꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 13 (parte 1)༒꧂
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Dalia definitivamente estaba encantada de tenerme muerta de miedo por lo que pudiese decir, pero algo me decía que ella no estaba ahí para estropear el momento.
—Entonces, ¿se conocen o no? —volvió a preguntar Damesse.
Fuera del camerino ya no parecía haber tanta gente y yo me preguntaba qué sería del paradero de mis amigos. Seguramente ya habían ido volando a la habitación del hotel o quizás estaban disfrutando de su intimidad en algún sector del club de stripers.
Las dos esperamos una respuesta de la otra.
—Sí, nos conocemos —respondió con una sonrisa fingida —. De hecho, quedamos en ir a tomar un café mañana...
Su pausa me demostraba estar buscando opción cómoda para ambas, o me estaba dando la opción de escoger el lugar de mi muerte prematura.
—En el café que viene con los cupcakes esos delicioso, a las diez ¿recuerdas? —respondí rápidamente fingiendo una sonrisa de su misma índole.
Por alguna razón sentía que entre nosotras había un trato, al menos por el momento. Pero también sospechaba que se traía algo entre manos para no delatarme tan fácilmente y estaba segura que iba a ofrecerme esa tregua el día siguiente.
Por un momento presentí que Marco no se tragaba la pequeña conversación entre Dalia, la mujer con los pechos más increíbles que vi en mi vida; y yo, una adolescente dudando de su existencia misma y de sus razones para seguir respirando sobre la faz de la tierra.
Vaya autoestima.
—Bueno, los dejo solos entonces —sonrió guiñando un ojo hacia Damesse como si yo no estuviese ahí y se fue como vino, pero dejándome con la duda desmedida de lo que querría conmigo luego de verme con Mark y ahora con Damesse. Seguro su imagen sobre mí era totalmente negativa al relacionarme con dos hombres y, ahora que lo pensaba, me daba cuenta de lo descabellado que era. ¿Engañar a Damesse? ¿Tener a dos hombres? Eso era avaricia.
Obvio que nos va chantajear.
—¿Siempre viene a tu camerino? —pregunté con curiosidad cuando estábamos en la tranquilidad de su espacio, con la puerta cerrada con seguro.
Me miraba en el espejo para estar haciendo algo porque me incomodaba esa sensación en el pecho de que quizás conmigo no sería suficiente ni ahora, ni en el futuro si es que había tal cosa después de reunirme con ella al siguiente día.
Damesse podía tener mucho más de lo que yo podía ofrecerle y aunque me parecía molesta esa sensación, no podía negar que le estaba tomando afecto y cariño a mi enfermero personal.
—¿Estás celosa? —indagó con curiosidad acercándose por detrás y apoyando sus manos en mi cintura, pegando su cuerpo al mío de forma descarada y con un motivo obvio, descarrilar mis pensamientos tóxicos sobre él y otras mujeres.
Sí.
—No. Simplemente no es grato que una mujer como ella, llena de atributos, linda y que también baila de esa forma contigo, venga a ofrecerte una copa como si ya lo hubiesen hecho antes.
Su mirada, sus ojos me delataban que ya lo habían hecho antes y mi decepción volvió junto con mi pesimismo.
—Siempre tomamos una copa cuando terminamos de bailar en los eventos mixtos. No encuentro razones para mentirte pero, ¿sabes qué hace la diferencia? —susurró su pregunta en mi oído, rozando con su aliento esa zona sensible y excitante. Apretó más mi cintura atrayéndome a su cuerpo.
—No sé... —respondí colocando mis manos sobre el tocador mientras él trasmitía su calor corporal hacia el mío por detrás.
—Que la que se quedó aquí eres tú —informó haciendo a un lado el cabello de mi hombro para poder besar en esa parte, esa que te hace volar a lugares lejanos y placenteros —. Y a ninguna otra mujer le haría lo que quiero hacerte a tí.
Lo miré por el espejo y podía ver sus hombros grandes, su espalda ligeramente encorvada para poder besar mi cuello mientras volvía a mirarme con sus ojos llenos de deseos y anhelantes de placer.
Me surgieron algunas dudas, pero si estaba intentando quitarme eso de la cabeza reemplazándolo por su atención cautivante, estaba haciendo el efecto indicado.
Levanté un brazo sobre mi cabeza y acaricié el cabello de su nuca, allí donde tanto le gustaba a él sin dejar de observar su semblante aparentemente calmo hasta ese momento. Y me corroboró su gusto cuando murmurando en mi oído me expresó las ganas que tenía de conocer más mi cuerpo.
Apretó con más fuerza me cintura, demostrando su necesidad de mí.
Me volteé rápidamente porque deseaba tomar sus labios para deleitarme nuevamente con su sabor dulce y delicado. Sus labios sellaron los míos con pasión y rudeza, con desespero y anhelantes por saciar una sed que iba en crecimiento mientras los segundos pasaban y nuestras lenguas se encontraban. Sus manos recorrían mi espalda y mi cuello, subiendo y bajando junto a una fricción maravillosa que me hacía imaginar el deseo que él sentía por mí, y eso me satisfacía mucho más que cualquier otra cosa que pudiese pensar en ese momento.
Su lengua entraba en mi boca, recorriendo con maestría cada punto de ella en la que siempre se deseaba más y más. Subí al pequeño tocador tomando asiento y dejándolo acomodarse entre mis piernas, allí sentí más el calor que emanaba su cuerpo deseoso de acabar con tal tortura.
Envolví mis piernas en él, rodeando su cuello con mis brazos para acercarlo más a mi cuerpo, mientras sentía sus húmedos labios bajar lentamente por mi cuello, haciendo una pausa al subir a mi oído para preguntarme si me gustaba lo que él hacía, y como negarlo si mi cuerpo respondía por sí solo.
Descendió sus manos hasta llegar al final de mi vestido y con delicadeza comenzó a subirlo hasta mi cintura. Sentí que era tanto el deseo que se me olvidaba un pequeño detalle insignificante.
—Damesse —supliqué entre jadeos por el calor que mi cuerpo experimentaba y por la falta de oxígeno en mi cavidad cerebral.
—¿Mmh? —respondió mientras masajeaba mis piernas con las yemas de sus dedos y seguía atacando mi cuerpo con sus atenciones desmedidas.
No podía detenerlo por que era más el deseo que sentía que la importancia de mi virginidad. Deseaba con locura decirle, pero estaba completamente cegada por la pasión momentánea y la lujuria desproporcional.
Dejé que prosiga y que me inunde de su calor.
Deslizó una de sus manos entre mis piernas. Su toque era totalmente suave y lento, como si estuviese pidiendo permiso para acabar con mi cordura.
Continuó bajando por mi cuello con sus besos, dejando unas pequeñas e imperceptibles mordidas en mi piel erizada y yo sabía hacia dónde se dirigía, no quería detenerlo.
Su mirada en mis ojos me obligó a creer y confiar a medida que bajaba y se ponía de rodillas. Siguió tocando sobre mi ropa interior mientras colocaba mis piernas en sus hombros y no podía sentirme más extasiada por lo que suponía que iba a hacer.
Desde mi altura podía observar su espalda totalmente tensada por alguna razón, él no estaba relajado y podría decir que estaba nervioso por lo que pretendía hacer. Eso llevó mis dudas y mi autoestima a un nuevo nivel causando preguntas que comenzaban a revolotear por mi conciencia.
¿Y si no le gustaba? ¿Y si tenia un sabor raro o feo? ¿Y si mi vagina era fea? Nunca me habían tocado esa parte del cuerpo tan libremente. ¿Y si se sentía obligado a hacerlo por la simple razón de encontrarnos en estas cirscunstancias?
—Cori, relajate. —escuché decir a Marco con voz cariñosa.
No me había dado cuenta cuando mi cuerpo se puso tenso, prohibiéndome la satisfacción del placer que Damesse pretendía ofrecerme.
Relajé mi cuerpo con expectativas reducidas por mi bajo conocimiento. Aunque cuando lo veía en Morbis las mujeres lo disfrutaban, esto no era lo mismo.
Sin dejar de mirarme a los ojos, hizo a un lado mi ropa interior dejando a la vista mi zona íntima y haciéndome tencionar nuevamente ante las preguntas que volvían a mi mente insegura de sí misma.
Lo vi morderse los labios antes de acercarce a mi lugar más privado, y fue la cosa más excitante que había experimentado cuando pasó su lengua por mi vulva. Sentí su humedad pasando suavemente. Su lengua se sentía fría en contraste con su cálido aliento. En cada segundo mi excitacion aumentaba considerablemente, pero mi calor bajo considerablemente en un segundo cuando sentí su mano entrando en la escena, acercándose a donde él se encontraba haciendo un trabajo excelente.
Abrí mis ojos, no recordaba cuando los había cerrado, y apoyé mi mano sobre su cabeza. Quizás con la intención de alejarlo y, gracias a los santos, él había entendido mi indirecta.
—¿Hice algo mal? —interrogó mientras la culpa por arruinar el momento me abrumaba con el paso de los segundos.
—No, no, lo siento es que...
No sabía que decir o qué excusa darle. En todo caso, ¿porqué darle una excusa? Podía decirle.
Confiaba en Damesse.
—No te disculpes, sabes que puedes decirme lo que quie...
—Nunca nadie me tocó antes de tí —interrumpí con vergüenza apartando la mirada para que no vea el remordimiento que sentía por dejarlo avanzar hasta aquí y no permitirle seguir hasta conseguir lo que ambos claramente queríamos.
Como un autoreflejo, cerré mis piernas.
Sentí que su corazón dejaba de latir unos segundos y su piel se ponía pálida, pero si su mente entró en combustión no lo pude saber porque actuó respondiendo rápidamente.
—Bueno, sí voy a ser el primero entonces debo hacerlo perfecto para que tus expectativas sigan altas en el futuro y no puedas olvidarme —respondió masajeando mis muslos con ternura y suavidad, transmitiendo un poco de calma—. No tengas miedo, puedo hacer que viajes del placer sin ninguna consecuencia... dolorosa. —concluyó volviendo a colocarse lentamente en su posición anterior.
—Quiero ser sincera contigo —expresé ganándose una mirada —. Tengo miedo de que no te guste, que lo hagas por que piensas que yo lo quiero o que sientas que debes hacerlo obligadamente. Quiero que... —busqué en mi mente la palabra que necesitaba —, que me digas si no te parece cómodo hacerlo.
Me sentía estúpida, pero prefería sentirme así que hacer algo que me incomodaba.
—No sabes cuánto me fascina hacerte esto, Corina. No te preocupes por mí, no haría nada que no sea por gusto propio —respondió para acabar con toda conversación previa y continuar con sus caricias en mi zona sensible por la excitación.
Apretó mis piernas, ejerciendo la fuerza necesaria como para hacerme jadear. Recosté mi cuerpo hacia atrás para buscar la comodidad de ambos, apoyando mi codo sobre el tocador y mi espalda en el espejo. Una de sus manos viajó hacia una de las mías, haciéndome colocarla en su cabello en una clara invitación a que haga lo que a él tanto lo excitaba, entrelazado mis dedos en el cabello de su nuca. La vibración de su jadeo en mi vulva me hizo estremecer de placer, uno que jamás pensé experimentar en carne propia.
Una de sus manos se posó sobre mi monte de venus para evitar que me mueve y mantenerme justo donde él necesitaba que me quede.
Esto era mucho más que verlo desde lejos.
Hubiera sido codicia pedirle que me hiciera llegar a la luna en ese mismo momento, pero él era mucho más codicioso que yo, por que lo quería, lo deseaba y desde esa misma noche me di cuenta de que Damesse cumplía con sus promesas indirectas.
Mis piernas se apretaron inconscientemente cuando sentí que algo grande se avecinaba bajando por mi pecho, algo perturbadoramente extravagante por la magnitud de las circunstancias y consecuencia del trabajo perfecto ejercido por Damesse.
La aceleración de mi pecho junto al cosquilleo y mi sensación de estar en la luna, me daban la clara respuesta a lo que tanto había querido conocer en la antigüedad. Tener un orgasmo era malditamente estupendo.
Damesse volvió a ponerse de pie pasando algo suave y seco por mi zona íntima, satisfecho de haberme hecho volar a las estrellas y dejarme ahí por un buen rato. Solo escuché sus movimientos porque, en algún momento, mis ojos se habían cerrado guiándome a un estado de adormecimiento inquietante por la gravedad de satisfacción que sentía.
Sentí mi cuerpo levitar en la comodidad del pecho ardiente de Damesse y allí quería quedarme.
(...)
—Corina, despierta.
—¿Mark?
—Bella durmiente, es hora de despertar.
Esa voz no era Mark.
Sentí mi cuerpo moverse lentamente y me dolía desde la punta del pie hasta el final de mi cabello más largo.
Abrí mis ojos con parsimonia, deseaba quedarme durmiendo ahí mismo, en su pecho, al menos unas horas más aunque termine con tortícolis o adormecimiento completo de huesos y músculos.
—¿Qué hora es? ¿Y dónde estamos?
—Son las ocho y aún estamos en el mismo lugar que noche. Si vuelves a mecionar a mi hermano mientras estás sobre mí, te tiro —susurró en mi oído dejando pequeños besos y apretando sus brazos a mi alrededor de manera reconfortante
—Mierda —maldije poniéndome de pie rápidamente para colocarme mis zapatos con la rapidez y destreza de un felino, ignorando su advertencia sobre Mark. Mi torturador de sueños.
(...)
Revolvía mi tasa de café negro con la pequeña cuchara mientras aguardaba la llegada de Dalia. Había ido a asearme a mi casa, tomé mi motocicleta y llegué veinte minutos antes de la hora indicada. Eso lo atribuía a mis nervios acumulados por lo que ella podría decir en nuestra pequeña reunión informal.
Minutos después de mi llegada y mi creciente impaciencia, vi pasar por la gran puerta doble a la mujer culpable de mi incesante molestia.
—Has venido, pequeña niña. —comentó con voz cantarina mientras apartaba la silla y tomaba asiento. Vestía con ropa de deportiva y aún así se veía despampanante.
—¿Tenía opción? —repliqué con molestia.
—Tranquila, no quiero molestarte —respondió tranquilizandome —. De hecho estoy aquí para ofrecer paz entre ambas ya que eres la novia del gran Marco Damesse. —sonrió tentado a mi mano que quería golpearla por su tono de voz al hablar de él.
—¿Qué querías? —interrogué mientras llamaba al mozo para que le sirva algo de beber.
—Un café doble con crema, por favor. —sonrió pidiendo su bebida al hombre con una libreta.
De hecho no parecía tan incómodo estar en el lugar con ella, algo me trasmitía comodidad al pasar los segundos.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté dándole un sorbo a mi bebida casí acabada.
—Quería que estemos en tregua, pero para eso debo decirte que de uno de los dos tienes que alejarte, cariño. —comentó.
Lo sabía, sabía que algo iba a pedirme y tenía sentido. Era lo más sensato que podía pedir.
—Lo sé —acepté. —. Voy a alejarme del club de Reyna, ya no voy a ir así que puedes estar tranquila.
Me dolía tener que desprenderme de Mark de esa forma y sabía que ni ella ni nadie podría con él, pero tampoco podía prohibirle a todo el mundo que se acerque por que, si bien era el futuro esposo de mi tía, no me pertenecía inmiscuirme en sus problemas personales y de pareja. Lo mejor era alejarme y olvidarme de ese momento de mi vida por mucho que me cueste.
Su rostro plasmando incredulidad me trasmitia la misma sensación que cuando hablé con Pam. No me creía ni una sola palabra de lo que decía.
—Me cuesta creer que eso es verdad, cariño, pero haré como que te creo. —aceptó luego de pensar por un momento.
—Cree lo que quieras, me da igual.
—No quise incomodarte anoche —expresó con paciencia —. Damesse es atractivo pero no voy a meterme entre ustedes.
Le creí. Había algo en ella que me dictava que no era mala, simplemente era una mujer común y corriente con un pasatiempo idéntico al mío o quizás más extravagante a juzgar por lo que le hizo a Mark en el cuerpo. El recuerdo me erizó la piel. Él solo imaginarme que algo así pueda volverse a suceder me apretaba el corazón.
—Gracias por disculparte —acepté —. Antes de irme quiero pedirte dos cosas.
—Adelante —respondió, dejando la taza sobre la mesa y escuchando con atención sincera.
—No vayas más al camerino de Damesse.
Ella asintió.
—Por supuesto, solo será una relación de trabajo y nada más —aceptó sin problema —, ¿y lo otro?
Pensé y pensé, observando por la ventana del café como la gente avanzaba por la acera, mi motocicleta aparcada en el estacionamiento, el cielo totalmente despejado y sin rastros de nubes. La brisa mecía las hojas de las plantas y la mariposas roboloteaban en el aire, danzando sin fin y sin fronteras.
Dntro de muy poco tiempo comenzaría la universidad y esa era mi excusa perfecta para no volver a ver a Mark. Esto me brindaba consuelo: el saber que no seria una tentación para mi.
Desprenderme de él me hacía daño por lo que significaba para mí, una obsesión y un capricho. Pronto me di cuenta de la poca conciencia que había tenido al relacionarme con él, pero era algo que mi cuerpo, mi ser y mi mente no podía ignorar.
—No lo dañes. Él va a casarse pronto y no puede tener más cicatrices de las que le dejaste en su cuerpo —dirigí mi mirada acusatoria mientras ella apartaba su vista culposa y con remordimientos por su actuar descabellado.
—¿Quién será la afortunada? —indagó con curiosidad genuina.
¿Debería decirle o lo usaría en mi contra?
Lo mejor sería ocultar la verdad por un tiempo, no podía confiar en ella al cien por ciento.
No contesté, había cierta probabilidad de que ella también se de cuenta lo aborrecible que yo era por tener tales deseos con mi futuro tío.
—Debo irme. —Concluí.
Tomé el último sorbo de de mi café y me puse de pie, colocándome el abrigo.
—Debo admitir que no eres tan detestable como me imaginé —comentó. Y era verdad, no había sido una conversación tan molesta como pensé que sería.
Sospechaba que me iba a chantajear y manipular, pero de hecho ambas habíamos obtenido algo a cambio. Yo me apartarla de su camino en el club y ella dejaría en paz a Damesse y no le diría nada de mi pasatiempo peculiarmente mórbido.
—Sí —admití —, ya veo que no eres tan molesta como pensaba.
Sonreí dejando un billete sobre la mesa.
—Avísame cuando quieras otro café, ya sabes donde encontrarme —comentó en voz alta.
Me alejé sonriendo, subí a la motocicleta y me coloqué el casco, deseaba simplemente recorrer las calles sin rumbo alguno para despejar mi mente de Mark y mi decisión de abandonar todo lo que me recuerde a él.
Mi perfume, el obsequi que deseaba entregarle, la conexión carnal inegable que sentía, era momento de abandonar todo lo que me unía a un hombre prohibido y aferrarme a lo que sí podía obtener.
Damesse tenía todo lo que yo deseaba y más también.
Pero... ¿sería posible querer a dos personas aunque la forma de querer sea totalmente opuesta?
(...)
Ocho horas más tarde y varios litros de combustible después, llegué a casa con un gran pote de helado de chocolate amargo y limón. Guardé la motocicleta en el garaje vacío y caminé hacia la entrada de casa, atravesando el jardín bien cuidado.
Con suerte en casa no habría nadie. Mis padres se habían ido de viaje y el automóvil de Magda no se encontraba allí asique supuse que no estarían en casa.
Coloqué las llaves en la abertura y entré.
La casa estaba oscura confirmándome que no había nadie que pueda perturbar mi momento en soledad que tanto ansiaba. Dejé el helado y subí las escaleras para ir a mi dormitorio a ponerme cómoda con un pijama e ir a comer helado frente al televisor apagado, pero cuando me acerqué, la luz de mi habitación estaba encendida.
Cuando abrí me encontré al culpable de mi tormento durante todo el día, al creador de mi obsesión momentánea y al protagonista principal de mis sueños candentes. Sentado en el piso al pie de mi cama. Su camisa estaba ligeramente desprendida y pude percibir gotas de sangre.
Y lo peor es que estaba leyendo tales sueños en los que él era el artífice principal y esencial junto a su hermano.
Sus ojos innegablemente acuosos subieron la verme estancada en la entrada de la habitación. Y si tenía que ser sincera, no supe como reaccionar a tal evento desafortunado.
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¡Hola a todos!
Estoy totalmente feliz por todos los sucesos recientes.
Quiero confesar que muchas personas me hicieron llegar palabras de afecto, entre ellos:
🔥amixdomax Gracias por tus preciosos comentarios llenos de buenas vibras.
🔥Derlypamela Gracias por tus palabras llenas de aliento y buena honda.
Y un super abrazo especial y a la distancia para Rosicgs. 💋
Nos vemos en
🔥Morbis🔥
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