꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 17 (parte 2)༒꧂
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Pasaron los días. No supe más nada de los dos visitantes que me habían intentado convencer de que los conocía. Era obvio que los conocía, pero era de vital importancia seguir fingiendo y eso había hecho hasta siete días después de que me hayan arrinconado porque, según ellos, tenían información que podía comprometerme, aunque poco después se desmintieron y aseguraron a todos que lo habían hecho para que los recuerde. Fueron días en los que estuve yendo constantemente a terapia para recuperar el normal movimiento de mi pierna y terapia en la que el medico se esforzaba en hacerme recordar el tiempo que fingía no recordar.
El día en el que me dieron mi completa libertad, mi madre me comentó todo lo que debía saber y lo que supuestamente había olvidado. Que Magda nos había presentado su actual novio, los festejos de mi fiesta de mayoría de edad, de mis elecciones para la universidad y el regalo del cual se arrepentían de haberme dado. A decir verdad, ellos se demostraban renuentes a dejarme volver a conducir nuevamente una motocicleta y em susto me había quitado parte del entusiasmo aunque ansiaba volver a pizar el asfalto con las dos ruedas. Los comprendían, si no hubiese sido por el casco quizás ni la estaría contando.
Mark y Damesse no habían vuelto a aparecer luego de que mis padres les pidieran que se alejaran al menos por un tiempo hasta que yo vuelva a retomar el ritmo de mi vida. Magda venía constantemente a visitarme y contarme como iban los avances del hogar que compartirían con Mark y a mi corazón se le caía un pequeño pedazo con cada palabra de su futuro programado.
Pamela también me visitaba por las tardes para hacerme compañía y también me acompañaba a terapia. Me confesaba que Damesse hace algunos días no era el mismo. Estaba constantemente enojado y era reacio a tener conversaciones con cualquiera que no sea su hermano y no salía mas que al trabajo y del trabajo a casa donde volvía a realizar sus investigaciones de rutina. Ella insistía en preguntarme si no recordaba nada y yo me negaba, alegando que deje de insistir, que pronto todo se encaminaría en su lugar. Me recordaba todo el tiempo de la hermosa pareja que hacíamos cuando estábamos juntos, aunque hace poco que nos veíamos como novios. Contó como nos vió por primera vez juntos en el sofá de la casa de André y estallamos en risa cuando ella relató al chocarse a André, recordándome el pánico que había experimentado esa noche por ser vista por mis amigos mientras Damesse me causaba estragos en mi cavidad cerebral.
—No puedo entender que es lo que te sucedió que no recuerdas. De verdad él es un buen hombre —consintió Pam y yo no tenía dudas de eso, pero Mark...
—En algún punto lo recordaré. Por el momento quiero centrarme en mi futuro y en mi recuperación para al fin poder irme de este lugar. —expliqué poniéndome de pie para ejercitar en medio del aparato que me brindaba dos gradas para tomarme de los costados y poder avanzar. De un lado se encontraba el kinesiólogo y del otro lado mi amiga haciendo el apoyo logístico a la tortura implementada para que pueda volver a caminar con normalidad. Por suerte había avanzado mucho en los días anteriores, así que quedaba muy poco para finalizar la terapia física.
Ella me dedicó una mirada fugaz y rara, como si no estuviese viendo a su amiga, sino a una desconocida.
—El accidente causó estragos, Corina. Tu no querías ir a la universidad, al menos no con tanta necesidad. —razonó.
La verdad era que no. No tenía ganas de irme para estudiar, simplemente me quería ir para no tener que soportar la tortura que demandaba tenerlos tan cerca, pero a la vez tan lejos. Pam había evitado hablar sobre lo que había pasado anteriormente con Mark y se lo agradecía. También había decidido no mencionar nada de su relación con André y no entendía el por qué. Era la oportunidad perfecta para olvidarme de todo. Sin embargo, era todo un engaño para mi misma con la intención de olvidarme realmente, pero algo que se sentía tan reciente y tan intenso era difícil de ignorar. Me autoconvencía diciéndome que el tiempo lo borra todo, y esperaba que el borrador sea gigante para borrar tales sentimientos que me hacían sentir vulnerable y expuesta a muchas sensaciones de las cuales debía privarme con vehemencia.
