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CAPÍTULO 15


Natalia por fin había terminado su jornada laboral, de un día que casi se le había hecho interminable. Se sentía realmente feliz de ser la portadora de una maravillosa noticia para su hermano e iba a sorprenderlo, por lo que junto a su madre organizó una cena en la casa de sus padres, donde estaba viviendo Levka, desde que se quedara sin hogar y un montón de deudas que necesitaba desesperadamente cubrir.

Condujo tan rápido como pudo hasta la hermosa casa de sus padres, ubicada en Hibiscus Island, donde casualmente también tenía su jefe la propiedad donde vivía. La diferencia entre ambas propiedades, era la magnitud y la arquitectura, donde la mansión de su jefe era una de las más lujosas de la isla.

En cambio, la casa de sus padres nunca había recibido una remodelación significante, al menos en unos quince años, seguía conservando el mismo estilo de cuando la compraron a través del crédito bancario, cuando su padre aún trabajaba para el gobierno del condado.

Estacionó frente a la gran fachada de su casa y bajó llevando en la mano una botella de vino que había comprado de camino a casa.

Antes de que pudiera tocar el timbre apareció Levka sonriéndole y con los brazos extendidos.

Ella aligeró el paso y se abrazó a su hermano, sintiéndose pequeña entre sus brazos, pero totalmente protegida, disfrutando de su calidez y del aroma de su perfume.

Sabía que para Levka no había sido fácil volver a vivir con sus padres, después de tener una vida totalmente independiente. Debía volver a controlarse y dejar de lado los derroches a los que se había acostumbrado y eso cambiaría el estado de ánimo de cualquier persona; sin embargo, ahí estaba comportándose como el hermano que tanto adoraba.

—He traído vino chileno, el que te gusta —dijo enseñándole la botella.

—Espero sorprenderte con la cena.

—Realmente no puedo creer que la hayas preparado, ¿seguro no la compraste en algún restaurante? —preguntó entornando los párpados mirándolo a los ojos.

—Te juro que la he preparado, podrás preguntarle a mamá —le pasó un brazo por encima de los hombros y la guio al interior de la casa.

Natalia como siempre que visitaba el lugar en el que había crecido, volvía a sentirse niña y adolescente, se llenaba de muchos recuerdos felices y otros no tanto, pero estaba segura de que si volviera a nacer elegiría la misma vida, con todos y sus errores, o tal vez, si tuviese el poder de cambiar algo, se obligaría a tener un poco más de valor en el momento en que verdaderamente lo necesitó.

—Buenas noches —saludó con una gran sonrisa a sus padres que estaban sentados en el sofá de la sala.

Dejó de abrazar a su hermano y corrió hasta su madre, que lucía mejor semblante, le tranquilizaba mucho verla con un poco más de color en las mejillas y tan elegante como siempre, con el pañuelo Gucci en la cabeza que cubría los cabellos que empezaban a crecerle después del terrible proceso de quimioterapia.

—Natasha —La llamó por su diminutivo en ruso, mientras se dejaba acariciar las mejillas y recibir un beso en la frente por parte su hija—. Me hace muy feliz tenerte en casa.

—Me alegra mucho venir a visitarlos —Se sentó en medio de sus padres al tiempo que le dedicaba una mirada a Sergey, que la miraba con esos impactantes ojos azules, que los años no habían cambiado su color ni un poquito.

—Debemos darnos prisa, no quiero que se enfrié la cena.

—Y Zoe ¿no vendrá? —preguntó Natalia extrañando a la novia de Levka.

—No está en la ciudad, tuvo que viajar por trabajo —respondió ayudando a su madre para que se sentara en la silla de ruedas.

Se dirigieron hasta el comedor y Levka le pidió a una de las mujeres del servicio que empezara a servir la cena, en la que él había tenido participación durante la preparación.

En silencio empezaron a comer y Natalia verdaderamente que se sorprendió al probar el Borsch, no podía creer que su hermano por fin aprendiera a prepararlo, después de los innumerables intentos de su abuela por enseñarle.

