hacer algo para que no sienta mi nerviosismo causado por todo en él.

-Porque sigues fingiendo y estoy cansado de que lo hagas, no sé como tú no te cansas. -demandó levantando su voz mientras se acercaba a mi espalda. Levanté la vista sobre mi hombro para verlo y se encontraba a solo centímetros de mi cuerpo.

-¿Tan difícil es para ti soportar que alguien no te recuerde? ¡Por dios! ¿Qué te hace tan importante? -rugí intentando alejarlo lo más posible de mi vida, pero el muy insolente insistía en volver hacia mí.

Me tomó del brazo para hacerme girar rápidamente, causando un mareo, pero lo que más me mareó fueron sus labios casi tocando los míos. Se sentía melancólico, apenado, desesperado y abrumado.

-Si alguien te mirase como yo lo estaba haciendo allí afueraa, no dudaría en romperle la cara y él no movió ni un solo pelo por evitar que yo vaya detrás de ti cuando viniste al baño.

Lo empujé tanto como mi fuerza se lo propuso, haciéndolo alejar unos pasos hacia atrás dejándolo con una expresión de desazón. Pasos que volvió a adelantar cuando regresó a mi boca en búsqueda de un beso que me prometí no dar y juré que no podía concebir, volviéndolo a empujar con impulso para alejarlo de una vez porque estaba acabando con mis fuerzas y mi pierna dolía como cuando recién me habían quitado la escayola y los analgésicos.

Mis lagrimas estaban a punto de salir de mis ojos cuando él volvió a acercarse con firmeza como si las dos veces que lo había empujado no hubiesen servido para nada más que para aumentar su deseo y su propósito.

-Por favor, no lo hagas -supliqué con ojos de borrego degollado antes de que él me levante por las piernas para subirme al lavabo, pero mis suplicas no servían para nada más que acrecentar su insistencia.

Él despojó cada pensamiento arrebatándome un beso casto en mis labios como si yo fuese la bella durmiente y él el príncipe que venía a despertar mis recuerdos. Pero ¿de qué serviría tanto inútil intento de alejarlo si ahora iba a desistir?

Inconscientemente rodeé su cuello con mis brazos para estabilizarme luego de separar nuestras bocas, acercándolo más a mi cuerpo para sentir todo lo que necesitaba sentir, y sus labios no se hicieron esperar cuando chocaron con fuerza sobre los míos, empapando mi lengua con la suave humedad de la suya y haciéndome derretir del deseo que experimentaba por tener su cuerpo completamente pegado al mío, pero separado por la ropa que no me dejaba experimentar por completo la práctica.

Estaba volviendo a vivir lo que era caer rendida ante Damesse, me estaba demostrando que la carne era débil, aunque intentemos demostrar lo contrario. Que la lujuria no se podía ocultar cuando la atracción era enorme y que mentir era un maldito tormento cuando el deseo era tan descomunal. Él jugaba con eso, el saber que no podría resistirme a tal sublime momento.

Estas tirando todo por la borda. Todo el daño que le hiciste estas tirándolo al carajo por un momento que aún no debe suceder.

Al carajo con mi conciencia. Necesitaba este momento para saciar mis ganas de su cuerpo y de su esencia.

Acaricié esa parte del cabello que tanto a él le gustaba, sintiendo como sus cortas hebras pasaban suavemente entre mis dedos. Bajé lentamente una de mis manos hacia su trasero, encaminando al lugar justo donde estaba lo que quería y una vez en mi mano, aproveché el momento de distracción para ocultar lo que había obtenido en mi pequeño bolsillo delantero.

Su respiración se sentía acelerada mientras degustaba mis labios con pasión, sirviéndose de ellos todo lo que pudiese por el tiempo perdido, por el tiempo desperdiciado culpa de mi voluntad por evitarlos, sin darme cuenta que en cada segundo la necesidad aumentaba exponencialmente.

Subió una de sus manos por mi espalda, guiándola a mi cabello para jalarlo suavemente, haciendo que levante mi rostro hacia arriba y permitiéndole que acaricie con sus labios mi mentón, mi cuello y el comienzo de mis pechos, allí sobre mi corazón que bombeaba a toda velocidad, donde posó una de sus manos para sentir que esto era totalmente real. Su otra mano la utilizo para apoyarla sobre mi zona lumbar en búsqueda de acercarme más a su miembro, haciendo que nuestras caderas se junten tanto como fuese posible y sin dejar casi nada en la imaginación, porque su miembro erecto me demostraba las ganas que tenía de que lo complazca con mi cuerpo. Parte de mi plan estaba en hacerlo enojar tanto como para que acepte la propuesta de Dalia, pero lo que no estaba contemplado en mi idea era que mi excitación sea tan altamente peligrosa como la suya o incluso peor.

