꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 16 (parte 1)༒꧂
.❅──────✧❅✦❅✧──────❅.
Todo se volvió un sueño, o una pesadilla luego del tremendo golpe que me di.
Día a día solo escuchaba conversaciones al azar, personas hablando a mi lado de cosas que no le encontraba sentido. A veces escuchaba anécdotas de una voz masculina contándome la cantidad de veces que había caído de su moto, pero vuelto a levantar porque así se sentía fuerte.
En ocasiones escuchaba el llanto y los lamentos de mi padre por decir que no me habia cuidado de la forma correcta. A veces también sentía un aroma que al ingresar a mi nariz se sentía como un estimulante, una adición que me hacia clamar cuando no la sentía. En algunos momentos, mi mano era envuelta por otra, a veces mis dos manos eran tomadas mientras seguía escuchando lamentos y arrepentimientos. Al doctor también lo escuché, cuestionándose seriamente por qué no había despertado aun, o al menos porque no había dado una señal de mejora.
Mi cuerpo no lo sentía. Mi mente en ocasiones me transportaba a una realidad paralela en la que caminaba sobre nubes de algodón, misma sensación que ingerir algún alucinógeno, supongo.
Dia tras día intentaba levantar mis manos, avisarles de que cada vez los podía oír mejor y que me encantaba escuchar sus voces que me ayudaban a llegar a la luz.
Recuerdo que, en una ocasión, una de las voces masculinas me contó una historia aparentemente de cuando estaba en la milicia.
—Hace mucho tiempo, un niño de apenas dieciocho años fue a la milicia para ayudar en la cocina, supuestamente. Tuvo dos amigos de su misma edad, una mujer y un hombre. Ambos fueron acribillados frente al niño que no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Mientras lo obligaban a seguir cocinando con la sangre llegándole a los pies. Sus mentes retorcidas le dijeron al pequeño niño que desmiembre cada uno de esos cuerpos y los haga en la sopa —rio sin fuerza.
» ¿Te imaginas la cara del pobre chico? Estaba espantado mientras le quitaba los brazos a su compañera que había sido como un golpe de aire fresco para el joven. Cortarle las piernas al compañero que había puesto su pecho a las balas que eran dirigidas al niño... entonces él sintió que fallaba, que no había servido para la tarea de cuidar a sus compañeros y ahí mismo empezó la culpa, los cuestionamientos, las autolesiones... cuando eso no fue suficiente, el niño precento signos de depreción mezclado con otras mierdas que le ayudaron a irse de ese espantoso ambiente. Recurrió a otras personas que le recomendaron un mundo diferente... lleno de caminos, pero con un único destino: el sufrimiento placentero.
» El niño decidió finguir que lo olvidaba para no tener que lidar con esa sensacion abrumadora. ¿lo entiendes?
Una brisa recorrió por la habitación dejándome sumida nuevamente en la oscuridad de un sueño profundo. No podía despertar y decirle que todo estaba bien, que no era su culpa lo que les sucedió a sus compañeros, de que el era suficiente valiente por haber sobrevivido, pero me ahogaba en mi propio sufrimiento al no poder emitir palabra alguna.
Un nuevo día comenzó mientras sentía los lamentos de mi madre, los sollozos de Pam, la contención que André intentaba darle, la buena energía que intentaba trasmitirme Damesse a través de besos en mi frente o apretones en mi mano para reconfortarme como si eso pudiese devolverme a la vida.
A veces, escuchaba discusiones entre mi padre y el doctor, mientras mi progenitor amenazaba con demandarlos si no me ayudaban a mejorar cuestionándose por qué aún no había despertado si mi cerebro estaba en perfectas condiciones y hasta sentí que mi estado era absolutamente a propósito, porque yo misma deseaba no despertar para no afrontar toda la mierda que había creado.
No soportaba más los lamentos, no soportaba más las historias que con tanta tristeza me contaban, no soportaba más la tristeza que todos creaban en el ambiente a medida que los días pasaban. Sentí que las malas energías se multiplicaban por mil días tras días, como si todos estuviesen enterrándome y era yo la caprichosa que se negaba a abrir los ojos y afrontar todo.
Mark, estaba segura que debía evitarlo, alejarme. Eso lo sabia desde antes, pero ahora que sabia de mí, era cuando mas me tenía que alejar porque el hecho de que el supiese y no se haya opuesto era un dolor tremendo para mi. Hubiese preferido que me rechace y me mande a buscar unicornios a la esquina, pero no. Él había aceptado el hecho de que era yo quien lo tenia a sus pies y eso era tan malo como haber hecho un contrato con el diablo.
—Me alejaré, Corina, pero resiste por favor. —repitió su voz torturada una y otra vez hasta que mi mente volvía a oscurecerse.
Otro día.
—Vuelve, Cori, aún debemos descubrir quién es la persona que le roba a tu familia y correr otra carrera para poder ganarte de una maldita vez...—recordó Damesse causándome dolor en el pecho... si él supiese quién era la persona que robaba, quedaría impactado.
