꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 1 (parte 2)༒꧂
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Perdimos con facilidad al oficial, dejándolo perdido por algún camino entre los árboles mientras viajábamos a una velocidad poco prudente por las calles desiertas de Manhattan en la madrugada.
(...)
—¡Con cuidado! —exclamé histérica. Damesse pasaba un algodón y algo húmedo por mi espalda baja, donde tenía una herida bastante grande, pero poco preocupante.
—Llevo diciéndote dos horas que tendríamos que ir a un hospital —aseveró mi enfermero personal —, ¡eres demasiado terca!
André y Pam estaba en la cocina, mientras que Marco me había obligado a recostarme sobre el sofá boca abajo para poder curar mi herida.
—Si voy al hospital, llamarán a mis padres y ellos creen que estoy durmiendo.
Mi voz jadeante resonaba en la habitación, el ardor que sentía era espantoso y estaba a punto de pensar en la posibilidad de ir a una clínica.
—¿Todo bien? —indagó André desde la puerta de la cocina.
—Tu amiga es muy débil, es solo un raspón de nada —declaró mi enfermero dirigiendo su vista a André —. ¿Tienes algún medicamento para el dolor, vendas y cinta?
André asintió y fue en búsqueda de lo que le pidió.
—Bueno, eso parece doloroso —declaró mi amiga con voz apagada, caminando hacia mí —. Entonces, ¿segura que era uno de los nuevos? —indagó ella.
—Sí, tendrías que haberlo visto. Definitivamente no es como los ineptos de aquí —comenté con voz pícara.
Mi enfermero apretó más el algodón sobre mi espalda, haciendo que de mi boca escape un quejido y mil maldiciones.
—¿Por qué no te metes el algodón por el culo? —exlamé. El ardor era casi insoportable.
—No te muevas, debilucha —se burló.
Volteé mi rostro para verlo a los ojos, porque juraba que lo había hecho a propósito.
Sus gruesas oscuras pestañas adornaban sus ojos, a la luz de la lámpara se veían de un color verdoso mesclado con marrón.
Su mirada sostenía la mía de forma desafiante, invitándome a golpearlo en la entrepierna.
Apartó su vista y siguió curando mi herida, aplicándole algo que yo no tenía idea que era, pero que aliviaba el dolor considerablemente.
André volvió con la medicina y lo demás mientras Pam le extendía una cerveza completamente fría a Damesse.
—Entonces... ¿Quién ganó? —interrogó mi amiga, con una sonrisa.
Marco ya había colocado una banda que me estaba haciendo ver las estrellas sin mirar el cielo.
Casi sin esperar a que él otro respondiera, lo hicimos a la vez.
—¡YO!
Nuestro grito al unísono hizo que mis amigos se divirtieron a costa nuestra.
—Tú no ganaste —dije con mi ceño fruncido y antes que pueda decir algo, continué —, de hecho, él escapó por algún camino y me dejó sola. —implemente mi cara de "pobresita", fingiendo tristeza a mi amiga que tomaba asiento junto a mí para abrazarme de lado.
—Si te hubiese dejado, no estarías aquí ahora —replicó, dejándome sin palabras por primera vez. Tomó un trago de su cerveza, emitiendo un sonido de satisfacción.
Mis ojos examinaban sus acciones mientras recorría sus rasgos medianamente perfectos. Pude encontrarle un parecido a un actor reconocido de una película para adultos.
—Uh, nuestra amiga no dice nada —susurró André a Pamela en el oido, sentándose a su lado sobre el apoya brazos del sofá.
Marco y yo nos miramos fugazmente y apartamos nuestras vistas con rapidez.
—Tengo que salir. —declaró.
—Ojalá caiga piedra —susurré descaradamente, observando algo inexistente en la nada misma.
Se puso de pie y volteé a ver su sonrisa divertida, me hizo apretar las piernas.
—¿Te llevo? —preguntó, con esa sonrisa pícara y vulgar.
—Pamela me llevará —afirmé, llevando mi vista a mi amiga que tenía una sonrisa culpable para nada alentadora.
—Pamela dormirá aquí hoy. —declaró con firmeza mi amigo, llevándose mi sorpresa.
—¿Qué? —preguntó alarmada mi amiga.
—¿Por qué? —sonreí, la pelirroja tenía las mejillas como su cabello.
—¿Ya ves? —preguntó Damesse con regocijo —. Tus amigos quieren privacidad, te llevo así pueden tener un poco de intimidad. —bromeó lanzandome un guiño para que siga con su plan de dejarlos solos.
No iba a negar que, aunque sabía la intención de mi amigo, esperaba que sirva para que al estar solos se den cuenta de sus sentimientos mutuos.
Suspiré resignada y me puse de pie. El contacto de mi blusa con la venda me hizo retorcer del dolor.
—Espera —me detuvo Damesse.
Se quitó su camiseta de algodón y no pude evitar observar ese cuerpo sexy y bien moldeado. Se marcaban sus abdominales y sobresaltaba una perfecta v en su vientre.
Mi mente viajó automáticamente al oficial que había causado todo este drama y me lo imaginé justo ahí, frente a mí y sin camiseta. Mi cerebro se llenó con miles de sucios pensamientos al imaginar su cuerpo bien torneado, sentía que mi piel ardía. Por la vista frente a mí y por mi imaginación retorcida.
—Ponte esta, te quedará más suelta y no te molestará. Claro, cuando dejes de apreciar mi abdomen —bromeó, pero no estaba segura si había oído lo que dijo —¡Hey! Acá arriba. —exclamó sacándome de mi ensoñación.
—No voy a desnudarme frente a ti. —protesté como niña chiquita.
Mis amigos habían desaparecido, vaya uno a saber por donde.
Él se volteó, mientras se colocaba su chaqueta de cuero negra. Deslicé la camiseta por mi cuerpo, luego de sacarme la que llevaba puesta. La suave tela en contacto con mi piel se sintió de maravilla y el aroma varonil que desprendía, hacía erizar el vello de mis brazos y mi nuca.
Damesse giró su cuerpo hasta quedar de frente a mí nuevamente. Y su boca se extendió en una sonrisa peligrosamente tentadora. Sus labios carnosos me daban ganas de mordisquearlos. Su cabello alborotado, sus pestañas, todo en él me parecía atractivo.
—¿Cómo vas a recuperar tu moto? —preguntó mi amiga, reapareciendo con André por la puerta de la cocina, empujandose y jugueteando con un trapeador húmedo.
—Supongo que tengo que dejarla, no hay forma de que pueda recuperarla sin que me interrogen antes —contesté, sufriendo por mi pérdida de miles de dólares.
—No es necesario, Damesse es hermano del nuevo oficial —declaró mi amigo André —, ¿no es cierto?
—Sí —respondió resfregando sus manos en su rostro — Mark es mi hermano. Y también es un fastidio —respondió.
—¿Tu hermano es el idiota que causó esto? —pregunté con molestia, enderezando mi postura para enfatizar mi enojo.
—Sí, Marco es el oficial corrupto y Mark es el bueno —declaró André, dejándome más atónita.
—¿Eres policía? —pregunté con incredulidad. El asintió.
Entonces, Damesse era oficial y hermano del sexy oficial.
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