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XVIII. She's lost control

Querido Ian:

Estuve delineando tu sombra en las fotos, como tú solías hacer con tus letras al ponerle voz a tus poemas. Y me pareció que acariciaba la caligrafía del tiempo. Esas letras escritas con tinta del chapuzón del estrellato "Vive rápido" Parecía que en esa carrera contrarreloj lo llevabas todo de la mano, que todo corría de tus dedos, como el artista moldea su obra. Todos pensaban que lo tenías todo bajo control, que esas órbitas distorsionadas de tus ojos, no eran un simbolismo del naufragio en tus ojeras. Y tú preferías no dar entrevistas de tu propio dolor. Supongo que nadie entendió el verdadero significado de She lost control. Ahora entiendo cuando dijiste que algunas canciones de Joy Division no tenían por qué ser bonitas. No sólo lo decías por Joy Division, lo decías por toda la música en general. Y ahora entiendo que tenías razón, y siento que lo bonito depende del significado, la letra y la emoción que uno le ponga a una canción cuando uno la escucha.

Porque, las canciones de Joy Division pueden darte esperanza de cambiar algo cuando las oyes con la sobre estimulación del sol en la radio, o los rayos sobre los auriculares. Pero si las escuchas con los cuarzos de un día nublado, entre los cuartos menguantes de un Manchester cayéndose a pedazos. Entre barricadas profundas sin alegatos de libertad. Y el vaho siendo la atmósfera de tus manos, tal vez, te quede en la cabeza una sola idea: y es que no hay salida.

Y cuando en tu mente todas las ventanas que se abren, son una puerta bien cerrada, tapada hasta quedarse sin oxígeno. Un tanque de gas que te ahoga. Cuando la puerta de salida, acaba siendo una puerta incluso más cerrada. Creo que tal vez fue eso lo que sentiste, y lo que querías sacar de tus canciones.

Pero si algo me enseñó esa entrevista fue que las cosas generan universos distintos para cada persona, y que hay cosas que para unos son insípidas y para otros pueden constituirlo todo, incluso una bandera.

Tú, Ian, podías convertir todo un escenario revestido de escarcha en una banda sonora dónde tú fueras la nota, la nota que lo cambia todo, el arreglo del bajo lleno de melancolía. Esa melancolía que atrapa. Una melodía al filo del mañana, música al fin y al cabo, que expresaba tantas cosas, tantos miedos. Tantos cigarrillos por terminar colando en los puentes. Tantas miradas que terminaran por tapar agujeros negros. Recuerdo las últimas veces que nos vimos en 1980, tú me preguntabas.

" ¿Si tuvieras que elegir un sitio, dónde te gustaría estar?" tus preguntas me llenaban de ideas, pero nunca me enclaustraban la mente, al revés, hacían laberintos hacia fuera con mis ideas. Tú querías que fuera sincera, que respondiera lo que de verdad pensaba.

" ¿Y el tuyo, cuál sería? "

Nunca sabías responderme a eso, pero siempre volvíamos a preguntarnos lo mismo, preguntas que no podíamos responder, era un juego de palabras entre nosotros, y la vida que pasaba a nuestro alrededor.

Luego bajábamos por el Epping Walk Brigde, Princess Parkway, Hulme, Manchester, empezábamos a caminar cuesta abajo o puente arriba, no teníamos prisa por volver a mi apartamento, dónde solíamos pasarnos todo el tiempo escondiéndonos del mundo.

A veces, lograba verte expulsar a tus monstruos en una calada, pero nunca te veía vaciarlos del todo, y creo que tu lengua, como los fiordos Noruegos, los volvía a arrastrar hacia tu garganta. Era una especie de rutina que te apretaba, esa rutina de la que hablabas en Love Will Tear Us Apart, esa rutina que se corría tan adentro de tus entrañas, haciéndose tan grande, ese hábito de ser que muerde fuerte. Esa muerte que se vuelve hábito, ese vivir que se vuelve imposible.

Creo que Kevin Cummins supo retratar muy bien esos carretes en los que un enfoque de cámara por fin sacó una sonrisa, un objetivo supo conquistar un océano, y por eso tal todo a tu alrededor se congeló, todo a tu alrededor dejó de moverse, creo que nadie en ese momento fue capaz de reaccionar. Ni siquiera el zoom de la cámara, ni a cámara lenta, rápida o vaciada, no hubiera habido forma.

Tú lo sabes bien, algo tal vez se te escapaba de los ojos, un universo que mostrabas a medio mundo. Tal vez letras de canciones que aún ni siquiera vuestro fiel estudio había grabado tras sus paredes. Eras tan impredecible, Ian. Tu voz no podía caber en una grabadora, no sé si me explico, eras más grande que todo un estudio dónde se pudiese mezclar tu voz con las baterías y energías de Stephen, Bernard y Peter. Y aún mis heridas son cómplices del hielo, cada vez que el humo sale de la cafetera, el vapor es el pavimento de la ducha, y yo estoy cada vez más cerca del final de la carretera. Cuando la lluvia se suelta, cambia el farolillo de las aceras, el rumbo de las personas, y mi corazón es el tic tac del reloj que amenaza tormenta.

Tú sigues siendo sempiterno y a nosotros quién nos recuerda.

Annik.








Nota: ¡ Hola! He vuelto con más contenido para esta historia, porque echaba de menos escribir para ella. Bueno, os dejo un multimedia un dibujo que he hecho de Ian Curtis, que espero os guste.
Os mando un abrazo enorme.

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