El sonido de Imagine Dragon resonó por la sala de ejercicios. Intenté caminar haciendo uso de mis anteriores ejercicios y llegué a mi bolso sin cojear ni siquiera un poco. El doctor me felicitó y Pam saltaba mientras agasajaba mi pequeño triunfo chocando palmas con el doctor.
El nombre de la mujer que había contactado en el hospital aparecía en la pantalla, iluminándose.
Había intentado ignorar sus llamadas por la propuesta que le había hecho anteriormente, pero ya no había vuelta atrás. Era necesario que lo que le había pedido se cumpla y debía llevarlo a cabo.
No había vuelta atrás.
Contesté y escuché sonidos del otro lado, una conversación.
—¿Entonces aceptas o no aceptas? —se escuchó su voz suave y melosa.
—No... no lo sé —confesó la voz masculina que hace días no escuchaba, atravesándome con un puñal. Damesse.
—Vamos, tu novia no te recuerda. ¿Por qué insistes tanto en algo que no va a funcionar? —volvió a indagar clavándome más dentro el puñal.
Me los imaginaba juntos, cerca el uno del otro o ella sobre él. Dalia era una mujer que, a los ojos de los hombres y de algunas mujeres, era irresistible. Me repetí mil veces que era necesaria su forma de actuar para obtener lo que necesitaba y que no escondía segundas intenciones.
—Me va a recordar. —decretó la voz masculina.
—¿Y que te impide divertirte mientras tanto? —ronroneó ella.
—No quiero, Dalia, la respeto lo suficiente como para no caer con otra mujer.
Luego de eso se hizo el silencio eterno hasta que la línea se cortó y no obtuve ninguna respuesta.
—¿Qué sucede? —preguntó Pam luego de quedarme también en silencio.
—Nada, número equivocado —mentí en respuesta. Me sacudía algo en el pecho estar al tanto su respuesta, pero no ayudaba nada en mi intento inútil de alejarlo para siempre —. Doctor, ¿podría salir esta noche a algún bar o algo? —pregunté con una idea en mente mientras volvía a acercarme para finalizar los ejercicios.
Luego de dudarlo unos segundos, el hombre alto y canoso dio una respuesta positiva alegando que no me haría mal tener un poco mas de normalidad en mis días para variar.
Ambas agradecimos y, con la lentitud de una tortuga para no hacerme daño tomamos todas mis cosas y caminamos hasta el auto que nos esperaba, cortesía de mi padre.
El nuevo chofer impuesto por mi padre, se hacía llamar Adam. Se dedicaba a transportarme a donde quiera que vaya para cuidarme y también para controlar que no vaya a hacerme daño con el aire. El joven de treinta años era apuesto, un poco más alto que yo, con la forma física de cualquier hombre que practicaba boxeo y defensa personal. Sus hombros se alzaban de forma prepotente y su rostro cubierto por una leve capa de vello azabache como su cabello corte militar, le daba un aspecto mucho más serio con sus gafas oscuras y su traje negro completando su aura oscura. Me hizo acordar a un hombre de la mafia o a un individuo empresario, pero no un chofer de adolescentes hormonales que no sabían ni lo que querían ara su futuro. Este sujeto debería estar como modelo de ropa interior y no perdiendo el tiempo con la carrera equivocada que no lo haría llegar a ningún lado.
El joven nos abrió la puerta dedicándonos una mirada fugaz y manteniendo esa aura de arrogancia, como si todo el mundo le perteneciera. Camino a casa mi acompañante, que hacía bombas con la goma de mascar que tenía en la boca, me codeó algunas veces para que voltee a verlo, haciéndome sonreír cuando me decía al oído que él me observaba por el espejo retrovisor, pero nada me quitaba la respuesta que Damesse le dio a Dalia.
Que ilusa fui al creer que sería tan fácil, pero debía hacerlo y con eso en mente me atreví a mover mi siguiente ficha improvisada para poder lograr mi cometido y aumentar la tensión.
—Esta noche iremos a bailar, te agradecería que lleves un atuendo más acorde si mi padre insiste en que vayas —instruí a Adam en tanto llegábamos a casa. Ambos giramos a ver si mi amiga se encontraba bien luego de que se ahogara con la goma de mascar, levantando las manos para demostrar que todo estaba bien y que el ahogo estaba resuelto luego de unas palmadas en la espalda.
