Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 14 (parte 1)༒꧂

.❅──────✧❅✦❅✧──────❅.

Paso a paso, Damesse se adentró a la habitación cerrando la puerta detrás de él sin hacer sonido más que de sus imperceptibles movimientos corporales. Su perfume suave se coló por la habitación recordándome lo mucho que lo extrañaba en tan pocas horas que lo había visto.

Me preguntaba, ¿cómo sería cuando vaya a la universidad? Por supuesto no tenía pensado tener una relación a largo plazo con él, pero mis sentimientos en este momento me estaban llevando a pensar en lo mucho que extrañaría su cercanía, su cariño, su comprensión. Él era como uno de esos tipos malos por fuera, pero por dentro era caramelo de dulce.

Tuve la sensación de quedarme sin aire causado por mi estúpida necesidad de no respirar para que no descubra mi intento de hacerme la dormida que, por cierto, me salía muy mal.

Sentí un movimiento detrás de mí y el sonido de un cierre, quizás se estaba quitando el abrigo y lo confirmé cuando sentí su brazo rodeando mi cintura y su cuerpo pegándose al mío con delicadeza. No podía ocultar que dormía o al menos debía disimular que estaba despertando porque era imposible tener el sueño tan pesado. El problema era que, si bien sabía mentir, fingir o disimular era algo que se me dificultaba en extremo.

Se me aceleraba el corazón, no respiraba para que no se sienta mi respiración, hasta incluso apretaba los ojos con rudeza como una estúpida niña haciéndose la dormida cuando sus padres entraban a la habitación para corroborar que duerma.

Me moví lentamente fingiendo que estaba despertando y me di vuelta para su lado.

-Buenas noches, bella durmiente -susurró dejando un beso en mi frente. Extrañaba mucho su rostro y la cercanía me daba un plano perfecto de sus facciones definidas y atractivas.

Sin decir absolutamente ninguna palabra con la que pueda delatar mis intenciones ocultas como su hermano Mark, me subí a horcajadas sobre él, sorprendiéndolo. Su sonrisa seductora me declaraba que lo que yo hacía, a él le gustaba sin que tuviese que decir una palabra para corroborarlo.

-Te metes en mi habitación sin pedir permiso... -hice una pausa en la que muchas acciones pasaban por mi mente cubierta de perversidades -, no Damesse, eso merece un castigo.

Quizás, en cierto sentido, también eran palabras para Mark que, al igual que Damesse, se había metido sin permiso a mi habitación.

Tomé sus manos y las coloqué sobre su cabeza, apoyándolos en el respaldo de mi cama.

-Castigame, Corina -murmuró entrecerrando los ojos, desafiándome -. Llevo todo el día pensando en ti y en tus gemidos cuando estaba saboreando tu...

Tapé sus labios para que no pudiese continuar porque la vergüenza invadía mi sistema con cada una de sus palabras descaradas, sin mencionar que su hermano estaba escuchando todo a unos metros de nosotros.

-No saques las manos de ahí, Damesse, porque el castigo ahora será leve, pero si fallas el castigo será más severo -aseguré con firmeza mientras me acercaba a su boca para dejar un beso casto sobre sus labios, bajando lentamente por su mandíbula tomándola con mi mano para voltear su rostro y tener mejor acceso a su oreja, bajando por su cuello.

-¿Te gusta esto? -interrogué mientras utilizaba una de mis manos para subir su camiseta colando mi mano dentro de ella para tocar su piel suave que se erizó con el contacto de mi mano.

Asintió suavemente dejándose llevar por la lujuria causada por mis intentos de provocación que estaban rindiendo frutos.

Subí su camiseta mientras seguía besando su cuello y sintiendo su erección aproximándose por el tan simple acto de besarlo. Me preguntaba qué tan fácil era hacerlo excitar y si con todos los hombres sería igual.

¿Mark estaría excitado o enfurecido por mi forma de actuar tan descarado?

Seguí dejando besos hasta llegar a su nuez de Adán, pasando mi lengua mientras deslizaba la camiseta hacia arriba para quitársela, dejando su torso al descubierto. Dejé de besarlo para enderezarme y quitarme la blusa que llevaba puesta, haciéndolo lentamente mientras él me miraba con una sonrisa provocadora, apretando sus manos sobre su cabeza, en las sábanas.

-¿Desees tocarme? -pregunté con voz clara para que ambos puedan escucharme. Damesse asintió - ¿Te gustaría besar mis pechos? -volví a preguntar mientras que dentro mío se armaba una guerra entre la vergüenza y la adrenalina por lo que hacía.

-Sí quiero, Corina, deseo tocar cada lugar de tu cuerpo -decretó afirmando más sus manos a las sábanas cuando bajé por su pecho dejando un camino de besos húmedos.

Era extraña la sensación de besar su piel erizada y en tensión, bajar por su pecho lentamente hasta llegar a su cadera sintiendo como su cuerpo se tensaba bajo mis toques suaves y en ocasiones más rudas. Pasé mi lengua desde su cintura pasando por sus abdominales definidos y su pecho hasta llegar nuevamente hasta su cuello, dejando una mordida moderadamente dolorosa en su piel sensible en aquella zona. Él me respondió con un jadeo suave apretando más, si es que era posible, la sabana entre sus manos. Con la impotencia de saber que no podía quitarlas de ahí por el simple hecho de habérselo ordenado.

