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CAPÍTULO 24


Edmund estaba algo borracho y totalmente agotado, había sido un día perfecto, rodeado de bellezas ardientemente latinas, que le brindaron total placer en muchas oportunidades. Sin duda alguna, había sido un gran respiro a la rutina que se había convertido solo tener sexo con sus amigas del Madonna.

Abrió la puerta de la suite dispuesto a dormir, por lo menos, unas cinco horas, antes de atender el último compromiso en el país. Al encender la luz, el corazón le dio un vuelco y la borrachera casi se le pasó de golpe.

—¡Walter, maldita sea! Piensas matarme del susto —reprochó al ver a su amigo sentado en el sillón junto a la ventana—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo. —Los latidos del corazón seguían alterado y estaba tembloroso. Caminó hasta la cama y se dejó caer sentado.

—No, del susto no pienso matarte, primero tendrás que escucharme —regañó poniéndose de pie y acercándose a la cama.

—No empieces Walter —se quejó desplomándose en la cama, dejando los brazos extendidos a cada lado y cerró los ojos, porque todo le daba vueltas—. Mañana podemos conversar durante el vuelo, ¿te parece?

—No, no me parece... Edmund ¿en qué estás pensando? ¿Qué mierda es lo que tienes en la cabeza? Te cogiste a Natalia Mirgaeva, te la cogiste... —aseguró, había tenido la certeza por la mañana cuando la vio en el pasillo solo vistiendo una gabardina y el cabello desordenado—. ¿En qué habíamos quedado? —preguntó, pero no recibió respuesta, aunque sabía que Edmund seguía despierto, eso lo enfureció todavía más—. Está bien, me largo y renuncio, ahora mismo me subo al primer avión y lo primero que encontrarás sobre tu escritorio cuando regreses a Miami será mi carta de renuncia —comunicó decidido a dejar de lado a Edmund, porque no era más que una causa perdida y se preguntaba dónde había quedado aquel joven con ganas de luchar.

No podía saber qué mierda le estaba pasando, era como si solo pretendiera autodestruirse, al llevar esa vida de excesos sexual y laboral.

—Esa hija de puta me jodió la vida, me destruyó —habló deteniendo la huida de Walter—. No merece menos de lo que yo viví... Tiene que pasar por el mismo infierno y voy a convertirme en su puto calvario... Walter, le supliqué y no tuvo compasión, no la tuvo, sabía que mi madre estaba enferma, lo sabía.

—Si no te tuvo compasión en ese entonces, que te hace pensar que pueda tenértela ahora —le dijo Walter volviendo a la cama y sentándose al borde—. Sabes lo que pasará si te reconoce, lo sabes.

—No va a reconocerme.

—Eso no puedo asegurarlo, llevar otro nombre no te cambia totalmente... Ni siquiera consigo comprender cómo no te ha reconocido o tal vez sí lo ha hecho, y solo está esperando el mejor momento para enviarte de regreso a la prisión, porque eso es lo que pasará si ella te denuncia... Edmund te lo advertí, te dije que la alejaras, pero decidiste mandar a la mierda la única condición por la que estás en libertad... Solo te bastó verla nuevamente para que todo cambiara su rumbo, no estaba en tus planes ninguna venganza, solo querías continuar con tu vida.

—¡¿Qué vida Walter?! —gritó—¡¿Qué puta vida?!

—La que recuperaste al salir de prisión, esa vida... Conseguiste una nueva oportunidad para ser lo que siempre soñaste y lo estás echando a la mierda.

—Esto... esto no es lo que soñé, ni siquiera me hace feliz lo que tengo, ni mil putas me hacen feliz, ni todos los lujos... No tengo absolutamente nada que me motive —sollozó sin poder evitarlo, la vulnerabilidad que le provocaba el alcohol, lo exponía por primera vez delante de Walter—. ¿Sabes que me haría feliz? Me haría feliz poder regresar el tiempo y no haber puesto mis ojos en Natalia Mirgaeva, pasar los últimos días de vida mi madre junto a ella, si no hubiese estado encerrado, mi padre no hubiese estado tan preocupado ni aturdido, porque lo habría acompañado ese maldito día y ese accidente se habría evitado... Me haría feliz poder deshacerme del maldito cargo de conciencia que me atormenta a cada minuto —sentía las lágrimas correrle por las sienes y el pecho agitado.