Pestañaba, otro día.
—Perdóname por ocultarte lo de la investigación, hija, no sabes cuánto me arrepiento de todo el tiempo que hemos perdidos. Te necesito, te extraño —sollozó —. El otro día vi un video de una de tus carreras y quedé fascinada, bebé, lo haces tan bien que podría ser tu representante si algún día decides vivir de ello. —Magda habló mientras sentí un aroma floral renovando el aire en la habitación.
Sus vicitas eran las que más me hacían sentir bien. Ella era como la brisa fresca en un dia caluroso. Me trasmitia todo ese aura cariñoso y amoroso que necesitaba en un momento asi porque por más que todos creían que iba a morir, ella siempre me traía flores cuando las otras se marchitaban.
Lo cual me hacía preguntar hace cuánto estaba en este estado de negación a despertar y afrontar toda la mierda.
Otro día...
—Todavía no me has dicho por qué saliste por la ventana de la habitación de Corina el día del accidente. —comentó Damesse y el aire se completó de espesura.
Ah, mejor me quedo en este estado vegetativo hasta morir, porque de todas formas me van a matar si vuelvo a abrir los ojos.
—Ya te dije, la escuché irse por la ventana y salí tras ella. Deja de darle vueltas al asunto que ya ha pasado mucho tiempo.
—¿Y saliste detrás de ella después de cinco minutos?, ¿acaso la estupidez te está haciendo mentir como un idiota? —insultó Damesse, mostrándome una nueva faceta de él. Era un infierno verlo enojado por su tono venenoso al hablar. También me demostraba lo tenaz que era en su trabajo, indagando y buscando respuestas.
—Ya basta, Damesse. No vamos a hacer esto otra vez —intentó evitar la discusión Mark.
Sentí que debia intervenir, que debía detener esta pelea que estaban teniendo e intentè reunir fuerzas.
Elije una Fecha, Corina, y hagamos como que esto jamás sucedió. gritó mi conciencia.
—¡¿Por qué estabas en la habitación de Corina?! —bramó Damesse. Pude percibir movimientos en la habitación como si se estuviese desarrollando una guerra y eso le sumó mucha más culpabilidad a mi corazón torturado. Lo que tanto temía estaba empezando a desatarse.
Es mi culpa, mi maldita culpa.
—¡Estuve ahí cuando ustedes pelearon! —largó las palabras en un tono alto.
Mi cuerpo se estremeció tras la verdad, sintiendo el momento exacto en el que Damesse le propino un golpe en el rostro.
—Lo sabía. —aceptó Damesse en un tono tenebroso y sentí que mi cuerpo se helaba, similar a estar muerto.
Ya todo estaba arruinado.
Elije una fecha, Corina, y despierta. Volvió a pedir mi conciencia.
Hice fuerza, puse mi voluntad y abrí mis ojos con lentitud, sintiendo mis parpados pesados y cansados como si hubiese dormido por una década.
No había equipos médicos conectados más que el suero que me suministraban y un yeso en toda mi pierna la cual estaba suspendida en el aire. Miré a todo mi alrededor encontrándome con esos dos hombres que había escuchado pelear hace unos minutos.
¿Elegiste la fecha? Ahora has lo que mejor sabes hacer. Finge.
—¿Quiénes son ustedes dos? —interrogué con la voz ronca por la falta de líquidos. Mi garanta sentía que se quemaba y mis labios estaban quebrajados.
La habitación que nos rodeaba estaba recubierta por pintura blanca y solo tenía una pequeña ventana en la que reposaba unos hermosos lirios.
—¿Cori? —hablaron al unísono.
—No se quiénes son —respondí como pude —, pero llamen a mis padres si es posible.
Ambos se miraron extrañados y uno de ellos corrió rápidamente a llamar al médico, mientras el otro me observaba con aparente pasmo en su rostro, sin acercarse ni emitir palabras.
El que se fué, volvió con un médico a su lado comentándole que había despertado, pero que no los recordaba.
—Bienvenida de nuevo, niña —cometé el hombre pasado por algunos kilos —. ¿Cómo te sientes? Soy el doctor Harrison.
Lo conocemos.
—Como si un camión me hubiese atropellado —respondí intentando acomodarme, pero todas mis extremidades dolieron al mismo tiempo con el movimiento.
—Tranquila, no hagas esfuerzos innecesarios. Estás en una recuperación por un accidente que tuviste — comentó él mientras pasaba una linterna por mis pupilas que ardieron con el contacto de la luz —. En unos momentos vienen tus padres —me ofreció una sonrisa compasiva.
—¿Puedes decirme lo que sucedió? —interrogué ignorando a los otros dos hombres que se encontraban en la habitación con sus caras echas un poema. No sabía en que condiciones me encontraba o si mi rostro tenía algo, pero ninguno de los dos podía apartar su vista de mis ojos, haciéndome sentir una pequeña e insignificante, pero también una hermosa mujer.
