Sé que me observas, entre tinieblas, esperando que mis palabras se ahoguen entre lúgubres sollozos y mis manos vaguen,

Temblando, en búsqueda inútil de humanidad;

¡Oh, pero que ingenuas se han vuelto: buscando misericordia entre seres de lánguida moral!

Muda eres pero siempre escuchas a quien te invoca; postrándote con ternura, como amiga: por toda una vida; como amante: por una noche, por un día, por minutos, por segundos...

Benevolente eres pero solo un espectro más eres, en busca de refugio en brazos ajenos y consuelo en llantos y lágrimas que te conjuran:

Suplicando tu acobijo.

Oh, soledad, respuesta a mis plegarias,

Emisaria de Dios ante mis infortunios,

Única testigo de mis tormentos.

Oh, espectro de ternura maternal, no soy más que otro ser que padece de las injusticias de la vida.

Más, en tu grata fidelidad halló consuelo cual niño en los brazos de su madre.

Incluso en vida cuidas de mi.

Incluso al morir, con mi mano en tu regazo presenciaras mi último aliento.

Oh, soledad, testaruda y terca eres; incluso en compañía humana siento tu peculiar presencia.

Cura mis heridas con tu calidez inexplicable y pídele al tiempo que las cicatrice con su paso errante.

Oh, soledad, desdichada madre, fugaz amante, eterna amiga...

Solo tú y yo, hasta el final.