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III. (I) May your Winter flowers rest in my grave.

December 1981                                          Macclesfield, Manchester.

Querido Ian:

Me siento como un maldito periódico que muere en la basura cuando lo olvidan. En junio te escribí desde Bruselas, llevaba más de seis meses allí, pero no lograba acostumbrarme al clima tan destemplado, y a la furia del viento. Me gusta pasear, pero siempre volvía a casa llena de granizo y destemplada, y con una hipotermia emocional por volver a mi casa, que últimamente se me estaba haciendo muy mecánico esto de pasear, volver a casa, escribir en mi diario, buscar noticias y escribir mis artículos, pero siempre con la invasión nostálgica que se hace jardín costero en mi pecho, y otras veces orilla bien asentada. Aunque volver a casa, partida por la granizada, me hacía sentirme más cerca de ti, como si en realidad, el universo de Manchester todavía nos rodeara, y pudiéramos pasear nuestro amor de una parada de autobús a otra. Así que supe que tenía que volver a Inglaterra, estaba cayendo en una profundidad que si la alimentas mucho, se vuelve una falla que te entierra bajo tierra, cuando quieres salir de ella, y no era lo mismo que cuando me enterrabas tú, porque debajo de tus piernas la tierra estaba mojada, húmeda y sabía que tú y yo nos llovíamos, como nadie lo había hecho antes, y nadie parecía entender lo que significaban nuestros cuerpos mojados. Sé que éramos océano, y así continuamos siendo hasta que inevitablemente la cuerda se fue de las manos. Volví a Manchester y a sus edificios que llevaban siendo el simbolismo de mis ojeras todo el tiempo que yo había estado fuera, y decidí ir a todos los pubs en los que tocó Joy Division, regresando al momento en el que te conocí, regresando en un viaje cuántico al lugar que formaron tus ojos cuando te miré, estaban tan azules, nunca pensé encontrar un cuadro tan realista del mar, nunca pensé que mis labios tocarían esa humedal que era el océano de tus iris, ni que estaría cerca de la orilla. Y ahí fue cuando creí verte con esa camisa azul, con tus ojos perdidos en algún punto de la mesa o en tu bebida, perdido, como tu alma al escribir las canciones que escribías, los poemas que se convirtieron en el Génesis de mi vida. Me pregunto cuál era tu estado de ánimo al escribir disorder, o love will tear us apart, she lost control, y también me pregunto a veces, sin posibilidad de respuesta ( sólo formo monólogos que me respondo yo misma pensando que eres tú el que está en el sillón escuchándome ) si escribías por dejar las maletas que te hacían daño en un papel y que no pesaran en tu cuerpo, así, podrías mostrarle al mundo lo roto que estabas, pero supongo que realmente nadie supo ver, lo tocado que estaba tu corazón, y no me refiero a Debbie, ni a Natalie, ellas siempre serían parte de ti, y ahora comprendo por qué te resultaba tan difícil separarte de tu mujer, porque ella era la única que te había querido mucho antes de que el mundo conociera tu sufrimiento, pocas veces te mostrabas a los demás cómo lo harías con ella. Me refiero a arrugado, esa hoja marchista que aplasta y desnuda toda la carótida. Y llegué a Macclesfield, en la casa en la que viviste con Debbie, en la casa de la que ella salió gritando, y Natalie llorando en el coche. Todo en el desplazamiento de minutos en los que ella te encontró. Creo que fui para poder comprender realmente que ya te había perdido, que ya no podía hacer nada que te hiciera regresar, y que realmente ahora sí me has enterrado de verdad, y fui doblando mis cadenas al suelo, y me arrodillé en el asfalto, y una mariposa que pasó de paso se llevó me robó una lágrima, y de nuevo, el llanto brotó provocando la asfixia de mis mejillas.Y un niño que pasó de la mano con su madre se quedó mirándonos a mí y al pavimento, un mismo desastre en el mismo metro. Yo le di una sonrisa rota a la mujer y al niño, y ella abrazó a su hijo como si adivinara que ese mismo llanto lo tendría que vivir, y ella quisiera impedir cada camino tosco que tuviera que atravesar, cada descosido de su corazón que tendría que enmendar por sí mismo, cada hueso roto que tendría que coser con aguja de sastre.

Ojalá diciembre no te duela como el asfalto me mata a mí,

y que sigan dejando lágrimas las flores

que te hacen compañía

si pudiera ser la flor que aún escucha tus latidos,

créeme que lo haría

si pudiera ser el silbido de los juncos

que se columpian contra el río
que adormece tu cuerpo,

ojalá pudiera ser el pájaro que se te posa en el pecho

llevando el oxígeno a Marte,

y mojar la prosa que la lluvia trae

cuando Macclesfield se vuelve continente.

Dime que puedes escucharme, que no estamos tan lejos, que las distancias sólo son un mero pretexto y que no hay contratiempos que nos valgan a nosotros. Dime tantas cosas que pueda sentir que he vivido una heterocronicidad ficticia, que tu muerte, no era más que una farsa, y que las flores sólo brotan lágrimas para poder sobrevivir al dióxido crónico que amenaza con destruirlas, que sólo es un intento de auto salvación, no de despedida.

Tuya, y tuyas mis lágrimas, Annik Honoré.

A 13 de diciembre de 1981, Macclesfield, Manchester, Reino Unido.

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