—Está deliciosa —elogió la espesa sopa preparada con algunos ingredientes como patatas, col y remolacha, donde reinaba el color escarlata—. Te quedó en el punto exacto —Le dedicó una mirada a su hermano que tomaba de su copa de vino.

—Gracias.

—Me siento muy orgullosa de Levka, por fin aprendió a cocinar —Comentó la madre y en su voz vibraba la emoción.

—¿Qué piensas papá? —preguntó Natalia al ver que su padre solo se mantenía en silencio.

—Pienso que debe conseguir un trabajo cuanto antes, no quiero un hijo cocinero.

—Solo lo ha hecho por ser una cena familiar —comentó Natalia en voz baja, sintiéndose triste por la forma tan distante de su padre en tratarlos y a la que nunca se había acostumbrado.

—Por lo que sea, Levka es un hombre no una cocinera.

Levka solo se aclaró la garganta y volvió a darle un gran trago a su copa de vino, para después volver a llenarla.

—Estoy buscando trabajo y estoy seguro que encontraré uno que me dé lo suficiente como para largarme cuanto antes de tu casa —dijo mirando a los ojos a su padre, enfrentándolo con ese mismo carácter indomable que había heredado de él.

—Por favor, estamos cenando —intervino Svetlana con la mirada puesta en la sopa.

—Mamá tiene razón... Además, Levka ya no tiene que seguir buscando trabajo, le he conseguido uno.

De manera inmediata Levka clavó la mirada en su hermana, sin comprender ni una sola de sus palabras.

—Si es donde trabajas es mejor que ni lo digas, terminaría dejándote sin jefe, si algún día lo tengo en frente lo dejaré sin la puta cabeza —aseguró, aún estaba muy molesto, porque el muy maldito de Erich Worsley, no solo lo sacó de su casa como un delincuente, sino que también la destruyó, arruinándole toda posibilidad de recuperarla.

—No, no es en Worsley Homes —comunicó Natalia—. Es en una agencia de modelaje, por eso esperaba que Zoe estuviese presente... Ella me estaba ayudando al enviarme algunas fotografías...

—De ninguna manera —intervino Sergey—. Levka no va a ser modelo...

—Papá, Levka necesita hacer algo —protestó Natalia.

—Dije que no —dijo con determinación.

—Tampoco quiero, no soy un maricón que necesite vender su imagen para sobrevivir.

—Levka, no todos los modelos son homosexuales... piensa un poco por la situación que estás pasando, solo quiero ayudarte.

—¿Por cuál situación estoy pasando? —preguntó irónico.

—Tienes deudas pendientes y en este momento no eres más que un parásito que está viviendo de nuestros padres... —no terminó de hablar porque una bofetada la enmudeció.

Natalia volvió la mirada cargada de lágrimas hacia su hermano, sin poder creer que le hubiese pegado solo porque pretendía ayudarlo.

—¿Soy un parásito? —preguntó y empujó con su lengua contra la parte interior de la mejilla izquierda, conteniendo las ganas de volver a pegarle.

Ninguno de sus padres intervino, su padre solo siguió comiendo, mientras que su madre la mirada consternada, estaba segura que no le gustaba que Levka la maltratara, pero nunca había tenido voz ni voto en esa familia, que solo era gobernada por los hombres.

—Lo siento, no quise decir eso —bajó la mirada al plato, con ganas de largarse sin terminar de cenar.

—Vuelves a pretender que tu hermano es un parásito y seré yo quien te haga respetarlo —dijo su padre con una calma que a ella le enfurecía.

—No volverá a pasar —sabía que no podía quedarse callada, porque eso para Sergey sería sinónimo de rebeldía y era motivo suficiente para que le pegara—. Solo pretendía ayudar a Levka... Le encontré un trabajo que no es duro y no le afectara para nada en la lesión, volverá a tener un público que lo aclame, como tanto le gusta...

—¡Se dijo que no! —le gritó Sergey para que dejara de hablar tantas tonterías.

—Por favor —volvió a interrumpir Svetlana sin poder contener el vómito.

Natalia y Levka se levantaron inmediatamente a socorrer a su madre, que pedía disculpas por no haber podido controlarse.

—No te preocupes mamá —dijo limpiándole con la servilleta la boca y el cuello, sin poder contener el temblor en sus manos al ver la palidez y el sudor frío en su madre.

—Llévenla a la habitación —pidió Sergey haciendo a un lado la taza con el Borsch.

Levka la cargó sin ninguna dificultad, porque su madre pesaba menos de cincuenta kilos, el maldito cáncer le había robado más de veinte kilos.

Con cuidado la acostó en la cama y Natalia se apresuró para mojar una toalla de manos, la que le pasó por el rostro.

—Llama a la ambulancia —pidió Natalia a su hermano.

—Natasha no es necesario —intervino Svetlana con voz cansada, mientras le tomaba la mano—. Estoy bien.

—No mamá, no estás bien —Natalia no pudo contener las lágrimas que se le desbordaron abundante y empezó a desabotonarle el vestido para quitárselo porque estaba todo lleno de vomito.

—Espera Levka, no lo hagas... —dijo tomándole la mano a su hijo que agarraba el teléfono que estaba sobre la mesita de noche—. No es necesaria ninguna ambulancia. De verdad estoy bien; sin embargo, quiero que comprendas que todo lo que hace tu hermana es por ayudarte, solo quiere ayudarte, nunca... ninguno de los dos significaran ninguna carga para nosotros, pero en este momento es necesario que encuentres un trabajo...

—No voy a ser el títere de un fotógrafo —dijo tratando de no ser impulsivo con su madre.

—Solo inténtalo, tienes que intentarlo... Rabasa la barrera de tu zona de confort, solo si te detienes a pensar por un momento, no es tan malo, igual cuando jugabas estabas todo el tiempo en la mira de los fotógrafos, no hay mucha diferencia.

—Sí la hay —desvió la mirada hacia Natalia—. Pero voy a intentarlo, lo haré por ti mamá —recalcó, porque en ese momento no podía negarle nada a su madre.

Ella sonrió y le acarició el dorso de la mano.

—Eres un buen hombre.

Natalia sonrió, porque su madre había conseguido aquello que ella tanto anhelaba, estaba segura de que a Levka le iba a gustar el trabajo, porque no requería de mucho de su tiempo, que si lo deseaba podría encontrar otro trabajo para obtener mayores beneficios.

No encontró la manera de que su madre quisiera ir al médico, pero ella se encargó de tomarle la temperatura y al constatar que estaba normal, se sintió mucho más tranquila; sin embargo, decidió que esa noche no iría a su departamento.

Poco después de que su madre se quedara dormida, su padre entró a la habitación y les pidió que salieran, que él se haría cargo de su esposa.

Natalia se fue a la que había sido su habitación en esa casa a desempolvar tantos recuerdos, rebuscó en su biblioteca, sonriendo con cada libro, con cada cuaderno, al que le pasaba rápido las páginas, avergonzándose un poco de su caligrafía cuando estaba en la secundaria.

Justo en la última página de ese cuaderno se encontró con un corazón dibujado a lápiz que encerraba una N y una E, solo ella sabía el significado de eso.

*********

A Edmund le pareció que había sido el día más largo en toda su vida, cuando por fin el reloj marcó las diez de la noche salió de su habitación y sin anunciarse entró a la habitación de April.

Imaginaba que ella estaría esperándolo, pero la encontró dormida, acostada de medio lado, con los audífonos puestos.

Estudió la posibilidad de regresar a su habitación, pero no iba a perder la oportunidad de compartir con ella, aun estando dormida, porque era primera vez que la veía así.

A pesar de que tenía puesto los audífonos, podía escuchar el murmullo de la canción que escuchaba y le gustaba mucho conocer un poco más acerca de April, jamás imaginó que era de ese tipo de personas que les gustaba dormir mientras escuchaban música.

No pudo pasar mucho tiempo de pies admirándola, bordeó la cama y con cuidado se acostó a su lado, incómodo por el collarín, se removió y acomodó la almohada hasta que pudo ponerse de lado, detrás de ella.

