꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 17 (parte 1)༒꧂
.❅──────✧❅✦❅✧──────❅.
El silencio más incómodo que había experimentado en mi vida, era justo en ese momento. Frente a los dos hombres vestidos con el uniforme policial listos para atacarme con preguntas que, por supuesto, estaba segura de que evadiría con mucha destreza gracias a mi magnifica capacidad de superar momentos de mierda como el que se avecinaba bajo sus miradas expertas.
—¿A qué debo el honor de tener dos hombres guapos frente a mi en esta linda mañana soleada? —indagué fingiendo que no tenía ninguna relación con ninguno de los dos seres más calientes y atractivos que podía imaginar y, en este momento, mucho más al verlos con sus respectivos uniformes que les daba un aspecto totalmente serio y autoritario. Más ardientes los sentía al verlos en su faceta de trabajo, fuertes, sensuales y haberlos probado una vez me causaba una sensación bajo la piel, un cosquilleo en mi cuerpo que indicaba la necesidad de ellos que estaba experimentando con intensidad.
Las esposas colgaban de sus cinturas, las armas de fuego colocadas alrededor de sus muslos que estaban envueltos por un pantalón que les quedaba a la perfección y se ajustaban como una segunda piel dejando en detalle cada extremidad. Sus brazos estaban descubiertos y sus músculos hacían parecer que el uniforme era de un talle menor.
Luego de detallar cada prenda que llevaban puesta, subí mi vista a sus rostros que me observaban con sus entrecejos fruncidos ante mi descarada análisis sobre sus cuerpos. Ambos estaban serios y, al menos eso creía en ese momento, era por mi culpa. Pero ya no había vuelta atrás y no sedería con mi mentira para poder evitar sufrimientos en el futuro, aunque contener mis ganas fuese todo un desafío imponderable.
Había un cambio ligero en sus rostros, quizás más vello en el mentón de Mark que le aportaban más madurez y atractivo. Mientras que Damesse lucía un cabello con un corte militar, remarcándole los atributos faciales que tanto me habían atraído desde un principio. Ambos tenían los ojos más hipnóticos que había podido apreciar y ese sentimiento me hizo apartar la vista de ambos, fijándola en cualquier otra parte de la habitación, como por ejemplo la pequeña ventana que dejaba entrar algunos rayos de luz mañaneros.
La imagen de ambos hombres siendo iluminados por los rayos solares, los hacía lucir tan empoderados y dominantes que me pareció hasta extraño que ellos se dejen dominar por mis palabras, haciéndolos derretir bajo mis mandamientos.
Aparté todo de mi memoria, intentando olvidar el hecho de que tenía tantas ganas de verlos queriendo complacerme y complacidos, tantas como las que tenía de respirar.
—Somos los oficiales Marco Damesse y Mark Damesse, hoy está usted bajo arresto por sospechas de incumplimiento en la ley... —informó Mark haciendo girar mi rostro hacia él y su hermano.
—No me interesa. —ignoré interrumpiendo antes de que pueda decirme lo que sea que intentaba decir.
—Queremos hacer unas preguntas sobre algunas compras registradas en su tarjeta de crédito. —habló ahora Damesse y su voz me erizó la piel, haciéndome apartar la vista nuevamente.
Fingí desconocer de lo que hablaban, pero por dentro sabía muy bien lo que decían.
—Pueden preguntar lo que deseen —accedí —, pero antes tomen asiento. —sonreí inocentemente invitándolos a que se pongan cómodos para poder dejar de detallar sus cuerpos, pero eso lo empeoro ya que sus pantalones se adhirieron a sus entrepiernas rápidamente. Me maldije mentalmente por ser tan estúpidamente ignorante al no pensar en que eso podía pasar.
En parte lo hice porque verlos tan imponentes me hacían sentir pequeña, y en parte porque sentía ganas de expresar lo que me acongojaba en el pecho. Esa sensación de estar dejando escapar algo que anhelaba, como a Mark y a Damesse. Algo que seria totalmente imposible culpa de mi codicia por necesitar a ambos, aunque mi conciencia me recordase lo que debía hacer y las personas que saldrían lastimadas por mi culpa.
—¿Estás con nosotros? —preguntó Damesse haciéndome salir de la burbuja en la que me había encerrado a pensar.
—Lo siento, estaba intentando asimilar el hecho de que uno de ustedes vino ayer en la noche para interrumpir mi sueño y ponerme unas estúpidas esposas —largué con molestia —. Me hubiese gustado poder descansar tranquila.
Dirigí mi vista a Mark y su mirada penetrante, pero a su vez arrepentida, me causaba la impresión de que conocía mi técnica para alejarlo aunque intentaba disimularla bien.
