February 2008 somewhere in Belgium

Querido Ian:

Ver a través de ti es como

lograr mantener los ojos

abiertos un día de niebla.

Recuerdo que empecé a escribir estas palabras después de un viaje largo en carretera, debo decir que se me ocurrieron muchas cosas que contarte en una carta. Pero en ese momento abandoné el pensamiento conforme mi mirada iba atravesando la ventanilla y se posaba como un pájaro en las cuerdas eléctricas. Porque perdí el orden de mi narración casi como de una nube pasamos a otra, porque una empieza a parecerse cada vez más al vapor hasta no ser más que cielo, y la otra tiene un poco más de consistencia. Y como esas aves que cansadas del vuelo necesitan agarrarse a algo porque el azul infinito no tiene fin y eso les causa fatiga. Un cansancio que hace que sus ligeras patitas se enganchen en los finos hilos al lado de las antenas parabólicas.

Filosas brumas y ángeles de luz sobre la nieve.

Blancas alfombras que cubrían las montañas y yo ahí sentada sobre el asiento trasero del coche sintiendo un intenso frío, un aguacero sobre mi cuerpo que sujetaba mi ropa con pinzas.

Mis hombros no sentían el abrigo que llevaba aunque en algún momento me pareció sentirte, como en las noches en las que me parece sentir una mano que me despierta del sueño. Una ligera caricia en la nuca que me deja como un intermitente en carretera, una respiración en vilo, un cabeceo constante para hallar la tranquilidad en mi propia herida. Estoy hundida en la guarida dónde aun sangra tu huella. El camino en el que siempre existes y la reminiscencia de lo que creaste y aun sigues haciendo es la senda de todavía tanta gente. Lo que llenaste en mí lo sigo sembrando cada día, pero lo que dejaste en tanta gente sigue floreciendo como flores inmarchitables.

Porque tu música siempre llevará el color de tus ojos azules, no sé si alguien alguna vez te lo dijo, pero siempre llevará ese tono inmarcesible que ni la noche tendrá el valor de cambiar.

Ni la noche, ni los años. Y es que al fin he comprendido que el tiempo es como una grapa, podrán intentar atenazarlo pero nunca se afloja, siempre sigue parejo a la página que una vez fue, tampoco se desliga de tu mano, siempre habrá algo que como un sonido nuevo me haga recordarte.

Intentar olvidar es como intentar quebrar el acero con las manos, si al final lo que tenemos dentro de ellas es huesos, estrellas que se diseminarán por el cielo.

Como la tuya que aún sigue brillando.

Imaginaré que las nubes que se mueven son las palabras que nos pudimos decir y no nos dijimos que se van de viaje, y que cada nuevo hidrometeoro es un avión diferente que lleva en sus maletas todos tus versos y canciones y así un cumulonimbo tras otro los cristales de hielo de tus ojos siguen brillando formando nuevas nubes con sus viajes y mensajes distintos.

Aunque desde la tierra se vean más distintos, más fugaces pero permanecen.

Como tú que nunca te vas, siempre permaneces.

Con amor,

Irremediablemente tuya, Annik.