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Capítulo 7.

Nate

—¿En serio tengo que llevar esto?

Seth me ajustó el chaleco antibalas. Se aseguró que estuviera bien puesto y se apartó.

—Sí, tienes que usarlo si quieres ir conmigo —dijo serio —. ¿Sabes usarla? —me mostró el arma.

—Vanya me enseñó a cómo hacerlo —dejó el arma en mi mano. Me miró con severidad, ya no lo hacía con pena o con melancolía cómo antes.

—Cualquier cosa que pase hoy o mañana sabes qué hacer —asentí —. Si ves que estoy en problemas te vas, no mires atrás y no regreses —apoyó las manos en mis hombros —. Te vas —insistió. Tenía la mirada fija en mis ojos —. No miras atrás y no regresas.

—Seth...—no me dejó continuar.

—Te voy a proteger de quién sea a cómo dé lugar y no quiero que me cuestiones —aseveró —. Me importas demasiado y aquí el único que tiene un futuro eres tú.

—Tú también lo tienes —negó de inmediato.

—Yo ya estoy condenado, Nate. No soy una buena persona y lo sabes. He cometido muchos errores y he matado a tantas personas que en mis manos escurre sangre.

—Todavía puedes cambiar.

—¿Sabes cuál es el problema?

—¿Cuál? —fruncí el ceño.

—Que no quiero cambiar. Me gusta ser así, me gusta lo que hago y me gusta esta vida. No pienso hacerlo a menos que Vanya me lo pida. Tengo fe en ti, en que puedas hacer algo bueno con tu vida. Que termines la carrera y que tu vida no gire en torno a esa mierda —asentí —. ¿Lo entiendes?

—Sí —sonrió. Me abrazó llevando una mano a mi nuca. Dejó un beso en mi cabeza y se apartó.

—Confía en mí y en que todo lo que te digo es por tu bien.

—Lo sé —musité.

—Vamos —cogí bien el arma que Seth me entregó y juntos salimos de la casa. Al salir y caminar hacia el auto nos dimos cuenta de que Everett se encontraba detrás en su moto.

—Seth —miró en la misma dirección que yo y alzó las cejas con sorpresa.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó mi hermano.

—¿Creen que pueden entrar a ese lugar sin mi ayuda?

—No te la pedimos —le dijo Seth.

—No tienen que hacerlo. Ese lugar tiene mucha seguridad, hay cámaras en todos lados, en cada esquina. Alguien tiene que abrir las rejas y desactivar las cámaras, ¿saben quién es ese alguien? —nos miró a ambos —. Yo soy ese alguien.

Compartí una mirada con mi hermano. Él tampoco estaba muy convencido de que Everett fuera con nosotros a esa empresa, pero tenía razón en algo, lo necesitábamos para entrar a ese lugar sin ser vistos.

—Él tiene razón —Seth me dirigió una mirada amenazante, como si quisiera que me callara o lo haría él con sus manos —. Tenemos que entrar sin ser vistos.

—¿No puedes hacerlo desde aquí? —le preguntó Seth.

—Ni que tuviera wifi incluido para hacerlo a la distancia —se burló. Se colocó el casco y subió por completo a la moto —. ¿Nos vamos? —Seth me pasó las llaves, ya que esta vez yo iba a manejar.

Subimos al auto y conduje en dirección a la empresa. Everett venía a un lado en su moto. A veces se adelantaba y otras más se quedaba atrás.

—Conocí a Irina —miré a mi hermano tras decir esas palabras.

—¿Qué? —lo miré fugazmente —. ¿Cuándo? ¿Dónde?

—Hoy en el club al que asiste.

—¿Y? —le bajé el volumen a la música para escucharlo mejor.

—Parece un ángel.

—Pero ya sabes que no lo es —asintió —. Es mala y tiene a V.

—Y lo admitió —me sorprendí por lo que dijo.

—¿Te lo dijo?

—No conoce la palabra vergüenza —exhaló —. Ellos la tienen —dijo con voz melancólica.