—Pasaré a recogerlas cuando tu padre me avise. —aceptó, haciéndonos vibrar a ambas con el tono oscuro y penétrate de su voz profunda y vibrante.
—Recuérdame darle las gracias a tu papá —habló en voz alta la pelirroja para que el chofer y guardaespaldas escuche y, entre risas, ingresamos a la casa intentando forzar lo menos posible mi pierna para poder estar en forma en la noche.
(...)
Entre cocteles sin alcohol y colmándonos de risas por nuestras hazañas de preparatoria, comenzamos con nuestra noche exclusiva para divertirnos, aprovechando que pronto tendríamos que despedirnos por algún tiempo. Habíamos elegido nuestro atuendo que consistía para mí en un crop top color dorado y brillante junto con un mini short de color negro con el añadido de las medias negras que cubrían mis muslos. Me coloqué unos pequeños aretes en forma de estrella junto con un collar ultra fino, haciéndome una cola alta complementando mi atuendo de forma perfecta y pulcra. Rocié mi perfume habitual, até los cordones de mis zapatos negros con plataformas y yo ya estaba lista, mientras mi amiga se debatía entre vestirse con un vestido negro o uno rojo, semidesnuda en medio de mi habitación con una crisis existencial de si debería hacer dieta o mantener su cuerpo tal y como estaba.
—El rojo hará que rompas algunos corazones —acepté mientras retocaba mi maquillaje antes de cubrir mi atuendo con un abrigo espantoso para que nada quede en evidencia frente a los ojos de mi progenitor excedido de cuidados por mi último percance en el que casi no cuento el cuento —. Voy a buscar a papá para que le avise a Adam —informé saliendo de la habitación, mientras ella se colocaba el vestido rojo tal y como yo le había aconsejado. Tenía esa estúpida costumbre de maquillarse y peinarse antes de ponerse el atuendo que utilizaría. Según ella, le ahorraba tiempo lo cual era una estupidez desde mi punto de vista.
Las escaleras las habíamos dejado de lado, ya que, luego del accidente mi padre había ordenado a las mucamas que bajen todas mis pertenencias al piso inferior para disminuir mi actividad.
Caminé hacia la cocina, mi padre se encontraba de espaldas frente a Adam. No se veía igual sin su traje negro de hombre serio, de hecho, se veía totalmente cambiado con su porte tirano pero relajado, luciendo una camisa blanca con los primeros dos botones desprendidos, dando lugar a un tatuaje que emergía desde el interior de la camisa, junto con unos pantalones de jean de color claro y zapatillas a juego con su camisa. Hasta ahora no había podido ver sus ojos oscuros casi negros que se complementaban con sus pestañas largas y negras como sus cejas tupidas. Era lo que faltaba, que el tipo sea tan atractivo como para comérselo con dos panes. Perfecto para mi plan, aunque no fuese mi tipo. Podía asegurar que él era el tipo de hombre ideal para Dalia.
—Que no beba alcohol y tráela cuando sea necesario —escuché a mi papá mientras el otro asentía en acuerdo.
—Ya podemos irnos —hablé desde el umbral, ganándome una mirada de ambos.
Lo que les llamaba la atención era el horrible abrigo que llevaba puesto, ancestral y peculiarmente horripilante. Pero mantener una fachada de niña buena era de vital importancia si pretendía que mi padre me permita salir a divertirme como en los viejos tiempos ya que escapar por la ventana había quedado descrtado al ver que todas las salidas estaban tapadas por un enrejado.
Segundos después Pam apareció en la cocina, saludando a mi padre y dejándole una buena repasada a mi chofer que seguía entrecerrando sus ojos en mi dirección. Sentí que me desnudaba con la mirada y que sabía muy bien lo que debajo se ocultaba al publico presente.
—Mamma mía —susurró la pelirroja en mi oído luego de meterse otra goma de mascar en la boca, ofreciendome una que negué sutilmente.
Nos subimos al vehículo y en el trayecto a Snowball el móvil de Pam resonó en el pequeño bolso, cortando la conversación que manteníamos sin hablar de nada importante.
—Buenas noches, querido André —saludó ella con un tono gracioso. Luego de algunas palabras por parte de la otra persona, volvió a hablar —. Saldré con Cori esta noche —comentó ella —no lo sé, deja que le pregunte —volvió a responder mientras tapaba el auricular. —¿Te molesta si encontramos a André en Snowball?
