꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 16 (parte 2)༒꧂
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Esa sensación en mi corazón no se apartaba. Ese sentimiento que te dice que debiste haber huido cuando tuviste la oportunidad, pero que ignoraste porque te gustaba tentar a la suerte.
Las señales habían sido claras. Desde un principio mi destino no estaba con Mark, si no con Damesse. Ese hombre que me había salvado, curado, escuchado e incluso ayudado a investigar cuando sospeché de mi mamá. En cambio, con Mark había sido al revés; me había rechazado al menos una ves, mi tía había anunciado su noviazgo, y... ¡era hermano de Damesse! Todas las señales eran claras, pero yo no había querido verlo y claramente estaba cambiando las pistas a mi favor en su momento.
El silencio había creado un hambiente tenso mientras ambos nos mirábamos desafiándonos. Yo intentando ocultar mi mentira y él intentando descubrir lo que ocultaba.
Solo medio metro nos separaba. Intenté no impacientarme con las esposas puestas, pero me fue imposible luego de sentirme como un borrego y él mi depredador cuando deseaba intensamente que sea al revés, a él le quedaban mucho mejor las esposas metálicas que a mí.
—¿Puede quitarme esto y dejar de estar hablando tonterías? —bufé molesta mientras sentí como se me lastimaba la muñeca por el esfuerzo, mi cuerpo se sentía débil después de estar no sé cuántos días en coma.
—No hasta que me digas qué es lo que te sucede y porqué finges haber olvidado todo cuando sabes que no es así.
—No estoy fingiendo —repliqué, cambiando mi vista al monitor con mis pulsaciones mientras estas se subíamos y bajaban.
—Mira esto —demandó señalandome el monitor —. Las personas normales tienen un ritmo cardiaco normal de sesenta a cien pulsaciones por minuto. ¡Las personas cuando mienten se les acelera el pulso y déjame decirte que el tuyo se pone por las nubes!
Su voz alta me hizo voltear el rostro y cerrar los ojos con fuerza al percibir un gran dolor de cabeza que me hizo marear.
—Quíteme esto y váyase, por que si no... —advertí a medias cuando pude percibir de más cerca su aroma y por dentro pedía a dios tener la fuerza suficiente para no abrir los ojos, porque si lo veía, si mis ojos cruzaban los suyos sabía que iba a derrumbar los cimientos que estaba construyendo para apartar a los dos hombres.
—Y si no lo hago, ¿qué harás? —sentí su aliento a centímetros de mi oído. No podía apartarme porque las esposas en mi muñeca y el tamaño reducido de la cama no me dejaba mover. Pero sentí su aliento cálido, su brazo apoyándose cerca de mi cintura para poder mantenerse en esa posición de acecho mientras intentaba seguir con mi mentira.
Que difícil era resistir al encanto de su voz y al hipnotizante aroma natural de su cuerpo. Cuando su mano se aferró a mi cadera sosteniéndome con delicadeza para no causarme daño, tuve que liberar el aire que mis pulmones habían contenido.
—Gritaré —respondí apretando mis piernas para esconder las sensaciones cuando su nariz rozó mi cuello recibiendo mi aroma natural.
—Finjes, porque la Corina que conocí la noche que dices haber olvidado, esa se atrevía a todo y me hacía vibrar con solo estar en la misma habitación y sentir su aroma —posó sus labios unos segundos que se me hicieron eternos en aquella parte sensible de mi cuello —. Tu evitas mirarme porque sabes lo que pasará si me ves a los ojos. Te pasará lo mismo que a mi cuando te veo a los tuyos —comentó subiendo la camiseta que el hospital ofrecía a los enfermos, colando sus dedos entre mi piel y la tela. Apreté la sabana con mi mano libre y con la otra apreté con fuerza la barandilla a la que estaba esposada, deseando calmar los latidos desbocados de mi corazón.
—Vete, por favor. No sé quién eres y tengo miedo —mentí.
De hecho mi ropa interior se había humedecido ante su tacto y mis ganas aumentaban cada segundo que pasaba.
