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CAPÍTULO 45


Sergey estaba sentado en el sillón junto a la cama de su esposa, se mantenía con las piernas cruzadas, derrochando elegancia y seguridad, mientras le leía, como lo hacía todas las mañanas desde hacía unos días, hasta que Natalia llegaba a la hora de almuerzo.

En algunos momentos pausaba la lectura para rememorar lindos recuerdos, deseando poder regresar en el tiempo para vivirlos nuevamente y no tener que estar despidiéndose de su mujer. Le dolía la inminente pérdida, pero era demasiado orgulloso como para demostrar debilidad; jamás permitiría que alguien lo viese derrotado, ni siquiera él mismo en la soledad se consentía flaquear, para no perder el control de sus emociones.

De manera repentina la puerta se abrió, interrumpiendo su lectura, y no se tomó la molestia de volverse para ver quién llegaba, pero supuso que era alguien querido por su mujer, por la manera en que sonreía.

—Buenos días. —La enérgica voz de Levka, llenaba de emoción a Svetlana.

—Buenos días. —Le salió apenas un pitido, pero realmente estaba muy feliz de ver a su hijo llegar en compañía de su novia después de varios días.

—Buenos días —saludó Zoe, sonriente, aferrada a la mano de Levka.

Sergey se levantó lentamente, sin perder distinción; sin embargo, le molestaba que su hijo llegara en compañía de la mujer que se llevaba a la cama, la cual él no toleraba.

Ya le había dicho cientos de veces que podía cogérsela todo lo que quisiera, pero que no iba a permitir que la integrara a la familia; no iba a aceptar nunca que una mujer como esa llevara su apellido.

Zoe era consciente de que no le agradaba a su suegro; no obstante, quiso ser amable y lo saludó.

—Buenos días señor.

—Buenos días —respondió este secamente, dejando el libro sobre el escritorio.

—¿Cómo te fue? —preguntó Svetlana, observando cómo su hijo le sujetaba la mano y le daba un beso; instantáneamente, esa muestra de cariño la llenaba de fortaleza.

—Muy bien mamá, me hicieron varias fotografías para una editorial, posiblemente sea la portada de algún libro. —Le contó a su madre, mostrándose satisfecho con el trabajo que estaba haciendo.

—De un gran jugador a la humillante decadencia de ser la portada de algún mal libro —comentó Sergey con desdén, todavía molesto con la decisión de su hijo de seguir con el absurdo y estúpido trabajo de modelo.

Levka tensó la mandíbula, conteniendo la molestia que le provocaba el comentario de su padre, y Zoe se tensó, sintiéndose incómoda por cómo su suegro menospreciaba el esfuerzo del hombre que ella amaba.

—Podría ser un superventas —comentó Svetlana, queriendo darle ánimos a su hijo, porque notó cómo se enserió.

—Que sea un superventas no asegura que sea bueno, hay tanta mierda publicada y vende millones...

—Sergey, por favor —suplicó Svetlana, lo que menos deseaba era que hiciera sentir mal a Levka—. Al menos deberías... estar agradecido. —Agarró aliento—, porque nuestro hijo... se está esforzando...

—No me defiendas mamá. —La interrumpió Levka, acariciándole la frente, no quería que su madre gastara energía—. Más que contarte de trabajo, quiero decirte algo mucho más importante... Ven aquí amor. —Le pidió a Zoe, sin soltarle la mano a su madre le pasó un brazo por encima de los hombros a su mujer y le dio un beso en la sien, después volvió la mirada a los ojos opacos—. Vas a ser abuela. —Mostró una amplia sonrisa, demostrando estar realmente feliz y orgulloso.

Svetlana se quedó en silencio, procesando la información, paseando su mirada de Levka a Zoe y viceversa, sin poder más, se puso a llorar, porque era consciente de que no podría conocer a su nieto o nieta; no iba a poder tenerlo entre sus brazos y consentirlo. Solo en ese instante, se daba cuenta de que deseaba vivir esas etapas de su vida, anhelaba ser abuela, anhelaba ver a un hijo o hija de sus hijos.

