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El Ataque a Hámzterdan

Al amanecer, los habitantes se despertaron con la sorpresa de que afuera de Hámzterdan, un ejército de orcos montados en huargos, trasgos y wyvernos esperaba órdenes de cuatro figuras sombrías, mientras que en Hamzterdan, el ejército formaba una muralla de escudos con lanzas entre las aberturas y arqueros atrás, sin embargo, una calma persistía antes de la tormenta.

En la ciudad encontraron a el Rey Franco.

—¡¡¡Llevense a las mujeres y a los niños a los túneles!!! —Ordenó el Rey Franco a sus soldados.

—¿Qué sucede Rey?—Preguntó Javier.

—Gil-Galard a descubierto que la espada estaba aquí, necesito que alguien cabalgue hasta Elyseum y convenza al Rey elfo Elyosea de enviar refuerzos—Explicó el Rey brevemente.

—Yo iré—Se ofreció Frédek.

—Yo lo acompañaré—Añadió Anglicabix.

—Entonces decidido está, ustedes dos irán y nosotros resistiremos aquí—Ordenó el Rey Franco.

Frédek y Anglicabix partieron a toda velocidad rumbo a Elyseum.

—Ustedes dos—Dijó el Rey mientras señalaba a Valentina y Miriam.

—Díganos señor—Respondieron ambas al unísono.

—Tomen un caballo y vayan a Pueblo Neblinoso, una vez allí envíen una carta a el Imperio Varione pidiendo refuerzos—Ordenó el Rey.

Miriam y Valentina cogieron un caballo y se dirigieron a Pueblo Neblinoso a toda velocidad.

Luego, Gil-Galard se mostró y habló.

—Rey Franco, hijo de Francis, Bern cayó con facilidad, pero veo que estas preparado a diferencia de ellos, sin embargo, esta vez yo también me he fortalecido, antes de atacar Bern, yo ya había destruido Alta y Baja Gaia y he hipnotizado a los seres más poderosos que encontré, aquí te muestro los primeros candidatos a escoger—Resumió Gil-Galard— Y lo mejor de todo es que vienen de Bern.

Las cuatro figuras se mostraron ante ellos.

—Galelor, Agarer, Alerión y Ramen, ahora, ellos se ocuparan de ustedes, mientras que yo, en cambio, tengo asuntos pendientes en Pueblo Neblinoso—Comentó Gil-Garald mientras alzaba el vuelo.

Gil-Galard se fue y el ataque comenzó.

Agarer y Ramen tomaron la delantera del ataque, corrieron hacia la ciudad con una velocidad sobrehumana, atrás de ellos los orcos y los huargos los seguían a toda velocidad, los wyvernos, seres que eran como dragones pequeños pero sin ninguna de sus habilidades además de volar y similares a los murciélagos, sobrevolaban las murallas y mataban a los que veían; Alerión invoco unos picos de hielo que atravesaron las murallas y asesinaron a los que estaban detrás, por último, Galelor disparaba flechas con su arco, estas siempre alcanzaban su objetivo entre los dos ojos.

—¡Siganme! ¡Vamos a cubierto!—Ordenó Javier.

—¡Gil-Garald va hacia Miriam y Valentina!—Exclamó Diego.

—¡Si ellos realmente son nuestros amigos, conocemos sus debilidades!—Exclamó Merkel.

—Galelor es calculador y tiene una excelente puntería, además de una vista muy aguda y un oído fino, cuerpo a cuerpo también es bueno, pero podríamos vencerle, además, Agarer es su hermano, así que me imagino que lo cubrirá y si atacamos a Agarer, Galelor lo defenderá—Explicó Javier.

—Alerión es débil físicamente, pero sus poderes mágicos nos aplastarían en un santiamén, debemos atacarlo de cerca—Comentó Merkel.

—Agarer tiene muy mala puntería, pero es el más fuerte de los cuatro, no puede hacer magia, aun así el sera un problema muy grande, ataquemoslo de lejos—Puntualizó Diego.

—Ramen es rápido, letal, pero no resistirá un largo combate sin cansarse, además, creo recordar que estaba aprendiendo a usar magia, debemos atacarlo en grupo de cerca o de lejos en su debido caso—Añadió Merkel.

—¡Vamos contra ellos!—Animó Javier.

—¡Esperen!—Pidió Merkel.

—¿Qué pasa?—Preguntó Diego.

—Necesitamos encontrar una Flor de Loto—Dijo Merkel.

—¿Para qué?—Preguntó Javier.

—Sus poderes curativos podrían deshacer el hechizo hipnótico que Gil-Garald puso sobre ellos—Puntualizó Merkel—Debería haber unas cuantas en cada almacén.