Damesse le lanzó una mirada de reojo a Mark, reconociendo que no había sido un buen movimiento proviniendo de él. Intercambié miradas con ambos.
—¿Por qué razón no dormiste tranquila? De todas formas y, según tú, no tienes nada de que preocuparte —afirmó intentando provocarme y haciendo removerme incómoda por todos mis conocimientos secretos.
—Por qué será que no pude dormir tranquila, ¿no? —repliqué señalando el juego de esposas que me tenía la muñeca enrojecida.
Damesse se puso de pie, con su glorioso cuerpo escultural caminando hacia mí y una sensación temblorosa invadió mi pecho acelerando mi corazón. Extendió la mano hacia Mark y él, de mala gana, le entregó el juego de pequeñas llaves.
La piel se me puso de gallina cuando tomó mis manos con delicadeza, como si no quisiera estropear más la piel de lo que estaba.
—Disculpa a mi hermano, a veces se deja llevar por sus impulsos —expresó pasando su pulgar sobre la magulladura que me había quedado y juro que sentí como contenía las ganas de depositar un beso en mi muñeca herida —. Voy a pedir a la enfermera que te cure.
Salió de la habitación rumbo a la sala de enfermeras y vi a su hermano ponerse de pié rápidamente sin perder la puerta de vista, mientras apoyaba su mano con suavidad en mi cuello, rodeándolo con sutileza, causando que mi ropa interior se humedezca por la intensa acción que me causaba ganas de devorar sus labios por culpa de la cercanía y la presión medida que ejercía sobre mi piel sensible.
Cerré los ojos e intenté apartar el rostro y contenter las ganas de gemir ante su aroma estimulante, pero con su dedo índice giró mi mentón para que vuelva mi vista hacia él, obligándome a abrir mis ojos que estaban siendo apretados con fuerza.
—Sé que mientes —expresó pasando su lengua para humedecer sus labios, sabiendo que esa acción provocaría mis deseos más intensos mientras seguía con mi vista el recorrido a centímetros de mi rostro—. Lo sé porque si hubieses olvidado todo lo que pasó desde que nos conocimos, le hubieses contado lo que vine a hacer ayer por la noche y no solo que vine a ponerte las esposas —habló rápidamente mientras intercambiaba su mirada entre mi rostro y la puerta, acariciando con su pulgar mi labio inferior, siguiendo con sus ojos aquel recorrido. Moví una de mis manos para intentar apartar la suya, pero la aferró con más intencidad.
—¿Y porque debería contarle? Al fin y al cabo, no los conozco y no les importa lo que haga en mi intimidad —resté importancia mientras me sobaba la muñeca y evitaba su mirada. Aferró mi mano con la que tenía libre y me sorprendió situando un suave beso en aquel lugar sin perderme de vista, dejándome sin palabras y con un vacío enormemente grande en mi cerebro.
—Pero... ¿Qué crees que haces? —balbuceé intentando largar las palabras que se quedaban estancadas en mi garganta por la cantidad enorme de sensaciones. Excitación, miedo a ser descubierta por Damesse o peor, por mis padres, terror a desistir de mi plan para evitar todo, éxtasis por las sensaciones excitantes que me causaba su agarre en mi cuello y la delicadeza que intentaba aparentar, aunque sospechaba que por dentro era una bestia contenida lista para ser liberada.
—Recuérdame, Corina. —exigió en voz baja para que solo podamos escuchar nosotros dos mientras unía nuestras frentes y el contacto fue angustioso por no poder si quiera corresponderle.
Necesitaba que Mark siga con su vida, anhelaba que él puediese ser feliz con Magda como cuando no me conocía. Estimaba mucho a mi tía, pero esto me estaba volviendo loca y debía fugarme lo antes posible, porque iba a flaquear y eso no estaba permitido en mi mente.
—No sé qué relación tenía contigo o con el otro oficial, pero necesito que se aparten de mí porque no los recuerdo y dudo querer hacerlo. —repetí por milésima vez, intentando alejarlos de una maldita vez.
Se quedo en estático mientras seguía mirándome con sus ojos torturados luego de separar nuestras frentes y apartar la mano con la que apretaba mi cuello, como si le doliera toda esa situación, pero, ¿qué carajos intentaba? Él tenía una relación con mi tía y no se podía permitir hacer tales cosas.
Anoche cuando te besaba el cuello no te oponías tanto.
Unos pasos se escucharon acercándose y Mark aprovechó para alejarse y volver a su sitio, mientras yo intentaba aliviar los latidos de mi corazón que galopaban a gran velocidad, marcándose en el monitor junto a mi cama.
