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CAPÍTULO 57


Al llegar al hotel, Burak consiguió registrarse en el mismo espacio que había abandonado horas antes.

—¿Cuánto tiempo necesitas para organizar todo?

Natalia lo pensó por casi un minuto, y como solo iría a probar suerte, no se complicó mucho.

—Mañana por la noche —respondió, mordiéndose ligeramente el labio inferior ante su arrebatado comportamiento.

No se lo estaba pensando, no estaba siendo metódica como solía ser, y eso la sorprendía, en la misma medida que la asustaba, pero sabía que si le daba muchas vueltas al asunto, terminaría dejándose vencer por sus temores y seguiría en su apartamento, bajo la intensa voluntad de su padre, y no era lo que quería, se lo había prometido a su madre e iba a cumplirlo. Iba a amarse ella, a preocuparse por ella, a complacerse ella, por encima del deseo o mandato de los demás.

Burak le dijo al recepcionista que se quedaría por una noche, y este le informó que contaba con beneficios para salir después de la hora pautada en el horario del hotel.

El turco agradeció la amabilidad con la que siempre lo trataban en ese hotel. Era evidente la excelente administración que tenían, garantizando siempre el buen funcionamiento del hotel.

—Bueno, entonces nos vemos mañana. —Se despidió, inquieta.

—¿Cómo que te vas? ¿Por qué no te quedas y conversamos? Es momento de que aclares dudas, que me preguntes todo lo que quieras..., que me digas con detalles acerca de lo que deseas y esperas obtener...

—Es que no quiero molestarte, supongo que quieres descansar.

—Ya estaba preparado para un vuelo de doce horas, lo último que quiero es descansar. Ven, vamos a la habitación.

Natalia tragó en seco, sabía que Burak era muy respetuoso, que no iba a propasarse con ella ni a hacerle ningún tipo de insinuación, y realmente esperaba que así fuera, porque no estaba preparada anímicamente para nada sexual.

—Está bien —aceptó—, creo que es mejor aclarar todos los puntos ahora.

Él le ofreció la mano y una sonrisa, ella correspondió ambos gestos y se dejó guiar.

Cuando entraron al último piso, ella no esperaba menos, el botones los guio hasta la sala, donde había un gran televisor colgado en la pared, que al estar apagado, la pantalla era de espejo. En frente, había un juego de sofá gris, tipo L, y las mesas de cristal tintado con las patas doradas. A la derecha había un área de negocios, en la que estaba un escritorio totalmente equipado. A la izquierda un mueble bar. Al fondo un juego de comedor de ocho puestos, y ella supuso, que al otro lado estaba la cama y el baño. Todo contrastaba sobriamente con las paredes blancas y el piso de madera oscura.

—Ponte cómoda —pidió Burak, al tiempo que dejaba su maletín sobre el sofá.

—¿Desea que le ponga música señor? —preguntó el botones, quien había regresado de dejar la maleta en el vestidor.

—¿Quieres que lo haga? —Le preguntó Burak a Natalia, sabía que ella estaba de duelo, y no estaba muy enterado de sus costumbres.

—Sí, por mí no hay problema —dijo sonriente, con la mirada puesta en Burak, quien desde esa perspectiva lucía mucho más alto.

Él le dedicó un asentimiento al botones, quien correspondió y se acercó hasta el control en la pared; desde ahí manipuló el sistema de sonido de la habitación, y a un volumen moderado, le dio paso a la melodía.

Burak se alzó de hombros y le sonrió a Natalia, cuando se dejó escuchar una melodiosa voz femenina en turco.

—Solo hacen su trabajo de complacer al huésped —dijo en voz muy baja, modulando de forma divertida, para que el botones no lo escuchara.

—Está bien, no me molesta para nada; por el contrario, creo que tendré que aprender el idioma.

—Gracias. —Burak le agradeció al hombre.

—¿Necesita algo más señor? —preguntó con las manos en la espalda, en una postura servicial.

