La Caída de Bern
Primera Parte—Resurgimiento
El día estaba calmo, el cielo se alzaba despejado y sin una sola nube en lo que se podía observar, la ciudadela se alzaba con tranquilidad, una ciudad tan apacible que casi no tenía soldados.
En Bern, unos niños jugaban algo que parecía una mezcla entre las escondidas y el pilla pilla, una mujer hacía las compras en la feria, un hombre viejo contaba historias a los niños sobre los elfos, los cuales lo escuchaban asombrados, una familia paseaba cerca de la fuente y un grupo de seis amigos conversaban y se reían cerca del Árbol Milenario; el Árbol Milenario se alzaba desde tiempos inmemorables, era un árbol de olivo, y era un símbolo de paz en toda la región, además, era el símbolo que aparecía en la bandera y escudo de la ciudad.
El grupo de amigos se llamaban Merkel, Sesmar, Miriam, Valentina, Frédek y Galbam. Ellos hablaban sobre cosas sin mucha importancia, como de obras de teatro, cual era el mejor bardo de la ciudad, o de quien podría ganar el campeonato de lucha (Hay una gran diferencia en que no les guste ir a la guerra o luchar a muerte y no disfrutar una buena pelea), pero ellos jamás se imaginaron lo que más tarde sucedería.
A excepción de unas partidas de caza que se realizaban dos veces al mes, nadie tenía mucha experiencia con armas.
La ciudad de Bern se encontraba encima de una colina, rodeada de un anillo de muros que protegían la ciudadela y una casa grande que ejercía de palacio para el rey Loriel de cualquier ataque; no habían barracas ni campos de entrenamiento, solo había un muñeco de heno para que los pocos soldados (apenas diez) entrenasen, la verdad, nadie se imaginaria que alguien quisiera atacar Bern, ya que además de ser tan pacífica, no tenía valor estratégico alguno, Por eso nadie se imaginaba el destino que caería sobre Bern.
La cálida conversación que llevaba el grupo de amigos fue interrumpida por un repentino silencio en los animales circundantes.
—¿No sienten que de repente el cielo se oscureció?—Comentó Merkel.
—Si, un poco; también empezó a hacer algo de frío—Le respondió Sesmar.
—El viento comenzó a soplar con fuerza—Añadió Galbam.
—Creo que se avecina una tormenta—Dijo Merkel un tanto extrañado.
—¿Cómo va a suceder una tormenta si hace un momento el cielo estaba despejado?—Dudó Miriam.
—Esto me da muy mala espina—Comentó Frédek.
—No seas pesimista, ¿No has escuchado el refrán que dice que se te dará lo que pidas?—Le reprendió Sesmar.
—Tal vez no sea una tormenta natural, sino una mágica—Dió Valentina su opinión.
—O tal vez no sea una tormenta—Añadió Miriam.
—¿Escuchan eso?—Preguntó Galbam.
—¡Si! ¡Es la campana de la ciudad—Exclamó Frédek.
—Algo debe de estar pasando—Comentó Merkel un tanto asustado.
—Vayamos a ver—Los exhortó Sesmar.
Ellos llegaron corriendo a la muralla, el rastrillo (la reja de los castillos que se baja, la cual generalmente va después del puente levadizo) se encontraba cerrado, los soldados estaban en una sangrienta batalla en contra de unos trasgos y dos ya habían muerto, aunque cinco trasgos también.
—¡¡¡NOS ATACAN!!!—Gritó Frédek fuera de si.
—¡Calmate Frédek!—Le ordenó Sesmar.
—Debemos luchar—Sentenció Galbam.
—Pienso que mejor deberíamos escondernos, miren—Merkel señaló a unas arpías habían sobrevolado la muralla dejando caer más trasgos, los soldados se habían reducido a cuatro.
—Eso es lo más sensato—Puntualizó Valentina.
—¡¿Dónde nos escondemos?!—Preguntó un Frédek exasperado.
—En el pozo, queda al lado de mi casa y así aprovechamos de agarrar unos cuchillos—Opinó Sesmar.
—¡Buena idea! ¡¡¡Vamos!!!—Exclamó Galbam.
—Recomiendo que lo hagamos sin que nos vean—Analizó Miriam aunque era algo obvio.
Ellos corrieron con todo el sigilo posible hacia el pozo, el pozo estaba en el extremo opuesto de la ciudad y mientras corrían vieron como la catástrofe se incrementaba cada vez más, todos los soldados habían muerto y los trasgos lanzaban antorchas a las casas, incendiándolas, las arpías tomaban a los que escapaban por los hombros y después los dejaban caer desde una gran altura. Sin embargo habían personas que habían tomado armas como cuchillos de cocina, palos y piedras, peleaban con ferocidad conteniendo a los trasgos.
