Dos meses y un poco más desde tu partida.
Ya no puedo cambiar el pasado, ojalá que eso podría ser posible. Si fuera así, cambiaría todo desde un inicio. Menos en el momento cuando nos conocimos.

¿Recuerdas los días en los que desaparecíamos?
Esos eran mis días y noches favoritas. Me encantaba pasar tiempo contigo e irnos donde sea, solo nosotras dos. No importaba el lugar, si estabas tú a mi lado era más que feliz. Mi recuerdo favorito siempre será el día que te conocí en la universidad. En este tiempo tenías el pelo castaño. Eras como un ángel cuando te vi, mi ángel. La primera cita que tuvimos quedó grabada en mi, ¿y es que como no podría? Fuimos a hacer un picnic en la playa, recuerdo cómo el viento hacía que la arena llegara a nuestros ojos y tuvimos que ir a tu casa a terminar la cita. Fue muy gracioso, aunque terminaste llorando porque te ardían tus ojos. El día en que te pedí ser mi novia fue más que especial. Te sorprendí en tu casa. Era un día bastante lluvioso y llevabas teniendo una semana muy triste y agotadora.

Ahora ya nada de eso es posible, solo estoy yo.

Trate de vivir una vida en la que tú ya no estás, pero no pude.

Me he dado cuenta que no puedo ser completamente feliz si tú no estás conmigo. Tú me diste la felicidad por más de tres años.

Ahora que te has ido, no encuentro sentido en las pequeñas cosas que solían alegrarme. Cada rincón de la casa tiene algo que me recuerda a ti: la cocina, donde preparábamos juntos el desayuno; el sofá donde nos abrazábamos viendo películas hasta quedarnos dormidas; el balcón, que se convirtió en nuestro refugio, donde pasábamos horas conversando sobre todo y nada al mismo tiempo. Todo está vacío ahora. Yo estoy vacía.

He intentado llenar ese vacío de alguna manera, pero nada lo logra. Me he forzado a seguir adelante, a vivir una vida sin ti, pero me doy cuenta de que no puedo. Todo me pesa, cada día sin ti me arrastra más hacia una oscuridad que no sé cómo manejar. Tu risa, tu forma de mirarme, tus palabras, todo sigue aquí, en mi mente y en mi corazón. Pero también está el dolor. Y ese dolor me consume.

El futuro parece incierto, y la idea de seguir adelante sin ti me llena de miedo. Cuando todo a mi alrededor se desmorona, lo único que quiero es encontrarte de nuevo, abrazarte, escuchar tu voz. Me pregunto si, de alguna manera, te estaré esperando, aunque sé que no volverás.

Lo peor de todo es que, aunque cada día me esfuerzo por continuar, hay una parte de mí que ya se ha rendido. No soy la misma persona que era cuando estábamos juntas. Me he perdido en el dolor, buscando algo que me diga que todo esto es solo una pesadilla. Pero no lo es. Y aunque intento rehacer mi vida, me doy cuenta de que no puedo hacerlo sin ti. Tú me cambiaste de una manera que ya no sé cómo regresar.

Quizás, en algún rincón de mi alma, siempre supe que no podíamos permanecer juntas para siempre, que no todo en la vida está bajo nuestro control. Pero nunca quise aceptarlo, nunca quise admitir que la vida tiene sus propios caminos y, a veces, esos caminos nos separan.

No quiero seguir adelante, no si eso significa hacerlo sin ti. Estoy atrapada en el pasado, aferrada a lo que fuimos, porque en este momento, esa es la única verdad que tengo. Y aunque el mundo siga girando a mi alrededor, yo me siento estancada, sin saber cómo seguir sin la mitad de mí.

Así que no, no estoy viviendo. Solo existo, esperando que algo, o quizás alguien, me diga que esto no es real. Porque sin ti, todo lo demás ha dejado de tener sentido.

Espero que de una u otra forma, estas cartas te lleguen al cielo. Pero creo que no hará falta, te lo podré decir yo misma cuando te encuentre.

Si el mundo se estuviera acabando, quisiera estar contigo, pero como mi mundo ya no está, estaré contigo en otra vida.

— Te ama para siempre, tú Mina.