—Sé que estás jodido, sé que no es fácil, pero la has cagado nuevamente... No puedo secundarte en todas las decisiones que tomes, debo hacerte ver cuando te equivoques, y meter a Natalia en tu cama fue la peor de las decisiones, si ella te denuncia... Edmund, ni siquiera tiene que decir que te la cogiste, simplemente con decir que eres su jefe, es suficiente para que regreses a cumplir con tu condena.

—No me interesa, voy a afrontar las consecuencias... Si tengo que regresar a prisión lo haré, pero no voy a dar marcha atrás.

—¿Te has puesto a pensar si verdaderamente ella merece tu odio? ¿Si merece que la hagas pagar? Tan solo era una adolescente.

—Sí, era una adolescente pero con plena consciencia de que me estaba hundiendo en la mierda, era consistente de que me destruiría y no hizo nada... Si quieres renunciar y dejarme solo con esto, hazlo... lárgate.

—Necesitas estar solo —dijo Walter que se levantó y salió de la habitación.

Edmund se quedó en el mismo lugar, con la vista nublada por las lágrimas, e inevitablemente volvía a retroceder en el tiempo como tanto deseaba, pero sabía que desgraciadamente no podía cambiar nada de lo que anhelaba.

Era el final de la competencia de la Asociación Nacional Atlética Colegial del 2003 y su equipo, por primera vez en muchos años, pertenecía a la FBS, aunque era un trabajo grupal, cada uno daba lo mejor de sí, porque eran conscientes de que estaban bajo la mirada de los más exigentes directivos de los mejores equipos profesionales.

Edmund sabía que al ser el capitán y liderar su equipo, tenía mayor oportunidad de ser elegido; sin embargo, existían ciertas riñas entre los mismos integrantes, debido a la constante lucha por sobresalir.

Levka Mirgaeva, siempre buscaba la manera de desmerecer el talento que Edmund poseía, y en más de una oportunidad se habían liado a golpes durante las prácticas.

No era secreto para nadie del odio que se tenían mutuamente; no obstante, de los más de quince mil asistentes al importante partido, la mirada gris de Edmund se fijó en aquella chica rubia en las gradas. La atracción fue inmediata y no tenía la más remota idea de que era la hermana menor de su peor rival y que paradójicamente jugaba en su mismo equipo.

Durante el partido, Edmund la tenía perfectamente ubicada y admitía que esa joven delgada, le había robado la concentración en más de una oportunidad, sin importarle que estuviese disputando el partido más importante de toda su vida y para el que tanto se había preparado.

—¿Qué te pasa pedazo de mierda? —Lo empujó Levka en medio de la cancha y aprovechando el tiempo muerto que había solicitado el entrenador, Mirgaeva se mostraba realmente molesto por la falta de concentración de Broderick en el partido, pero sobre todo, por no haberle hecho un pase que él consideraba importante—. Piensas arruinarlo, no he luchado tanto para hacer el ridículo esta noche —reprochó mientras dos compañeros lo sujetaban.

—Mirgaeva, no vuelvas a empujarme, porque te haré comer pasto —advirtió Edmund tratando de mantener la compostura, que no podía permitirse perder, porque al ser el capitán, debía infundir orden y respeto, sobre todo, delante de miles de espectadores.

Edmund sabía que en su posición de Quarterback, había fallado al no hacerle un pase a Levka que jugaba de Wide receiver, pero eso no le daba el derecho de agredirlo delante de todo el mundo, en medio de un partido tan importante.

A pesar de los inconvenientes vividos durante el partido resultaron vencedores, el equipo celebró en la cancha, donde Edmund y otros compañeros ofrecieron rápidamente algunas entrevistas para canales nacionales, la celebración continuó en los vestidores.

Al terminar cada quien debía volver a sus hogares o seguir celebrando por su cuenta.

A Edmund sus padres lo esperaban en el estacionamiento, decir que estaba plenamente feliz, era quedarse corto. A pesar de que su madre empezaba a sentirse mal y estaba realizándose algunos exámenes, se mostraba llena de vida y sumamente orgullosa de su único hijo.

—¡Ven aquí campeón! —pidió su padre extendiendo los brazos.

—Mira lo que tengo aquí... —Edmund le tendió un sobre que contenía una invitación a la oficina central de la NCAA en Indianápolis a la que debía asistir en quince días.

—¡Por Dios! —gritó su madre emocionada prácticamente arranándole el sobre de las manos al reconocer el logo de la asociación—. Vas a ser una estrella, estoy segura de eso —afirmó observando como su esposo le palmeaba la espalda a su hijo.

—Lo seré, lucharé para serlo —prometió abrazado a su padre y en ese instante volvió a ver a la chica rubia de las gradas, estaba junto a los que suponía eran sus padres.

Ella también lo miró y pudo descubrir que la atracción era mutua, porque la chica de hermosos cabellos dorados, no dejaba de mirarlo y tímidamente le sonreía.

Pero no todo podía ser perfecto, en ese momento vio que se acercaba a ella Levka, su mayor rival, él solo celebró arrogantemente con el hombre mayor, mientras que la chica mantenía la distancia y de vez en cuando se atrevía a mirarlo.

En ese instante debió renunciar de manera definitiva a la posibilidad de cualquier romance con esa chica, pero su interés por ella iba más allá de la razón y no le importó en lo más mínimo que estuviese ligada filialmente a su enemigo.

—¿Qué dicen? Vamos a celebrar —propuso Regan Broderick.

—Papá que no sea a McDonald's —pidió Edmund, que conservaba el recuerdo de que su padre siempre que deseaba celebrar algo, lo llevaba a la reconocida franquicia de hamburguesas.

—Será una sorpresa —intervino Audra.

Edmund aunque estaba en compañía de sus padres no podía evitar que su atención se posara en la jovencita, vio cómo subió a un coche en compañía de Levka y sus padres, ella también lo miraba a través del cristal.

Esa noche la celebración fue en uno de los mejores restaurantes de la ciudad que ofrecía comida mediterránea. El brillo en los ojos de sus padres demostraba que estaban realmente orgullosos de él y se prometió hacer hasta lo imposible para no defraudarlos.

A medianoche regresaron al hotel donde se estaban hospedando, no debían trasnocharse porque a primera hora partirían de regreso a Miami; sin embargo, Edmund no consiguió dormirse rápidamente, porque sus pensamientos los protagonizaba aquella chica que suponía era la hermana de Levka.

De regreso a su casa en Miami, aprovechaba para divertirse durante los pocos días de vacaciones de lo que disponía.

Viajó con sus amigos al sur de la Florida, a los Everglades donde habían planeado desde hacía unos meses, una competencia en aerodeslizadores por los pantanos infestados de cocodrilos.

No tenía la más remota idea de que uno de los competidores reunidos en aquel terreno pantanoso de más de seis mil kilómetros, sería Levka y se sorprendió gratamente al ver sobre el aerodeslizador a la joven rubia, llevaba puesta una camiseta sin mangas blancas con "XOXO" estampado en fucsia al frente y un short de jeans.

Estúpidamente el corazón se le aceleraba y eso que era la segunda vez que la veía; aunque, en su pensamiento se hubiese mantenido constante.

Eran cuatro los aerodeslizadores dispuestos para competir, justo a su lado derecho estaba el de Levka, pero a él realmente no le prestaba el mínimo de atención, sino en la chica que tenía el miedo reflejado en las pupilas.

La competencia inició y el tramo que recorrerían ya había sido demarcado, los aerodeslizadores salieron disparados a gran velocidad; Edmund llevaba la delantera, mientras su amigo celebraba y lo alentaba, mientras él se mantenía atento al paisaje dominado por la fina y larga hierba que se mecía con el viento.

Solo por sus deseos de mirar una vez más a la acompañante de Levka, redujo un poco la velocidad, percatándose de que verdaderamente estaba asustada, no podía ocultarlo su rostro casi sin color y como de aferraba con fuerza a las barras del asiento.

Levka, vio la posibilidad de rebasar a Edmund, por lo que aumentó la velocidad y giró para acotar el tramo, ante el brusco movimiento que la chica no adivinó salió disparada el aerodeslizador y cayó en el pantano.

Ante la velocidad con la que iban, la dejaron atrás mientras gritaba desesperada; Edmund inmediatamente giró el aerodeslizador y regresó, le entregó el comando a su amigo y sin pensar en los cocodrilos, ni en ninguno de los otros animales que habitaban en el pantano, se lanzó a rescatarla.