—Ya cálmate mamá. —Se acercó y le besó la frente, mientras le acunaba el rostro—. Supongo que no deseabas ser abuela.

Svetlana empezó a mover la cabeza lentamente de forma negativa.

—Supones mal... Ay Levka... Seguro que serás un buen padre —gimió feliz y triste a la vez.

—Y tú la mejor abuela —afirmó el joven con orgullo y esperanza.

—Zoe... —La chica se acercó hasta su suegra, y la señora la tomó de la mano, apretándola con toda la fuerza que le restaba—. Eres una gran persona..., y sé que serás una... excelente madre para... mis nietos... Y sabrás guiar a mi niño rebelde... por un buen camino... Como has hecho hasta ahora... Siempre has sabido... sacar lo mejor de él...

—Gracias señora, pero no se esfuerce por favor, descanse. Sé cuánto me aprecia, y quiero que sepa que he aprendido a quererla como una madre, y que siempre... —Hizo una pausa, para no ahogarse con el llanto que amenazaba con salirle—. Siempre le hablaré de usted a este y todos los niños que tengamos... Usted siempre estará presente en nuestras vidas.

—Mamá..., tú no te vas a morir... No te puedes ir, no todavía... —Para ese momento todos en la habitación tenían los rostros bañados en lágrimas y los ojos enrojecidos, excepto Sergey, quien no podía ocultar cuánto le desagradaba la noticia que acababa de recibir—. Tienes que estar presente en nuestra boda, en el nacimiento del bebé. Mamá...

—Hijo..., aprende de... nuestros errores —dijo, mirando brevemente a su esposo—. Sé un buen marido, un buen padre... Tienes que... brindarle amor, respeto y... seguridad a Zoe. ¿Entiendes lo que quiero decir...?

—Sí mamá.

—Prométemelo hijo... Prométeme que sabrás cuidar a tu familia..., así como cuidarás de... tu hermana..., y de... tu... padre.

—Te lo prometo mamá.

—Levka, necesito hablar contigo —intervino Sergey, tratando de ocultar la furia que lo consumía.

Su hijo estaba demente si creía que iba a casarse con esa mujer. Estaba seguro que era una infiel y promiscua, posiblemente lo engañaba con más de uno. La aceptó porque no pensaba que fuera a tomarla en serio, pero pensar en la inadmisible idea de mezclar sus genes puros con ella era inaceptable; esa abominación jamás la iba a permitir.

—Estoy hablando con mamá, ¿puedes esperar un minuto? —dijo con dientes apretados, seguro de lo que su padre quería decirle, ya que sabía que él no toleraba a Zoe. Una asiática en su familia era lo menos que esperaba, pero lo que Sergey no sabía era que él la amaba, porque era una buena mujer, que había demostrado quererlo de verdad, al permanecer a su lado en los momentos de gloria, así como también en los de la inminente derrota.

—Tiene que ser ahora —ordenó con voz moderada, pero con la contundencia de mando que poseía.

—Si quieres ve, yo me quedo cuidando de tu mamá —dijo Zoe con voz cariñosa.

—No tardaré.

—Lo sé —susurró, acariciándole la espalda y recibiendo el breve beso que le dio; después él caminó hacia la salida, siendo seguido por su padre.

—¿Hace cuánto que... lo sabes? ¿Cuántas... semanas tienes? —preguntó Svetlana, queriendo aligerar la densa tensión en el lugar. Se sentía avergonzada con Zoe, porque evidentemente, Sergey la había incomodado.

—Lo confirmé hace tres días, pero según el doctor, tengo seis semanas —contó ilusionada, con un lindo brillo en los ojos—. Si es niña, vamos a llamarla como usted. —Le dio la noticia, sujetándole la mano a su suegra.

—Gracias... —susurró, con los ojos ahogados por las lágrimas.

Levka caminó por el pasillo, alejándose varias puertas de la habitación de su madre, escuchando los enérgicos pasos de su padre que lo seguía.

—Sabes que no vas a casarte con esa mujer, ¿verdad? Ni siquiera pienses en tener ese hijo —decretó, provocando que Levka se detuviera y lo enfrentara.

