05
Jimin mantenía su mirada puesta sobre sus zapatillas, como si los dibujos llenos de colores que él mismo había hecho sobre ellas fueran lo más llamativo e interesante del mundo. Sus manos jugaban nerviosas en su delante y no se atrevía a levantar la cabeza.
Su madre y la señora Kim conversaban como si no se hubieran visto en mucho tiempo —algo que sí podría ser teniendo en cuenta lo ocupadas que siempre estaban—, pero él estaba muy lejos de estar incluido en esa conversación, solo pudiendo pensar en que prácticamente tenía a Jungkook detrás suyo, atendiendo del otro lado del mostrador a los últimos clientes del día.
Cuando sus ojos se encontraron, había estado muy sorprendido, incluso pestañeó varias veces creyendo que estaba viendo mal. Total, en Seúl hay un millón de chicos igual de altos, con cabello negro, de piercing en la ceja y varios aretes colgando en sus orejas.
Pero no, estaba seguro que no había nadie igual a Jeon Jungkook como para confundirlo.
Él lo miró entre confundido y sorprendido, bastante impresionado de verlo ahí, "con las manos en la masa". Jimin había pensado en saludarlo, después de todo, era alguien que conocía, pero la sonrisa ni siquiera llegó a sus comisuras cuando recordó la razón por la que estaba ahí.
Lo había arruinado temprano y no había recibido una respuesta por parte de Jungkook. De seguro el chico seguía molesto con él por lo sucedido y por todos los problemas que causó.
Dios, deseaba tanto desaparecer en esos momentos.
—Jiminie, andas muy callado —alzó su mirada rápidamente cuando escuchó a la señora Kim dirigirse a él. Una pequeña sonrisa avergonzada se asomó entre sus labios y sus mejillas se ruborizaron ligeramente—. Recuerdo que de chiquito siempre hablabas hasta por los codos, ¿será que la adolescencia te cambió?
—Jimin anda decaído, no tuvo un buen día en la escuela hoy.
De pronto las alarmas se prendieron dentro de la cabeza de Jimin.
Jungkook estaba cerca. Jungkook podría escuchar.
«No, no, no».
—¿Y eso? —preguntó un tanto preocupada la mujer, intercalando mirada entre el chico y su amiga—. ¿Qué pasó?
—Mamá....
—Jimin estaba llevando unas bebidas para él y sus amigos —comenzó a contar, sin darse cuenta de los gestos y expresiones de su hijo—. Pero al girar chocó con un estudiante mayor y se le terminó cayendo todo. Manchó su uniforme y el del chico —hizo una mueca apenada—. Y no solo eso, el chico traía un postre y también se le cayó. Min intentó disculparse pero no ha recibido respuesta, por eso lo traje, para que pueda comprarle algo a modo de disculpa y se sienta mejor.
—Bueno, los accidentes pasan —dijo la señora Kim, sonriéndole gratamente a Jimin—. Jungkook también tuvo uno parecido hoy. Tenía que llevar un pedidos de cupcakes a su escuela, pero por error se le cayeron. Me dijo que haría unos nuevos y que se lo descontara de su paga, pero le dije que no —sacudió su mano en su delante, negando—. Sé que él no hubiera querido que el pedido se echara a perder, así como estoy segura que tú no hubieras querido que ese accidente pasara, Jimin.
Jimin asintió un tanto quedado, pero sus labios se apretaron al sentir una pequeña opresión en su corazón.
Así que en realidad los cupcakes eran un pedido que Jungkook debía entregar y a pesar de todo no dijo nada, solo asumiendo el desastre como si hubiera sido suyo.
Fue inevitable que se sintiera un poco mal.
—Ya sé que podemos hacer —dijo la señora Kim después de un rato, viendo directamente a los ojos brillosos de Jimin con una sonrisa—. Jungkook hizo unos cupcakes extras hoy, ¿qué tal si lo empacamos bonito y te lo llevas para dárselo mañana a ese chico?
Los labios de Jimin se abrieron en una pequeña y perfecta "o".
—S-Señora Kim, verá...
—Esa era la idea que teníamos al venir aquí —sonrió su madre.
—Entonces no se diga más —la señora Kim miró, enfocando rápidamente su objetivo—. ¡Jungkook! ¿terminaste de atender? —no se escuchó una respuesta, pero parece haberla dado porque ella sonrió más—. Perfecto. Por favor, cuando termines de acomodar, vas atrás con Jimin y empácale seis de los cupcakes que sobraron —finalmente sus alegres ojos se posaron de nuevo en él—. Anda, Jiminie, escoge los que más te gusten, yo me quedo aquí con tu madre.
Y Jimin no pudo hacer nada más que sonreír y agradecer, sintiendo el corazón latirle fuertemente dentro del pecho.
💌
—Pasa.
Jimin asintió de forma pequeña cuando Jungkook sostuvo la puerta blanca y se hizo a un lado para que pudiera entrar, formulando un pequeño "gracias" mientras obligaba a su pies a entrar a la habitación trasera de la pastelería.
Sus ojos se perdieron un poco admirando todo el alrededor de la cocina, desde sus paredes blancas hasta los estantes donde se guardaban las decoraciones para los productos, pero se apresuró en seguir a Jungkook una vez que lo vio caminar.
Aún podía sentir su corazón palpitar mucho dentro de su pecho y por dentro se debatía cuándo debería hablar. No sabía qué decir ni por dónde empezar, era la primera vez que tenía la cabeza en blanco de esa manera.
Tal vez se debía a que Jungkook lo ponía un poco-muy nervioso, haciéndolo sentir pequeño, y no sabía si eso era algo bueno o malo.
Tal vez era malo. ¿Acaso era normal que le latiera el corazón de esa forma?
—Jimin.
Se sobresaltó cuando unos dedos chasquearon en su delante suyo y con mucha vergüenza se dio cuenta que había divagado más de la cuenta cuando se cruzó con el rostro de Jungkook mirándolo con cierto desconcierto. El ligero ceño fruncido hizo que sonriera apenado y nervioso.
—Lo siento... —se disculpó con una voz casi pequeña—. ¿Me decías algo?
Jungkook suspiró y se hizo a un lado—. Estos son los cupcakes que aún nos quedan. ¿Cuál te quieres llevar?
Jimin puso sus ojos sobre la mesa, donde ya había una bandeja con unos cuantos cupcakes puestos sobre ella. Su mirada prácticamente se iluminó viendo cupcakes de varios colores y sabores, desde vainilla hasta chocolate, de crema blanca hasta con grageas de colores encima. Todos eran realmente bonitos, ¿Cómo podría elegir uno?
Jungkook se dio cuenta de eso y, ahorrándose un nuevo suspiro, dijo:
—Mientras tú eliges, yo voy armando la caja, ¿Deseas que lleve tarjeta? —Jimin asintió y ante ello se giró en busca de lo que necesitaba—. Bien, ¿Pongo tu nombre?
—El tuyo, por favor.
Jungkook volteó un tanto desconcertado cuando lo escuchó decir eso y cuando sus ojos se posaron sobre él, se encontró con el chico mirándolo tímidamente con sus mejillas volviéndose un poco coloradas. La pequeña sonrisa en sus labios parecía temblar y pasaron unos segundos hasta que se dio cuenta que se había quedado callado por mucho tiempo.
Se aclaró la garganta, volviendo a su inexpresivo rostro habitual, con la diferencia que sus cejas estaban ligeramente alzadas.
—¿Perdón?
—No sé si escuchaste antes, pero la razón por la que vine fue para comprarte algo a ti... a modo de disculpa —su voz temblaba y se hacía pequeña de ratos, el hecho de que Jimin se balanceara de un pie a otro demostraba lo nervioso que se sentía por dentro—. Este iba a ser mi último intento después de dejarte la nota en tu casillero. Sé que de seguro estás molesto conmigo, pero...
—No he visto ninguna nota —respondió de frente Jungkook, interrumpiendo a Jimin—. Después del incidente me regresé a mi casa.
—Oh.
Así que en realidad nunca había visto la nota y él solo se había hecho ideas en la cabeza. Jimin de pronto se sintió el tonto mas grande de todos.
Jungkook se sorprendió cuando de pronto el menor se dejó caer, poniéndose de cuclillas y abrazando sus piernas contra sí, escondiendo su rostro. Por un momento temió que estuviera llorando y que su tía entrara en ese momento, involucrándolo en un suceso que no quería.
¿Qué se supone que debía hacer? ¡Él era pésimo consolando! Alguien como Yoongi lo sabía, ¿Pero qué hacía con alguien como Jimin? El chico se veía tan frágil y sensible, si con la gente común su tacto no era el mejor, no quería imaginar como sería con él.
—Oye... —lo llamó lo más suave posible, poniéndose
frente a él a su misma altura—. Jimin...
—D-De verdad lo siento mucho —su voz no se escuchaba ni rota ni quebrada, solo amortiguada y muy pero muy arrepentida—. No fue mi intención chocar contra ti, ni de arruinar tus zapatos, ni tus uniforme y mucho menos los cupcakes. Suelo ser aventado y torpe y... y solo quiero arreglar las cosas.
—No estoy molesto contigo, Jimin —dijo después de un rato, pero el chico no pareció moverse—. Puede que temprano lo haya estado un poco, pero ahora no importa. Namjoon no estaba molesto por lo de su pedido así que yo-
Se calló tan pronto como Jimin alzó la cabeza, mirándolo con esos ojos acaramelados y dulces abiertos de par en par.
—¿Namjoon...? —preguntó sorprendido—. ¿Dijiste Namjoon?
Jimin miraba a Jungkook anhelando una respuesta. Después de lo que dijo, sentía que tenía el corazón mismo en la mano y todo lo que podía oír en su cabeza era un eco vacío.
—Sí —Jungkook se sentía extraño, no entendiendo los repentinos cambios de ánimo del chico.
Y eso fue suficiente para que su corazón sea lanzado por él mismo lejos de ahí. Cubrió su rostro con sus pequeñas manos, ahogando las ganas de gritar mucho, muchísimo. No podía que él había arruinado el pedido de Namjoon ¡Él! ¿Cómo es que pudo pasarle algo así?
Pero de repente miles de preguntas llegaron a él: ¿Desde cuándo Jungkook trabaja en esa pastelería? ¿Cómo es que Namjoon sabía que Jungkook hacía postres? ¿Va allí con frecuencia? ¿Usualmente hace pedidos? ¿Pocos? ¿Muchos? ¿Acaso Namjoon era fan de lo dulce?
—¿Entonces qué cupcakes elegirás? —preguntó como si nada Jungkook, rompiendo el silencio—. Ya debemos cerrar.
De repente, algo llegó a su cabeza.
"Mi mamá siempre le ha dicho a mi hermana que a un hombre se le enamora por el estómago".
Los miles de foquitos dentro de la cabeza de Jimin se iluminaron de pronto cuando una gran idea vino a él, haciéndole que una gigantesca sonrisa apareciera en su rostro.
—¡Jungkook!
El mencionado se asustó cuando Jimin descubrió su rostro de forma repentina, exclamando su nombre con ese rostro tan brillante que tomaría a cualquier de sorpresa. Sus piernas perdieron el equilibrio y cayó sentado, pero su mirada no pudo apartarse ni un segundo sobre el chico que lo miraba de una forma tan sospechosa para él.
Ni siquiera tuvo tiempo de preguntar porque nuevamente lo tuvo cerca de él, invadiendo su espacio personal mucho para su propio gusto.
—Debo pedirte un favor, uno muy muy grande —sus manos se juntaron en su delante, entrelazándose—. ¿Dirías que sí? ¿Por favor?
En ese momento, Jungkook solo pensó en cuán peligrosos podrían resultar un par de ojos de cachorro suplicantes y un puchero sutil e inconsciente.
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