La mano que tocaba mi piel subió hábilmente entre mis costillas adoloridas, haciéndome estremecer y volver a contener todo el aire mientras él dejaba más rastros de besos, pero estos eran más ardientes y con presión en cada parte por la que pasaba. Yo apretaba mis ojos e intentaban que las lágrimas salgan para poder apartarlo, pero el único líquido que salíó era entre mis piernas y de mi boca escapó un pequeño jadeo cuando sus labios llegaron a mi lóbulo, ejerciendo presión.
—No sabes cuánto te deseo, Corina. —decretó pasando de mis costillas al elástico de mi pantalón donde lentamente intentaba adentrarse y sentí mis mejillas a punto ebullición.
—Hora de los medicamen...—La enfermera siendo muy oportuna —Discúlpeme, pero la hora de las visitas acabó hace muchas horas y la paciente debe descansar.
El policía se separó con parsimonia, mientras que a mi me temblaba el pulso porque estaba segura de que si no venía ella, yo iba a ceder y tirar todo a la basura, otra vez.
—Su paciente está bajo custodia por ser sospechosa en algunos sucesos. Tengo derecho a interrogarla en el momento adecuado asique vendré a primera hora a hacerle unas preguntas —avisó lanzándome una mirada de advertencia en la que me decía que debía mover bien mis fichas para alejarlo de una vez.
Bebí los medicamentos intentando despejar mi mente y pensar en otra cosa.
Había quitado importancia a que Damesse y Mark eran policías. Me habían encontrado corriendo una carrera ilegal, teniendo un accidente en el trayecto pero eso no quitaba el problema inicial que era la estúpida carrera.
Me puse cómoda intentando olvidar el dolor que sentía en mis costillas y en mis piernas, pero nada quitaba el dolor y mucho menos la tristeza que me daba seguir fingiendo a pesar de que sabía lo grande que se hacía el problema. Y más por no poder expresar mi sexualidad con libertad por lo que eso conllevaría.
¿Porqué no podía ser una maldita adolescente normal y tener un novio de la edad correcta? Oh no, pero a la señorita le atraían dos hombres de casi treinta años y, además de ese detalle, también eran hermanos.
Mis padres habían pasado gran parte del día a mi lado, con la esperanza de que mi memoria regrese y que mis estudios salgan bien. Hasta a ellos me dolía mentirles, pero era una perfecta oportunidad para pasar la página más molesta de mi vida y, a su vez, la más excitante.
Damesse era un hombre hermoso, atractivo, magnífico por donde se vea: trabajador, sexy, buena persona y lo que más me atraía era la forma en la que me miraba a los ojos donde sin decir una palabra, me decía todo lo que quería saber. Yo le gustaba, le atraía y él era ese tipo de persona en la que tienes todo y un futuro.
Pero Mark tenía el otro lado que también me encantaba. Dispuesto a cumplir mis demandas y, a su vez, era del tipo serio con quien me sentía cómoda para conversar o simplemente para estar en silencio. Ni hablar de los terremotos que me causaba que me mire a los ojos, tan vulnerable en ocaciones y tan penetrantes en otras.
Ambos tenían eso que yo, una estúpida adolescente, deseaba con intensidad. Con ese último pensamiento comencé a sentirme adormecida para dejarme caer en los brazos de un acogedor sueño.
(...)
Un ambiente totalmente blanco me envolvió. De lejos percibí a mi abuela paterna que lucía un sencillo vestido verde manzana con otros colores suaves y largo hasta el suelo blanco dandole un aspecto angelical. Se veía hermosa y pronto recordé lo que mi madre me contó sobre lo que habían pasado sobre su noviazgo y no supe como sentirme al respecto.
—Niña, ¿qué haces aquí? —habló su voz, haciéndome sentir escalofríos, ya que hace tiempo no la veía. Ella había partido de la tierra hace algunos años luego de separarse de mi abuelo y posteriormente falleció por una enfermedad en sus huesos.
—Supongo que el accidente afectó mi cabeza y ahora estoy llegando al cielo. —comenté bromenado, conciente de que esto era un sueño producido por los sedantes o algo así.
—Bueno, supongo que necesitas ayuda en algo —volteó caminando hacia algún lugar desconocido, pero todo en absoluto era blanco más que la nieve. La seguí mientras su vestido se movia con la brisa junto a su cabello grisáceo por el pasar de los años, dejando a la vista sus arrugas pronunciadas y sus ojos azules.
