15th july 2001.                                                                                                                              Cottage in Belgium.

Querido Ian:

Ian, ¿recuerdas aquella vez en el estudio? Yo estaba con vosotros, Isolation salía de tus labios, y tú le dabas vida, era como si brechas de fuego salieran de tu corazón y explotaran de tu garganta, como si de pronto, tus cuerdas vocales tuvieran alas, y Isolation echara a volar, con todos tus puntos cardinales en la canción, olvidándolo todo, siendo tú mismo con tus contradicciones, que eran como un mural, como el muro de Berlín, sin deterioro, tan potente e incoloro. Tu rostro pálido reflejaba tus miedos como un cigarro se refleja en la sombra que ejerce la luna, o un rostro en el cenicero. Sólo querías salir de ahí, y ser libre, sin el peso destructivo sobre tus talones, sin aceras y asfalto que se quiebran, sin pasos de cebra que queman, sé que querías borrar ese capítulo de tu vida que te hacía tanto daño, lo sé ahora, y sé, que querías hacer el menor daño a Debbie, y a Natalie, tus ojeras lo demostraban, tus ojos de mar desalinizados y desérticos eran prueba de ello. Luego viniste hacia mí en esa noche de lluvia y desértica, en ese apartamento en el que no había más que fuego, y una chica apretándose los labios, autodestruyéndose las costillas y aferrándose a alguien que estaba fuera de su alcance, pero que al mismo tiempo, estaba tan cerca, como la voz que muere en una garganta sobria, una garganta sin exceso de palabras, un miedo a perderte, y mi juventud inexperta. Ojalá pudiese haberte mirado a los ojos, a esas esferas azules que brillaban con la luz de noche de Berlín, y haber podido derrotar esas luces grises de Macclesfield, y haberlas pintado de azul de Génova, de azul y de Bolonia, de los cabellos de Ginevra, de la inocencia, perseverancia y fuego de Arturo, si tan sólo pudiera haber pintado esos ojos de leyenda, sobre un papel, que aunque mísero y sin esperanzas de futuro, porque yo no era más que una adolescente, que soñaba con ser periodista, quería darte el sabor de lo sempiterno. A veces me quedo mirando el cielo, cómo las nubes cambian de forma, y resaltan por sobre los edificios, y caen materializadas sobre las ventanas, que van destruyendo el sol en pequeñas partes, en esquinas de cristal volátiles, en persianas y en cortinas, y sólo a veces puedo sentir la mirada de tus ojos azules cálida sobre mi rostro cerúleo, blanquecino, por la escarcha el invierno. Y entonces, pongo mi mano en el pecho, y te siento, puedo sentir los puntos cardinales de tu corazón, sellándose en el mío como estrellas hirviendo los agujeros negros del universo.

Con amor, Annik.

Nota: Espero que os guste esta carta, que os traigo muy feliz esta mañana, he solucionado ya algo que me preocupaba, y estaré un poco más tranquila a partir de ahora, así que igual, puedo publicar más. Un abrazo, os quiero!!