—No, por ahora está bien... Bueno, sí. Necesito yogurt natural, menta y sal.

—Enseguida se lo envío.

—Gracias.

El botones salió de la habitación, y Burak aprovechó para sentarse al lado de Natalia.

—Aprender el idioma no será estrictamente necesario. Estarás en el edificio principal, desde donde se coordinan todos los hoteles a nivel mundial. Ahí todos hablan perfectamente inglés, por lo que no tendrás problemas para comunicarte.

—Pero no creo que mi comunicación sea exclusivamente dentro del campo laboral, ¿o cómo haré si quiero hacer compras? ¿O si quiero ir a un restaurante? No sabré leer la carta —preguntó, exponiendo sus primeras dudas.

—Para hacer compras te asignaré una asistente personal, que sea bilingüe; igual irás a restaurantes donde podrás pedir la carta en inglés. No me estoy negando a que aprendas el idioma, de hecho, contrataré a una profesora para que te lo enseñe, si es tu deseo, y mientras lo haces, tendrás ayuda extra, ¿qué te parece?

—¿Estás seguro de que no te conviene contratar a alguien que no te dé tantas complicaciones? —preguntó, sintiéndose apenada, porque iba a poner al pobre hombre en aprietos.

—No me interesa contratar a nadie más... ¿Tienes otra pregunta?

—¿Qué se supone que voy a hacer? Y no me digas que no cuentas con un economista o contador.

—Ciertamente, los hay, varios... Pero tú, desde allá, te encargarás de la sede que en unos meses se abrirá aquí. Eres la ideal, conoces las leyes, los programas, conoces todo...

—Pero eso podría hacerlo aquí.

—Pero te quiero allá, conmigo —dijo, sujetándole la mano y entrelazó sus dedos a los de ella.

—No tengo cómo rebatir eso. —Le sonrió tímidamente.

—¿Alguna otra pregunta?

—No, no por ahora.

—Entonces, ¿sigue en pie lo de irnos mañana por la noche?

—Sí —asintió con contundencia—. No he cambiado de parecer.

—En ese caso... —Agarró su maletín y buscó su móvil—. ¿Te sabes la información de tu pasaporte?

—Sí, ¿qué piensas hacer? —preguntó, al ver que revisaba su teléfono.

—Voy a escribirle a mi secretaria, para que nos compre los boletos.

—Deja que yo lo haga, no la molestes por nimiedades.

—Está bien —concedió, sacando el portátil. Lo encendió, lo desbloqueó y se lo ofreció.

En ese momento tocaron a la puerta, él se levantó a abrir, era una de las empleadas del hotel, quien le traía lo que había pedido.

—Déjalo en el bar. —Le pidió.

—¿Desea algo más señor?

—No, eso es todo por ahora, muchas gracias. —Despidió a la mujer y volvió a sentarse al lado de Natalia.

—Y bien, ¿cómo vas con la compra?

—Supongo que usas esta aplicación.

—Eso creo. Lo que hago siempre es pedírselo a Glenda, y ella solo me envía el código al correo.

—Pues no debes depender tanto de ella. —Le dijo con la mirada puesta en la pantalla, pero sonreía—. Debes estar preparado para cuando ella no pueda. Ven, te explicaré cómo hacerlo.

Natalia se esmeró por enseñarle a Burak cómo comprar un boleto de avión, pero él estaba embelesado con la belleza femenina, no podía apartar sus ojos negros de esos verdes, enmarcados por las rubias pestañas.

—Y listo, ya aquí están registrados tus datos de pago, ¿entendiste? —preguntó, desviando la mirada hacia él.

Burak se quedó mirándola en silencio, sin decirle nada, solo se acercó y la besó. Natalia correspondió con gran entusiasmo, hasta le posó sus manos en el cuello, para tenerlo más cerca.

—Robaste toda mi atención —confesó Burak, dejando su aliento caliente sobre los húmedos labios de Natalia—, pero deseo tener toda una vida a tu lado para aprender.

