Y cuando las nubes visten el cielo, ocultando al sol entre las penumbras de la noche,

Yo solo permanezco aferrado a tu recuerdo,

Como lo haría una pequeña flor en la orilla, extrañando la luz del día,

Y cuando vuelve la noche arrepentida, con aquella melancolíca y fría brisa,

Mis manos juegan con las sombras en busca de tu figura escurridiza,

Sin ver más que la inmensa oscuridad que has dejado en esta casa y en está habitación, contaminando mis días y mis noches, como una plaga que permití que tuviera control sobre mí.

Quedando yo como un bote sin luces y a la deriva, confundido y desorientado, extrañando las olas que ya no lo buscan y las nubes que ya no lo acompañan;

Quedándote tu como la razón de mi silencio y de la rareza inexplicable de mi espera,

Atormentándome como un fantasma que, más que mostrarme la escalofriante continuación después de la muerte, me deja claro que ya no tengo vida y que ya no te tengo a ti.