—Ve a buscar la flor, Javier y yo lucharemos contra el enemigo—Finalizó Diego.

Merkel bajó corriendo a el almacén del castillo, mientras, Javier y Diego fueron a la armería.

En la armería, el Rey Franco estaba hablando con sus generales sobre que estrategia formar.

—Generales, debemos fortificar la ciudad, es la única esperanza que tenemos—Opinó el Rey.

—Yo pienso que debemos dividirnos en dos grupos, uno que salga a de la ciudad a contener a los orcos fuera de las murallas mientras que el otro defiende la ciudad—Votó el General Emilio.

—No, morirían muchos, opino por huir hacia por las montañas, hacia Gulurk, siguiendo el cauce del Río del Sol—Afirmó el General Lerian.

—Es buena idea, pero los huargos nos alcanzarían rápidamente, voto por fortificar la ciudad —Opinó el General Mirt.

—Entonces decidido está, fortificaremos la ciudad—Sentenció el Rey.

Javier y Diego se armaron con una armadura ligera hecha de mallas, Javier tomó un pequeño mazo de púas, mientras que Diego tomo una espada y un escudo; con eso se prepararon para luchar.

Cuando salieron, lo que vieron los dejo abrumados, los orcos habían logrado penetrar en la ciudad, casi todos los huargos habían muerto, pero casi dos tercios de los soldados también, los trasgos trepaban por las murallas, pero al menos los arqueros los tenían controlados, sin embargo los wyvernos seguían constituyendo un problema.

Diego y Javier se separaron, Javier siguió por la calle y Diego subió al tejado de una casa para tener mejor visión.

Javier vio un orco y le dio un golpe con el mazo que lo mató al instante, en ese momento seis orcos lo rodearon y un huargo caminó despacio a su alrededor.

—Te metiste con los orcos equivocados, cucaracha—Intimidó el orco Zhûrk.

—Si tu y tus compinches se alejan de mi ahora vivirán—Amenazó Javier.

—Hace como dos días atrás encontré dos viajeros huyendo hacia acá en un caballo, uno estaba herido, ¿Sabes que hice? Los dejé caer en el Río del Sol aunque me suplicaron piedad, así que te recomiendo que tengas cuidado con tus palabras—Resumió el orco Zhûrk mientras una sombra humana se colocaba sobre el sin ser notada.

—¡¡¡Diego ahora!!!—Exclamó Javier para sorpresa de los orcos.

—¡¡¡Mueran abominaciones!!!—Gritó el mientras caía del tejado de una casa.

Diego saltó desde el techo de la casa con la espada apuntando hacia abajo, cayó sobre el huargo, matándolo, Javier se agachó y le azotó un golpe con el mazo a un orco en las piernas, partiéndole la derecha, luego le dio otro en la cabeza, que quedo aplastada, Diego le clavo la espada a un orco en el estómago, luego la deslizó hacia abajo, cortando todo lo que había ahí, luego decapitó a uno que venía atrás de el, Javier le dio un empujón a un orco, que quedó pegado a la espalda de otro, momento en que Diego aprovechó para atravesar el corazón de ambos con su espada.

—¿¡Tal vez quieran arreglar esto de otra manera!?—Preguntó Zhûrk con miedo.

—¡Mataste a dos de nuestros amigos sin piedad! ¿Porque deberíamos darte la piedad que negaste?—Preguntó Diego irónicamente.

—¡Esperen antes de...!—Zhûrk cayó muerto frente a ellos.

Un cuchillo lanzado se clavó entre los ojos del orco, Diego y Javier se voltearon muy sorprendidos.

—¿¡Agarer!?—Preguntaron Javier y Diego al ver a su amigo.

—Llegó el momento de morir—Fueron las únicas palabras que dijo con una voz de ultratumba.

Agarer estaba parado justo detrás de ellos, llevaba una armadura negra y roja, partes de la armadura terminaban en largas y afiladas púas negras, el casco tenía dos grandes cuernos que se curvaban hacía atrás.

En el almacén del castillo, Merkel buscaba desenfrenado la flor de loto entre todo lo que había ahí, cientos de cajas se apilaban a su alrededor y los encargados de organizar las cajas habían cometido la grandiosa estupidez de mezclar todas las flores y hierbas en una sola caja que decía "ingredientes para brebajes"

—¡No esta aquí! Tal vez la pusieron en otro lugar—Se dijo Merkel a sí mismo.

Y la vio, estaba dentro de un frasco de cristal en lo más alto de un estante, sus pétalos rosados parecían dos diamantes brillando en la oscuridad, sus hojas par de esmeraldas sin igual, y para exaltar su increíble belleza, un tenue brillo emanaba la flor, Merkel subió por una escalera y sintió como su mano se cerraba sobre el frasco, pero unos chillidos lo alertaron, por el mismo lugar por el que Merkel había entrado un wyverno apareció volando.