Llegó Damesse junto a la enfermera que dispuso de algunos elementos y pasó ungüento en mi herida. Le pedí si me podían traer mi móvil y luego de pedirme que aguardé unos minutos, terminó de curarme bajo la vista de ambos uniformados. Luego llego el doctor para contarme sobre mis avances y dándome al fin una fecha exacta para ir a casa, que sería en la mañana próxima, luego de quitarme el gran yeso de mi pierna y bajo mi promesa de cuidarme de no hacer fuerzas excesivas ni movimientos bruscos hasta que mis costillas mejoren y mi pierna sea sometida a kinesiología por algunos días.
El doctor se retiró luego de pedirles a los oficiales que solo tenían unos minutos más antes de tener que irse para dejarme descansar, ellos aceptaron y volvieron a tomar asiento intercambiando miradas entre ellos. Sospechaba que ellos estén intentando algún tipo de plan para sacarme la verdad, aunque nunca iban a poder.
—Necesito que me des detalles de cómo sucedió el accidente —interrogó Damesse apoyando sus antebrazos sobre sus muslos y Mark imitó su acción como si ambos estuviesen conectados.
No pude evitar reír con ironía, ¿acaso había desayunado una dosis de idiotez?
—¿Usted no entiende que no recuerdo nada de lo que sucedió el día del supuesto accidente? —repliqué entornando mis ojos para darle énfasis a mi pregunta. Mis manos estaban a cada lado de mi cuerpo, jugando con la tela de las sábanas blancas de hospital.
—¿No recuerdas nada de esa noche? —negué con mi rostro sin dejar de mirar al preguntón —¿Ni siquiera cuando estábamos en tu habitación y te quitaste la ropa frente a mí? —volví a negar, humedeciendo mis labios ante el recuerdo de lo que hice frente a él sin ningún tipo de pudor —. ¿No recuerdas cuando me ligaste a tu cama para que no pueda tocarte mientras tu estabas...?
—¡Ya basta! —interrumpí con brusquedad cuando la electricidad comenzaba a recorrer mi cuerpo y mis manos apretaban las sábanas a cada lado sin darme cuenta. —¡Ya dije que no recuerdo nada!
Damesse se echó para atrás, poniéndose cómodo y flexionando sus piernas abiertas, mientras Mark hacia lo mismo acomodándose la entrepierna disimuladamente que se le marcaba por la posición y no pude evitar reprenderme mentalmente por observar aquella parte de su anatomía.
Putas hormonas del demonio.
—¿Qué sucede, Corina? —preguntó Damesse repitiendo la acción de su hermano con una sonrisa provocadoramente atractiva y sensual. Los muy bastardos sabían lo que hacían y me sorprendió que ambos se ajustaban entre sí, sin miedo de hablar uno frente a otro de tal cosa como lo que ellos hacían frente a mí. O quizás era una prueba.
Antes de que pueda mandarlos a Alaska, la enfermera tocó la puerta avisando que el horario de visita había finalizado y salvándome de pecar, flaquear ante estos dos hombres que iban a terminar de enloquecerme. Me tendió una bolsita con mi móvil dentro y el cargador que conecté rápidamente e intentando ignorar a los dos sacos de sensualidad que asintieron ante el aviso de la enfermera y se pusieron de pie.
Podía notar que en sus pantalones se alzaba formidablemente la forma de sus miembros marcando una clara erección que ambos experimentaban tan descaradamente y fue como un puñal en mi entrepierna que me hizo apartar la vista para evitar que mis mejillas se tiñeran más del color carmesí por el calor que estaba sintiendo.
Cuando ambos salieron de la habitación luego de advertirme que no escaparía a ningún lado, no pude evitar dejar escapar un grito de frustración que ahogue con la almohada aparentando mi boca.
—¡Maldita sean este par de idiotas! ¡Unos malditos y sensuales idiotas! ¿¡A dónde podré escapar con esta porquería en mi pierna?!—bufé con ganas de irme, pero tenía algo en claro.
No podría apartarme. Al menos no hasta poder degustar el cuerpo de ambos, juntos.
Tomé mi móvil y luego de encenderlo, busqué el número de teléfono que necesitaba.
Marqué y luego de dos tonos contestó la voz de la mujer que estaba necesitando para mi plan secreto.
—¿Aló?
—Dalia, necesito un pequeño favor.
Sonreí, no pensaba irme de Midtown. No sin antes probar lo que tanto mi cuerpo ansiaba.
.❅──────✧❅✦❅✧──────❅.
Gracias a mis bebas que esperaron por el capítulo.
Confieso que tuve unos días bastante complicados, pero aquí se los dejé.
Disfrútenlo, dejen comentarios lindos y... ¿Cómo piensan que es el plan secreto de nuestra Corina?
¡Dedicatoria del próximo capítulo a quien acierte con su teoría!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro