XXVIII ( I) Países del Norte
Querido Ian:
Tras su llegada a Ámsterdam los chicos estaban muy emocionados para el próximo concierto que sería el trece de enero en Nimega, una ciudad holandesa de los Países Bajos que tenía los tres ríos más hermosos cohabitando en sus aguas, el Rin, Maas, o río Mosa y Waal. Aunque no son tres ríos en realidad, sino que son tres metáforas del río Rin que todopoderoso va alzando sus brazos a medida que crece y va creando esos afluentes. El catorce de enero ya viajaríamos a Bélgica, en concreto a Amberes. Mientras tanto sus miradas solo se tambaleaban observando los contraluces del barrio rojo que era la zona dónde estaba el hotel en el que nos hospedábamos. No se preocupaban por lo que pasaría, nada más que disfrutaban aunque yo estaba bastante incómoda porque el hostal no se me hacía muy agradable. Estaba en el barrio más conflictivo y muy cerca de bares y no se podía andar por la calle para entrar al hotel, sin encontrarse a alguien vomitando alcohol todo el tiempo. No era un lugar al que yo estuviera acostumbrada, además hacía frío y para poder sacar los coches de la nieve había que sacar bloques enteros de sal. Aunque parecía que ese era el clima en casi todos los países del norte en ese momento.
No obstante, la vista de la ciudad desde el puente o los paseos a la orilla del Rin eran especiales. Stephen y Rob se enamoraron de un café y pasaban absolutamente todo el tiempo allí. Nadie quería marcharse, aunque tenía ganas de ir a Amberes y ver lo que nos depararía esa ciudad. Respirar otra vez ese aire Belga que tanto echaba de menos y que hacía tiempo que no podía sentir en mi piel ni en mi pelo. Amaba Inglaterra pero también echaba de menos regar mis raíces.
Amberes es una ciudad muy bonita y tenía ganas de conocer el Distrito del Diamante que era un barrio en el que se encontraban los gremios más antiguos de joyería, pedrería, etc. Aunque manipulaban mucho el diamante, por eso la idea de nombrar así al barrio. El museo de la Casa Rubens, o el Grote Markt.
Me acuerdo que lo que más te había llamado la atención de Nimega era que el puente de la ciudad era conocido por una película de 1977 que se grabó allí "Brigde too far." .
Recuerdo que dijiste algo de ir a verla allí mismo, en algún cine, pero eso se quedó en el aire como a menudo pasa con las grandes ideas que nunca se materializan porque requieren de grandes impulsos, porque así son geniales, así efímeras.
A mí por otro lado me habría gustado ir, te habría acompañado pero necesitaba un empujón y nadie me lo dio. Y tú parecías tan triste pero tan pronto como llegamos a Amberes tu decepción se esfumó como la nieve de la carretera.
En Amberes tú y yo nos quedamos en el apartamento del promotor del concierto. Recuerdo que cuando salimos de la furgoneta los chicos cogieron sus mochilas, maletas de viajes con sus instrumentos y amplificadores dentro mientras seguían a Rob. Más o menos a mitad de camino ellos se fueron por otro camino y recuerdo que te miré extrañada.
"Quería darte una sorpresa." recuerdo que dijiste, aun puedo dibujar en mi mente la expresión de tu cara, tus hoyuelos profundos formados como formación geológica por tu sonrisa. Yo no pude decir nada al respecto, ni quejarme porque enseguida recuperaste el timón de la conversación dejándome perpleja.
"Sé que el motel de Ámsterdam del barrio rojo no era de lo más cómodo y tú estuviste mal, por eso quiero compensarte. Le pregunté a Rob y le dije si me podía dar una idea de cómo serían los hoteles de aquí. No le pedí que se esforzara mucho tampoco. Una habitación barata en un rincón de la ciudad sencillo bastaba.