—Rayos—Dijo Merkel al ver su situación.

El wyverno se lanzó sobre el con la boca tan abierta como podía, sus dientes amarillentos eran curvos y estaban torcidos en muchas direcciones diferentes.

A tres kilómetros de Hámzterdan, Anglicabix y Frédek cabalgan a toda velocidad, pero una pequeña figura se veía a la lejanía, de repente, el caballo cayó y Frédek y Anglicabix también. El caballo había sido atravesado por una flecha negra.

Anglicabix se había lastimado ambas piernas y la punta de la flecha le había rasguñado el brazo derecho.

—¡Corre Frédek!—Ordenó Anglicabix.

—¡No me iré sin ti!—Rectificó el.

—¡Tienes que!—Pidió Anglicabix.

—¡No conozco el camino!—Aclaró Frédek.

—¡Ve hacia el Sureste!—Le dijo Anglicabix.

—¡Volveré!—Prometió Frédek.

Frédek empezó a correr, miraba hacia atrás cuando podía para cerciorarse de que Anglicabix estuviese bien, pero al ver que Galelor se acercaba con dos espadas en mano se detuvo.

Anglicabix levantó una barrera de luz, Galelor no podía cruzarla.

—¡Alejate demonio!—Sentenció Anglicabix.

—¡Tu no eres nada para mi poder!—Amenazó Galelor mientras alzaba sus espadas.

Las espadas de Galelor adquieren tonalidad morada y los bordes se empiezan a difuminar, luego las clava en la barrera, la cual rápidamente se resquebraja y se rompe.

—¡Esto es poder!—Amenazó Galelor mientras alzaba sus espadas para asetar el golpe final.

—¡El bien triunfará sobre el mal!—Rectificó Anglicabix mientras susurraba un hechizo.

Sus manos se iluminan tanto que no podían mirarse directamente, luego tocó con la palma abierta el pecho de Galelor en un muy rápido movimiento, este se quema y después sale volando a kilómetros de distancia hacia el Norte, cayendo de vuelta en Hámzterdan.

—El bien... Triunfará... Sobre el mal...—Dice Anglicabix con dificultad mientras cae desmayada.

—¡¡¡Nooooo!!!—Grita Frédek mientras regresa corriendo.

Frédek corre a donde estaba Anglicabix la alza con sus brazos y corre hacia Elysium.

Valentina y Miriam acababan de salir de la ciudad cuando el mismo dragón que destruyó Bern sobrevoló Hámzterdan y tomó la misma dirección que ellas.

Por suerte, Valentina había visto a Javier manejar el caballo y tenía idea de como hacerlo, lentamente se dirigió a una zona con árboles y luego el dragón pasó sobre ellas sin verlas. Un trasgo grande estaba en el bosque, era Broákel.

—Qué suerte la mía de que Galelor me mandara a patrullar esta zona—Dijo el trasgo mientras sacaba una espada oxidada—Y yo que pensaba que no iba a ser nada hoy.

—Esta vez no me paralizaré—Dijo Miriam mientras desenvainaba la espada que Franco les había dado.

El atacó a Miriam, pero Valentina bloqueó el ataque con su espada, Broákel la empujó de un manotazo, Miriam aprovechó para atacar, pero recibió un golpe en la cabeza con la empuñadura de la espada.

Valentina aprovechó la distracción de Broákel para atacar, le realizó un tajo en el muslo, pero este respondió con un corte profundo en el hombro.

—Comeré tu carne cruda después de matarte lentamente—Amenazó Broákel mientras deslizaba su espada por el cuello de Valentina, un hilillo de sangre caía por su mejilla.

Miriam alzó su espada y mientras lo hacía pensaba en todas las batallas que había leido en el pasado, las luchas, los soldados, pero nunca había pensado en que una espada pesaría tanto, no le gustaban estas armas largas; luego de estas reflexiones alzo su espada sobre Broákel y la dejo caer.

La espada perforó el cuello de Broákel y la sangre emanó a borbotones, desangrando al trasgo.

Broákel se cubrió instintivamente la herida con la mano, Valentina aprovechó para clavar su espada en el pecho del trasgo.

Broákel cayó muerto.

—No me gustan las espadas—Comentó Miriam.

—Pues yo las prefiero a los cuchillos—Respondió Valentina.

Ambas se montaron en el caballo y se dirigieron a Pueblo Neblinoso, evitaban los lugares abiertos, ya que no tenían idea de donde estaba Gil-Garald y era mejor prevenir que lamentar. Sin embargo, los caminos estaban desiertos de monstruos, lo cual no era nada común. Tal vez habían seguido a Gil-Garald.

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