—¿Dónde crees que la tengan? —pregunté. No estaba seguro de nada, ni siquiera sabía si podría continuar sin ella. La extrañaba demasiado y la necesitaba a mi lado.

—Lo más probable es que la hayan sacado de la ciudad —me miró de reojo —. Tú lo dijiste —asentí.

—Puede estar en cualquier lugar —solté un suspiro y miré a través de la ventanilla.

Everett nos alcanzó y se colocó a mi lado, señaló al frente y a lo lejos alcanzamos a ver el edificio que era la empresa de Irina. Everett se adelantó y condujo frente a nosotros.

—No es tan imbécil cómo dijiste —le dije a Seth.

—Que no te engañe, puede parecer una buena persona y que no es tan malo cómo parece, pero acuérdate de que él posee mucha información de todos y la puede usar en nuestra contra.

—Entiendo.

Poco antes de llegar al edificio detuve el auto detrás de la moto de Everett, quien ya había sacado una tablet donde pasaba el dedo de un lado al otro, de arriba abajo. Bajamos y nos colocamos a su lado.

—¿Ahora qué? —preguntó Seth a Everett. Este no respondió, se mantuvo en silencio muy concentrado en lo que hacía. Ni siquiera porque estaba viendo la pantalla entendía todos esos números y letras. Pasaba de una página a otra, movía los dedos ágilmente en la pantalla.

—Listo —dijo y ambos lo miramos.

—¿Qué?

—Ya pueden entrar sin que nadie los vea —sonrió. A Seth le desagradaba y no era nada disimulado con lo que sentía hacia él.

—Más te vale que así sea, porque si no...

—Ya sé —dijo de mala gana —. Me estás pagando mucho para que no te descubran —Seth lo señaló.

—Exacto —sacó el arma, asegurándose una vez más que tuviera municiones. La guardó y me indicó seguirlo.

—Entren como si nada, nadie los va a ver —aseguró Everett. Solté una larga exhalación y seguí a Seth de cerca.

Caminamos en dirección al edificio y nos detuvimos un par de segundos en la esquina.

—No te separes de mí —informó Seth muy serio. Asentí y lo seguí. Avanzamos por la acera hasta la entrada del estacionamiento y ahí entramos con cautela y siendo cuidadosos de que no nos vieran.

—¿Recuerdas el número de placa? —le pregunté a mi hermano. Sacó su celular y juntos observamos las fotos que le tomó a todo lo que llevó Everett. Las camionetas junto a la van debían estar cerca de un pilar, frente a una de las rampas que subían al siguiente piso.

—Debe ser ahí —señaló Seth. Avanzamos y nos detuvimos frente a la van. Seth me miró y jaló la puerta para ver si abría. Cuál fue nuestra sorpresa al ver que sí se abrió y que dentro no había nada o eso creímos al principio.

—Seth —me estiré y cogí el pendiente que estaba en el suelo de la van. Seth observó el pendiente y volvió a mirar dentro como si con eso ella fuera a aparecer cómo por arte de magia. Yo también quería eso. Quería que regresara —. Es de ella —le entregué el pendiente y lo cogió.

—¿Estás seguro?

—Sí, es de ella —volvió a mirar dentro, pero ya no había nada. Ni siquiera una pista que nos llevara a otra pista. Lo único que teníamos era ese pendiente. Seth abrió la puerta del piloto, se subió y buscó debajo de los asientos, dentro de la guantera y en el tablero, pero no había nada.

Frustrado, golpeó el volante y maldijo mil veces. Estaba enojado y lleno de rabia por lo sucedido. Se llevó las manos a la cabeza y metió los dedos entre su cabello. Respiraba agitado. Creo que quería romper todo lo que tenía frente a él, pero se estaba conteniendo.

—Seth, tranquilo —le dije con serenidad.

—¿Cómo es posible que no hayamos encontrado nada?

—Fueron muy listos y cuidadosos —dejó caer la cabeza en el asiento de la van y giró para verme. Tenía esa mirada que no me gustaba ver en él; derrota y resignación —. ¿Te estás dando por vencido? —le pregunté.

—Solo es un bajón —continuó buscando en cada rincón y esquina de la camioneta, pero no había nada.

—Mejor vámonos —le pedí —. No es seguro estar aquí.

Seth terminó por ceder y bajó de la camioneta. Cuando salimos del edificio Everett nos esperaba donde se había quedado. Al vernos avanzar hacia él guardó la tablet dentro de su mochila y esta la colgó en sus hombros.

—¿Encontraron algo? —indagó. Intercaló la mirada entre Seth y yo.

—Solo esto —le mostré el pendiente y Everett entornó la mirada.

—¿Solo eso?

—Fueron muy cuidadosos —respondió mi hermano sin mirar a Everett.

—Lo son —Everett subió por completo a la moto —. Voy a investigar el jet y si ha salido de la ciudad. Que yo creo que sí —añadió —. Si encuentro las rutas que ha tomado podremos encontrarla antes de que decidan hacer algo con ella —esta vez Seth sí lo miró a la cara.

—Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo ya —dijo con desesperación. Everett hizo un saludo militar y se alejó.

—Nos vemos pronto —nos dio la espalda y salió del edificio.

—Vámonos —le pedí una vez más a Seth. No me gustaba estar aquí y que nos descubrieran.

Salimos y subimos al auto para conducir de regreso a la casa.

—Tenemos que regresar al trabajo —Seth me miró y asintió —. Si tú no quieres hacerlo lo haré yo. Necesito despejar mi cabeza y no pensar en ella.

—¿Por qué mejor no estudias de nuevo? —giré la cabeza para verlo. Esta vez condujo él de regreso.

—No sé —me rasqué el brazo —. Con todo lo que está sucediendo no tengo cabeza para pensar en otra cosa.

—Deberías terminar tu carrera. Te veías muy feliz cuando estabas estudiando —sonreí al escucharlo hablar.

—¿Eso crees?

—Se te notaba mucho. Eras muy feliz. Si tú decides regresar a la universidad te voy a apoyar en todo y te voy a pagar los estudios. No quiero que seas cómo yo que dejé de estudiar por hacerme cargo de los negocios de Jared.

—Lo voy a pensar, ¿sí? —asintió.

—De acuerdo.

Vanya

Abrí los ojos con pereza al escuchar ruido afuera de la cabaña. Los ojos me pesaban como si hubiera dormido mucho, pero no hubiera descansado. Me dolían los huesos y los músculos, todo el cuerpo por permanecer días enteros durmiendo como si estuviera hibernando. Apreté los ojos al escuchar de nuevo ese sonido. Presté atención y logré distinguir el sonido del disparo de un arma.

Escuché risas y un par de voces. Era la mujer que acompañaba a Noah y el otro sujeto. Abrí los ojos por completo dándome cuenta de que estaba en el mismo lugar y que era de día. La luz se colaba entre la tela de las cortinas.

Esperé un rato para incorporarme y mirar cada esquina, descubriendo que Noah se encontraba sentado en la silla en una esquina de la habitación. Me llevé una mano a la cabeza al sentir un ligero mareo. Noah leía un libro muy atento.

—Es normal que te sientas mareada —habló, pero lo ignoré —. Has pasado muchos días sedada —resoplé. No quería escuchar su maldita voz, me ponía de malas —. ¿No me vas a hablar?

—Vete al demonio —me dejé caer en el colchón soltando una largar exhalación. Observaba el techo para que el mareo desapareciera. Llevé las manos a mi estómago y cerré los ojos al recordar que estuve embarazada y que sí quería a ese bebé. Sabía que sería un gran reto para mí por la vida que he llevado todos estos años, pero haría lo mejor para ser una buena madre. Si perdí a este bebé fue por algo, él o ella no tenía que vivir esta vida tan desgraciada.

—Lo mejor que te pudo pasar fue perder a ese bebé —abrí los ojos de golpe al escucharlo hablar.

Él lo sabía y no le importó hacerme daño.

—Lo sabías —me levanté y lo encaré sentándome en la orilla del colchón, mirándolo fijamente.

—Lo supe en cuanto empezaste a desangrar —ni siquiera me miraba, estaba atento a las páginas de aquel libro —. ¿Lo ibas a tener? Era el hijo de tu enemigo, de tu secuestrador —cerró el libro de golpe.

—Eso no tenías que decidirlo tú. Era mi decisión si quería tenerlo o no.

—Te hice un gran favor —me reí.

—¿Eso crees? ¿Qué me hiciste un favor? ¿Y qué quieres que haga al respecto? No me voy a arrodillar si es lo que piensas —le aclaré.

—No esperaba que lo hicieras, pero sí que me lo agradezcas. Siempre has sido orgullosa y nunca pides perdón —lo miré con el ceño fruncido.

—Eres idiota —mascullé.

Escuché otro disparo y miré hacia la ventana.

—¿Qué están haciendo?

—Entrenan —se limitó a decir.

Observé a mi lado izquierdo y ya no estaba el suero que habían inyectado en mi brazo. Miré mi brazo y tenía una marca morada donde tenía el catéter, me sobé y miré a Noah.

—No te preocupes, ya no te voy a sedar —bajé la mirada, pero todavía tenía el grillete alrededor de mi tobillo y este estaba pegado con una cadena a la pared —. Pero tampoco te voy a dejar salir. Estarás aquí hasta que ellos lo decidan.

Fruncí el ceño. ¿Por qué decía eso? ¿A qué se refería?

—Estás intrigada, ¿no es así? Te vas a llevar una desagradable sorpresa —se burló de mí y abandonó la habitación.

—Estúpido —mascullé.

Me levanté y me asomé por la ventana. La mujer y el hombre estaban sentados en un pedazo de tronco de un árbol que había cedido. Frente a ellos había algunas botellas rotas y en el suelo los casquillos de las balas que destrozaron las botellas. La nieve cubría por completo cada pedazo de suelo, las copas de árboles y congelaba todo a su paso. No logré ver nada más que una manta de color blanco hasta donde mis ojos podían ver.

Me quedé frente a la ventana un rato más. Tenía que despejar mi cabeza de todo y pensar en lo que haría para salir con vida de este lugar. Ellos tenían un plan para mí, querían hacerme daño por algo que hice o que no hice. Allá afuera tenía muchos enemigos que querían verme muerta o algo peor y quien estuviera detrás de todo esto no iba a descansar hasta obtener lo que quería.

Escuché ruido en la puerta, giré y vi a Noah entrar con una charola donde venía un vaso y un plato con comida. Ni siquiera tenía hambre o podía pensar en comer cuando una vez más me tenían encerrada en contra de mi voluntad, pero estaba segura de que esta vez sería peor que la anterior.

—Te traje algo de comer. Tienes que estar fuerte. En unas semanas nos vamos de aquí —rodeé la cama y me senté del otro lado. La cadena no era muy larga, así que no me podía mover por toda la habitación.

—Quiero ir al baño —le dije. Me miró mal y entró por completo.

—Tienes que comer.

—Quiero ir al baño —repetí enmarcando cada maldita palabra que salía de mi boca.

—Come —se acercó y puso la bandeja frente a mí —. Tienes que comer —él también insistió con cada palabra —. Entiende.

—No tengo hambre.

—Come —dijo más molesto, con voz ronca y mirada asesina.

—¡No tengo hambre! —de un manotazo le arrojé la bandeja encima. La sopa le cayó en el pecho, el vaso de agua al suelo rompiéndose en pedazos. El plato rodó y bandeja cayó a sus pies. Noah levantó la mirada hacia mí, después bajó para observar el desastre que se formó a sus pies. Ni siquiera se inmutó porque la sopa estaba caliente, se abalanzó sobre mí, me golpeó la mejilla y me cogió del cuello haciéndome caer sobre el colchón.

—¡Vas a comer! —gritó molesto. Se levantó solo para hacerme girar y coger mi nuca con su mano, mientras que con la otra apresaba mis manos para que no me pudiera defender —. Perra necia —escupió. Usaba toda su fuerza para hundir mi rostro contra el colchón, sin que me faltara el aire.

—¡Déjame! —le grité. Pataleaba y me retorcía en el colchón intentando zafarme de su agarre —. ¡Maldito hijo de puta!

Sin tanto esfuerzo me levantó del colchón, me hizo girar y de nuevo me golpeó la mejilla.

—¡Pégame todo lo que quieras bastardo! Nunca harás que me dé por vencida —me tenía agarrada del cabello para hacerme daño.

—¿No te das cuenta del problema en el que te has metido? Hiciste enojar a alguien con mucho poder y te quiere ver mal. Te vamos a vender a un club para que te prostituyan cómo la perra que eres —masculló. Abrí los ojos de golpe al enterarme de la verdad. No lo podía ver porque me tenía agarrada del cabello con la cabeza abajo.

—¿Qué? —mi voz salió en un jadeo cargado de horror y miedo.

—Te van a hacer lo que tanto defiendes que no le hagan a otras mujeres —dijo con tanta burla que me costó creer que él me estuviera diciendo esto —. No sabes cómo voy a disfrutar saber que nadie te va a poder encontrar y que cada día de tu maldita y sucia vida vas a sufrir. Vas a desear no haber nacido.

Lo golpeé en el estómago, sin embargo, no me soltó, solo afianzó su agarre. Con el codo lo golpeé una vez más y me logré apartar de él.

—Estás mintiendo —se quejó por haberlo golpeado, pero solo estaba exagerando, yo mejor que nadie sabía que mis golpes no le dolían tanto —. No puede ser —musité con horror. Noah se rio.

—Mi padre ha estado planeando esto desde hace mucho y por fin pudo conseguir su venganza.

—¿Tu padre? Tú no tienes padre. Eres huérfano —frunció el ceño.

—Eso es mentira. Mi padre es Valerik —mi sorpresa era evidente.

—¿Valerik es tu padre? —parpadeé atónita —. No puede ser —me llevé las manos al rostro y las deslicé lentamente hasta que cayeron a mis costados —. Mientes.

—¿Por qué te iba a mentir? ¿Qué gano con hacerlo? Ahora ya debes saber la verdad de todo.

—Yo vi los registros y decían que eres huérfano.

—No es cierto —empuñó las manos.

—No tienes padres. Valerik no es tu padre —le dije. Su expresión se tensó más. Apretó la mandíbula y sus nudillos se pusieron blancos por la presión ejercida.

—¡Es mi padre!

—Pero no de sangre —esta era mi oportunidad para sacarlo de sus casillas y hacerlo enojar. Tenía que desestabilizarlo hasta que perdiera la cordura —. Solo eres un bastardo que recogieron de la calle, un pobre niño abandonado al que sus padres no quisieron —levantó el puño, pero se detuvo antes de golpearme.

—No voy a caer en tus provocaciones —masculló.

—Nadie te quiere, Noah y nadie te va a querer —mis palabras no provocaron ningún tipo de emoción en él. O tal vez fingía tan bien que en verdad parecía que lo que yo le decía no le importaba.

—¿Y a ti sí te quieren?

—Mi familia, mis amigos y los hermanos Beckett —tensó la mandíbula. Bajó el puño y se rio con burla.

—Ay Vanya —fruncí el ceño —. ¡Solo te están usando! Solo te quieren para follar.

—No sabes nada —mascullé —. Eres un pobre diablo que no sabe nada de tener una relación o el amor.

—¿¡Y tú sí!?

—Más que tú sí.

—Eres una mala mujer que no tiene sentimientos. Eres una perra asesina que no sabe nada de la humanidad. Egoísta, infeliz, perversa —empezó a enlistar señalando con los dedos —. Déspota, mala persona —con cada palabra se acercaba un poco más —. Mala amiga —masculló —. Envidiosa —me señaló —. No sabes nada de la vida. ¡Eres un maldito cáncer! —se me fue encima. Me golpeó y cogió mis hombros para poder lastimarme. Lo pateé en los testículos. Lo rasguñé y le mordí el brazo. No me soltó, al contrario, quería terminar conmigo con sus propias manos.

—¡Noah! —escuché la voz de aquella mujer. Ambos entraron a la habitación para quitármelo de encima.

—¡Déjala! —le dijo el sujeto.

—¡Maldito bastardo! —le grité cuando me lo quitaron de encima. Escupí saliva mezclada con sangre, ya que lo mordí tan fuerte que enterré mis dientes en su brazo.

—¡Cállate! —la mujer me golpeó tan fuerte que fui a dar al suelo. Todavía me encontraba aturdida por las drogas.

—Maldita perra —la miré a la cara —. Serás la primera a quien mate —sonreí con malicia. La sonrisa que sostenía en los labios no se le borró con mis palabras.

—¿¡Qué estás haciendo, hombre!? —le reclamó el sujeto —. No puedes golpearla o dejarle marcas, te van a matar —lo cogió de los hombros agitándolo para que reaccionara, pero Noah se encontraba tan furioso y rabioso que apenas entendía con palabras.

—¡Me hace enojar! —pretendía golpearme una vez más, írseme encima para según él hacerme entender algo que no entendía —. ¡Quiero matarla! —el sujeto lo detuvo y lo arrastró hacia la puerta. Noah forcejeaba y maldecía en todos los idiomas que conocía. Le dio una bofetada y puso sus manos en sus mejillas.

—Mírame —le exigió. Su mirada continuaba puesta sobre mí —. ¡Mírame! —Noah dejó de mirarme —. No la veas a ella. No la escuches y si es posible no vengas a verla —me miró de reojo —. Noah...

—De acuerdo —soltó una larga exhalación —. No tienes que castigarme así —su compañero no se veía tan convencido de aquellas palabras.

—¿Estás bien?

—Sí.

—¿Estás bien?

—¡Qué sí! —se zafó de sus manos y se apartó.

Cómo pude me levanté del suelo y me senté en la orilla de la cama. Cada que me movía las cadenas tintineaban y ese sonido me estaba poniendo de mal humor. La mujer me miró, pero ella no se movió, como si estuviera esperando para que aquellos dos se fueran para golpearme. Eso quería, lo veía en sus ojos, pero antes de que me pusiera un dedo encima era capaz de arrancárselos con los dientes.

—Ksenia —le llamaron a la mujer que aún me miraba con odio —. ¡Ksenia! Vamos, déjala —abandonó la habitación y cerró la puerta. Solté una larga exhalación al verme sola por fin. Miré en dirección a la ventana y el sol apenas se estaba ocultando dejando a su paso destellos naranjas en todo el cielo.

—Quiero salir de aquí —musité para mí misma. Me limpié debajo de los ojos y me propuse no derramar ni una sola lágrima por ese pedazo de hombre. Ya no valía la pena gastar mis energías pensando en lo que pudo ser o en lo que fue. Todo se había terminado el día que se atrevió a ponerme una mano encima. Seth podía ser todo lo despiadado que era, pero jamás pudo lastimarme cómo lo tenía planeado. Nunca me puso una mano encima y Noah lo había hecho varias veces.

Me recosté en la cama mirando el techo con las manos sobre mi estómago. No había ruido del exterior, mucho menos del interior de la cabaña. Lo que me hizo suponer que estaban tramando algo o que estaban molestos por lo sucedido. Noah estaba perdiendo el control. Por esa razón no me quería cerca y huyó de mí en el pasado, por eso me evitaba y ahora que había regresado a su vida estaba estropeando sus malditos planes. No me quería tener cerca de él, no me soportaba y eso era lo peor que le hubiera podido suceder para su asquerosa vida. Me quería alejar lo más pronto que se pudiera para no tener que verme, como si con eso pudiera olvidar lo que pasamos los últimos días. Tal vez no recordaba mucho lo que vivimos en el pasado, o lo poco que recordaba yo era la mala. Pero tendrían que borrarle la memoria y distorsionar todo para que me olvidara de nuevo.

Cerré los ojos un momento, intentando procesar todo. Tenía que pensar bien cómo haría para huir de aquí y encontrar civilización, alguien que me pudiera ayudar para contactarme con mi familia.