—No, por supuesto que no me molesta —sonreí viendo como mi plan estaba funcionando casi a la perfección.
Luego de unas palabras más, ella colgó diciéndole que los esperábamos. Señal directa de que André iría con alguien más. Mandé un mensaje rápido a Dalia, poniéndola al tanto de mi plan y ella solo contesto con un emoji, agregándole que nos veríamos más tarde para tener una breve conversación sobre los avances de lo que teníamos planeado.
—Bien, hora de que te quites ese anticuado vejestorio y saques a relucir tu cuerpo tallado por ángeles drogados —comentó mi amiga ayudándome a desprender los botones de mi abrigo.
Lo deslicé por mis hombros tanto como el espacio reducido me lo permitía, ya que al estar en el asiento trasero disminuía mi espacio. Un movimiento repentino hizo que me mareara, desestabilizándome y causando que casi caiga de bruces bajo el asiento. El chofer se ganó una reprimenda de mi amiga, alegándole que moriríamos si no se concentraba en el camino y dejara de verme.
Ambas sonreímos presas de la idiotez que causaba sentirnos agasajadas por los ojos negros del chofer ardiente, aunque por dentro me recorría la sensación de que quien quería que me mire, quizás estaría odiándome luego de esta noche. Él y su hermano.
No haberlos vistos por durante algunos días solo había contribuido a mi incesante necesidad por alejarlos más, pero necesitarlos como nunca antes. Extrañaba las caricias de Damesse, lo receptivo y provocador de Mark, el cariño con el que me miraba Damesse y las sensaciones que ambos causaban en mi pecho al verlos. En el trayecto me repetí mil veces que esto era necesario para poder quitarme de encima la sensación de extrañarlos. Hacer que me odien era la mejor alterativa para poder irme de Midtown y evitarlos en su totalidad por y para siempre. Comenzar una nueva vida lejos. Eso era lo que necesitaba y lo que iba a lograr gracias a mi capacidad de superar los sentimientos porque no los quería a los dos por separado, los necesitaba juntos y yo no era quién para romper todas las relaciones por un simple capricho de niña pequeña que no se conforma con un solo hombre.
De pequeña lidié con más de una decepción por parte de mis padres, pero luego se solucionaba todo cuando ellos venían a darme un abrazo y disculparse por no haber podido pasar un día conmigo, alegando que era necesario para darme un bueno futuro. Pero desde temprana edad yo poseía un fondo falso en el piso de mi habitación con todo el dinero necesario para completar mi vida a la perfección, fondo que fue acrecentando con el paso de los años gracias a mi tenacidad a la hora de proponerme algo.
—¡Llegamos! —festejó Pam, mientras Adam rodeaba el vehículo para abrir mi puerta y extendiendo la mano para bajar. Su mirada viajó por mi anatomía con lentitud, como si no quisiera perderse nada de lo que yo poseía volviendo nuevamente a mis ojos al finalizar el recorrido. Que guapa me sentí al tener sus ojos negros sobre mí, aunque los ojos que deseaba distaban mucho de los suyos. Un par de ojos miel de Mark y otro par con mezcla de marrón y verde que al verme brillaban con una intensidad lo suficientemente abrumadora como para enamorarme por completo con solo un vistazo.
Le agradecí a Adam para luego esperar a mi amiga, a la cual también ayudó a bajar ganándose un guiño juguetón parte de ella. Caminamos los tres hacia la interminable fila de gentío esperando para poder ingresar al lugar que recientemente abría sus puertas al público nocturno. Adam mantenía la distancia estipulada por mi padre. Recordé como hace algún tiempo entramos junto a Damesse y André sin ningún problema gracias a los contactos del policía corrupto y como si los hubiese llamado por telepatía ambos aparecieron por la puerta de entrada, pidiéndole al hombre calvo de seguridad un minuto para salir mientras este les asentía en acuerdo.
Me removí incomoda por lo que estaba a punto de hacer, pero me volví a recordar que era necesario para poder completar lo que me había propuesto hace unos días en el hospital.
—Abrázame —murmuré entre dientes en dirección a Adam, mientras veía al hombre guapo de un metro noventa acercarse a nosotros con André, a medida que se acercaba, la hermosa sonrisa que lo caracterizaba se iba desvaneciendo y con la sonrisa, mis esperanzas de algún día poder estar a su lado.
