✎ 003. «16 de agosto».
«Sábado. 16 de agosto; 2014».
❝Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto.❞
No hay nada que nos complazca para siempre o nos destruya por completo más que el pensamiento. Es algo que creo que nadie puede o podrá controlar jamás. El pensamiento es lo que nos define cómo somos realmente, a diferencia de las actitudes. Muchas veces hacemos cosas que no nos apetecen del todo, cuando por un tiempo planeábamos las que queríamos llevar a cabo. Todo se basa en el pensamiento. Si nuestro cuerpo o el momento no nos hace actuar como quisiéramos, ya es algo diferente.
Yo opino que siempre que nos pongamos nuevas metas, debemos idealizarnos que podremos alcanzarlas hasta contracorriente. La razón es que, mientras más convencidos estamos en que podremos hacerlo, más orgullosos estaremos del resultado porque desde un comienzo supimos que fuimos capaces en llegar a la meta y que el objetivo sin lugar a dudas estaba a nuestra altura.
O sea, no quiero que se malinterprete, pero con decir «a nuestra altura» no quiero referirme a algo que cualquiera podría alcanzar por no ser una cosa extravagante. Me refiero a algo que siendo quien somos merecemos obtener.
Por ejemplo, alguien no se pondrá la meta de tocarse la espalda con la punta de la lengua sabiendo que es algo que no está a su alcance. Y, si alguien lo ha hecho, al no haberlo logrado posiblemente considerará que es un fracasado o que su meta ha sido muy ridícula. La verdad que la segunda. Y no porque una meta sea ridícula ya que, por la más mínima cosa que sea, si le pones esfuerzo porque es lo que quieres y lo logras, jamás será ridículo. Pero sí en el sentido que te propones algo sabiendo que el intento será en vano al estar la línea de llegada por sobre tu cabeza en un punto inalcanzable.
Si sabes que podrás lograrlo, hay muchas probabilidades que lo hagas porque es algo que realmente deseas alcanzar. Ahora, si piensas que no, ya has fracasado sin siquiera haber comenzado. Antes de empezar a correr debes estar totalmente convencido de que alcanzar la meta es lo que te sacará una sonrisa. Sino... es lo mismo que nada. Podría decir que es preferible que te quedes sentado mirando la pared mientras la vida pasa por tu lado.
Algo que no debes hacer jamás, es decir que no podrás hacer tal cosa cuando lo ansías más que nada, por el simple hecho de creer que cuando realmente lo logres, te sentirás mejor de lo que te habrías sentido si pensabas que podías.
Si lo haces y eso pasa, deberías sentirte un estúpido. Un estúpido por no haber creído en ti mismo, cuando eres en la primera persona en la cual debes confiar.
La razón por la que escribo esto en segunda persona, es porque yo sé que algún día leeré esto. Y sabré que iba dirigido hacia mí. Porque para eso lo he escrito: para Savannah Hart. A los demás no les importa lo que tengo para decir.
No sabría decir si ha sido una buena elección de su parte o qué, pero sí lo ha sido para mí. Yo sé que escribir aquí me ayudará para descargarme cuando nadie querrá escucharme. Después de todo, como nadie más que yo lo leerá, son palabras mudas. Mudas porque provienen de mi pensamiento y la única persona que tiene acceso a él es la misma chica que está escribiendo en este instante. Mudas porque nadie las oye y nadie las escuchará.
Soy consciente que no debe ser así, pero la gente ya me ha dejado bien en claro que lo que salga de mi boca les importa muy poco. Sólo espero encontrar a alguien que aprecie lo que hago..., que aprecie lo que escribo y que, por lo tanto, aprecie mi pensamiento. Porque lo que más deseo, es que alguien me quiera como realmente soy. Sé que lo conseguiré, pero no encuentro manera ni rumbo por el que caminar.
Tarde o temprano, sé que podré llegar a mi meta. Sólo espero que suceda antes de decida cancelar la partida.
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«Domingo. 16 de agosto; 2015».
Kenner Eatswood parpadeó un par de veces antes de darle una segunda leída a aquella página. Al finalizar, empezó a sentirse mal. ¿El motivo? Después de haber estudiado cada palabra, pensó que a Savannah lo que menos le agradaría sería saber que él ha leído ya tres de sus reflexiones. Ella estaba escribiendo para ella misma, por más de que por momentos creyese que de algún modo eran dirigidas a su persona. Se sentía terriblemente identificado en ciertas partes, y no sabía si sentirse aterrado o feliz porque alguien por lo menos podía comprenderlo.
Él también busca a alguien que lo quiera como es realmente. Todos desean eso, claro está, pero algunos quieren unas cosas más que otras. Y en su lista, definitivamente, primero se encuentra lo de ser feliz con una persona que lo valore y le tenga cariño tal y como es.
No ha experimentado de igual manera que Savannah lo que es ocultarte porque a nadie le interesara saber sobre ti, pero sí se pone en su lugar y le duele. Duele porque, teniendo todas esas cosas maravillosas para ser escuchadas, nadie les presta atención. Decide refugiarse en ella misma pero sacándolo de sí para no explotar algún día. Se refugia entre letras y páginas donde cree que sólo ella podrá verse. No obstante, Kenner encontró su escondite.
No se burlará como lo hacen los demás, no; no seguirá de largo como si no hubiese visto nada, no; lo único que tiene para hacer de momento es aplaudirle de pie. Aplaudirle porque, de esta manera, él descubrió que eso la hace feliz. Si haces algo sólo para ti y te enorgulleces, considérate un vencedor. Kenner piensa que de seguro ella se siente orgullosa por lo que piensa y por lo que escribe, a pesar que los demás le hagan ver que no les gusta. Si ella sigue haciéndolo sin importarle lo que le digan los demás (cosa que así debe ser siempre) quiere decir que eso la hace feliz. No obstante, ella considera que puede serlo también de otra manera, y es encontrando a alguien que la quiera de verdad.
Si ella supiera que su amor propio alcanza y sobra para alcanzar la felicidad, no pensaría que necesita algo más para sonreírle a la vida de la manera que espera.
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