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꧁༒𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 6༒꧂

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¿Qué probabilidades había de que este hombre, haya entrado en mi casa?

—Cori, abre la puerta. ¿Qué pasó ahí afuera? —la voz de Pam resonaba detrás de mi espalda, fuera del baño.

—Uno, dos, tres, cuatro...—mi respiración agitada iba disminuyendo a medida que analizaba bien el problema. Que digo problema, ¡problemón!

Abrí bruscamente la puerta, justo antes de que Pam la vuelva a azotar.

—Entra —obligué mientras miraba para los dos lados del pasillo, cerré la puerta y luego empecé a dar vueltas por el gran espacio del baño—. ¿Qué probabilidades hay de que el prometido de mi tía tenga un gemelo?

—No lo sé, tendríamos que preguntarle a Damesse o a André —contestó confundida —. ¿Qué pasa? —preguntó, tomándome de los hombros para que me tranquilice.

No podía contarle, no podía expresar el dolor que sentía en mi pecho. Solo saber que mi tía estaba arriesgando su felicidad por este hombre, me dolía.

Magda siempre había estado para mí, siempre me había ayudado a cumplir mis deseos y yo siempre había escuchado, desde muy pequeña, cada chisme y desastre amoroso. Teníamos una relación sólida y una amistad hermosa.

—No sé qué me pasó, Pam, creo que solo es el estrés de la fiesta —mentí.

—Si, y Los Ramones tocan Folclore —bromeó —. Nos conocemos hace... —hizo la cuenta con sus dedos —Bueno, muchos años, no puedes negar el hecho de que saliste corriendo cuando viste al novio de tu tía.

—Cuando salimos anoche...

—Sí, te fuiste volando y sin dar explicaciones —dijo ella, mientras se alejaba unos pasos y se acercaba al espejo.

—Sí, hay una razón para eso —informé, ganándome una mirada pícara de ella.

—Mmm, ¿un papi te mostró su cosita? —bromeó Pam, haciendo señas obscenas con sus manos y moviendo su cuerpo.

—No seas estúpida, nadie me mostró su "cosita" —respondí, amenazándola con la mirada —. Fue peor, alguien me rechazó de una forma horrible y humillante.

Pam volteó y me miró detenidamente.

—Y eso que tiene que ver con... —comenzó a decir, mientras yo veía a través de su cabeza, como ataba cabos —. ¿No me digas?

—Sí, te digo. Ahórrate cualquier discurso que tengas —advertí, señalándola con el dedo, mientras ella hacía un gesto como cerrando la cremallera en su boca.

—Tenemos que salir algún día y enfrentarlo, ¿sabes eso? —informó ella, sonriendo tiernamente.

—Supongo que sí —contesté, recargando mi cuerpo sobre la puerta.

—Olvida el hecho de que tu tío te atrae. Si tienes un poco de cordura, te vas a olvidar de él y dejarás que tu tía sea feliz con el hombre que eligió —contestó con sabiduría, mostrándome su lado tremendamente amable.

No podía evitar imaginar que este hombre no solo iba a ser mi tío, también era posible, sumiso y además, el estúpido policía que intento detenerme hace unas noches atrás.

—¡CORINA! —llamó mi amiga —No puede ser —declaró, tapándose la boca con sus manos —. Ten un poco de respeto por tu tía, ella siempre ha sido buena contigo, ha estado en todos tus momentos. Por Dios Cori, ¡la mujer te compró el último modelo de las motos para que puedas ser feliz!

—¡YA LO SÉ! —declaré con molestia, mientras pensaba en que este hombre no le tenía respeto, yo no era el problema —El que no respeta es él, no yo —finalicé desbloqueando la puerta para salir, dejándola atrás.

En el patio trasero se escuchaba el resonar de una música tranquila y los murmullos de los invitados, hablando de cosas triviales. Me acerqué a mi mamá que hablaba con alguno de los invitados.

—Estás preciosa, Corina —comentó un hombre mayor, mientras tomaba mi mano y besaba el dorso, anciano adulador.

Toda esta gente estaba de lamebotas, bien podría ser feliz solo con mis amigos.