Le quitó uno de los audífonos llevado por la curiosidad de saber qué tipo de música le gustaba a April, no alcanzó a escuchar porque acaba de terminar la canción; no obstante, esperó a que iniciara otra.

Show me to a higher place

Take me to outer space

I want you to be my friend

We'll make it till the world ends...

Conocía la canción, era de su total agrado, por lo que no le devolvió el audífono, prefería que April, aunque estuviera dormida compartiera sus gustos musicales con él.

Tener a esa mujer a su lado provocaba en él reacciones que iban más allá de las deseadas y no podía controlar los latidos de su cuerpo si tenía al turgente cuerpo contra el suyo.

Don't give me love

Governed by life

Limited by

These worldy heights

I want a love

That the universe

Can never stop

Can never hurt

I want a love that will last

After this world is our past

A love that no time could erase

A love in a higher place...

Una de sus manos empezó a deslizarse con prudencia por las curvas femeninas, viajó por el muslo, se posó el vientre, subió por el abdomen y se colgó a uno de los turgentes senos, pero no le era suficiente sentirlo con la tela de algodón de por medio, por lo que se hizo espacio y metió la mano, atrapando la suave y caliente piel. No podía evitar su pervertida intención.

—Deja esa mano quieta Edmund Broderick —pidió en un murmullo.

—Ya le he pedido que deje lo que está haciendo —le dijo al oído, mientras le apretaba el pecho—. Pero no quiere obedecerme.

—Yo podría hacerla obedecer, que tal si la cortamos —propuso, se podía sentir en su voz que estaba más dormida que despierta.

—Porque mejor no repetimos lo que pasó por la tarde, es que fue tan rápido que perdí algunos detalles.

—No, verdaderamente eso no podrá ser, me siento muy cansada.

—Cómo puedes estar cansada si has pasado todo el día acostada y solo tuvimos sexo una vez.

April buscó su teléfono que estaba enredado entre las sábanas y pausó la música.

—Edmund... si quieres acompañarme puedes hacerlo, pero si tu intención es tener sexo verdaderamente no es el momento, me siento cansada y no te estoy mintiendo —dijo seriamente.

—Puedes darte la vuelta —le pidió incitando a que lo hiciera, al ayudarla con su mano.

April se volvió de frente a él.

—¿Puedes decirme qué pasa contigo?

—Edmund no quiero discutir —suplicó.

—Yo tampoco quiero discutir, solo quiero que me digas qué pasa contigo, porque intento comprenderte y no lo consigo.

—Solo abrázame, necesito que lo hagas... abrázame Edmund —imploró abrazándose a él.

Él la abrazó, no podía negarse a esa petición.

—Quiero se siempre seas mi amigo, siempre.

—Siempre lo seré —dijo con amargura, sin saber por qué en ese momento verdaderamente no deseaba ser el amigo que ella anhelaba, quería ser mucho más—. Y puedes confiar en mí... confía en mí April, porque presiento que me ocultas algo verdaderamente importante... Ese hombre que estaba esta tarde aquí, ¿tienes problemas con él? ¿Hay algo que yo pueda hacer?

—No puedes hacer nada, nada más que abrazarme.

—No te entiendo April.

—Es mejor que no lo hagas, mi vida personal es mucho más complicada que la de puta, por eso te he mantenido alejado —escondió el rostro en el pecho de Edmund y se quedó muy quieta.

—No quiero que me alejes... no me alejes April.

—Eso es imposible, porque no te voy a involucrar... Has tenido una vida muy difícil Edmund y no quieres complicártela más.

—Me gustaría ser un amigo en el que verdaderamente confies. ¿Qué tengo que hacer para ganarme tu confianza?

—Nada, ya lo he dicho.

Ella se quedó en silencio y él también, sin poder contener la sensación de impotencia que lo gobernaba, pero no quería discutir con April.

Así estuvieron hasta que a las tres de la mañana los sorprendió una enfermera y lo obligó a él a regresar a su habitación.


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