5 - Adiós
Adiós
Una vez juré ante el sol
mis principios de por vida,
los que siempre recordaría
y ante todo cumpliría.
Una vez prometí ante mi reflejo
no ser egoísta al decidir,
no destruir a mi paso
todo lo que con esfuerzo construí.
Estuve sola y perdida
y me escudé en malas compañías,
sin verlo, sin pretenderlo;
sin quererlo ni reconocerlo.
Doné el tiempo que me sobraba,
pidiendo tan solo suerte en el futuro.
Ni riquezas, ni lujos;
solamente lo que creí justo.
No fui demasiado afortunada,
pero como pude lo asumí.
El dinero me faltaba
pero no me hundí.
La vida me trajo desgracias,
pero también fortunas.
Un sol y una estrella
que mi mundo alumbran.
Un sol y una estrella
que mi vida gobiernan;
un sol y una estrella
que, cada día, de la pesadilla me despiertan.
Y el destino quiso que todo cambiase.
El correr del tiempo me arrancó de las bases.
Desgarré mi alma al segundo minuto,
perdiendo la cordura en un instante.
Grité desde el alma desesperada,
sangrando por una herida inesperada.
Lloré con amargura en mi desconcierto,
en la soledad ahogada en mis propios lamentos.
Gemí compungida mientras golpeaba
lo que una vez fue mi perseverancia.
Chillé rabiosa por la situación,
llevada por el inalcanzable perdón.
Aún no había llegado el momento
y ya sufría bajo el yugo del tormento.
Mis propias manos me estrangulaban
en las incontables pesadillas que me acechaban.
Salté el inmenso muro de la serenidad
y enloquecí como si reconociera al fin mi naturaleza.
Insensible y sufridora,
leal o traidora.
Benévola y perturbadora,
arriesgando a quedarme sola.
Debí decidir;
por ti, por mí...
por tu bien, nuestro bien...
por tu parecer, por mi querer...
Por ser o no ser.
Por dar o negar,
por otorgar o retirar,
por verte sonreír o llorar;
por dejarte marchar o poderte tocar...
Decidí y traicioné mis principios.
Decidí y te veo en todos sitios.
Te siento en cada pequeña parte de mi cuerpo,
en cada célula que, una vez, te acunó.
Te recuerdo en mi presente, en mi pasado.
Te añoro en mi presente, en lo soñado.
Te quiero sin conocerte, sin saberte.
Te amo como si te tuviera entre mis brazos.
Te anhelo como jamás creí poder hacer.
Te suplico perdón al amanecer,
cuando el sol me recuerda mi traición.
Ruego por ello de modo abnegado,
sabiendo que no podré cambiar el pasado.
A sabiendas de que ya mi corazón
no tiene salvación.
Conociendo los riesgos actué,
y ahora pago mi condena sin fianza.
Mi eterno castigo por mis actos,
por creer que hacía lo mejor;
por tragar saliva y decir un débil no.
Me lamento en silencio cada día,
hora y minuto de mi vida;
me ahogo ante un auxilio que no llega,
que nunca lo hará,
que no merezco en realidad.
Me apoco ante el recuerdo de tu existencia,
ante las pruebas de mi inconsciencia;
frente al dolor que doblega mi razón,
contra las cuerdas que envuelven mi preso corazón.
Dije adiós y te despedí,
entre llantos desgarrados,
entre abrazos no valorados.
Dije adiós y puse fin
al inicio de algo que debió seguir,
al comienzo de lo que perdí.
Y sigo diciendo adiós aún hoy,
sigo llorando la despedida,
sigo recordando esa sesgada vida.
Vivo con la carga de mis remordimientos,
atenazando todo en un sinsentido
imposible de explicar.
Avanzo mirando siempre atrás,
temerosa de olvidar,
temerosa de decir el último adiós.
Fuiste importante para mí, siempre lo serás;
por siempre estarás aquí y formarás parte de mí.
Por siempre; siempre jamás.
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