Volvió a mis labios colocando sus dos manos grandes en mis nalgas, estrujándolas como si fuesen un pedazo de masa. El calor se sentía en todo mi cuerpo, su insistencia había logrado que caiga en el pozo de la necesidad por culpa de las hormonas, y otro tanto por su atractivo totalmente ajeno a su personalidad. Porque bien podría ser un idiota, pero lo desearía con la misma intensidad.

-Demonios -musitó en medio de nuestra desesperada muestra de necesidad, con lujuria reflejada en sus ojos al observar los míos con anhelo y desesperación.
-. Envuelve tus piernas en mi cintura -dictaminó levantándome mientras yo hacía obedientemente lo que él pedía.

Caminó hacia uno de los cubículos pateando la puerta suavemente para luego sentarse sobre uno de los retretes conmigo sobre él, permitiéndome sentir más en el lugar justo la erección que amenazaba con romperle el pantalón. No era precisamente el lugar más higiénico, pero sentía que en ese momento nada estaba prohibido por la euforia que estaba sintiendo.

El ruido de la puerta siendo aporreada me hizo distraer por un segundo, solo hasta que Damesse obligó a mis caderas moverse sobre su longitud, apretando con fuerza nuevamente mis nalgas adoloridas y haciendo que mi centro palpite de la necesidad al sentir su dureza. Desprendí el botón de mi short y me puse de pie para quitármelo de una pierna, cerrar bien la pequeña puerta del cubículo y poder sentirme más cómoda, volviendo rápidamente para estar a horcajadas sobre él, ansiando la tan estimada erección que me haría perder la cabeza con solo observarla.

Arremetí contra sus labios como una niña hambrienta, saboreando cada rincón mientras él volvía a mecerme sobre su miembro con la urgencia marcada en cada movimiento y más vívida sin mi prenda de por medio.

Apoyé mis manos sobre sus pectorales, bajándola lentamente hasta poder llegar a la pretina de su pantalón, desabrochando con pericia. No había tiempo para pensar, no había tiempo para especular sobre lo que estaba haciendo. Solo gozaba del momento para ayudarle a bajarse el pantalón y sentir más de cerca su miembro separado de mi vulva por nuestra ropa interior.

-Maldita sea -bufó con molestia cuando bajé su ropa interior, dejando a la vista su miembro extendido hasta el comienzo de su ombligo. Pero su maldición se oyó más como una queja de molestia, que como una queja de la excitación.

-¿Qué sucede? -interrogué corriendo mi ropa interior ignorando todas las alertas que mi cerebro, el único medianamente cuerdo en el momento, me indicaba que hacia falta algo.

-No traje condo...

No pudo terminar la frase cuando ubiqué su miembro en mi entrada, humedeciéndolo antes con mis líquidos viscosos. Subí mis dos manos a su cuello cuando sentí que se me desgarraba el alma y la piel al bajar lentamente por su longitud amenazadoramente dolorosa. Su cabeza se estiró hacia atrás en un justo de puro extasis, mientras su gemido me dictaba lo excitado que estaba, pero mi chillido de dolor lo hizo volver en sí para mirarme con cariño y compasión, ahogando mi sufrimiento con sus labios que clamaban por mi tranquilidad.

Cuando entró al menos una porción, volví a subir para aminorar el daño provocado, pero el ardor avasalló cualquier posibilidad de calma.

-Duele mucho -gimoteé separando nuestras bocas para sumergir mi rostro en el hueco de su cuello.

«¿Te olvidas el plan?» gritó con insistencia mi conciencia. «¡Estás dejando todo el sufrimiento a un lado por una maldita calentura del momento!» bramó esa voz que me empezaba a causar dolor de cabeza.

-Tranquila, pronto el dolor pasará -animó acariciando mi espalda sin insistir con mis movimientos.

Comencé a subir y bajar con suavidad, mientras los jadeos de dolor se transformaban lentamente en gemidos placenteros. Sentí el calor en mis mejillas y el sudor empapándome la espalda y frente. Me alejé para poder observar su rostro que se contraía por la excitación que intentaba aminorar para apoyar mi situación dolorosa. Su sudor decoraba su frente con leves perlas brillosas.