—En verdad que no sé qué es lo que hago aquí —hablé cuando llegamos a una pequeña fuente de agua donde nos sentamos en el borde. Sus ojos se clavaban en los míos y su rostro estaba serio como siempre.
Muy pocas veces podía haber apreciado su sonrisa o algo que demuestre que ella era feliz. Desde que se había separado de mi abuelo, ella no sonreía ni había demostrado señales de felicidad.
—Yo si sé. He visto lo que has estado haciendo y no es para nada correcto, niñita imprudente y mal aprendida —regañó con su típico ceño fruncido.
—Abuela, yo...
—Sin embargo, y a pesar de tu última horrible mentira fingiendo no recordar nada, te voy a contar un secreto que solo tú lo conocerás.
Era probable de que todo sea mentira de mi cabeza, pero se sentía muy real.
—Prometo no decir nada. —estiré mi meñique olvidando su amargura. Volví a guardarlo cuando ella no correspondió a mi movimiento haciéndome quedar como tremenda tonta.
—Tiempo luego de que naciste, dejé a tu abuelo —contó. Obviamente yo ya lo sabía, pero había sido un misterio el porqué —. Pedí el divorcio un año después de darme cuenta de que yo iba a morir —suspiró mirando hacia arriba, con sus ojos nublados por los recuerdos.
—¿Puedo preguntar porqué decidiste divorciarte? —pregunté con miedo a una reprimenda por atreverme a interrumpir, pero al contrario de eso, prosiguió con su relato.
—Ambos íbamos a sufrir, y lo amé demasiado como para verlo destruido por mi causa cuando muriera. No quería que eso sucediera entonces decidí hacer que me odie. Inventé una traición, creé problemas para que él me odiara y lo conseguí, logré separarnos para envitar un sufrimiento aún mayor en el futuro aunque lo amé con mucha intencidad.
Comprendí lo que quiso decirme y por primera vez en mi vida me había dado cuenta de lo que evitaría si me alejaba; sin embargo, lo que ella había hecho era simplemente adelantar lo inevitable y eso era lo que ella quería que yo haga por lo que estaba contándome.
—Entiendo tu punto, abuela. —acepté intentando convencerme de lo correcto. Pero las imágenes de uno de los policías tocando mi piel, acariciando mi cuello, susurrándome al oído... era tan excitante.
—Deja de darle vueltas al asunto, niña. Estudia, vive, sé feliz y disfruta de tu adolescencia. Viaja, sal de fiestas, conoce niños de tu edad y has lo que te de la gana, pero no hagas que los demás sufran porque puede costarte caro.
(...)
—Despierta, preciosa, es hora de tu medicina.
Abrí mis ojos con pesadez, dándole un vistazo a la enfermera que arreglaba todo en la habitación, ayudándome a reclinar la cama cuidando mis costillas y mi pierna.
—Buenos días —saludé y ella me lanzó una sonrisa, extendiendo un pequeño vaso de agua y tres pastillas de distintos colores.
—El policía este...
—Mark —terminé por ella cuando me dio pie para decirle el nombre de mi anterior visitante nocturno.
—Sí, ese. Está a fuera para interrogarte y vino con otro policía. Ambos parecen un tanto serios y enojados. Te deseo suerte —animó ella intentando calmar mi —. Y recuerda que debes tener un abogado en todo tipo de interrogatorio.
Me juré a mi misma que cuando me muera tendrían que poner la frase –Maldita sea– en mi tumba.
Pero no... para el interrogatorio que venía no podía tener presente un abogado.
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Buenas noches a mis hermosas damas.
Hoy quería hacer una pregunta general a todas esas lectoras que están ahí. (Las que comentan y las que no)
Me encantaría saber que teorías tienen sobre lo que sucederá, sobre el porqué Mark le puso las esposas.. me encantaría saber todas sus opiniones en este apartado.
Sin más, voy a mecionar a mis bebas que me dejan comentarios super lindos y esperan ansiosas por su dosis de Corina, Mark y Damesse.
Si quieren recibir una dedicatoria hermosa, dejen comentarios a lo largo del capítulo que eso me ayuda un montón.
♥️amixdomax♥️
😈Arlen_99😈
💋YailaAlvarez 💋
Nos vemos
en
🔥Morbis🔥
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