—No tengo idea, solo recuerdo que estaba escapando por la ventana y me golpeé. —comenté ganándome la mirada preocupada de los tres hombres. —¿Puede decirle a esos dos que se vayan? Me incomodan ahí parados como estatuas y como si me conocieran de toda la vida.
—¿Sabes que día es hoy? —preguntó el Dr. Harrison mientras anotaba algo en su planilla.
—Faltan dos semanas para mi cumpleaños. —comenté mientras le seguía clavando dagas a los dos hombres. Uno con un golpe en el labio y el otro con la ropa desordenada.
Los tres se dedicaron miradas preocupadas cuando mencioné la fecha y poco después el doctor les pidió que se retiren, ganándose una mirada furibunda de ambos hombres.
—Soy doctor, niña, puedo darme cuenta cuando un problema no existe y sé de primera mano que no tienes perdida de memoria —aseveró el doctor que reconocía de algún lado, pero no lo recordaba con claridad. La argolla en su mano me dictaba que era un hombre casado y de familia... pero ¿de dónde lo recordaba?
Sonreí abatida mientras él me ofrecia un sorbo de agua que a los segundos calmo cada dolor en la garganta y labios.
—Sé que sabe que estoy mintiendo, doctor, pero quizás podamos llegar un acuerdo para que oculte su grandioso descubrimiento —negocié —. Esos dos policías deben pensar que los olvide.
—Es ética profesional, no puedo dar un diagnostico equivoco. —sonrió fingiendo compasión.
¡Ya sé!
—Doctor Harrison, ¿su esposa sabe del pasatiempo oculto que tiene en Midtown? —Su rostro palideció —Lo imaginé. Usted guarde mis secretos y yo guardaré los suyos.
Ya recordaba en dónde lo había visto. La noche que encontré a Mark, él estaba con una de las dominatrix en el club, en la primera habitación que había visto.
—Amnesia disociativa. No flaquees y no te equivoques porque te cargas mi profesión y mi vida. —advirtió en un balbuceó auditivo cuando mis padres estaban atravesando las puertas de la habitación.
—Cariño, ¿cómo te sientes? —interrogó mamá preocupada mientras dejaba besos en el único lugar que estaba sano, mi cabeza.
—Su hija está pasando por un episodio de Amnesia disociativa. —comentó el doctor Harrison ganándose la mirada preocupada de mis padres.
Por detrás se asomaban Mark, Magda y Damesse para poder escuchar el falso diagnóstico. Junto con ellos apareció una enfermera a la cual se le ordenó hacerme una nueva tomografía y análisis de sangre para descartar cualquier cosa. Por dentro mi corazón amenazaba con dejar de funcionar por la semejante mentira que estaba lanzando, pero era esto o seguir con el juego que claramente no deseaba participar y que todos salgan heridos.
Luego de una hora de ir y venir, el doctor dijo que debía reposar hasta que lleguen los nuevos resultados y si todo marchaba bien, podría ir a casa pronto y lo deseaba. Anhelaba ir a casa, empacar e irme a la universidad que estaría a punto de comenzar.
(...)
La noche había caído, anunciando el final del dia y no podía dejar de pensar mientras reposaba sobre mi cama con olor a desinfectante. Me dolía la pierna, me dolían las costillas porque con el golpe dos fueron fracturadas, me dolía el cuello y los analgésicos no parecían funcionar con suficiencia.
Deseaba poder abandonar la ciudad y marcharme a Connecticut. Necesitaba con intensidad olvidarme de todo el mundo. Pero... no tenia tanta suerte.
Al cabo de una hora imaginándome una nueva vida lo lindo que seria concurrir a la universidad con otros adolescentes. Pestañe y me costo volver a abrir lo ojos, pero cuando los abri por la brisa fresca que chocaba con mi rostro, la sombra que cubria el pequeño sofá me tomo por sorpresa. Fueron minutos de silencio, no sabia cuantos, no sabia por cuanto seria pero solo sabia que le tomo mucho tiempo poder hablar.
—Me cuesta mucho aceptar que no recuerdas nada, Corina —su voz caló hasta lo mas profundo de mis huesos —. Y me lo confirma el hecho de que ni siquiera te inmutaste cuando me viste sentado, como si esperaras que esto pase de alguna forma.
Vi la sombra ponerse de pie, haciéndome sentir pequeña en la cama sin poder hacer movimientos bruscos por los dolores que sometían a mi cuerpo obligándose a quedar en un estado de petrificación.
Un frío metal envolvió una de mis muñecas, haciéndome sentir una prisionera de este hombre que atentaba contra mí, y me confundía por los sucesos.
—Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en un tribunal. Tiene a la asistencia de un abogado durante su interrogatorio. Si no puede pagarlo, se le asignará uno de oficio. ¿Entiende usted estos derechos?
¿Qué?
.❅──────✧❅✦❅✧──────❅.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro