꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 11 (parte 2)༒꧂
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La habitación estaba en parcial oscuridad mientras la respiración de Mark se sentía lejana. Al sentir sus manos en mi cuerpo salté rápidamente de la cama y entré al baño a darme una ducha de agua fría.
—Mañana iré a purificar mi alma. —murmuré al recordar todos los pensamientos impuros que tuve al sentir su mano por mi cuerpo, subiendo junto a mi temperatura.
Cerré los ojos y comencé a frotar mi cuerpo con la esponja para quitar restos de mi perfume que puedan recordarle algo. Deseaba quitar todo de mi mente, sacar de mi imaginación su cuerpo contra el mío. Deseaba con intensidad poder disfrutar de su compañía, de estar a su lado en la cama y que me muestre los placeres que su cuerpo podía entregarme.
Era obvio que eso jamás sucedería; él era alguien totalmente prohibido para mí y mi mente debía respetar eso.
Le echaba la culpa a mis padres por siempre haberme dado todo lo que quería. Saber que no podía ni siquiera mirarlo, hacía que lo deseara con vehemencia.
Cerré la ducha y escuché un quejido de dolor proveniente de la habitación. Apreté el nudo de la bata y fui a la habitación para ver que sucedía.
Mark intentaba quitarse la camisa inútilmente, sus dedos parecían de gelatina con los botones y sus ojos estaban apretados, aparentaba mucho dolor. Miré hacia el cielo, acercándome a la cama, pidiendo un poco de clemencia y autocontrol.
—Quédate quieto, yo te ayudo. —murmuré segura de que no me escucharía, pero se detuvo lentamente haciéndome preguntar que tan real era su estado de ebriedad y sus dolores. Me detuve unos segundos pero luego ahuyenté mis pensamientos. No sería capas de llegar tan lejos, ¿con qué sentido haría algo así?
Desprendí los primeros dos botones dejando a la vista su pecho firme, sus hombros voluptuosos que, en su estado actual, tanto físico no le servía para nada. Continué con los demás botones, dejando su vientre a la vista, su cintura marcada, sus abdominales, su poco vello bajo el ombligo.
—Demonios. —maldije tomando mi móvil y girandome hacia la puerta para irme de la habitación.
De ninguna forma había oportunidad de que yo me quede a pasar una linda pijamada con él. Hasta ahí había llegado mi ayuda, mi paciencia y mi autocontrol hormonal.
Estaba totalmente segura de que si me quedaba ahí, haría algo descabellado que no me lo podría perdonar jamás.
Bueno, no dista mucho de lo que piensas en hacer cuando vamos a ese club...
—Silencio conciencia, eso no es asunto tuyo. —murmuré bajando las escaleras a la velocidad de la luz, apretando mi bata.
Me recosté en el gran sofá y comencé a contar ovejitas para poder dormir al menos una hora hasta que amanezca.
(...)
—¿Te imaginas lo que dirán los demás cuando sepan de nosotros?—preguntó una voz calma.
—Magda se va a retorcer en su propio veneno —salió inevitablemente de mi boca.
—Tus padres te van a quitar todo. —susurró en mi oído entrelazando nuestras manos, mientras yo observaba en el claro del bosque un montón de pequeñas flores lilas rodendonos entre la maleza.
—Mis padres no podrán quitarme nada, tengo mucha información que a la policía les puede llegar a interesar.
—Cori... hija... ¿Cori?, despierta cariño.
Abrí mis ojos con pesadez y vi a mi padre intentando despertarme por el hombro. La luz me cegaba.
—¿Qué hora es? —interrumpí, resfregando mis ojos.
—Ya es medio día, hija. ¿Por qué no vas a tu habitación a vestirte y bajas para que hablemos?
Ay, no. ¿De qué querría hablar?
—¿De qué...?
—Tranquila, vístete y baja. Mamá y yo te esperamos en la cocina. —interrumpió con una bella sonrisa mientras se dirigía con su traje pulcro y azul hacia la cocina.
Subí las escaleras con rapidez y en el último escalón, escuché a dos individuos discutiendo. Era obvio, ¿cómo iba a hacer Mark para explicar todas esas lasceraciones en su espalda y resto de su cuerpo?
—Te pregunto una vez más, ¿cómo te hiciste esto, Mark? —preguntó Magda a punto de perder la paciencia. A esa altura y en su lugar, yo ya lo hubiese sometido a un detector de mentiras para saber que había pasado realmente.
—Ya te dije, Magda, sabes que mi trabajo es pesado.
Mentiroso. Y se notaba cuando mentía.
Ahora entendía más su contrato en el club. Nada que pueda dejar cicatrices. Él era cauteloso, pero la noche anterior le había fallado la cautela o se le había ido por el caño la sensatez.
Caminé rumbo a mí habitación intentando hacer el menor ruido posible y sin dirigir mi vista a su puerta abierta solo unos centimetros.
—¿Qué hacías en su habitación? —interrogó Magda, haciéndome detener para escuchar la respuesta que nunca llegaba. —. Respondeme eso, Mark, ¿por qué salías de la habitación de mi sobrina?
Dios, soy yo otra vez. Ilumina el cerebro de Mark con una buena respuesta.
Un estornudo invadió mi sistema respiratorio y justo cuando pensaba que no me habían oído, Magda salió de la habitación. Su rostro se relajó al verme.
—Buenos días, hija. —saludó tiernamente, como si hubiese olvidado su discusión con Mark. Detrás de ella, lo vi de pie. Su mirada me trasmitía una sensación desesperada de ayuda. Se veía debastado, asustado y sin salida.
—Buen día, Magda —saludé. Cuando estaba a punto de volverse dentro de su habitacion, un impulso de necesidad por ayudar a Mark no me dejó contener —. Ayer toqué varias veces tu puerta para ayudar a entrar a Mark a tu habitación que estaba cerrada con seguro. No sé donde estabas o si dormias, pero no abriste. No iba a dejarlo en su estado durmiendo en el pasillo. Lo dejé en mi habitación y me fui al sofá —concluí para mirar ahora a Mark. Se notaba agradecido —. No sé qué te pasó. Un compañero de tu trabajo te trajo hasta aquí luego de que una enfermera te curara algunas heridas. Tu compañero dijo que fue en una pelea o algo así —continué mientras elaboraba una mentira.
—Gracias por decirme, cariño.
—Como sea —concluí entrando a mi habitación.
Estaba más que claro que no lo hacía por ella, solo por él, que a pesar de todo lo que pasaba era el menos culpable de todo.
(...)
—Como sabes, cuando era joven me gradué en Oxford y tu madre fue a Yale. Para nosotros sería un gran placer verte en alguna de esas dos universidades. —comentó mi papá mientras colocaba comida en su plato y en el de mi madre.
—Está noche organizamos una fiesta de ex's alumnos y queremos que estés presente para conocer un poco de su ambiente. —decretó mamá con una linda sonrisa.
Acepté gustosa, me interesaba conocer a los ex alumnos para adentrarme un poco en su historia. Difícilmente tenía que decidir entre varias universidades que me habían aceptado, entre ellas estaban Yale, Hardvad, Princeton y Oxford. Tenía una idea parcial de la que elegiría, pero un poco más de información no vendría mal para ayudarme a tomar una decisión final.
Almorcé con mis padres sin noticias de Magda y Mark. Quizás estaban en medio de una reconciliación o quién sabe, quizás estaban divorciandose antes de casarse.
Eso es tan ilógico como suena.
Como había prometido, mi madre me acompañó a recorrer la quinta avenida en búsqueda de un vestido que sea adecuado para la noche.
Hicimos una parada en Bergdorf. Al adentrarnos nos dirijimos al oeste donde se encontraban artículos lujosos para las mujeres de la alta sociedad. Pocas veces había acompañado a mi madre a lugares así, donde se respiraba la arostocracia. A mi me encantaba vestir de forma sencilla y con cualquier ropa barata o de segunda mano, pero una cena así, para ellos, ameritaba estar formal y elegante.
—¿Has pensado a que universidad irás?— preguntó mi mamá mientras tomábamos asiento en la cafetería del lugar.
—Tengo una en mente, pero quiero conocer más de mis opciones para poder elegir. —contemplé mientras pedíamos un café negro a la mesera de cabello recojido
Mi madre se acomodó el cabello mientras cruzaba las pantorrillas.
—Cuando conocí a tu papá, él tenía novia —comentó mi madre ganándose una mirada de mi parte —. De hecho, él estaba comprometido. En la antigüedad apenas nacimos teníamos un matrimonio arreglado y listo para concretarse cuando nos hiciéramos mayores —continuó.
—¿Y como comenzaron su relación si él estaba comprometido? —indagué interesada.
—Se notaba desde lejos que él no estaba enamorado, pero tu abuela se empeñaba en que debian casarse para mantener el estatus de la familia. Me prometí a mi misma alejarme de él para que pueda satisfacer los deseos de tu abuela y eso hice, me alejé tanto como pude.
Se notaba la tristeza de sus recuerdos, pero rápidamente cambió a su semblante alegre de siempre.
—¿Y luego? —insistí.
—Me alejé un año entero y cuando me llegaron noticias de que la fecha del casamiento se acercaba, me presenté en su casa. Resultó que la mujer con la que se casaría tampoco quería hacerlo y esa misma noche ambos se escaparon. Ella con su amantes escondido y tu padre conmigo. Desaparecimos por tres largos años sin que nadie sepa nada de nosotros, nos casamos y tuvimos a una preciosa niña tiempo después.
Terminó su café al finalizar con su relato y yo me preguntaba por qué me contaba aquella historia en ese momento.
—¿Me cuentas esto por alguna razón?
—A veces para el amor verdadero hace falta tiempo —guiñó su ojo y se puso de pie luego de nuestra parada exprés —. Vamos, aún tenemos que comprarle algo a tu padre.
Tomamos las bolsas con nuestros vestidos y nos dirigimos al ala este donde se encontraba la indumentaria masculina. Pasamos por varias dependencias con trajes elegantes y mamá ingresó a una mientras yo me detuve en una vidriera con relojes masculinos. Me los imaginaba en las muñecas de dos hombres y les quedarían espectacular. Avancé unos metros más y de lejos pude ver unas letras iluminadas en neón: SEX Shop.
—No Corina, regresa con tu mamá. —me intenté autoconvencer pero no surtió efecto cuando mis pies me llevaban directo al punto que llamaba mi atención.
Demasiados artículos de todo tipo había en esa galería. Desde juegos de mesa sexuales hasta vibradores de todos los colores y tamaños, dildos, pinzas y...
—Discúlpeme —llame la atención de la dependienta, me sentía un poco avergonzada. —, ¿qué es esto?
—Una bomba de succión, niña. —contestó con una sonrisa y volví a dejar el artículo en su lugar rápidamente.
Al fondo de una vitrina, observé unas preciosas máscaras para sumisos, donde su rostro estaba totalmente cubierto a excepción de sus labios y parte de su nariz. A su lado otra a juego pero por lo que parecía, era para el dominante.
—Me llevo esas —señalé mientras caminaba hacia el sector de juegos de mesa, donde encontré uno perfecto para jugar con Damesse. —, y esto también.
Pedí que envuelva todo discretamente para que mi madre no pregunte y luego salí para encontrarme con ella.
Regresamos a casa y yo corrí a la habitación a guardar las compras, extendiendo el vestido sobre mi cama. El color plateado y brillante era llamativo, pero a su vez elegante. Mi mamá había comprado unas joyas para completar el conjunto y unos zapatos vertiginosos pero que, según ella, resaltaría mi figura.
Tomé mi móvil y marqué un número telefónico.
Dos tonos y atendió.
—Hola, preciosa. ¿Va todo bien? —indagó Damesse, lo noté atareado.
—¿Te apetece venir a una fiesta en casa de mis padres esta noche? —pregunté directamente.
Me avergonzaba por alguna razón. ¿Quizás por que hace unas horas estube dispuesta a entregarme a él por completo?
—¿Qué tipo de fiesta? —volvió a preguntar. Escuchaba el pasar de unas hojas del otro lado del aparato.
—Es la cena de ex alumnos de las universidades a las que fueron mis padres, será algo formal. Te puedes negar si quieres.
—¿Y perderme la oportunidad de verte linda? —indagó con picardía. Puse el móvil en altavoz para desnudarme e ir a la ducha por un baño.
—¿O sea que nunca me vez linda? —repliqué fingiendo enojo.
—La verdad es que siempre estas muy fea. —bromeó mientras se reía. De lejos pude escuchar una voz femenina que lo llamaba por su apellido.
—¿Estás ocupado? —interrogué mientras me quitaba la última prenda.
—Para ti, nunca. Solo estoy en la oficina. —contestó y mi mente se lo imaginó con su uniforme pegado a su cuerpo y la saliva se me caía por la comisura de mis labios.
Sonó una notificación en mi móvil y era una foto de Damesse. La abrí y era una selfie de él, sentado delante de un escritorio lleno de papeles y con su uniforme aprentandose en su cuerpo en las partes indicadas.
Madre purísima.
—Te espero a las ocho, seré la más linda del lugar. —respondí en broma y corté rápidamente para apreciar la foto pero en mi bañera.
Me sumergí en el agua templada y volví a observar la foto. Damesse se la había tomado desde arriba, estaba sentado en su silla giratoria con sus piernas un poco abiertas. Una de sus manos posaba cerca de su entrepierna y sus labios estaban ligeramente abiertos mientras sus ojos miraban la cámara.
La mano que estaba libre se dirigió a una parte de mi anatomía, esa parte que esta ligada únicamente al placer. Lo rocé lentamente y la electricidad recorrió lentamente mi cuerpo mientras me lo imaginaba besándome con sus labios mi cuello y bajando por mis pech...
La vibración en mi móvil me tomó por sorpresa, haciéndome detener mis movimientos para atender la llamada inoportuna.
—¡Hola, hola! —saludó con entusiasmo mi amiga —¿Interrumpo?
—Sí, interrumpes. —contesté mientras me sentía frustrada.
—¿Qué hacías? —indagó con picardía.
—Me masturbaba en la ducha. —comenté.
—Ay, Corina... cada vez eres menos discreta. —respondió.
Tuvimos una charla breve en la que ella me contaba algunos acontecimientos y yo estuve con la duda de que hacía con mi tía en su auto a tan altas horas de la noche. Pero me debía quedar con la duda porque era algo que quería preguntarle en persona y por separado de André.
(...)
La fiesta había comenzado hace unos minutos. Recorría el jardín para saludar a las personas que habían concurrido. Había un patrón de personas que me hacía preguntar por qué rayos todos los hijos de los ex's alumnos eran hombres.
Seguí recorriendo los sitios y seguían siendo todos hombres que me observaban detalladamente.
El timbre de la entrada sonó y caminé hacia ella. La ama de llaves había abierto y en la puerta se encontraba Damesse de pié, perfectamente vestido con un traje de tres piezas color azul oscuro. Definitivamente era un hombre apuesto y elegante. Sus ojos detallaron mi figura con deseo, para luego volver a mi rostro con una sonrisa preciosa. Se acercó y dejó un beso en mi mejilla para luego susurrarle algo a mi oído.
—Estás preciosa, Corina.
Agradecí y lo invité a pasar al jardín. Sus ojos vagaron por el lugar y me observó con interrogación.
—Mis padres me tendieron una trampa —sonreí al ver su rostro cuando conoció las intenciones de mis padres —. No era cena de ex alumnos, era una manera sutil para emparejarme con alguno de estos prestigiosos niños ricos.
Él soltó una carcajada audible y me tomó de la cintura cuando uno de los jóvenes ricos intento acercarse.
—Hola, Corina, mi nombre es Colin. —saludó el joven adinerado y le extendí la mano con cortesía.
—Que tengas linda noche, Colon— respondió graciosamente Damesse al decir mal su nombre y demostrando una pequeña porción de su lado posesivo.
—¿Y tú quién eres? —preguntó con un tono molesto el chico de estatura promedio, su cabello rubio lo hacía parecer un niño adorado por sus padres y demasiado mimado.
Esa pregunta sentí que yo también quería escucharla. ¿Qué éramos? ¿Éramos algo?
—Eso no te importa —respondió mi enfermero personal.
Tomó mi cintura y nos volteamos, dirigiéndonos a alguna parte de la casa y desconocía sus intenciones.
Llegamos donde no había nadie a la vista, detrás de las escaleras que conducían al piso superior. Los brazos de Damesse rodearon mi cintura y me acercaron a su cuerpo.
—Te ves tan tierna con ese vestido, te hace parecer tan... angelical —sonrió acercándose a mi rostro, tomándome la mandíbula con una de sus manos y la otra guiándola al dobladillo de mi vestido que llegaba hasta mis rodillas —. Si todos supieran que debajo de esa fachada de niña buena se esconde una mujer capaz de hacerme suplicar por placer... nadie te miraría con esos ojos que te ven.
Cerré mis ojos para recordar lo que imaginaba en mi bañera hace unas horas pero ahora no tenía que imaginarlo, lo tenía frente a mí, en vivo y en directo.
Me mordí los labios al volver a imaginármelo tocándome y ahora estaba ahí, apoyándome a su cuerpo.
—Abre los ojos, Corina. —susurró rozando su aliento en mi piel sensible.
Mis manos estaban detrás de mí, cruzadas y apoyadas en la pared. Pero, ¿qué me detenía a tocarlo? ¿Vergüenza? ¿Timidez?
Abrí los ojos, él se alejó una distancia prudente para ver mi rostro. Su mirada entre verde y marrón se veía brillantemente apasionada, deseosa.
—Te voy a contar otro secreto, Damesse —comenté, subiendo mis manos hasta sus hombros y rodeando su cuello. Acerqué mi boca a su oído y continué —. Me he dado cuenta de que no soy amante del... sexo vainilla. No me gusta el cariño ni la delicadeza cuando de eso se trata. —apreté una porción de su cabello entre mi mano derecha, mientras que la otra viajaba hacia su pecho, colándose entre su traje y la camisa.
Su pecho estaba cálido, su corazón latía con normalidad.
—Cuéntame más —expresó mientras buscaba la piel de mi cuello con sus labios y dejaba caricias suaves en mi muslo.
—Creo que me gusta el sexo fuerte, doloroso pero placentero —susurré nuevamente en su oido.
—Puedo darte eso —respondió apretando mi muslo con su fuerte mano, su corazón latía más apresurado después de confesarme.
—No me has entendido —negué suavemente mientras mi mano bajaba por su abdomen hacia una parte tentadora de su cuerpo —. Me gusta ser yo quien cause el dolor y placer. —finalicé cuando llegué al cinturón, bajando hacia su miembro oculto por su ropa.
—Demonios —maldijo con voz ronca el dueño de mi deseo y excitación.
Rodeó fuertemente mi cintura con su brazo y con su otra mano volvió a tomar mi barbilla. Poseyó mis labios con fuerza y vehemencia, mientras nuestros cuerpos se rozaban necesitados el uno por el otro.
Volví a jalar su cabello cuando sentí que el aire de mis pulmones se acababa, alejó su rostro sin dejar de acariciar mi cuerpo subiendo su mano hacia un de mis senos, mientras mi mano rozaba sobre la tela su creciente erección que me tentaba y me hacía abrir mucho más mi imaginación.
En ese momento aprendí mucho mejor lo que se sentía, tocar esta parte de su anatomía me ampliaba al menos un poco de mi poca experiencia sobre el tema. Mordí mi labio al imaginarme lo que se sentiría tocarla sin la tela y un jadeo escapó de su boca cuando toqué más abajo de su erección, sobre sus testículos.
Punto débil.
El sonido de alguien aclarándose la garganta nos tomó por sorpresa y nos hizo caer en cuenta de donde nos encontrábamos haciendo esto. Nada más ni nada menos que al lado de las escaleras donde cualquiera podía encontrarnos, vernos, incluso mis padres andaban deambulando por el lugar.
Quité rápidamente las manos del cuerpo tentador y giré mi rostro con culpabilidad. Mi respiración se había acelerado considerablemente.
—¿Mark? ¿Qué pasa? —preguntó Damesse visiblemente incómodo por la interrupción de su hermano. Se puso frente a mí mientras yo reacomodaba mi vestido.
El policía bueno estaba de pie a unos metros de nosotros. Llevaba pantalón de vestir negro y una camisa con corbata que lo hacía ver perfectamente bien y pulcro. Su cabello estaba perfecto y su semblante era totalmente distinto a horas antes cuando suplicaba por mi ayuda con Magda.
—Necesito hablar con Corina —comentó fijando su vista en Damesse —, es sobre algo que pasó ayer por la noche.
Damesse giró su vista hacia mí.
—Hablemos —concluí. —. Luego te explico.
Caminé hacia Mark después de darle un beso casto en los labios a Damesse y pedirle que me espere en el jardín.
Guié a Mark hacia un lugar donde nadie pudiese escucharnos.
—No deberías hacer esas cosas en público —advirtió mi futuro tío.
—¿Qué sucede? —investigué cuando estábamos en la tranquilidad de mi habitación, ignorando su comentario.
—Derek me trajo ayer en la noche. —afirmó paseando por mi espacio. No era una pregunta, era una afirmación.
—¿Querías que le dijera eso a Magdalena? —interrogué dándome cuenta de algo totalmente importante y a su vez que podría enterrarme hasta el fondo.
—No le veo nada de malo que me haya traído él. Después de todo, solo es dueño de un bar. ¿No es así? —preguntó parándose recto, de forma imponente y haciéndome sentir pequeña por solo unos segundos hasta que recuperé mi postura firme.
Su tono era totalmente de un policía interrogando a un sospechoso.
—Solo dame las gracias y ya. —comenté restando importancia a lo que él quería insinuar.
—No, Corina, dame una razón para no creer que sabes lo que hacen ahí — Se acercó quedando a solo un paso de mi, haciéndome temblar de temor. Sus ojos tan cerca de los míos me desnudaban el alma. —. Lo sabía —murmuró —. Conoces el lugar. Conozco ese perfume.
Maldita–sea–mi–existencia.
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Bueno, bellas damas.
Esta dedicatoria es especial para dos personitas que imploraron por el capítulo.
Gracias a las demás que dejaron algún comentario y voto. Espero sus próximos comentarios en este y demás capítulos para seguir mencionando a mis hermosas lectoras que día a día me hacen compañía.
Saludos, besos y...
nos vemos en
🔥 Morbis 🔥
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