Vestía de forma simple con una camisa color ocre y pantalones de jean, complementando su atuendo un calzado negro. Sus mangas arremangadas dejaban ver sus brazos fuertes, con las venas marcadas levemente por la presión que hacía con sus manos al ver a un hombre a mi lado, hombre que no era él. Volví a repetirme que era necesario.
—¿Al fin enloqueciste? —respondió en el mismo tono. —¿El golpe que te diste te afectó a las neuronas y quedaste tonta?
—Hazlo o llamo a mi padre y le digo que me dejaste sola. Te deshuesará y tirará tu carne a las hienas para que no quede rastro de tu estúpido rostro de inservible —amenacé tomando el móvil de la cartera y cuando estuve a punto de llamarlo, su brazo rodeó mi cintura causando que mi piel se erizara por la cercanía de su pecho en mi espalda.
Se me tensó cada musculo de mi anatomía cuando ambos llegaron a nuestro punto. Damesse intercambiaba miradas con mi falso acompañante y Adam no entendía nada de lo que sucedía.
Pobre borrego que iba camino a su matadero...
—¡Que sorpresa! —fingió inútilmente mi amigo dirigiéndonos una vista por demás rara. Lo conocía lo suficiente como para darme cuenta lo confundido que estaba con la situación. Le lanzó una mirada de molestia a Pam, y luego se acercó para darme un abrazo reconfortante. —Te extrañé mucho, Cori, espero que la próxima aprendas a conducir mirando hacia el frente —bromeó el ganándose una risa de mi parte.
—Adam, ellos son André, un amigo, y el es... —me quedé a medias cuando fingía no recordar su nombre.
—Damesse —completó mi frase. —Oficial Marco Damesse. —dedico hacia mi una mirada de enojo y confusión.
Estiró su mano para darse un apretón, y mi chofer se la aceptó repitiendo la misma intensidad de fuerza que Damesse ejercía. Ambos intentaban demostrar su fuerza a punta de amenazas visuales, como si se estuviesen debatiendo en un duelo del viejo oeste.
—En fin, ¿entramos? —preguntó mi amigo para poder terminar con el momento incómodo que estábamos experimentando todos menos Adam que no entendía nada de lo que sucedia.
Caminamos hacia la entrada y me sentí mal cuando el hombre de seguridad me vió con Adam, cuando tiempo atrás me había visto con Damesse. Me volví a repetir por vigésima vez que era necesario.
Ingresó primero André, seguido por Pam detrás en fila india, luego Damesse, yo y detrás de mí, mi novio ficticio. Sentí la electricidad recorriendo mi cuerpo cuando la mano de Damesse rozó la mía por culpa de la cantidad de gente que abarrotaba el local bailable y el poco espacio que había para transitar hasta llegar a la barra donde nos esperaba un lugar para tomar asiento.
Llegamos y los brazos de Adam volvieron a rodearme mientras disimuladamente se encorvaba para hablarme al oído.
—Recuérdame porque tengo que hacer esto. —demandó en un balbuceo que me hizo cosquillear la piel. Damesse no dejaba de mirar de reojo y André conversaba con Pam, mientras que yo observaba a mi alrededor. Me di media vuelta para tener de frente a Adam y lo rodeé con mis brazos en el cuello, poniéndome en puntillas para poder alcanzar su oído y poder contestarle mientras sus manos viajaban por mi espalda hasta el comienzo de mis nalgas.
—Es una historia larga, pero la versión corta es que finjo amnesia para no recordar a Damesse, que es mi ex novio. Él y su hermano... —me quedé a medias cuando Pam me llamó, haciéndome voltear para observar la situación.
Damesse apretaba la mandíbula, aparentando furia. Estaba logrando lo que necesitaba. Me volví a repetir que era necesario, aunque mi conciencia me gritara que no sea tan estúpida, que no me podía dejar guiar por un estúpido sueño que no sabía si era real o era una mentira.
—Cori, ¿qué haces? —indagó con impaciencia mi amiga, fingiendo una sonrisa culposa.
—Creo que es obvio, ¿no? —respondí volviendo a colocar la mano de Adam en mi cintura y este lo hacía sin oponerse.