—¡Por aquí! ¡Rápido!—Apresuró Sesmar al grupo.
—¡Aquí está el pozo!—Les señaló Merkel.
—¿Pero el pozo no esta lleno de agua?—Dudó Galbam.
—¿¡Cómo no nos dimos cuenta de eso!?—Exclamó Valentina.
—¡Tendremos que defendernos en la casa!—Ordenó Frédek.
Entraron en la casa y subieron al primer piso, por la ventana observaban un terrible paisaje; el sol se estaba poniendo, dándole al cielo una tonalidad anaranjada, la casa grande ardía en llamas, los trasgos saqueaban y quemaban las casas mientras que las arpías se comían a los heridos, lo hacían despacio para alargar su sufrimiento de sus víctimas.
Unos trasgos entraron a la casa, se escuchaba como rompían las ventanas y quebraban los platos de la cocina, decían palabras que parecían groseras y violentas en un idioma que nadie puede pronunciar a excepción de ellos mismos, de repente empezaron a subir las escaleras corriendo.
—¡Ya vienen! ¡Preparaos!—Les advirtió Sesmar en un susurro.
—Pero... ¿No habíamos trancado la puerta?—Comentó Galbam confundido.
—¿¡Y si la rompen Galbam!?—Le reclamó Merkel, desesperado por semejante pregunta.
—Movamos un mueble para que no puedan pasar—Opinó Frédek.
—Buena idea—Le felicitó Miriam.
De repente el picaporte de la puerta se rompió y entraron ocho trasgos armados hasta los dientes.
—¡Carrne Frressca Muchachos!—
—Gritó el que parecía ser el líder.
Los trasgos saltaron sobre Frédek y Sesmar, Merkel luchaba con uno que tenia un mazo, Miriam recibió una patada en el estómago, Valentina apuñaló a otro trasgo y Galbam había roto la ventana.
—¡¡¡Salten!!!—Mandó Galbam al resto.
Galbam lanzó su cuchillo, el cual le dio a el líder en el brazo izquierdo y posteriormente saltó por la ventana, era una caída de cinco metros, se lastimó la pierna derecha al caer. Galbam dió un fuerte grito pero nadie le prestó atención.
Allá arriba Merkel había logrado matar al trasgo de un cuchillazo en el pecho; Frédek estaba siendo sujetado por dos trasgos que lo tenían en el piso; Miriam quedó paralizada de miedo cuando un trasgo le deslizó una espada por el cuello; Valentina acuchilló multiples veces a el trasgo que intimidó a Miriam; dos trasgos sujetaban a Sesmar por las piernas y otros dos por los brazos.
—¿Sesmar necesitas ayuda?—Preguntó Frédek tras liberarse de los trasgos que le aprisionaban.
—¡Si por favor! —Respondió el.
Merkel le clavo su cuchillo a un trasgo por la espalda, mato al trasgo, pero se le rompió el cuchillo, así que tomo la antorcha de uno de los trasgos y la lanzó al líder que estaba con el brazo empalado en la pared.
—¡¡¡AAAAAIIIIEEE!!!—Gritó el líder.
Los trasgos le temen y odian al fuego, aunque a veces lo usan por razones siniestras y malvadas.
Un trago se acercó a Miriam y ella se asustó nuevamente.
—Te ves deliciosa—Dijo el trasgo mientras la baba se le deslizaba por la boca.
Valentina saltó sobre el trasgo que intimidaba a Mirian y lo acuchilló tantas veces que quedó irreconocible. Miriam rompió en llanto.
Los trasgos soltaron a Sesmar e intentaron ayudar a su líder, pero no había nada que pudieran hacer; mientras esto sucedía Frédek había cogido una linterna que estaba sobre una repisa y la había abierto.
—¿Qué haces?—Preguntó Sesmar.
—Ya verás—Le contestó Frédek.
Frédek dejo caer el aceite entre ellos y los trasgos, este rápidamente ardió, haciendo un muro de fuego entre ambos.
—¡Gran idea Frédek!—Felicitó Merkel.
—Gracias—Respondió Frédek.
—¡¿Y Galbam?!—Preguntó Sesmar preocupado.
—Saltó por la ventana—Señaló Merkel.
—¿Sigue ahí?—Preguntó Frédek.
—Vayamos a ver—Le contestó Valentina.
Muchos gritos y chirridos de arpías se escucharon.
—Eso significa que si—Dijo Sesmar con gracia.
