...Me levante y desate mi cabello de la trenza nocturna ¿Tenderé la cama? Ah... que lata! En la mesa se amontonan cajas con el crujir de cartón y hojuelas. Vierto leche, tras un momento ya termine el desayuno. Fuera de la ventana se oyen los pajaritos cantando, el aletear de las palomas grises y pintas. Es el mercado de todas las tardes. Acaso deberé ir, salir y comprar algo.

Las calles están húmedas, hay charcos por todos lados, hasta bajo las bolsas de basura. Y me entretengo buscando corcholatas por la plaza. Me llaman y entonces me doy cuenta.

-¿Que es? -. pregunto, y sin responder tomo mi rostro en sus manos y pasando un mechón de mi cabello tras la oreja, diciendo:

- Es una diadema de ensueños ¿no habías visto una antes?

-No, nunca

-¿De veras? y yo creería que una niña como tú...pero no importa ¿sabes? es especial, esta hecha con las nubes que cubren la luna. No cualquier luna, la luna de los enamorados que solo se ve cuando...

- ¿y cuanto cuesta?

-Poquita cosa, casi nada... es, es un primer beso. - y se arreglo la vista, calándose los lentes.

-Que raro - fruncí el gesto, intente quitármela, pero me detuvo poniendo sus manos sobre las mías.

-Sí lo es ¿verdad? pero veras que es necesario, cambiar una cosa por otra ¿comprendes?

 Asentí, más no comprendía. Sacó de no sé donde un objeto redondo, metálico, funcional como reloj con tapita. Abriéndolo había una almohadilla dentro, como esas para maquillar. Colocó pomada en mis labios, me pidió soplar en ella. Y el aire de mi aliento se volvió rosa y morado como anochecer extinto en la almohadilla y lo encerró. Iba a volver, pero una señora se acerco y mostrándome unas flores blancas que llevaba en su canasto me decía :

-¿No quieres? No valen mucho, pero son muy bonitos.

-¿pero que son señora? y buenas tardes.

- Buenas tardes niña, buenos. Son nardos, nardos para regalar cuando uno no tiene nada más.

-¿y ...son buenos?

-Como no habrían de serlo, a dos centavos, a dos centavos nada más.

-Pues no traigo más que cincuenta...

-Virgen santa! No! no, es mucho. No tengo tantos nardos.

-Deme solo dos, solo dos preciso, más serían de sobra. Se lo ruego! déjeme regresar o no me dé nada - y después de un rato me soltó, dándome nardos de lindos tallos verdes envueltos en una hoja crujiente y llena de letras.

Volví a casa, el día se despedía los colores quedaban estancados en la laguna de las doce, y esas campanadas de medianoche.

-Carmelita ! - Oí de pronto, y corrí hacia la ventana.

-Marcos! Marcos cariño mío, no te comprendía antes. - digo en voz queda, sentía el corazón quebrarme - Yo sabía que amantes iban y buscaban. Pero no sabía porque, ni que buscaban. Creía que era magia.

-Lo es. - dijo, y se emocionaba.

-No cariño, yo conozco la magia mejor que tú. - tuve que detenerlo pues quería abrazarme- Estos barrotes en las ventanas. Esos libros mugrientos y polvosos que condenan mi compañía. Enloquecer es mágico. Fantástico, tan fantástico como la muerte. Y tan solitario como ella.

-¿Y dices que el amor no lo es?

-No, no lo es ... ¿Debería? somos dos ¿sabes? eres muy niño, no puedo discutir contigo. Me siento casi tu madre. No puedo decirte que no.

-¿pero que dices? ¿a que te refieres? - ...Oh! ¿Cómo responderte? ni yo sé que pasa... ¿Hablar ahora? ¿Decir lo que pensaba entonces? Ahora lo pides...y ya no me acuerdo, pero era un alboroto lo que me causabas..:

-No sé ¿si te ruego que te quedes, lo harías? Me pregunto hasta cuando seguiré pretendiendo. Hasta cuando caeré rendida a suplicarte.

-Pero ¿Qué quieres de mí? -.  exclamó intentando comprender ¿Cómo responder? que yo quería llorar, bailar, amar. Quería todo esto, pero lejos de ti, quería todo esto y aunque no me creas, te deseaba a ti. Comprender ¿para qué? por comprender intente sostenerme a tus palabras, por comprender me impediste caer en tu abrazo.

 El día se despedía, pronto nos vendrían la una y las dos del día siguiente. Ya no más, amarte no significa más que esperar...Me hiciste dar vueltas, sufrir ante mis propios caprichos. constantemente tú...ensueños, valles con frutos secos. No comprendiste que tenía sed, que te amaba a ti. 

-Debes irte. - le dije. Se quedo pensando un momento olvidadas las palabras hasta decir:

-Esta bien ¿pero estas segura de que es momento del adiós? 

-Vete, no vuelvas. Vete de una vez. - y tras mirarme no insistió más. Se fue, la vida para mí moría.

 ¿No lo sabías? Dulce condenación despedirnos cuando las estrellas, cual fuego en las velas de un cumpleaños. Traen del viento tu nombre nuevamente... deseaba que me amaras, me amaste ¿termino? En mi curiosidad de saber hasta cuando podría huir de ti. Acabo sentada nuevamente, atrapara entre mi cuarto y la medianoche. 

Y volví al puesto de la tarde, al joven que me dio la diadema que esperaba, me abrazo. Le di el otro nardo, el último, y me dejo entrar y pase la noche en su casa.