✎ 001. «14 de agosto».
«Jueves. 14 de agosto; 2014».
❝Las personas son como la luna:
siempre tienen un lado oscuro que no enseñan a nadie.❞
Yo, Savannah Hart, considero que la frase con la que he decidido iniciar este viaje está totalmente en lo cierto y no habría que agregarle más palabras. Sería muy extraño que alguien fuese la excepción a aquella cita. Es decir, nadie es completamente como un libro abierto. Todos ocultamos algo que no queremos que nadie sepa, o no tenemos el valor suficiente como para hacer que salga a la luz. Todos tenemos secretos escondidos bajo llave. No digo que sea algo malo, de hecho me parece sensacional que alguien decida ocultar una parte de sí, sin embargo, eso no quiere decir que en nuestra totalidad debamos sumirnos en la oscuridad...
En mi caso, mi lado oscuro está en constante cambio, por decirlo de una manera; así que nunca nadie llegó a conocerme de pies a cabeza de forma completa. Siempre que permitía que alguien supiera algo de mí que estaba escondiendo, otra cosa ocupaba su lugar y así sucesivamente. Con el paso del tiempo comencé a tomar confianza para dejar que aquellas partes de mis secretos se iluminaran y pudiesen verlas a quienes se lo permitiera.
Muchos dejan que la oscuridad los consuma, y realmente opino que deberían luchar para rotar de papeles. No es bueno que te permitas que tu lado oculto aumente cada vez más, puesto que llegará el momento en el que ni siquiera tú te conocerás.
Sí, somos como una luna por ello; sí, tenemos aspectos que sólo nosotros los vemos; sí, pero hay algo más... tenemos marcas. Como la luna tiene cráteres, los humanos tenemos cicatrices. Mientras más de ellas tenemos, más nos cerramos y por ello no confiamos hasta el punto de dejar que alguien nos conozca tanto como la palma de su mano. Mientras más nos cerramos, más cosas ocultamos; y en muchas ocasiones, no es bueno guardarse las cosas. Cuando tuviste la oportunidad de susurrarlas, miles de oídos podrían haberte escuchado. Sin embargo, a medida que pase el tiempo, a pesar de que lo grites..., nadie lo oirá. Ni siquiera tú.
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«Viernes. 14 de agosto; 2015».
Luego de que la campana sonara indicando el final de la jornada, Kenner vio cómo ella tomó de forma inmediata sus pertenencias y corrió hacia la puerta siendo la primera en salir del salón. Se preguntó por qué tendría tanta prisa, y se encogió de hombros al no poder responder su pregunta. No era algo que debería interesarle, sin embargo; se lo cuestionaba como si lo hiciese.
Apenas la conocía. No habían intercambiado demasiadas palabras a pesar de ser compañeros hace años, pero sí sabía quién era. Todos los de la preparatoria Parkes saben quién es, por lo menos de vista. Savannah está dentro del equipo femenino de lacrosse, y para muchos es la anciana filosófica de Canberra. Lo irónico es que de anciana no tiene nada, teniendo en cuenta que hace un par de meses ha cumplido los dieciséis años.
Lo que la diferencia de los demás adolescentes de su edad, es que tiene la capacidad de ver las cosas de una manera increíble. Lo hace desde que descubrió su amor por la literatura. Haber escondido su rostro tras un libro ha hecho que ella se diera cuenta que hay que ver más allá de lo que creemos que vemos, ya que la esencia significa más que la apariencia. Siempre intenta sacar el lado en el que hay que razonar de todo lo que la rodea, y por ello gran parte de los alumnos de aquel colegio piensan que tiene «Filosofía» como segundo nombre.
