Aquel espejo te reflejaba, mostrándome tu silueta y tu espectral ausencia;
Cuando ya estaba dispuesto a olvidarte, aquel te espejo te reflejaba, como una burla incapaz de ser ignorada.
El espejo te poseía, te mostraba, como un trofeo, y hacia de ti más de lo que en mi hubieras sido;
Te llenaba de júbilo entre sombríos movimientos, cuando conmigo solo eras una estatua que en ocasiones me miraba y me sonría escalofriantemente.
Sentía que las paredes me susurraban, entre burlas y risas:
«¿Te gusta?» «nunca será tuya.» «Es mía.»
Aquel espejo te reflejaba, mostrándome tu silueta y tu espectral ausencia...
Desesperado, quebré aquel espejo,
Sus pedazos caían y hacian del suelo un cementerio de relámpagos de cristal, con un sonido tan desgarrador como estruendoso.
Mi cordura huyó con mi alma asustada y solo quedo la primitiva criatura cuyo corazón latente te extrañaba.
Corrí hacia los pedazos, intentando reparar el daño que había hecho.
Cortadas se extendían por mi brazo a media que insistía.
El espejo, aún en pedazos, más que burlarse de mi nuevamente, me narraba mi propia y dolorosa verdad:
Te he perdido, te he lastimado, y tus ansias de quedarte se desvanecieron; muy tarde me he dado cuenta y he corrido a buscarte, pero ya no estás.
Que te extrañe no significa que volverás,
Y que te ame aún no significa que tú vuelvas a amarme.
Obligarte sería un peor castigo del que ahora vivo,
Agobiado por este espejo;
Aquel espejo que te reflejaba, mostrándome tu silueta y tu ausencia espectral, fragmentada, en pedazos...
Es lo que queda de un corazón roto.
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