Vestías de estrella fugaz, aquella noche tan lastimosamente limitada,

Surcando por los paralelos espacios de la oscuridad y la luz, donde camino como mortal y te observo como diosa, caminando tan elegante, brillando con fulgor rosa, resaltando tu piel morena legendaria...

Tu distinción paraliza mis ojos y hacen viajar mi mente a recuerdos inexistentes de un pasado olvidado: donde comienza la belleza humana, donde hilos blancos gentilmente recubren una piel tersa, donde una caricia da lugar a una continuación.

Y vuelvo a mí como si jamás me hubiera ido.
Pestañeando constantemente como si se tratase de una vil ilusión;

Y al agitarse mis pestañas, resuena una melodía silenciosa, cual aplausos educados al verte ante mi, tan perfecta, tan hermosa...

Le susurro en ecos a mi corazón calma; y, conmocionado, me ignora, a causa de letras desnudas que recorren mis venas gritando tu nombre.

Apuñálame sin piedad con tu mirada e inquieta mis vellos; recorre por ellos como árboles en el bosque:

Piérdete en mi, sin remordimientos y sin voltear atrás;

Sin importar lo lejos que estés, en mi siempre estarás y el mundo, mientras yo exista, jamás te tendrá.