Ella, como sus amigas, no le ven la parte mala a ser de esa forma. Piensa que de esa manera encontrará el significado de la vida de una forma más sencilla. Ver de verdad, hasta un ciego puede hacerlo, y es lo que ella opina desde los trece años. Un ciego puede ver cosas que un vidente no. Y ella quiere demostrarlo. Ella es capaz de ver ambas, y le encantaría que los demás lo hicieran. Sin embargo... sólo ha recibido una burla tras otra. Eso le hizo darse cuenta que a nadie le gustaría ser un vidente con todas las letras; que a nadie le gustaría ver no sólo con los ojos, sino también con el corazón.
Es increíble que hasta una persona pueda ofenderte porque le desagrade tu forma de pensar, ¿sabes? Eso es algo que Savannah no tolera en absoluto. Ella no va y viene diciendo que los que piensan sólo en fiestas son unos idiotas; ni que los que piensan en deporte mañana, tarde y noche son unos descerebrados. Ella piensa lo que siente que debe pensar sabiendo que eso está bien. Porque nada está mal. Desde qué punto lo mires, claro.
Ella no discriminaría a nadie por opinar de una forma u otra, ya que se pone en sus zapatos y sabe que duele. Ha pasado por esa situación muchas veces. Cualquiera desearía que existieran más personas como ella. No obstante, como todos, tiene sus defectos. Ver la esencia de las cosas no la convierte en una chica perfecta, aunque sí la hace sentir especial. Todos tenemos cosas que nos hacen sentir especiales, y si no nos sentimos de esa manera; quiere decir que no hemos encontrado aquel aspecto que nos hará sentirnos orgullosos de nosotros mismos.
Una de aquellas personas, es, sin lugar a dudas, Kenner Eatswood. No sabe qué sentido tiene su vida, pero vive como cree que debe vivir. Vive porque todo ser ha llegado al mundo para ello. Sin embargo, no sólo por eso. La vida de cada uno de nosotros tiene una razón detrás. Él, a meses de cumplir los diecisiete, no la ha encontrado.
Ha pasado por cosas que a nadie le gustaría pasar, pero aun así se mantuvo firme. Vive como si el día por el que transcurre fuese el último y eso lo hace feliz. Aunque... sabe que no ha venido para ello. Hay algo más, y no logra descubrirlo... no todavía.
Tras la partida de Savannah, los demás la imitaron hasta que el único alumno que quedó allí dentro fue el mismísimo Kenner. Estaba guardando sus pertenencias con todo el tiempo del mundo. Hoy no tenía prisa alguna. Al finalizar, por fin se puso de pie. Acomodó las correas de su mochila sobre los hombros y esperó. Ni él mismo sabía qué estaba esperando, pero lo hizo, mirando un punto fijo de la pared.
Cuando reaccionó de que nada extraordinario sucedería, su mirada se desvío hasta que terminó posándose sobre el pupitre de aquella chica que en el día de hoy no dudó en correr hacia la salida como una desesperada. Lo contempló durante unos segundos, hasta que su entrecejo empezó a fruncirse. Savannah no había recogido sus cosas por completo.
Se acercó, con pasos vacilantes por si aquel objeto decidía atacarle, y al estar lo suficientemente cerca lo tomó. Era una libreta. En la hora de Biología la había visto escribiendo algo en ella.
«¿Acaso es su diario íntimo?», se preguntó.
Sin saber muy bien si era correcto, lo abrió. Tenía curiosidad. El motivo era que, cuando la vio utilizando el bolígrafo sobre una de las hojas, como ya has de saber, estaban en Biología. Y Kenner sabe que a Savannah le encanta esa asignatura. Nunca se contiene en alzar la mano cuando el profesor hace alguna pregunta, siempre se muestra entusiasmada con ganas de aprender, y no hubo ocasión en la que haya reprobado alguna evaluación. Sus exámenes en la materia son excelentes.
Kenner se planteó que, si había decidido prestarle más atención a la agenda que a su clase favorita, quiere decir que es algo muy importante para ella.
Cuando se topó con la primera página, sus ojos se encontraron con una frase de Voltaire, un pensador francés. Luego de la primera lectura, le prestó más atención a su caligrafía que al significado de la cita. Al ver que aquella letra era el quíntuplo de prolija que la suya, soltó una carcajada. Savannah es perfeccionista. No permitiría siquiera que su forma de escribir fuese desastrosa. Se fijó en las letras redondeadas, y hasta los puntos de sobre las íes les parecieron maravillosos. Negó con la cabeza saliendo de lo que estaba pensando, y leyó aquella frase una vez más:
❝Una colección de pensamientos es una farmacia moral donde se encuentran remedios para todos los males.❞
Contempló un rato las palabras, y comenzó a repetirlas en su mente. Sentía que aquello tenía sentido. Mucho sentido. Sin embargo... sólo eso. No sabía lo que significaban exactamente. Ni lo que significaban para él, ni lo que significaban para Voltaire, y mucho menos la sensación que causarían en Savannah. Se preguntó cuál sería su opinión respecto a aquella frase.
Por unos segundos pasó por su cabeza que debería preguntarle, pero no era una idea a la que podría denominársela buena. No debía meterse en donde no lo llaman. Savannah descubriría que lo había leído, y en lugar de responderle sabe que es capaz de encajarle una patada en la entrepierna por más de que él piense que ella desee plenamente la paz mundial.
Cerró la agenda, pero la curiosidad de qué se encontraría en las siguientes páginas comenzó a carcomerle por dentro.
«Sólo una frase más», se prometió.
Lo abrió, y pasó de página. En el primer reglón vio que estaba la fecha del aquel día, solo con la diferencia que era del año anterior. ¿Hace exactamente un año escribe en la libreta?, preguntó para sus adentros; y al responderse solo, supo que debería tener un valor bastante grande.
Pasó su mirada por sobre la cita que escribía con aquella letra que tanto le gustaba y deseaba tener, y se encontró con que decía algo sobre la luna, las personas, y los lados oscuros. Unos reglones debajo, había más cosas escritas por ella. Al terminar de leer, vio lo que aquella frase significaba para ella. Y eso hizo que sintiera más curiosidad.
«¿Cuál es el lado secreto de Savannah Hart?»
Ella afirma que en todo momento esconde secretos. Él también lo hace, al igual que todo el mundo. Sin embargo, por un instante comenzaron a importarle más las cosas que ella ocultaba que las propias. En aquella parte de Hart, donde predominaba la oscuridad..., ¿había algo que valiera la pena conocer? ¿Había algo que se merecía encontrar la luz?
Kenner sospechaba que sí.
Conoce muy poco a la muchacha, pero aun así, si la conociera más, sabía que nunca la conocería por completo. Lo leyó por sus propios medios: ella lo dijo. Aquella chica de ojos azules escondía cosas que no quería que los demás conocieran.
Empezó a sentir más curiosidad por lo que aquella libreta pudiera contener. Savannah comenzó a llamar más su atención. Puede que sea «la anciana filosófica», como todos dicen, pero no deja de ser humana y todos los humanos tienen cosas interesantes para decir. Kenner sabía que ella era algo más que una chica de bonita letra que jugara al lacrosse y le encantara la biología. No la conocía, pero se propuso hacerlo. Valía la pena conocer a una persona como ella. Valía la pena vivir sus días como si fuesen los últimos con ella siendo partícipe.
Miró a ambos lados para asegurarse que seguía solo, y se quitó la mochila para guardar allí dentro la libreta. Al haberlo logrado volvió a ponérsela, y a paso lento abandonó del salón con varias cosas rondando por su cabeza.
«¿Qué cosas escondes, Savannah Hart? ¿Esta agenda tiene grabada en ella tu lado oscuro? Si escribías esto para ti, sabiendo que nadie lo leería... ¿trazaste tus secretos sobre el papel entre las líneas de tus reflexiones creyendo que todo estaba a salvo? Espero que sí, porque deberías quedarte tranquila: tus secretos están a salvo conmigo.»
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