Natalia sonrió, al tiempo que le pasó uno de sus dedos pulgares por el labio inferior. Había tenido tantas ganas de sentirlo, que no se siguió reprimiendo, mientras se mordía ligeramente el suyo.

Burak volvió a besarla con más intensidad, siendo más invasivo, pero antes de que las cosas se salieran de control se detuvo, jadeante y extasiado.

—Voy a prepararte un Ayran —dijo, alejándose para mantener la pasión a raya.

—¿Qué es eso?

—Es una bebida muy común en Turquía, seguramente te la van a ofrecer mucho.

Se levantó y caminó al bar, detrás de la barra. Natalia lo siguió y se sentó en un taburete.

—¿Seguro que sabes prepararla?

—Ya te había dicho que trabajé por muchos años en la cocina de uno de los hoteles de mi padre, no solo pelaba cebolla; aprendí a preparar gran variedad de comidas y bebidas. —Buscó los utensilios que necesitaría.

—¿Eso es yogurt? —preguntó Natalia.

—Sí, natural —respondió, vertiéndolo en un envase que contenía agua.

—Disculpa, pero debes decirme qué usarás para la bebida, porque soy alérgica a muchos alimentos.

—Lleva yogurt, agua, sal y hojas de menta. Aunque realmente se hace con Kéfir, no con yogurt, pero se puede improvisar.

—¿Sal? —preguntó confundida.

—Sí, ¿eres alérgica a la sal? —preguntó, elevando una ceja.

—No, tolero todos los ingredientes, solo que imaginé la bebida dulce.

—Pues no es dulce, pero es muy buena.

—Eso espero. —Sonrió, y en respuesta, él le acarició tiernamente la mejilla con uno de sus pulgares; inevitablemente, ese gesto la derritió.

Natalia observó cómo él puso la misma cantidad de yogurt que de agua en una coctelera, le echó un poco de sal, tres hojas de menta y varios cubos de hielo y empezó a batirlo.

Después de casi un minuto lo dejó sobre la barra, buscó un vaso y lo sirvió.

Ella admiró la bebida blanca espumosa, que él decoró con más hojas de menta.

—Adelante —dijo, poniéndoselo en frente.

—Gracias. —Agarró el vaso y lo miró una vez más, por lo menos lucía bien, aunque realmente no le convencía lo de la sal. Se aventuró a probar tan solo un poco, para saborearlo. Tenía el sabor fuerte del yogurt, ese ácido característico, pero la menta lo refrescaba. Era extraño, pero no malo, así que bebió otro poco para seguir degustándolo.

—¿Y? No te gusta, ¿cierto?

—No es que no me guste, de hecho, es bueno, pero al ser un sabor nuevo necesito adaptarme. Supongo que estamos acostumbrados a las bebidas dulces. —Volvió a tomar.

—Esto es lo que tomamos en verano, porque con el sol y el calor, sudamos y perdemos sales minerales; de alguna manera tenemos que reponer lo que sale de nuestros cuerpos. El Ayran te quita la sed y le devuelve a tu cuerpo los minerales que pierdes con el sudor, contrariamente de lo que hacen las bebidas azucaradas —explicó con total seguridad y empezó a prepararse uno.

—Tienes razón, ya se me está haciendo familiar. —Soltó una risita y volvió a tomar—. Supongo que con el tercer vaso, será totalmente natural para mí.

—Si no te gusta, no te sientas obligada a tomártelo.

—Me gusta —dijo la verdad.

Burak se sirvió un vaso de Ayran, mientras Natalia escuchaba la canción turca que sonaba de fondo. Le gustaba mucho la mítica melodía y la atrayente voz femenina.

—¿Podrías traducirme lo que dice la canción? —Le pidió.

—Sí, claro. —Él escuchó y negó con la cabeza mientras sonreía—. Puede que te parezca algo cursi. La mayoría piensa que las personas de Medio Oriente somos inflexibles o extremadamente serias, pero realmente somos muy expresivas y sentimentales. —Natalia le sonreía, perdida en esa mirada penetrante.

