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—¿Seguro que no quieres que te lleve? —preguntó Taehyung desde el interior del taxi.
La mueca de preocupación era evidente, siempre lo estaba cuando se trataba de su pequeño mejor amigo. Por eso mismo, Jimin compuso su mejor sonrisa, risueña y convincente.
—Vives del otro lado, Tae, no hace falta que me lleves —dijo, acomodándose la mochila sobre su hombro—. Ve, estaré bien tomando el autobús.
—Bien —el taxi comenzó a moverse y él se sujetó del borde de la ventana—. ¡Escríbeme apenas llegues a tu casa!
—¡Lo haré! —se despidió alzando su mano en el aire, agitándola hasta que el auto se perdiera por una de las calles.
Jimin suspiró, dándose la vuelta y viendo todo el camino que debía hacer. La parada de autobuses estaba un poco lejos de la casa de Seokjin, había que caminar un par de cuadras para poder llegar hasta ahí y de solo pensarlo le dolían los pies. Tal vez debió decirle a Taehyung que lo llevara hasta la calle principal, pero su mejor amigo debía volver rápido a casa y no quería atrasarlo.
Nadie lo sabía, pero muchas veces tenía muchos conflictos consigo mismo. Intentaba no incomodar a las personas, intentaba no molestarlas o causarles problemas mayores o innecesarios. Siempre que le ofrecían algo, las personas solían decirle que no había problema con ello, pero Jimin no lo sentía así.
Agradecía la amabilidad de los que lo rodeaban, pero aceptar de más lo hacía sentir como un aprovechado.
"Solo por tener una cara bonita no significa que puedas hacer lo que quieras".
Jimin apretó sus labios con algo de fuerza y negó levemente, enfocando su mirada en el camino mientras alejaba uno de los tantos malos recuerdos que había tenido en su vida. Aquello no iba a volver, así que lo mejor era olvidarlo, poder dejarlo atrás.
Sin embargo...
Últimamente ese sentimiento de poder estar molestando a los demás había desaparecido gradualmente ese tiempo y solo con una persona en específico: Jungkook.
Sin comprender porqué, a ese chico le era imposible decirle que no. Sus atenciones, su amabilidad, sus regalos; Jungkook tenía una manera particular de demostrar todo ello, en pequeños detalles que muchos pasarían por alto al solo prestar atención a su postura intimidante y a sus cortas y secas palabras, y los cuales Jimin no podía negarse por más que quisiera.
Era extraño. Se sentía cómodo, tal vez un poco más feliz cada vez que pasaba tiempo con él. Jungkook se había vuelto demasiado preciado para él.
Tanto que su corazón podía reconocerlo, quizás alterándose un poco cada vez pensaba o conversaba con él.
De pronto su teléfono vibró y, sin darse cuenta, una pequeña sonrisa se asomó entre sus labios cuando leyó la barra de notificaciones. Jungkook había salido temprano y quería pasar por él. Un repentina calidez tomó su corazón con ternura, haciéndolo extrañamente feliz. Estaba desbloqueando su teléfono y estaba a punto de contestar, cuando de pronto una voz lo llamó a sus espaldas.
—¿Jimin?
Sus dedos dejaron de teclear, quedándose él helado por completo. Sus pupilas se dilataron y el corazón le estalló en latidos, golpeando con fuerza al punto de que sentía que en cualquier momento se le saldría del pecho.
Tantas emociones, tantos sentimientos, los cuales se duplicaron una vez giró sobre sus pies y se encontró con la persona que le había hablado.
—Oh —sonrió nervioso, con el calor subiendo tiernamente a sus mejillas—. H-Hola Namjoon.
—Por un momento dudé que fueras tú, pero creo que reconocería ese llavero de Totoro a dónde fuera —le sonrió y Jimin juró sentir sus piernas flaquear—. ¿Vives por aquí?
—¡No! D-Digo, no —negó con sus manos—. Por aquí vive Seokjin, solo vine a hacer un trabajo.
—Qué coincidencia, yo también vine a casa de un compañero a avanzar trabajo —los hoyuelos se le marcaron cuando volvió a sonreír y sus ojos oscuros se veían preciosos detrás de las gafas y debajo de los faros de luz—. Pero veo que vamos por el mismo camino ¿Te parece si vamos juntos?
El aire pareció irse por unos segundos y Jimin experimentó una sensación cosquillosa hacerlo vibrar de pies a cabeza. Quería saltar, quería gritar todo lo que pudiera. Todo a su alrededor se volvió ajeno cuando sonrió lo más normal que pudo y asintió hacia el chico que siempre era dueño de todas sus atenciones.
—¡Claro! —dijo con esa voz suave y angelical suya.
La emoción y felicidad que irradiaba Jimin era algo típico de él, por lo que Namjoon terminó sonriendo enternecido, llevando con normalidad su mano hacia los cabellos rubios y despeinándolos con cariño, antes de continuar caminando, sin tener idea de todo lo que significaba para Jimin.
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