Todos saltaron por la ventana, ahí estaba Galbam con un pedazo de tronco en llamas defendiéndose de dos arpías, a su lado yacía una tercera quemada.
Para ayudar a Galbam sin acercarse a las arpías, todos cogieron piedras del suelo y empezaron a lanzarlas. Cada vez que una piedra le daba a una arpía en la cabeza Galbam aprovechaba para darle un golpe calcinante con el tronco.
En pocos minutos acabaron con ambas arpías.
Pero lo peor estaba apenas por empezar, comenzó con un viento leve que se fue incrementando y un aullido sonaba a lo lejos, este aullido se fue incrementando hasta parecer que cortaba el aire, un punto rojo alumbro el oscuro cielo nocturno.
—¿Qué es eso?—dijo Miriam mientras observaba un punto negro en el cielo.
—Es...—Respondió Valentina mientras era interrumpido.
—Un dragón—interrumpió Galbam.
—Posiblemente estén equivocados, los dragones son pocos sino extintos—Corrigió Frédek.
—No lo creo— Se negó Merkel—. Eso es un dragón.
Mientras ellos discutían el punto negro se estaba haciendo más grande y más hasta que se apagó y una oscura silueta cubrió la luna.
—Bien hecho mis pequeñas criaturas, ahora les enseñaré como arden los cimientos de una ciudad—Exclamó una voz maligna.
—¡Miren allí!—Galbam señaló la luna.
En el lugar de la silueta un destello morado se había creado y un estremecedor ruido estaba aturdiendo los oídos de todos.
El destello morado resulto ser una bola de fuego, la más ardiente que se pueda imaginar.
—Que Shâr nos ampare—Se dijo Merkel a sí mismo.
En ese momento no había nada que pudiesen hacer para salvarse, solo esperar una muerte rápida, pero esta no llegó.
Un filo que cortaba la oscuridad de la noche se vio rápidamente, después una capa blanca los cubrió y evitó que los consumiera el fuego.
—¡¡¡CORRAN!!!—Ordenó una voz a sus espaldas.
—¿Rey Loriel?—Preguntó Miriam.
—¡Si soy yo! ¡Corran!—Volvió a ordenar el Rey.
Aprovechando la oportunidad que Loriel les estaba dando, los seis salieron corriendo hacia el bosque que separaba a Bern de Hámzterdan.
—Rey Loriel, hijo de Mauriel—Dijo con sastifaccion la silueta—El último de tu linaje.
—Al parecer las leyendas eran ciertas... Gil-Garald—Le respondió Loriel.
—Veo que mi nombre no ha sido olvidado entre los tuyos—Le comentó el dragón.
—Jamás alcanzarás la Flama Eterna—Le advirtió el Rey.
—Si no me das la espada por las buenas, la tomare yo mismo—Amenazó el Dragón.
—Sobre mi cadáver—Le respondió Loriel.
—Si así lo deseas...—Le contestó Gil-Garald.
El Rey Loriel desenvainó su espada, una espada tan afilada que podría cortar un roble como si fuera papel, estaba hecha de mithril, el metal más duro que existe, estaba bañada en diamantes, además poseía magia æsir.
Gil-Garald arremetió contra Loriel, el cual con un hechizo encendió su espada en fuego, luego la clavo en la palma del dragón, arrancándole una escama.
—Algo digno de admirar, me aseguraré de que seas recordado entre las criaturas que pronto infestaran este mundo—Se mofó Gil-Garald.
Gil-Garald le dio un manotazo a Loriel, haciéndole que se le caiga su espada, luego lo tomo por la cintura y lo puso a la altura de su cabeza.
—¿Alguna última palabra?—Le preguntó Gil-Garald.
—Tu... Jamás lograras... Ser un... Dios...—Le respondió Loriel débilmente.
—Mala elección, ¿Ves ese olivo? Lo plantaron después de derrotarme hace un milenio—Le comentó el dragón.
—Si... Conozco bien las leyendas—Le respondió con un esfuerzo.
—¡Ahora míralo arder! —Con una pequeña llamarada el árbol entro en ignición.
—A los malvados... Su castigo viene... De Lexodia... —Sentenció Loriel con sus últimas fuerzas.
—Bien dicho, ¡Porque yo soy el castigo alado! ¡El azote de Darruzal! ¡Temor de Lexodia! ¡Ahora muere como el insecto que eres! —Sentenció Gil-Garald.
Gil-Garald abrió la boca y lanzó una llamarada que derritió hasta sus huesos, lo único que quedo fue su corona.
—Sólo faltan seis. —Dijo mientras alzaba la espada de Mithril.
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