—¡Auxilio! ¡Levka! ¡Ayuda! Por favor... Los cocodrilos, los cocodrilos... —gritaba tratando de mantenerse a flote.

—Tranquila, tranquila —le dijo tomándola por la cintura y ella se le aferró al cuello, mientras lloraba desesperadamente—. Te voy a sacar de aquí.

—Los cocodrilos, rápido por favor —suplicó.

Edmund la llevó hasta su aerodeslizador para ponerla a salvo y justo en el momento en que él subía, llegó Levka.

—Natalia... Natalia ¿estás bien? —preguntó desesperado.

Fue la primera vez que Edmund vio a Levka verdaderamente asustado.

Ella asintió y estaba toda temblorosa y empapada.

—Gracias —dijo mirando a Edmund a los ojos.

—Ven aquí —Levka le tendió la mano.

Natalia sujetó la mano de Levka y se pasó al aerodeslizador, no sin antes dedicarle una última mirada al chico que la había salvado.

La competencia la disputaron los otros dos, que no se detuvieron ante el accidente, tanto Edmund como Levka quedaron por fuera, no le quedó más que regresar a donde habían dejado los autos.

Inevitablemente la sangre de Edmund empezó a calentarse al ver que Natalia estaba en el asiento trasero de la camioneta y Levka le reprochaba fuertemente, no dejaba de hacerlo a pesar de que ella lloraba.

Quería escuchar qué le decía, pero la distancia no se lo permitía, mientras él trataba de concentrarse en la conversación que mantenía el grupo de chicos que compartían unas cervezas.

Lo vio cerrar de un portazo, dejándola dentro de la camioneta y se integró al grupo, inevitablemente ambos no podían estar en el mismo lugar, por lo que prefirió largarse a caminar por el parque. Hubiese regresado a su casa, pero no iba a arruinarle la fiesta a Eddie, que lo había llevado.

Decidió volver después de mucho tiempo y no encontró al grupo, aunque sabía que no se habían marchado, porque los autos aún estaban el lugar.

Miró a todos lados y no pudo evitar acercarse a la camioneta de Levka, se asomó a la ventana y vio a Natalia acostada en el asiento trasero, estaba cantando.

Sonrió y le tocó al cristal, ella se sorprendió al verlo y se incorporó rápidamente, sentándose sobre los talones, miró desesperadamente a todos lados, menos a él. Después bajó el cristal y Edmund escuchó una de las estrofas de I'm Not A Girl, Not Yet A Woman de Britney Spears.

—Hola, ¿cómo te sientes? —preguntó él, percatándose de que aún tenía los ojos hinchados de todo lo que había llorado.

—Estoy bien, gracias por sacarme del pantano —dijo esquivándole la mirada y volvió a mirar a todos lados—. Creo que debes marcharte, si mi hermano regresa se molestara conmigo.

—¿Levka es tu hermano? —preguntó lo que ya suponía.

Ella asintió en silencio y él se percató de que no llevaba puesto el short, solo la camiseta y las pantaletas, era la visión más hermosa que podía tener.

—Natalia, así te llamas. —Ella volvió a asentir—. Me llamo Edmund.

—Lo sé —confesó sonrojándose furiosamente—. Te he visto antes.

—Cierto, en la final de la competencia.

—También mucho antes —se mordió el labio al declarar que ella lo había en otras oportunidades y bajó la mirada a sus rodillas. En ese momento se escucharon las carcajadas de los chicos que se acercaban—. Debes irte, por favor... ya viene Levka, ya le arruiné la competencia, no quiero que se moleste más.

—No tuviste la culpa, Levka debió protegerte.

—Ya vete por favor —suplicó levantando la ventanilla.

—Espera, quiero verte de nuevo —suplicó reteniendo el cristal.

—Está bien... —ella agarró un marcador que estaba en el portavasos de la camioneta—. Dame la palma de tu mano —pidió y él obedeció. Rápidamente ella le anotó su número de teléfono—. Llámame esta noche.

—Lo haré —prometió admirando los números en su mano—. Eres preciosa Natalia —le hizo saber, provocando que ella sonriera tímidamente y se sonrojara.

Se alejó porque no quería causarle problemas con el hermano. Ella volvió a acostarse en el asiento y siguió cantando.

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