—Muchas gracias, señor Molfese —respondí con la sonrisa más tiesa que encontré —. Madre, ¿podemos hablar?

—Vuelvo enseguida —respondió mamá —, siéntanse como en casa —finalizó tocando su cabello recogido en un hermoso y bien decorado moño.

—Ma, ¿la tía se va a casar con ese hombre? —pregunté sin vueltas.

—Supongo que sí, ¿ya lo conociste? —indagó mientras caminaba para algún lugar del patio trasero, rodeando la gran piscina.

—Sí, de hecho lo conocí en...—mamá se detuvo frente a un hombre de espaldas.

—Magda, Mark, aquí está Cori —avisó mamá.

Mi tía se giró para darme un abrazo asfixiante, deseando un feliz cumpleaños. Su vestido blanco y corto la hacía verse mucho más joven, mientras yo tenía puesto un vestido largo hasta el piso azul con encaje en algunas partes y la espalda totalmente descubierta.

—Gracias otra vez, tía, me alegro de que estés aquí —respondí mientras quitaba la vista de ella, para poder ver a su acompañante y ¡PUTAMADRE!

En ese momento, de verdad, deseaba morirme bien muerta. El hombre de camisa blanca y pantalones ajustados, me causaba un verdadero deleite visual. Su rostro era hermoso y aparentaba misterio, pero lo que más me gustaban eran sus ojos. No eran grandes o quizás por tener los párpados caídos en una expresión de despreocupación, le daba un aspecto verdaderamente intimidante, pero a mí, lo único que me causaba era deseos de tenerlo atado a una cama, recibiendo el más duro de los placeres.

—Te presento a Mark, él es el hombre del que te hablé —informó mi tía con verdadera ternura. Y yo por dentro quería revivir y volver a morirme más muerta que antes. Él sostenía su mano con mucho amor y cariño, o al menos eso parecía.

¿Cómo contarle a mi tía algo que le dolería hasta lo más profundo de su corazón? ¿Cómo contarle que casi me follo a su prometido? ¿Cómo le decía que su futuro esposo, iba a un club que se destacaba por el placer sexual?

De pensar y repensar, sentí que me iba a dar un aneurisma o algo.

—Corina —me codeo mi mamá en las costillas —, no seas maleducada. —continuó hablando, con una sonrisa espléndida.

—¿Eh? —pregunté, embobada — Ah, sí. Perdón, estaba recordando algo —comenté, y el dichoso me miraba, confundido, a los ojos —. Un placer conocerte, y espero que seas el indicado para mi tía —tragué el nudo que tenía en la garganta, pasándolo a mi estómago, mientras estrechaba mi mano.

—El placer es mío, tu tía me ha contado mucho de ti —informó con su voz viril, dejando un beso en el dorso de mi mano.

Mierda de destino que me había tocado, puta madre, puta todo.

—¡Hermanito! —escuché una voz, proveniente de mi espalda —Corina, feliz cumpleaños otra vez —dijo la voz dulce de Damesse mientras depositaba un beso en mi mejilla y mi mamá sonreía pícara, Mark ya había soltado mi mano, y me sentí vacía.

—¿Se conocen ustedes dos? —preguntó mi tía, dirigiendo su vista a mí y a Damesse, que se encontraba a mi lado, mamá se había ido a saludar a algunos nuevos invitados.

Miré a Damesse, recordando como nos conocimos y no pude evitar una sonrisa.

—Soy... —comenzó a hablar —su enfermero personal —continuó, rodeando mi cintura con su brazo. ¿De dónde saco ese atrevimiento? No me incomodaba, de hecho se sentía reconfortante y cálido.

Escuché un carraspeo proveniente de mi futuro tío, y luego besó la mejilla de Magda, balbuceando unas palabras. Se dio media vuelta y caminó con dirección a la casa.

—Ya vuelvo, voy al baño —informé, dejando a Damesse con Magda que se adentraba a una conversación.

Seguí con mi mirada al susodicho, mientras me colaba entre las personas desconocidas en la fiesta. Vi como él subía las escaleras y el pantalón se le marcaba a la perfección en el culo.

Mmm...

Es tu tío, Corina, por Dios.