Volví a bajar sin perder de vista su rostro, sus dientes superiores apretando su labio, su ceño ligeramente fruncido por la concentración en mis acciones y lo que más me gustaba, sus ojos sobre los míos, esperando cada uno de mis movimientos.

Desprendí el botón de su pantalón y le bajé el cierre lentamente dejando a la vista su ropa interior blanca. Su movimiento de cadera me confirmó la impaciencia que tenía porque yo le brinde placer, aunque no tenía ni la más mínima idea de cómo se hacía una felación y, quizás, él había descubierto mi guerra interna por mi desconocimiento frente al tema. Lo había visto tantas veces como a todo, pero no tenía ni idea de cómo empezar. ¿Y si lo lastimaba? ¿Y si lo hacía mal? ¿Y si no me gustaba hacerlo?

-Ven aquí y dame un beso -demandó cuando vio la duda en mi rostro ante la idea de hacer eso que él tanto deseaba.

Subí a su boca atrapando con ferocidad sus labios que respondieron con la misma intensidad. Bajó sus manos para tomarme de la cintura y me separé rápidamente, propinándole una bofetada suave causando un quejido de su parte, pero rápidamente volvió a subir sus manos donde estaban para obedecer mi orden. Me brindo una mirada de advertencia mezclada con deseo. Él quería que lo haga, pero quizás era un nuevo descubrimiento para él, desear que alguien le cause dolor. Y después del dolor iba el placer.

Volví a tomar sus labios entre los míos mientras colocaba mi intimidad sobre su miembro causando en mí, un jadeo al sentir la dureza en contacto con mi sensible lugar.

Me separé de sus labios para apreciar su rostro nuevamente.

-Tus padres hicieron un contrato con el diablo cuando te concedieron, Corina. -declaró con sus mejillas enrojecidas, quizás por el deseo de hacerme suya.

-¿Por qué? -pregunté curiosa.

-Porque eres como un demonio y me vas a llevar al maldito infierno si me sigues tentando de esa forma. -decretó demostrando su fuerza viril cuando sus manos tomaron mi cadera, dejándome debajo de él mientras tomaba mi cuerpo con ferocidad, besando cada rincón de mi cuello.

-¡Detente! -advertí aunque el deseo porque me posea me estaba ganando, pero no iba a ceder. Necesitaba demostrarle que el mando lo llevaría yo.

Rápidamente él se detuvo, dejando de besarme pero sin apartar sus manos de mi cuerpo. Veía la contradicción en su rostro. Quería poseerme, pero también quería complacerme en ese juego de roles que tanto me excitaba.

-No puedo -bufó -. Siempre llevo el control, Corina, me gusta así.

-Entre tú y yo, la que lleva el control seré yo. Así que quítate de arriba y vuelve al lugar donde te dije que te quedaras.

Lo pensó durante unos largos segundos, pero pese a todo lo que pasaba por su mente, se retiró y volvió a colocarse como le había ordenado, con sus manos en el respaldo nuevamente y sin quitar si mirada desafiante.

-Como usted ordené, su majestad-respondió con burla.

Yo tenía una cura para sus contestaciones y su forma de actuar, una que no le permitiría moverse ni aunque así lo quisiera.

Me levanté de la cama y caminé a ese lugar donde un cuerpo humano se ocultaba, una persona que por su gran tamaño ocupaba la mayor parte del espacio reducido. Abrí mi closet y ahí estaba él con su rostro plasmando tortura pero con un brillo único en sus ojos.

-Estás jugando con fuego, Corina, déjame salir de aquí. -susurró apenas audiblemente, mientras yo rebuscada en uno de los pequeños cajones un cinturón de cuerpo que utilizaba a menudo.

-Uno de mis atributos es que el fuego no me aterra -murmuré disimulando para que Damesse no escuchara.

Cerré una de las puertas del closet y otra la dejé entreabierta para que él pudiese observar. Aunque no tenía en claro lo que iba a suceder, al menos podría darle un susto para que él no vuelva a meterse en mi habitación sin invitación, ni permiso.

Aunque consideraba que claramente su presencia me deleitaba y, a su vez, me creaba una confusión indescifrable en mi pecho. Era totalmente contradictorio porque tenía muy en claro que lo quería lejos, pero el cuerpo no mentía y este lo quería a menos de cinco centímetros y, de lo posible, sin prendas que impidan mi camino ante su cuerpo adictivo.

Volví a la cama bajo la mirada de Damesse, rebosante de afecto y veneración.

Se removió en el lugar para ponerse cómodo mientras extendía sus muñecas hacia mí, con esa tonta sonrisa de satisfacción por lo que tenía pensado hacerle. Subí sobre él poniendo mis piernas a cada lado y subiéndome a esa parte del él que tanto me causaba intriga.

-¿Empezarás a obedecer mis órdenes, Damesse? -investigué con una sonrisa provocadora mientras relamía mis labios por lo que tenía planeado.