—Padre, ya tengo la edad suficiente para decidir lo que quiero y lo que no quiero en mi vida... Tengo treinta y tres años, así que ni siquiera intentes gastar tu tiempo en tratar de imponerme nada —dijo, tan molesto como indignado. Jamás imaginó que el racismo de su padre llegara a tanto.

—No es una imposición, es una orden... No vas a mezclar mis genes con esa mujer. ¿Acaso no eres consciente de su aspecto? Es una zorra...

—No, no lo es —rugió molesto, siempre había respetado a su padre, pero no iba a permitir que insultara a su mujer—. Zoe es más que su apariencia, no puedes levantar juicios, simplemente por la percepción que tengas sobre un cuerpo o una cara, no la conoces.

Las puertas del ascensor se abrieron, y el corazón de Natalia se detuvo, presa del pánico y del dolor al ver a su padre y a su hermano parados en el pasillo; inevitablemente pensó en lo peor.

Corrió hacia ellos, tratando de contener los latidos de su corazón y las lágrimas que empezaron a inundarle la garganta.

—¿Qué pasó? ¿Mamá...? ¿Qué pasó? —preguntó aterrada, llegando hasta ellos.

—Ella está bien. —Levka tuvo la cortesía de responderle, evitando que se preocupara más de lo normal.

—Entonces, ¿por qué están aquí afuera? ¿Qué sucede? —preguntó, parándose al lado de su hermano, a quien no esperaba encontrarse.

—Sucede que tu hermano se ha vuelto loco por lo que lleva «la china» entre las piernas —reprochó, tratando de no perder el aplomo; sin embargo, dejaba en evidencia su sentimiento exacerbado de rechazo hacia Zoe.

—No entiendo. —Natalia miró a Levka.

—Sergey, te pido respeto —dijo el joven con tono de mando.

—No, tú a mí no me pides nada, ¿quién te crees para faltarme al respeto? —Sujetó a Levka por la camiseta, empuñándola con fuerza. No había nada que odiara más que sus hijos se rebelaran.

Levka le sujetó con fuerza la muñeca a su padre, mirándolo enfurecido a los ojos, mientras resoplaba.

»Ya te dije lo que tienes que hacer. Deshazte de ese problema, mis genes no los ensucias, no los mezclas con esa rata amarilla... —sentenció muy molesto, sin importarle perder los estribos.

Levka no pudo contener la ira que le provocaba su padre, por lo que por primera vez, y por defender a su mujer, lo empujó con fuerza, estrellándolo contra la pared, y le puso el antebrazo en el cuello, amenazándolo con asfixiarlo.

Natalia se aterrorizó al ver el estado de su hermano y cómo agredía a su padre de esa manera; sus nervios estallaron, aun así, intentó mediar.

—Levka por favor, suéltalo... Levka. —Lo halaba por el brazo, tratando de alejarlo, pero para ella era imposible poder mover a ese cuerpo de casi dos metros con excedente masa muscular—. Es papá, Levka... Estás agrediendo a nuestro padre, por favor..., detente —suplicó con la voz quebrada por el llanto, al ver que Sergey, por orgullo no hacía nada, pero se notaba que le estaba costando respirar.

—¿Vas a pegarme?, ¿pones a esa maldita por encima de tu familia? —rugió Sergey furioso, tratando de empujar a su hijo, pero definitivamente, Levka era mucho más fuerte que él.

—Por favor, estamos en un hospital, no hagan esto... Mamá puede escucharlos. —Natalia seguía mediando, intentado separarlos.

—No seguiré haciendo lo que te dé la gana, ya no estoy bajo tu puto dominio. Voy a casarme con Zoe y voy a tener a mi hijo te guste o no... Es mío, sangre de mi sangre, y ella es la mujer que quiero... Ojalá fueses tú quien tuviera que morir y no mamá... ¡Púdrete! —siseó alejándose, permitiendo que su padre respirara.

A Natalia la tomó por sorpresa lo que su hermano acababa de decir, no sabía que Zoe estuviese embarazada, mucho menos que fuesen a casarse; con razón su padre estaba tan molesto. Y ella estaba muy nerviosa, porque era la primera vez que Levka estallaba así con su padre, enfrentándolo de esa manera; tanto, que ella temió por la vida de su progenitor.

—Papá, ¿te sientes bien? —preguntó Natalia preocupada, acercándose con piernas temblorosas, pero solo se ganó un empujón, siendo blanco de la ira que lo consumía.

—Ven. —Levka la haló por el brazo—, déjalo.

—Te largas de mi casa, si decides quedarte con esa zorra, te largaras de mi casa.

—Créeme que lo haré, nada me dará más placer que alejarme de ti —dijo, apartándose con grandes zancadas, mientras casi tiraba del brazo de Natalia, llevándosela con él, porque estaba seguro de que Sergey buscaría pagar su ira con ella.

—No entiendo nada Lev... No entiendo —dijo Natalia, sintiendo los nervios descontrolados. Miró por encima de su hombro cómo su padre se marchaba.

—Cálmate, ¿sí? —Le pidió su hermano frente a la puerta de la habitación de su madre—. Todo está bien, ya pasó.

—Agrediste a papá... ¡Oh por Dios! —Se llevó las manos a la cara, tratando de no echarse a llorar, porque al pasar esa puerta, debía estar tranquila.

—Sí, lo hice... Porque me cansé Natasha, ya me cansé. Si voy a casarme con Zoe, si voy a hacer mi propia vida, tengo que romper las cadenas que me atan al estilo de vida de Sergey. —Suspiró ruidosamente, tratando de calmar su estado—. Estuvo mal, sé que estuvo mal, pero por una vez no creo que me vaya al infierno. Eso no se compara con todas las veces que él nos ha pegado y humillado.

—Supongo que tienes razón —musitó, admirando la valentía de su hermano; ella realmente dudaba que algún día pudiera encontrar el valor para también enfrentarlo—. No sabía que ibas a ser padre, me alegro mucho por ti. Felicidades hermano —dijo con sinceridad.

—Me enteré hace tres días. —Sonrió levemente—. Sí, estoy muy feliz. No sabía que quería ser padre hasta que me confirmaron que en unos meses tendré a un niño o una niña en mis brazos.

—Creo que la sentencia de papá va en serio. No quiere que vuelvas a la casa.

—Y no lo haré, no voy a volver... Esta noche me quedaré con Zoe en un hotel, ya después buscaré alquilar algún apartamento, pero jamás volveré a ceder ante la presión de Sergey.

—Quédate en el mío, sabes que hay lugar para ti y para Zoe, no tienes que alquilar nada. Me gustaría poder ayudar con el bebé, ya que no he tenido la oportunidad de experimentar la maternidad.

—No es una decisión que yo deba tomar, primero tengo que conversarlo con Zoe.

—Está bien —asintió y giró el pomo para abrir la puerta.

Ambos trataron de esconder lo que había pasado.

—¿Y Sergey? —preguntó Svetlana desde que los vio entrar.

—Tuvo que irse, dijo que tratará de pasar por la tarde —mintió Levka, con el único propósito de no preocupar a su madre.

Natalia aprovechó para saludar y felicitar a Zoe, le alegraba mucho que fuese a serla tía, ya que hasta el momento no había conseguido ser madre, y eso que lo había intentado con Mitchell.

De manera inevitable, imaginó cómo serían físicamente si hubiese tenido hijos con su exmarido, pero por más que intentó recrearlos en su memoria, no lo consiguió; al menos, no con las características de Mitchell, sino que recreó a un bebé de piel morena y ojos oscuros.

Sonrió tontamente al pensar que ese niño imaginado solo podría ser de Burak; definitivamente, seguía pensando como una adolescente soñadora. El hombre solo la había llamado un par de veces desde que regresó a Estambul, y ya ella andaba imaginando hijos.

Volvió a pensar en la idea de marcharse con él, de aceptar todas las proposiciones que le hizo la noche que salieron, y cada vez que hablaban por teléfono. Si se iba, también podía dejarle el apartamento a su hermano, y este podría ahorrar para su bebé.

No obstante, su mirada se fijó en su madre, ella era lo único que la retenía, porque definitivamente, no iba a dejarla.  

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