✎ 005. «18 de agosto.»
«Lunes. 18 de agosto; 2014».
❝Los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad.❞
Sinceramente, creo que Paul Auster no pudo haber dicho algo mejor. Sé que no todos los escritores escriben por haber tenido malas experiencias, pero sí lo hacen por lo que ven que sucede a su alrededor. Conozco a alguien así... Toma cosas que ve de los demás para mejorarlas en un mundo sin regla alguna.
La vida tiene tantos altibajos que jamás será aburrida, pero todos los lectores consideramos que es más divertido tener un buen libro en nuestras manos. Con eso alcanza y sobra. Viajas sin moverte de tu sitio, aprendes sin estudiar y sueñas sin cerrar los ojos. Supongo que por una razón los libros se han creado antes que el internet. Ambas pueden servirte como una distracción, pero sólo una te ayudará de verdad.
Yo he empezado a escribir después de que mi hermana Tahnee se fuera. Cuando murió, me sentí más sola que nunca. Tenía muchas cosas que decirle, pero por razones obvias no decía... Hasta que un día decidí escribir una carta, como si estuviese hablándole a ella, sólo para descargarme. Sabía que jamás llegaría a sus manos, pero me gustaba hablarle a la nada. Hablar solo hay veces que ayuda más que hablarle a la multitud. Hablar solo nos hace ver cosas sin la necesitad de que otro nos las diga.
Después de eso escribí historias cortas. Historias con menos de cinco capítulos, pero que contenían todo lo que yo veía necesario. No he escrito nada tan largo porque no me llegan ideas para una trama así, sólo de pequeñas cosas que de igual manera pueden hacer la diferencia. En total, tengo veintitrés de ellos. Los tengo en el ordenador y hasta los imprimí. Las copias están dentro de mi cajón. Me gusta, de vez en cuando, antes de ir a dormir, tomarlos y releerlos a pesar de sabérmelos de memoria. La verdad es que me entretiene y al leerlos me alejo un rato de la realidad para reunirme con gente que me encantaría que esté conmigo.
Tanto mis amigas Hailee y April como mis padres, leen mis escritos. Son las únicas personas que me toman enserio y comprenden mi dolor entendiendo al mismo tiempo las letras que cubren las páginas.
No se basan en pérdidas de ese sentido, de hecho, detesto matar personajes. Es como matar a tu propio hijo, alguien al que has creado tú mismo y en él pones esfuerzo y dedicación. Los que matan a sus personajes no tienen corazón. Y, si lo tienen, al deshacerse de ellos destruyen parte de sí. Yo no quiero estar más destruida de lo que ya estoy.
No sé si haber superado la muerte de mi hermana sea la palabra indicada, pero cada día me siento mejor. Aun así, su mención todavía me duele. A cualquiera le dolería tratándose de alguien que ama, ¿no?
Como estoy escribiendo en esta libreta basándome en citas, en aquellos relatos me centro en una palabra en particular. Unas de ellas han sido fidelidad, compromiso, pánico y deshonor. Nunca las planeo antes, no pienso desde un inicio cómo quiero que terminen. Sólo escribo y escribo hasta que siento que aquel punto es el final. No sé si sea algo bueno o algo malo, pero tal vez sea que me dejo llevar mucho con que «las mejores cosas son las que no planeas».
Me gustaría que Tahnee me dijera si le agrada lo que escribo. Sin embargo, por momentos me pongo a pensar y llego a la conclusión de que si no fuese porque ella se ha marchado, hoy no sería quien soy. Y, la Savannah Hart que hoy existe, es la que ama escribir abriendo su corazón. Supongo que si todo hubiese sido al revés, yo no habría encontrado mi pasión. Si hubiese sido todo al revés... yo no sería un ser herido. Tal vez no de esa forma. Y, si me conformaba con la realidad que tenía delante de mis narices, no crearía otra completamente diferente. Y, déjame decirte, que esto es lo que me hace feliz.
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«Martes. 18 de agosto; 2015».
La práctica de hoy ya ha terminado. Así que Kenner junto con Yannick Urban, su mejor amigo, no dudaron en ir hacia las gradas donde se encuentran sus pertenencias. Cada uno tomó su refresco, y ambos vaciaron sus botellas enseguida. Se sentaron mientras los demás caminaban delante de ellos para dirigirse a las duchas, y vieron cómo otros llegaban yendo hacia la puerta de metal que da al gimnasio. Los de baloncesto. Ellos dos son de cricket.
—Esto de haber estado en cama todo el fin de semana no me ha ayudado en nada —suelta Nick, entre jadeos, mientras se inclina sobre sus rodillas—. No creí que estaría tan agotado, sabes.
—Ni que fuera para tanto —le contesta Kenner, quien aprovecha la manera en la que se encuentra su amigo para darle un puñetazo a la espalda—. Hazte hombre, ¿quieres?
Como respuesta el aludido gruñe con los dientes apretados, por lo que él suelta algunas carcajadas.
—Ni que tú lo fueras, Kenny —dice Nick ante la risa de su compañero, en tono de burla, provocando que le propinaran otro puñetazo—. ¿Qué te pasa? ¿Eh?
—Sabes que no me gusta que me llamen así.
—Claro, porque sólo puede hacerlo tu mami, ¿no?
—Cállate. —Le da un golpe con la botella de plástico vacía en la cabeza, y su mejor amigo no hace más que reírse mientras se incorpora.
En silencio ambos observan la entrada del gran gimnasio, ya que no la tienen tan lejos al estar en el campo de juego, y el entrecejo de Kenner comienza a fruncirse cuando ve que allí se encuentra Jacob Ross acompañado de Savannah Hart. Él se muestra muy sonriente, mientras que a ella se la ve un tanto incómoda y enfadada.
—¿Querrá volver? —cuestiona Nick contemplando la escena, y después se aparta el cabello de la frente. Kenner sólo se encoje de hombros para querer demostrarle que no le interesa, cuando en realidad sí.
Por más de que sea su mejor amigo, no le ha contado ni le contará lo del diario de Savannah. Bueno, puede que no sea su diario, pero sí es algo similar. Ese es asunto de ellos dos y él no abriría la boca.
Sabe que si contesta a la pregunta de su amigo, se iniciará una conversación interminable respecto al asunto y a Kenner se le escaparán cosas como «Él no la quiere», «Nunca la quiso», «Prefiere a Riley Coug» o hasta incluso: «Savannah necesita a alguien que la haga feliz, no a aquel gilipollas». Como conoce a Yannick, sabe que él le preguntará cómo es que sabe ello y de lo más casual responderá: «Bueno, ya sabes, encontré un cuaderno celeste donde ella escribía allí todos los días y habló sobre Jacob. ¿Quieres leerlo, amigo?».
Sacude la cabeza apartando sus pensamientos, y vuelve a prestar atención lo que está delante de sus ojos. No oye lo que dicen, pero sí se nota que no es una charla muy agradable. A kilómetros de distancia alguien notaría que Savannah está alzando la voz más de lo que debería.
—Se enojó la fiera —comenta Nick, mirando expectante sin ningún disimulo. Kenner se vuelve para darle un codazo y una mirada de advertencia. Sin embargo, antes de que pudiera girar hacia aquellos dos de nuevo, su mejor amigo estalla a carcajadas y aplaude después de haberse puesto de pie siendo necesario un sólo salto—. ¿Lo viste, Ken? ¡¿Lo viste?! ¡Ja! ¡Ha sido increíble! ¿Has visto esa bofetada? ¡De seguro a hecho que Jacob escupiera algunos dientes!
Intenta voltear lo más rápido que puede y allí los ve, ella entrando al gimnasio más que cabreada y él con la cabeza ladeada y una de sus mejillas rojas. Inconscientemente sonríe, diciéndose a sí mismo que Ross se lo merecía.
—Oye, Nick, cálmate... —ordena viendo cómo Jacob les clava la mirada aún en su lugar. Su amigo hace caso omiso a aquellas palabras, y Kenner desde su posición ve cómo el ex-novio de Savannah intenta contenerse para no ir y darles una golpiza.
Mientras que las carcajadas no cesan, se pone de pie de inmediato y toma sus pertenencias lo más rápido que puede. Se cuelga la correa de la mochila del hombro derecho, deja su botella vacía sobre las gradas y agarra a Nick del brazo para largarse de allí. Éste se queja, y se zafa del agarre para agarrar sus cosas también.
—Me estaba divirtiendo... —le dice, al estar a una distancia considerable, arrastrando su mochila por el piso.
—Y él se iba a divertir dándote unos cuantos golpes si seguíamos allí.
Nick pone los ojos en blanco, y una vez después de que ambos hayan salido del instituto Kenner le pregunta si quiere que lo lleve. Él se niega, diciendo que irá a pie ya que tiene que hacer una parada antes, y sin insistir ni esperar más se despiden alzando una mano. Ken va hacia su coche, abre la puerta y se deja caer sobre el asiento. Deja sus cosas en la parte trasera luego de tomar la llave, y cuando va a dejarla dentro del contacto algo sobre el tablero llama su atención: la famosa libreta.
Recuerda que la ha dejado allí porque el día anterior, antes de cenar, su hermana menor había revisado sus cosas y él se dio cuenta de ello esta mañana en el desayuno porque estaba sobre el sofá. La tomó de inmediato y se fue de su casa, sin tener tiempo de guardarla antes.
Decide que antes de emprender camino leería, porque ni bien llegue a su hogar se dará un baño y su curiosidad por la frase de hoy no le permite esperar más.
Al finalizar, mira al frente pero sin prestarle atención a la ciudad que tiene delante de sí. Piensa en lo que ha leído por un largo rato. Se imagina a Savannah escribiendo, viéndola herida y necesitando una manera para descargarse, y la tristeza lo abatió. Se aferró con fuerza del volante considerando que una persona como ella, que recibe burlas gran parte del tiempo, tiene una historia no tan bonita detrás y no merece lo que le “brindan” los demás. Es parte de una historia que muy pocos ven, y que nadie se atreve conocer. Sin embargo, Kenner sí. Quiere y ansía conocer cada parte de Savannah Hart. No por lástima, sino porque considera que necesita a alguien más tanto como él ha llegado a necesitar de la compañía de otras personas. Tal vez no sea indispensable apartarse de la realidad para disfrutar lo que la vida tiene en mente para ti. A pesar de lo que ha pasado, si esconde su rostro detrás de libros y sus manos se entretienen con múltiples bolígrafos, ¿cómo sabrá ella si el destino le prepara un final feliz? ¿Cómo sabrá ella si no se empeña en mejorar lo que ha salido mal? Kenner no piensa que su decisión de escribir ha sido errónea, de hecho cree que ha sido posiblemente la mejor que ha podido elegir. Sin embargo, sabe que puede hacer más. Mucho más. Y no precisamente mundos inexistentes.
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