Tragué saliva con dificultad, nerviosa, sintiendo de pronto una punzada ácida en el estómago, no quería sonar desagradecida, porque encima que se esforzaban por dejarme un sitio en la furgoneta, siempre una habitación y nunca me faltaba comida o bebidas. Siempre me obsequiaban con alguna baratija o algo no muy caro pero especial. Pero por sobre todo ello me daban la oportunidad de poder acompañar a Ian haciendo lo que más le gustaba.
Me sentía arrepentida porque no quería que Ian sintiera que me había sentido como en un circo esos días, aburrida, fuera de onda, un poco cohibida, incluso sin saber qué decir cuando venían chicas a dónde estábamos que era cuando yo parecía mas ausente. Porque no era así, al menos no exactamente. Me sentía un poco cohibida y nerviosa, eso es cierto pero nunca sentí que se burlaran de mí o me trataran mal y no sabía cómo hacértelo saber.
Puede ser que me sintiera algo diferente al ser la única chica entre un montón de chicos, pero nada más que eso, además que eso se solucionaba cuando estaba con ellos y me trataban tan bien.
"Ian, por Dios, sabes que no hacía falta. Que es más que suficiente con todo lo que ya haces. Me habría conformado con cualquier cosa. Lo que quiero es estar contigo. " tú me acariciaste el pelo como si pusieras una flor detrás de mi oreja, acomodándolo como podías en mi pelo, porque hacía viento, y el aire invernal se llevaba todas tus intenciones de ordenarlo disparando los mechones como las motas de dientes de león que se convierten en polvo.
"Ya lo sé, pero vuelves a Londres pronto y quiero que no sientas ganas de irte antes, ya que yo no puedo aguantar periodos muy largos sin verte. " te miré subiendo las cejas sorprendida. " Y no sé cuando será la próxima vez que podré verte en Londres o en Manchester aunque intentaré que sea pronto.
"Te he echado mucho de menos, Ian. Me alegro de que estemos juntos de nuevo." sonreí mientras tiraba de tu brazo y tú me rodeabas la cintura con tu brazo. "Pero...igualmente, insisto, no debes hacer tanto por mí o al menos hazlo, pero deja que yo también tenga algún detalle contigo o con vosotros. Me siento un poco bulto, cariño." dejaste un beso suave en mi cabeza.
"Bueno...ya hablaremos de eso. De momento a ver si llegamos al sitio éste que me estoy helando de frío.
Te miré de forma dulce y un poco molesta porque nunca me dejabas devolverte todo lo que hacías por mí, todos los favores, pero por cómo me mirabas con tus ojos azules profundos y luego rodeabas mis hombros con tus brazos para que me apoyara en ti, ese enfado se me pasaba.
La casa de Raf's el promotor era un casa con una decoración bonita, muchos tocadiscos y una cocina pequeña. Un salón con un sofá grande y dos habitaciones. Un balconcillo al final del pasillo pero al que no se podía salir por la nieve, ya que se helaban las habitaciones.
Nos preparó un té caliente para que entráramos en calor y lo sirvió con galletas de jengibre en platos de cerámica belga. La casa olía a limón y a canela.
Nos sentamos en el sofá cerca de una mesita con el televisor frente a nosotros. Varias lámparas que alumbraban la estancia y me entró la corazonada de sentirme igual que cuando conocí a Joy Division en ese piso de amigos después de las Nashville Rooms.
Aunque la televisión no estaba encendida, solo se escuchaba el tocadiscos funcionando. Cada pausa en lo que se pasaba de un disco a otro parecía lluvia. O quizá sería la nieve que podía acelerar la cacofonía de los discos.
Escuchamos a Simple Minds, Siouxie and the Banshees, y varios grupos hasta que quedamos tan cansados que solo queríamos encontrar la habitación que nos habían dejado para dormir.
Recuerdo que me había dormido un poco como quedándome en trance apoyada en tu hombro, y que tú me despertaste acariciándome suavemente los mechones desordenados de mi nuca. Luego, tu voz ronca por el sueño me susurró.
"Ven, vamos a dormir que estás cansada."
Con amor, Annik.
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