—He comprobado que son muy expresivos.

—A ver, la canción dice: si me convirtiera en cenizas, no podría dejarte, he dedicado mi vida a ti. —Le traducía, yendo por detrás de la letra que entonaba la mujer—. No podría existir sin ti, incluso si me convirtiera en cenizas no podría dejarte, incluso si viviera mil años, no me saciaría de ti... Te di mi corazón, moriría decepcionado si no puedo tenerte; dame tus manos, la vida es bella con tu amor; ven, no huyas mi amor... Y se repite.

—No creo que sea cursi, es hermosa. Gracias por traducirla.

—No creo que haya sido la mejor traducción. —Sonrió—. Seguro que lo hice demasiado literal, siempre se le podría dar otras interpretaciones.

—¡Vamos! Fue perfecta. —Se quedaron en silencio, mirándose a los ojos por varios minutos—. Creo que debo marcharme, tengo que hacer maletas —dijo, y sin darse cuenta, se había bebido casi todo el Ayran.

—Te dejo marchar solo porque debes empacar, y que sea solo lo necesario, por favor. Allá podrás comprar todo lo desees.

—Está bien, no te haré cargar con muchas maletas. —Bromeó, caminó hasta el sofá y agarró su cartera.

—Llámame en cuanto llegues.

—Lo haré. Descansa.

—No creo que pueda hacerlo, ni siquiera podré dormir, anhelando el momento en que volvamos a vernos. —Se acercó a ella y volvió a besarla.

—Voy a extrañarte, pero debo irme. —Ella le dio varios besos—. Hasta mañana.

Al marcharse del hotel, decidió ir al cementerio para despedirse de su madre, aunque bien sabía que ella no estaba ahí, que en ese lugar solo estaba su nombre. Lloró una vez más sobre su lápida, le exteriorizó cuánto la extrañaba, y también con mucho orgullo le dijo que estaba siguiendo sus consejos, y se estaba dando una oportunidad.

Le habló sobre Edmund, que lamentablemente él seguía en su corazón, pero confiaba que Burak, con su encanto, lograría erradicarlo.

No podía negarlo, le gustaba Burak, pero todavía no latía por él ese sentimiento que sentía hacia Edmund.

Después de casi una hora conversando con su madre, se fue a su departamento, cuando ya la noche empezaba a caer.

Apenas abrió la puerta, se encontró a Levka y a Zoe, sentados en el sofá, acompañados por una chica rubia, que le parecía conocida; posiblemente era una de las tantas amigas de su hermano, y no la recordaba.

—Buenas noches —saludó amablemente, tratando de no mostrarse sorprendida ante la visita.

—Aquí la tienes. —Le mencionó Levka a la chica, mientras señalaba a su hermana—. Natalia, April estuvo esperándote, te llamé pero no contéstate —prosiguió, al tiempo que se levantaba del sofá.

El nombre de la chica le cayó como una tonelada encima, imposible olvidar que Edmund se la había nombrado la noche anterior. Ver que era rubia solo le confirmaba las sospechas. Pidió al cielo que no hubiese nombrado a Edmund delante de su hermano, pensar en la mínima posibilidad de que lo hubiera hecho, provocó que sus nervios se alteraran, y toda ella empezó a temblar, sin poder encontrar las palabras para saludarla.

—Hola Natalia, vine porque necesito hablar algo muy importante contigo... Es sobre trabajo —agregó, dejando sobre la mesa un vaso y se levantó. Al igual que Natalia, se notaba nerviosa.

—Sí..., está bien, ven conmigo —pidió, con el corazón latiendo desaforado, pero consciente de que cualquier cosa que tuviera que decirle, no podía hacerlo delante de Levka, quien hasta el momento se mostraba calmado.

April asintió y caminó hasta donde estaba Natalia.