André extendió ante mi un vaso con una sustancia liquida transparente que recibí con un agradecimiento.
—Ella no puede beber alcohol —demandó Adam sacando a relucir su trabajo.
—¿Acaso eres su guardaespaldas o qué? —respondió André al ver que Adam me quitaba el vaso para darle una probada y corroborar que no sea alcohol —. De todas formas, es agua, ya se que ella no puede tomar alcohol y no soy tan estúpido como para dárselo.
Damesse seguía con la mirada clavada en la mano que rodeaba mi cintura, y no me podía sentir más estúpida de lo que ya me sentía. Lo que más quería en el momento era saltar sobre él y decirle lo mucho que lo extrañaba. Compartir una comida con él como lo habíamos hecho, recorrer las calles del Manhattan sin un rumbo directo o simplemente quedarnos en silencio, pero uno con el otro. Me destrozaba estar haciendo lo que hacía, ganándome su odio y su desprecio hacia mí. Estaba a punto de flaquear y decir que todo era un engaño, que debía alejarlo para poder vivir en paz conmigo misma, pero no podía, tenía que completar mi misión para poder marcharme en paz sin dejar ningún cabo suelto que quiera hacerme volver.
Me disculpé avisando que iría al baño un momento, caminando entre el tumulto de gente que amenazaba con tirarme al carajo, pero luego de luchar como contra la marea ingresé al baño. Dentro de él, y con la luz roja que alumbraba tenuemente, me acerqué al cubículo más limpio para poder dejarme caer en el retrete con la tapa puesta y analizar si lo que hacia estaba bien, si estaba mal, si era una idiota o simplemente merecía que me azoten un millón de veces para quitarme la estupidez de encima.
Dentro del baño se escuchaba mucho menos el ritmo de la música techno, aumentando el sonido cuando las damas entraban y salían del baño, pero nada me dejaba pensar.
Qué hacer, cómo actuar, qué decir... necesitaba a Damesse. Abrazarlo, besarlo, sentir nuevamente su calidez mientras el me observa con su mirada penetrante y, a su vez, tan reconfortante como la recordaba. Si tan solo Mark no existiera...
Luego de unos minutos de pensar, me pareció extraño no volver a escuchar la puerta abrirse, como si alguien...
Sali del cubículo con rapidez presa del pánico de estar encerrada en contra de mi voluntad. Levanté la vista al salir, y quien estaba apoyado en la puerta no pronosticaba nada bueno.
Su postura despreocupada me abasalló, colocándose recto al verme y acercándose unos pasos hasta tenerlo frente a mí, y como si me hubiesen clavado con estacas al piso, no podía moverme culpa de sus ojos hipnóticos. Todo se vino a mi mente. La primer vez que lo vi, cuando curó mi herida, mi regalo de cumpleaños, la piscina, mi cama, el sofá de André, su motocicleta, el accidente...
Sus labios me llamaban y mi cuerpo se rehusaba a responder, hasta que lo vi aproximarse y por inercia me alejé, tropezando con algo que había en el piso, pero sin tiempo ni cordura para corroborar qué era.
Su aura peligrosamente abrumadora me atacó, haciéndome entrar en pánico porque esto era lo que precisamente intentaba evitar cada minuto. Estar a solas con él, porque sabía muy bien que no podía negarme a nada que quisiera él quisiera hacer. Porque era presa de mis deseos, aunque él sea la ley.
—¿Me deseas? —preguntó con su voz hipnótica y penetrate, enviándome un zumbido a todo mi cuerpo.
Su aroma, su cabello cortado a la perfección, sus ojos brillantes y todo contribuía a darme cuenta de que lo necesitaba, lo quería metido hasta el fondo de mi ser.
Sí, por supuesto que lo deseamos.
Estiró su brazo cuando estuvo cerca de mí, y envolvió mi pequeña cintura con sus brazos.
—¿Me deseas? —insistió en un murmullo apagado por la cercanía, mirando mis labios con hambre y aprentando mi cintura para acercarme más a su cuerpo cálido, firme y delicioso.
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Mis bebaaaaaas.
Aquí les traigo un XXL.
Disfrútenlo, poco a poco vamos dejando pistas de quién es realmente Corina.
El próximo capítulo va a estar calenchuuuu asique necesitaremos a los bomberos para apagar el fuego.
¡Besitos a todas!
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