Seguí sus pasos y caminé detrás de él, manteniendo una distancia. Cuando estuvo a punto de entrar a la habitación que mi mamá les había asignado, llamé su atención.

—¡Hey! —él se detuvo bruscamente —, ¿te puedo decir algunas cositas, antes de que te pierdas por esa puerta? —pregunté cuando se volteó, pero no me miró a mí, si no, al piso.

—¿Qué es? Tengo cosas que hacer —pronunció con un tono gélido.

—Solo un pequeño detalle —pronuncié mientras me acercaba, dejando tres pasos de distancia —. Si te atreves a lastimar a mi tía, seré yo misma la que se encargue de hacer tu vida, un infierno —advertí, intentando que las ganas de someterlo se atenuaran, pero no podía evitar en mi cabeza imaginarlo ante mí.

—¿Y quién te crees que eres para amenazarme de esa forma? —preguntó, desafiante mientras se acercaba a mí, dejando solo dos pasos de distancia entre nosotros.

—Eso depende de ti, si te portas bien con ella, solo seré tu buena sobrina —sonreí con malicia —, pero si le haces daño... —hice una pausa, acercándome para dejar solo un paso de distancia. Su semblante amenazador, había cambiado. Antes, sentía que era reacio a escuchar mis palabras, pero ahora ponía mucha atención a cada movimiento y cada palabra —me encargaré de que no te quede una pizca de cordura.

—Y esa charlita, ¿se la das a todos los novios de tu tía? —preguntó con una seriedad horriblemente atractiva.

—No, solo a los que son capaces de aprovecharse de ella y su estatus —finalicé, desafiando con mi mirada y mis brazos cruzados a la altura del pecho.

Me alejé un paso de él cuando escuché pasos en la escalera y él dio un paso hacia adelante, ¿pero qué cara…?

Se detuvo cuando escucho una voz en la escalera y yo volteé.

—Te buscamos por todos lados —habló Pam, fingiendo cansancio. Detrás de ella venían André y Damesse bromeando entre ellos —. ¿Vamos a tu habitación? La fiesta está muuuuy aburrida, escuché al menos tres veces al señor Molfese contar la historia de como su perro le caga todos los días el jardín —continuó mientras se reía y se paraba a mi lado con una mirada interrogativa.

—Supongo que...—volteé para ver a Mark, pero él se había dado vuelta y estaba entrando a la habitación —vamos.

Abrí la puerta de mi habitación, y mientras los tres entraban no pude evitar volver a ver la puerta de la habitación contigua.

—¿Entrarás o solo contemplarás el aire? —interrogó mi amiga en un susurro, parada a mi lado.

Cerré la puerta y me adentré a mi gran habitación, forrada con un papel tapiz de tonos mezclados y diferente entre rojos, negros, rosas y lilas.

Mi cama cubierta por un edredón negro y peludo, era cubierto tapado por dos hombres ahora, mientras Pam se sentaba en el suelo alfombrado y yo tomaba dos cojines para tirarle uno a mi amiga y otro para mí.

—Te cambio de lugar —escuché decir a André antes de tocar el suelo con el culo y volteé mi rostro para ver la sonrisa esperanzada de Pam, amenazándome para que lo deje tomar mi lugar.

Entrecerré los ojos y le lancé una mirada perturbadora, mientras por dentro me preguntaba por qué carajos los había unido.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Damesse con una sonrisa.

—¿Esperar que los invitados se vayan para tirarnos un clavado? —preguntó André, mientras abrazaba a Pam que estaba entre sus piernas, dándole la espalda — en la piscina. —aclaró y los tres oyentes asentimos.

—¿Cómo estás pasando tu cumpleaños? —indagó Damesse, recostándose en mi cama con sus pies tocando en el piso.

—Como todos los años, ni siquiera quería una fiesta —comenté, apoyándome de lado con el codo flexionado y mi cabeza apoyado en mi palma.

—Muy interesante, más que nada, porque ahí afuera están todos festejando por tus dieciocho años. —continuó, mientras apoyaba sus codos en la cama y se subía para quedar con su cabeza en mi almohada y yo hacía lo mismo. Ahí mismo me di cuenta de que era bueno tener una Queen size. Se quitó sus zapatos y se puso cómodo.