-Prometo obedecer tus órdenes, Corina. -respondió con obediencia.

-Ahora tendrás que cumplir con tu castigo -decreté poniéndome de pie luego de atar hábilmente sus manos con una técnica que había visto varias veces en el club.

Bajé suavemente mi pantalón, lentamente para que él observe con atención cada movimiento mientras pensaba en mi vergüenza y en como poco a poco se esfumaba gracias a la comodidad que él me causaba. Tranquilidad. Sus ojos me brindaban seguridad en mi misma y me sentía la mujer más linda y sensual del mundo.

Terminé de quitarme los pantalones, dejando a la vista mi pequeña y cómoda ropa interior de encaje blanco.

-No hay castigo que pueda causarme dolor, Corina. -afirmó, mientras seguía mirando y detallando los rincones de mi cuerpo vestido solo con la ropa interior.

Me coloqué sentada entre sus piernas mirando hacia su lado, donde él pudiese tener una vista clara de lo que iba a hacer.

-¿Estás seguro de eso? -murmuré en voz baja, recostándome hacia atrás, apoyándome sobre uno de mis codos y abriendo mis piernas para ampliar su imagen panorámica de mi punto más privado.

-No, Corina Mostrangelo, ¡eso no! -bufó con enojo mientras sacudía sus muñecas para intentar zafarse.

Sonreí por estar logrando lo que tanto deseaba y era hacerlo enloquecer por mí.

Corrí mi ropa interior y empecé a masturbarme suavemente mientras él sacudía sus manos con la intención de que el excelente trabajo que había hecho con el cinturón cese, pero eso no iba a suceder.

Sentí mi interior comenzar a humedecerse mientras pasaba mis manos, utilizando toda mi paciencia para torturarlo y dejarle en claro que debía hacer lo que él pida.

Él recostó su cabeza hacia atrás, con la intención de no observarme.

-Mírame o me subiré sobre ti para que no tengas otra alternativa. -advertí.

Él levantó su cabeza y me observó. Miró mis ojos, mis dientes apretando mis labios cuando pasaba mi dedo por ese punto cálido y sensible. El calor subía por mi cuello hasta instalarse en mis mejillas cuando algo se acercaba más y más, dejándome en claro que pronto debía acabar con esta tortura.

Acerque más mi pelvis a su cuerpo, rozando suavemente nuestras partes íntimas. Acaricié más suavemente mi vulva cuando un jadeo escapó de sus labios, provocándome ganas de subirme sobre él y acabar con todo este juego que lo que más hacía era hacerme arder.

-Correte, Corina -obligó mientras sacudía sus muñecas nuevamente.

Su erección atrapada en su ropa interior me demostraba que esto más que torturarlo, le encantaba. Le fascinaba mi juego, estar en él y ser el partícipe principal.

Gemí de placer cuando en un intento inútil, él hizo un movimiento con su pelvis en busca de su propio placer, rozando mi zona íntima y desencadenando un montón de sensaciones espaciales en mi cuerpo. Otro orgasmo al lado del hombre que me hacía enloquecer y perder la vergüenza.

-Maldita sea, Corina, cuando me sueltes...-comenzó, pero un sonido en la habitación lo hizo detener.

Ambos giramos nuestra vista hacia su móvil que se encontraba en alguna parte de su chaqueta.

-¿Qué vas a hacer? -interrogué con somnolencia mientras me ponía de rodillas para desatarlo y que pueda contestar la llamada que no cesaba.

-Tú sigue jugando con mi cordura, pequeña molestia, te va a doler hasta el último cabello de tu hermosa cabellera -decretó haciéndome temblar ante la expectativa de este hombre cumpliendo mi deseo más primitivo.

-Tú sigue desobediente y tendrás más castigos y serán peores. La próxima no serán mis dedos -avisé pasando mis dedos cerca de su rostro cuando se acariciaba las muñecas por el nudo apretado.

Él atrapó la mano con la que me había satisfecho y metió en su boca los dos dedos que me habían hecho volar a la estratosfera.

-Delicioso -aceptó cuando los saboreó en cada rincón, provocándome un cosquilleo y que vuelva ese calor a mis mejillas. Besó mis labios subiéndose sobre mí, pero el maldito sonido nunca cesaba.

Me aparté de sus labios para que él lo oiga porque sonaba algo muy importante.

-Atiende y luego vuelve. -respondí empujándolo suavemente para que se quite de arriba, aunque la calidez de su cuerpo me fascinaba, no quería que alguien nos interrumpiera.

Se sentó en la cama, acomodándose la erección en su ropa interior y buscando su móvil en la chaqueta hasta encontrarlo.

-Es Mark -comentó con el ceño fruncido.

Mier-da.

.❅──────✧❅✦❅✧──────❅.

Muchas gracias a todas mis preciosas lectoras y a mis bellos lectores.

Esta vez la mención especial es para cada uno de ellos que me ayudaron en el proceso de escritura y más que nada a todos aquellos que me tienen paciencia día a día.

¡Tengo una gran noticia para ustedes!


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro