A medida transcurría el tiempo...

El ambiente seguía igual, las casas permanecían en su lugar, las personas articulaban los mismo diálogos. Los mismos problemas. Las mismas caras, pero el sentimiento cambio.

Anhelaba algo más, una cosa que lograra cambiar la monotonía que me había obligado a vivir. Porque al final, decidí permanecer aquí, tampoco puedo irme. Estoy atrapada en mi propia fantasía. En mi burbuja, en mi refugio. Debería de protegerme, pero me lastima cada vez más.

Aprendí a fingir.

Las respuestas cada ves eran más endulzadas, mis actitudes cada vez más alegres, pero sus acciones eran inherentes al destino. Sin embargo, seguía negándome a retroceder. No podría. Creía firmemente que en algún momento todo aquello cambiaría, y entonces sería plenamente feliz.

A pesar de mis esfuerzos, el resultado no cambió.

Me desperté en medio de un confortable suelo, suave como nube y resistente como como madera. A lo lejos escuché gritos frustrados y tal vez, preocupados, no lo sé. Aquello ya no me afectaba. Para todos era la niña buena que siempre tendía una mano para ayudarles, e incluso esta vez, decidí lanzarme por mi propia cuenta por el puente antes que aquella guerrera pelirroja lo hiciera, demostrando una convicción para sobrevivir y huir de ella, pero mi intención era terminar con todo de una vez.

"Gran sorpresa", había sobrevivido a la caída. Quería olvidar todo lo que ya había experimentado y quererles como la primera vez que convivía con ellos, pero no puedo. Cada expresión me parece más vacía, más doliente. Y cuando estuve enfrente ante aquel maniquí, no pude evitar llorar con todas mis fuerzas. Porque aquello no era lo que había querido, porque había disfrutado enormemente estar con ellos ¿por qué tenía que terminar así? ¿Por qué no puedo parar?

Ni siquiera cuando lloraba amargamente mi cuerpo me daba descanso. El hipo que salía de mis labios me impedía concentrarme por completo. Sollozaba de la frustración, pero no paraba. Como una máquina, mi cuerpo seguía esquivando los ataques ya memorizados del maniquí.

Logre ver por un momento el rostro del maniquí y percibí que estaba nervioso por mis lágrimas, pero no paró. Y yo tampoco. Con cada esquivo, sentía que mi mente terminaba por romperse. Con cada ataque recibido por distracción, percibía como algo de quebraba dentro de mí.

Abrí los ojos y llamé por ayuda.

Mad Dummy retrocedió sorprendido. Mi voz sonaba ronca y tosca. La verdad, su reacción ya no me sorprendía. Tampoco esperaba que alguien viniera. Sabía que faltaba todavía algunos turnos para que el monstruo fantasma viniera.

¿A quién llamó entonces?

Solamente quiero que esto termine. Borrar lo que una vez hice. Eliminar mis recuerdos. Ya no quiero tener que llenarme la cabeza con el veneno de la actuación. Esta no era yo. Debía acabar. Debería haber alguien que me salvase del ciclo.

Concentrada en mis gritos que ni me percaté como me había detenido por completo, sosteniendo mi garganta para alzar aún más mi voz. Y la última arma del maniquí apareció. El ataque más condenadamente fácil fue el que atravesó mi alma en ese momento de debilidad.

Y sin siquiera haber guardado una vez al iniciar el juego, pues confiaba en mi capacidad, regrese al inicio. Otra oportunidad para hacer todo desde cero se cernía ante mí. Sin emoción alguna ni calidez, me dije que esta vez no iba a fingir. Nunca más.

A ver qué será de mí...

—¿Frisk...?

Debo de hacer algo con este corazón. Debo hacer algo con esta mente. Nadie vino. Nadie me salvará. Solamente yo podré salir de este infierno. Y eso voy a hacer. Una vez más, lucharé. Aún si eso significa que al verme al espejo no pueda siquiera reconocer mi identidad.

A lo mejor, esto también será otro sueño sin final...