—Gracias Levka, Zoe... Han sido muy amables. —Les regaló una sonrisa sincera. Aunque el hermano de Natalia se había portado muy servicial, no podía evitar sentir resentimiento hacia él.

—Vamos a mi habitación, ahí podremos hablar con calma. —Le explicó, mientras avanzaba y April la seguía; realmente estaba nerviosa, porque suponía que la visita de la chica era en plan de reclamo, y lo que menos deseaba era que se pusiera histérica.

—Siento haber venido de esta manera. —April tenía un nudo de nervios en la garganta, que la dejaba en evidencia.

—No te preocupes —comentó, al tiempo que abría la puerta de la habitación—. Disculpa el desorden, no ha venido la señora de limpieza.

—No te preocupes, sé que has tenido días difíciles —comentó, consciente de la reciente pérdida que había tenido la chica.

Natalia se quitó la chaqueta, la lanzó a la cama y le señaló un sillón.

—Puedes sentarte.

—Gracias. —April se sentó, mientras su mirada recorría la habitación, porque ahora que estaba ahí, no tenía el valor para hablar.

—¿Qué es lo que te trae por aquí? —preguntó Natalia en un impulso de valor.

—He venido por Edmund, pero él no sabe que estoy aquí, supongo que sabes quién soy.

—Sí, imagino que eres la madre de su hijo. Me dijo tu nombre... Puedes estar tranquila, Edmund y yo acordamos no vernos más...

—No es eso lo que me trae aquí, no vengo a discutir por él. Creo que por muy doloroso que sea, ninguna mujer debe reñir con otra por los sentimientos de un hombre. Siempre serán ellos quienes tomen la decisión... Aunque hieran nuestros sentimientos.

—¿Entonces? —preguntó Natalia—. Si no vienes a exigirme que me aleje de Edmund, ¿por qué has venido?

—Sé de su pasado, sé que por tu culpa fue a prisión...

—Realmente fue culpa de mi padre, pero no tengo ganas de seguir hurgando en la llaga. Ya le expliqué a Edmund lo que pasó, él lo sabe... Puedes pedirle que te explique, porque verdaderamente ya he tenido suficiente de acusaciones... Hace años fui víctima de incontables abusos por parte de personas que juzgaban sin saber, cuando los únicos que teníamos la certeza de lo que había pasado éramos Edmund y yo. No sé por qué siempre terceros se empeñan en inmiscuirse.

—Porque amo a Edmund... Y le hiciste muchísimo daño —intervino April—. Le arrebataste sus sueños, parte importante de su vida.

—Yo no le hice daño April, al igual que tú, lo amaba... Aún lo amo, pero sé que él no puede estar cerca de mí, y soy quien prefiere alejarse. Nunca se puede creer totalmente en la versión de una de las partes, porque solo te contará los puntos a su favor, su parte de la historia. Edmund y yo estábamos incomunicados, no podíamos aclarar las cosas, a él le dijeron mentiras, a mí me apartaron de todo y también me mintieron... Al tal punto, que dejamos de creer en lo nuestro, dejamos de creer en lo que sentíamos, dejamos de creer en nosotros mismos.

—Siento juzgarte, pero no puedo evitarlo.

—Estoy cansada, si eso era lo que querías decir, puedes marcharte —dijo, caminando hasta la puerta—. Y por favor, no digas nada delante de mi hermano. Si amas tanto a Edmund como dices, no lo nombres delante de Levka.

—No vine a reclamarte, lo siento. Las cosas se salieron de control... Por favor, regresa y siéntate. —Le pidió derrotada, sin levantarse del asiento.

Natalia suspiró, dispuesta a darle otra oportunidad a April, solo esperaba que no volviera a intentar culparla. Caminó de regreso y se sentó al borde de la cama.

—Está bien, aquí estoy, dispuesta a escuchar lo que quieras decir.

—¿Edmund te habló sobre mí? —preguntó, apretando los reposabrazos del sillón.

—Sí, me dijo que te ama. —Bajó la voz, porque le dolía aceptar eso.