Llevé una mano a la altura de mi estómago y suspiré. ¿Cómo le diría a Seth lo que sucedió con nuestro bebé? ¿Se lo diría? Tenía el valor para hacerlo, pero sabía perfectamente cómo iba a reaccionar y de eso sí tenía miedo. Seth podía llegar a ser muy impulsivo y vengativo, tampoco es que me importara lo que le hiciera a Noah, se lo tenía bien merecido, pero no quería que Seth condenara a su vida a otra venganza.

Escuché la puerta y me senté en la cama al ver al otro sujeto entrar a la habitación. Cerró y se acercó con otra bandeja en las manos.

—Tienes que comer —dejó la bandeja en el colchón mientras recogía lo que había derramado.

—No tengo hambre —le dije.

—Tuviste un aborto y no te has recuperado. Debes alimentarte bien —lo miré. Él se veía más amigable que la otra desgraciada que cada que tenía oportunidad me golpeaba.

—¿Para qué quieres que me alimente bien? —me miró alzando una ceja —. Me van a vender cómo un pedazo de carne a un cerdo violador.

—Están pagando mucho por ti. A mi jefe no le va a gustar ver la mercancía dañada —solté una risita burlona —. Tienes que estar sana.

—Tu jefe puede irse al demonio —escupí. No se inmutó, no se rio o se molestó. Parecía de piedra, sin sentimientos —. Dime tu nombre.

—¿Para qué quieres saber mi nombre?

—De los tres eres el más tolerable. Si me dices tu nombre comeré algo —entornó los ojos.

—No voy a caer en ese chantaje —zanjó —. Come.

—No voy a comer si no me dices tu nombre —amenacé.

—Eres insoportable.

—Lo sé.

Continuó recogiendo el plato y el vaso, limpió con un paño y dejó todo dentro de la bandeja.

—Artem —dijo sin más —. Mi nombre es Artem.

—¿Tienes apellido? —negó.

—El nombre que nos asignaron con mi jefe es el que usamos y no tenemos apellidos —empezó a explicar.

—Qué imbécil mascullé.

—No todos tuvimos el privilegio de nacer en una familia millonaria cómo la tuya, donde todo se te ha dado a manos llenas —dijo con un poco de resentimiento en la voz.

—No es mi culpa haber nacido en una familia cómo la mía. Yo también sufrí mucho en La Fortaleza, cómo tú, cómo Noah y cómo la perra que los acompaña y no soy ni la mitad de lo que son ustedes —me miró con seriedad.

—¿Por eso te llaman "El ángel de la muerte"? —indagó.

—Eso es diferente. Yo mato a los cerdos cómo tu jefe y los socios que compran mujeres para su disfrute. ¿Cómo te sentirías si supieras que tu madre fue vendida a uno de esos asquerosos? —indagué.

—Nunca conocí a mi madre —cogió la bandeja con ambas manos —. Come —ordenó —. Ya te dije mi nombre, ya cumplí.

Cogí la bandeja y me dispuse a comer bajo su atenta mirada. Al asegurarse que estaba comiendo abandonó la habitación y me dejó sola.

Me comí la sopa y bebí un poco de té que me dejó junto a dos pastillas, una era un analgésico y la otra no supe para qué era, pero de todos modos me le tomé. Tenía que recuperar mi cuerpo y sanarlo para poder escapar de aquí.

Jamás me iban a vender cómo a esas pobres mujeres. Nunca tendrían ese poder sobre mí. Primero me mataban antes de alejarme de mi familia. Lucharía con todo lo que tenía y me defendería con uñas y dientes. Era capaz de morir en el intento antes de ser el juguete de un depravado. 


💣💣

¡Hola! Espero les haya gustado el capítulo.

¿Y si les digo que el reencuentro entre Vanya con Seth y Nate está muy cerquita que dirían?

Estos tres se traen ganas y será en este libro que se las van a quitar. Sí, aquí habrá un trío y no será solo una vez, serán más veces. Así que si quieren leer eso les recomiendo que dejen muchos comentarios que me encanta leerlos.

Nos leemos en el siguiente capítulo.

Para avisos y adelantos mi Instagram:

elena_santos.92

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