—Si, todos los años es lo mismo —suspiré, cansada —. Estoy segura de que en... —tomé su muñeca para ver la hora en su reloj — más o menos una hora, mi tía presentará a tu agradable hermano y la fiesta acabará, cada cual se irá a su casa, yo tendré unos cien regalos para abrir y luego me quedaré comiendo el pastel que no sé si es por mí o por la fiesta de compromiso.

Recosté mi cabeza sobre la almohada, mirando el perfil de Damesse que miraba al techo de mi habitación.

—¿Has pensado en que ya estás grande para tener estrellitas brillantes en el techo de tu habitación? —preguntó girando su rostro, atrapando justo cuando lamía mis propios labios, imaginando el gusto de los suyos.

Aparté mi vista, mirando mis estrellas.

—No pienso sacarlas, están ahí desde que tengo uso de razón —contesté, a punto de largar un bostezo, tapándome la boca con mi mano.

—Alguien tiene sueño —afirmó Damesse, levantándose de la cama para ayudarme a quitar mis zapatos de taco y tomando una colcha que reposaba en el sillón al lado de la cama, me cubrió y me sentí tan cálida mientras me hacía un ovillo.

Volvió a acostarse a mi lado, y escuché como la puerta de la habitación se abría y cerraba. Asomé mi cabeza y Pam se había ido junto con André, que lindos mis amiguitos.

—Malditos traicioneros —balbuceé, mientras veía como él se acomodaba frente a mí sin siquiera tocarme.

—Tranquila, ya me quedó bien claro que solo quieres que seamos amigos —aclaró, con una preciosa sonrisa —. Duérmete un rato y luego te despierto para ir a la piscina —continuó, mientras yo cerraba los ojos y me hacía la que iba a dormir.

Ni loca me dormía con este hombre en la misma cama.

Conté ovejitas, conejos, estrellas, plantas, ángeles y no sé cuantas cosas más, pero no pude dormirme. Media hora después, sentí una mano tocando mi mejilla descubierta y mi piel se puso de gallina.

—No estás dormida, mentirosa —confirmó mientras yo abría mis ojos con pesadez.

Su rostro estaba mucho más cerca del mío, y su respiración se complementaba con la mía. Su mirada oscura recorría mis ojos adormilados y mis labios.

—Lejos, feo, me vas a contagiar tu fealdad —dije, empujándolo por el hombro.

—Ah, ¿sí?—murmuró suavemente con un matiz de picardía en su voz —, ¿Soy tan feo para tus hermosos ojos?

Me detuve dos segundos para observar cada detalle. Sus pestañas castañas, su poca barba de uno o dos días, sus labios húmedos, su cabello peinado, aunque un poco alborotado, su iris verdoso con tonos caramelo.

—Deja de mirarme así —habló en un susurro mientras tocaba mi mejilla con sus nudillos.

Sonreí y seguí observando sus labios. Subí mi mano izquierda para tocar sus labios con mi dedo índice. La textura era suave y húmeda, su mano viajaba a mi cuello, apartando mi cabello de él.

Acercó un poco más su rostro, casi rozando mis labios.

—¡¿Cori?! —escuché una voz del otro lado de la puerta.

Abrí mis ojos de golpe, flexionando mis rodillas. Descuidadamente, le golpeé los testículos a Damesse, haciéndole lanzar un aullido de dolor. Lo empujé para que cayera de la cama y no puedan verlo en mi habitación.

—Shh, ¡No hagas ruido! —lo silencié, poniéndome de pie rápidamente para caminar hasta la puerta de la habitación y ver quien estaba tocando mi puerta, mientras escuchaba a Damesse murmurar unas mil maldiciones.

—¿Qué quieres? —pregunté al ver quien molestaba detrás de mi puerta.

—Tenemos que hablar —respondió la voz varonil.

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~ sǝʇuǝɹǝⅎᴉp sǝsod uǝ ouᴉƃɐɯᴉ ǝʇ ɐun ɐpɐɔ uǝ ...sɐʅʅǝɹʇsǝ sɐʅ ɐʌɹǝsqO ~

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