—Yo también lo hago, más que a mi vida —confesó, bajando la mirada a sus rodillas—. ¿Te contó que estoy enferma? —preguntó, con la voz ronca por las lágrimas que se le anidaron en la garganta.

—No..., no. No me dijo nada de ti... Solo me comentó que... a Santi lo operaron hace poco —tartamudeó, sorprendida ante la noticia.

—Sí, le hicieron una operación a corazón abierto. Fue mi culpa. Nació con tetralogía de Fallot por mi culpa... —April se limpió una lágrima que se le escapó—. Pero lo que me hace sentir muy tranquila es que ya está bien.

—Es una muy buena noticia —dijo Natalia, bajando las defensas; al parecer, la conversación tendría otro rumbo.

—¿Te dijo Edmund dónde nos conocimos? —Volvió a hacerle una pregunta, porque no tenía la más remota idea de cuánto le había contado sobre ella.

—No, solo me dijo que te amaba, que eras la madre de su hijo y que eras rubia... Nada más —explicó Natalia—. Realmente te imaginé mayor.

April levantó la mirada para verla a la cara.

—Nos conocimos en un prostíbulo, era prostituta —explicó y notó la sorpresa en el rostro de Natalia, también pudo percibir atisbo de decepción en su mirada—. Él acababa de salir de prisión, y yo trataba de ahorrar dinero para cubrir un tratamiento médico. Cuando por fin encontré un trabajo decente, con el que podía costear mis medicamentos, nos separamos. Bueno, realmente nunca tuvimos una relación más que de cliente-prostituta. Nunca imaginé que él sintiera algo por mí, más que simple deseo sexual. Una vez, solo una vez, en medio de un momento muy confuso, él no usó protección, y quedé embarazada... Porque los medicamentos que tomo, le restaron efecto a la píldora... Cuando me enteré de que estaba esperando un hijo suyo, me alejé... No lo busqué más, porque ya lo amaba y temía que me hiriera al dudar de la paternidad... Hace poco volvimos a encontrarnos, yo lo busqué porque necesitaba operar a Santiago de emergencia y no contaba con los recursos económicos, y por mi hijo vencería el mayor de mis miedos.

Natalia escuchaba atentamente, entonces comprendía lo que Edmund le había dicho, sobre que su relación con la madre de su hijo era complicada, y que cuando tuvo sexo con ella en Panamá, estaban separados.

—No sé qué decir... —comentó Natalia, realmente no sabía cómo procesar toda esa información.

—Con los años, mi enfermedad empeoró. —Miró a Natalia a los ojos, al tiempo que de los de ella se desbordaban lágrimas—. Tengo cáncer en el corazón.

La última palabra que Natalia quería escuchar era esa, estaba demasiado sensible como para soportarla, e inevitablemente, se puso a llorar.

—Lo siento..., lo siento —dijo, tratando de limpiarse las lágrimas.

—Natalia, escúchame... Necesito que me escuches —pidió, sujetándole una mano. Natalia no pudo evitar tensarse, pero rápidamente se acostumbró al agarre—. Posiblemente no sobreviva, en unos días van a someterme a una cirugía de autotransplante, es la única opción que tengo. Es muy peligrosa, demasiado, pero voy a intentarlo por Edmund, por mi hijo y por mi madre. Por ellos lo haré, pero si no logro soportarlo, Edmund quedará muy mal. Me preocupa mucho..., no quiero que esté solo...

—No... No. —Natalia movía la cabeza sin poder evitar llorar, tal vez no lo hacía por April, sino por revivir las emociones que experimentó con su madre—. No puedo, lo siento, pero no puedo... Entiende que no puedo acercarme a Edmund. Si mi padre o hermano se enteran, van a denunciarlo y lo regresarán a prisión. Todo va a salir bien, confía que todo va a salir bien.

—Me has dicho que aún lo amas.