Aprisioné su cuello entre mis manos mientras continuaba con mi vaivén más rápido, ignorando la voz en mi cabeza que me recordaba lo idiota que era por no poder hacer las cosas bien y alejarlos de una maldita vez. Pero cómo alejar a alguien que me hacia sentir tan bien, tan única, tan llena.

Apreté ejerciendo poca fuerza mientras mi dolor aminoraba considerablemente, pero me recordaba que aun no estaba sumergido por completo dentro de mi ser.

Su rostro se estaba comenzando a poner rojo víctima de la presión que ejercía sobre su cuello enrojecido, evitando que el oxigeno llegue a su cerebro. Aflojé la presión y él buscó aire de forma disimulada, pero ni la prohibición de oxigeno evitaba que apretara mis nalgas con pujanza para avivar mis movimientos inexpertos sobre él.

Sentí que mi cuerpo empezaba a temblar por culpa de la vibración que comenzaba a experimentar en mi vientre, bajando rápidamente hasta llegar a mi vulva que se contaría con el orgasmo que me estaba avasallando con premura. Volví a apretar su cuello cuando sentí que su miembro se expandía dentro de mí, mostrándome el clímax que su cuerpo estaba atravesando. Solté el agarre permitiendo que pueda a volver a respirar con normalidad y el sonido que su garganta expulsó junto al orgasmo fue el sonido más placentero, avasallante y magnífico que escuché en mi vida. Un suave gruñido de placer mezclado con necesidad.

Arruina el momento, ¡ahora mismo!

Cuando mi respiración se calmó, utilicé mis cartas levantándome de su regazo sintiendo la humedad recorrer la cara interna de mi pierna.

-Que hayas permitido que tenga mi primera vez contigo en un baño apestoso me demuestra la clase de hombre que eres. Ve a saber tú con cuantas cogiste. -declaré colocando mi short de forma brusca y con fingido enojo, aunque por dentro las lágrimas estaban amenazando con derrumbarme cuando su rostro me confirmaba el dolor que sentía por culpa mía. En ese momento me di cuenta la capacidad de maldad que tenía en mi pequeño cuerpo, dañando a un hombre que verdaderamente valía la pena y todo por mi estúpida necesidad de alejarlo. Él se acomodó su ropa y en un intento inútil de contenerme intento abrazarme, pero lo aparte con rudeza, ocultando las lágrimas que emergían desde mi interior nublandome la vista.

-Yo no quise...

-Ah, ¿y ahora es mi culpa? -volví a arremeter, empujándolo con mis manos en su pecho y di un paso atrás con mis piernas temblorosas por el dolor en mi centro -¿Sabes que haré justo ahora? Iré con mi novio real y le haré el amor hasta que mis piernas se acalambren. ¿Qué harás para detenerme? -ataqué con molestia, sintiendo como lentamente levantaba el muro entre nosotros de una vez por todas.

Abrí con brusquedad la puerta ignorando la furia que crecía dentro de él. Aceptando que lo había perdido por siempre y sin retorno.

-¡Vete! ¡Después de todo es lo único que sabes hacer! -gritó con enojo -¡Lo supe desde un principio! Tus intenciones siempre me las dejaste claras y yo las ignoré como un maldito puerto hormonal -aceptó al borde de las lagrimas y debía dar el ultimo golpe, era la única forma.

-No me interesaste jamás, me dejé llevar por la calentura del momento y sucedió lo que sucedió, pero no permitiré que vuelva a ocurrir -reconocí mientras escuchaba golpes más fuertes en la puerta.

De repente, esta se abrió con brusquedad mostrando a Adam muy molesto y asustado.

-¡Por dios, Corina, me hiciste dar un susto de muerte! -exclamó con sudor bañando su frente a medida que se acercaba a mí.

Me acerqué rápidamente envolviendo en mis brazos y tomando sus labios entre los míos para terminar de romper todo lo que algún día creí perfecto. Pero todo eso que estaba sucediendo, era el comienzo al desastre que estaba apunto de desatarse en la noche que pretendía ser ideal para salir con Pam, transformándose en una sangrienta y dolorosa noche.

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¡Dios mÍo!
¿QUE SUCEDIÓ AQUÍ?

¿Nos vemos en
🔥Morbis🔥?

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