—Sí, lo hago, pero no lo quiero de esa manera, no porque tú no estés... Podría darle apoyo moral si algo pasa, pero no puedo quedarme junto a él para llenar tu espacio, porque me haría más daño del que ya me he hecho. No ha sido fácil...

—Por favor...

—No puedo, mañana me voy del país. Estoy tratando de rehacer mi vida, de darme una oportunidad con alguien totalmente distinto a Edmund. Por primera vez desde que pasó ese fatal incidente, quiero ser para mí y no para los demás —decía con lágrimas rodando por sus mejillas. Se sentía el ser más egoísta del mundo, pero no quería desperdiciar su vida en pro de la vida de los demás.

No quería hacerse esperanzas nuevamente con Edmund, a costa de la vida de esa chica. No quería soñar con un futuro junto a él, porque eso significaba desearle la muerte a April. Prefería alejarse y que las cosas salieran como Dios las tenía planeada. Y ella no quería estar ahí, para no interferir de ninguna manera.

—Entiendo, te entiendo.

—Perdóname, pero no puedo aceptar lo que me estás pidiendo. Pero sí puedo desearte de todo corazón que todo salga bien, para que hagas feliz a Edmund, porque él se lo merece, de verdad que lo merece... No me hagas sentir culpable... Escucha lo que estás diciendo, no puedes pedirme que ponga mis esperanzas de ser feliz en tu desgracia, piensa en qué tipo de persona me convertiría si acepto hacer lo que me estás pidiendo...

—No, no te sientas culpable, te comprendo, sé que no es fácil...

—Tienes que luchar, debes ser positiva. —Le pedía Natalia, sin poder creer que esa chica tan joven, estuviese pasando por eso. Mientras le sujetaba las manos, intentando darle fuerza.

April movía la cabeza afirmativamente y sorbía las lágrimas.

—Estoy luchando, lo estoy haciendo.

—Verás que pronto tendrás los resultados de esa batalla, estoy segura de eso, el amor que sientes por Edmund, tu hijo y tu madre te brindará la resistencia que necesitas... Solo tienes que decirle «no» a la muerte, ¡que se joda! ¿Entendido?

—Gracias, deberías estar molesta conmigo porque vine aquí a reclamarte y a exigirte.

—No te preocupes. —Sonrió, aunque por dentro estaba hecha trizas. Le dolía mucho ser comprensiva con la mujer que tenía el amor del hombre que ella amaba.

—Debo marcharme, se me hizo tarde... Ya Edmund debe haber llegado al hospital. —April sentía que estaba fracasando en su deseo de dejar bien a Edmund, en caso de no sobrevivir a la operación. Aunque le costara mucho entenderlo, comprendía a Natalia, quien caminó hasta la mesa de noche, sacó del cajón una notita y un bolígrafo, y empezó a escribir.

—Es mi correo, necesito que me mantengas informada en todo momento, y en cuanto salgas de la operación, escríbeme.

—Eso haré. —April se puso de pie, se limpió la cara y guardó la nota.

—Te acompaño. —Se ofreció Natalia.

Ambas salieron de la habitación, Natalia la llevó hasta la calle, se quedó esperando a que April parara un taxi, y se despidieron con un abrazo.

Ella regresó a su habitación, encontrándose más turbada que nunca. Se echó a llorar, ya no sabía ni por qué lo hacía, solo que cuando creía que las cosas mejorarían, siempre algo surgía y opacaba su felicidad.

Debía tomar una decisión, hacer maletas o quedarse, pero debía tener claro que si se iba, pasara lo que pasara, no debía destrozar las ilusiones de Burak, y aunque no lo quisiera, ahí estaba, pensando primero en los demás antes que en ella.

Después de mucho tiempomeditando, buscó un par de maletas y empezó a llenarlas con las cosas másesenciales. Aún no le había dicho a su hermano ni a su padre la decisión quehabía tomado, pero ya por esa noche había tenido suficiente de emocionesfuertes, por lo que decidió dejar la noticia para el día siguiente. H\$WHz

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