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Capítulo 6.

Cami

Habían transcurrido algunos días desde el secuestro de Vanya y las cosas no iban para mejor. Todo seguía igual, nada había cambiado o mejorado. Nada se detuvo y el mundo continuó con su ritmo. Las personas vivían su vida ajenas a todo lo que sucedía a su alrededor.

Aquella mañana desperté temprano y bajé a hacer un poco de ejercicio. Después me di una ducha y desayuné con mi familia. Las cosas estaban tensas, ya que Víctor había hablado con Murphy y este le dijo que estaban haciendo todo lo posible por encontrar alguna pista de Vanya. Dudaba mucho que Sebastian pudiera encontrarla, las personas que se la llevaron eran muy inteligentes cómo para dejar alguna pista visible que los pudiera relacionar con su secuestro y donde la tenían.

Todo apuntaba a que la sacaron de la ciudad, tal vez del continente y para ese momento se encontraba muy lejos. Lo más probable es que se la llevaron a rusia. No estábamos seguros, pero era posible que así fuera. En Nueva York no había rastro de ella.

—¿Has averiguado algo? —le preguntó Víctor a mi hermano —. Sebastian dice que están haciendo lo posible.

—Tuve que meterme a lo más recóndito de la red —habló Billy. Con eso todos supimos y entendimos a que se refería.

—No te metas en esas cosas —le advirtió Vera —. No sabes lo que te puedas encontrar ahí.

—No quiero ni decirles lo que he visto, pero logré entrar a un foro donde dicen que se venden mujeres. Creo que estoy en el lugar correcto y así puedo encontrar a la persona que está detrás de todo esto —la mano de Vera se deslizó sobre la mesa y la puso encima de la de Billy. La apretó suavemente y le sonrió.

—Gracias por lo que estás haciendo, pero no quiero que te metas en problemas. Ya buscaremos la manera de encontrar al responsable, pero no así.

—Estoy haciendo esto para encontrar a Vanya. Ella tiene que regresar a su casa donde su familia la espera —Vera asintió y le sonrió.

—No te haré cambiar de opinión, ¿cierto?

—No, no lo harás —soltó su mano para continuar desayunando.

—Cami —me llamó Víctor y lo miré —. ¿Estás bien?

—Lo estoy.

—Has estado muy callada. ¿En qué piensas? —interrogó curioso.

—En lo que está pasando. Cómo estará Vanya, donde...—las palabras se quedaron suspendidas en el aire. No quería abrir más la herida con más preguntas a las que no había respuesta —. Lo siento —cogí un pedazo de tocino, lo mordí y mastiqué. Estaba crujiente y sabía a grasa, pero rico.

—No te atormentes con eso —habló —. No solucionamos nada con solo pensar en el mismo tema todo el día.

Pero él pensaba en el tema todo el día, solo que no quería que nosotros detuviéramos nuestras vidas por eso cuando ellos lo estaban haciendo. Se veían cansados, tristes y sin ánimos de continuar, pero lo hacían por ella y por nosotros, porque aún había una pequeñísima esperanza de que regresara a casa con bien. Ellos no merecían nada de esto que les estaba sucediendo. Ya habían perdido a un hijo y ahora su hija había sido secuestrada de nuevo. Era cómo una pesadilla que parecía no tener fin.

—Lo sé, pero tampoco es cómo que pueda pensar en otra cosa que no sea eso. Me siento frustrada —le dije. Miré a Vera y tenía esa mirada melancólica que iba dirigida hacia mí, como si no tuviera suficiente con todos los problemas ahora tenía que cargar con los míos también.

—Necesitamos dejar de pensar en negativo y enfocarnos solo en que todo va a salir bien —nos regaló una bonita y sincera sonrisa —. ¿De acuerdo? De ahora en adelante no se van a tocar estos temas mientras estemos desayunando, comiendo o cenando. Tenemos que dejarlo un poco de lado sin restarle la importancia que merece —nos miró a todos y cada uno.

—Su madre tiene razón —Víctor relajó los hombros, cerró los ojos unos segundos en lo que dejaba salir una larga exhalación y extendió una gran sonrisa en sus labios —. Ya no hablaremos de eso mientras compartimos alimentos, son sagrados y somos afortunados de estar aquí —cortó un pedazo de pan cake y lo devoró —. Dime, ¿cómo te va con Castiel? —desayunamos en paz sin tocar temas que nos dolían. Pero no me esperaba esta pregunta de su parte.

No había hablado mucho con Vera acerca de Cas, no tenía el valor de hablarle de otro hombre que no fuera su hijo porque no sabía cómo se lo iba a tomar. Ellos fueron testigos de cómo se fue dando la relación con Misha y todo por lo que tuvimos que pasar hasta el día de su lamentable muerte. Me vieron llorar y pedir que esto solo fuera una pesadilla. Me vieron mal por muchos días en los que no quería ni salir de la cama por lo mal que me sentía. Me deprimí porque me culpé por no haber hecho más, por dejarlo salir de la casa. Pensaba que todo fue mi culpa hasta que entendí que no fue así, que por algo suceden las cosas y que yo debía continuar en su memoria. A Misha no le hubiera gustado verme mal.

—¿Te respeta? —alzó una ceja tras la pregunta.

—Me quiere mucho y me respeta —les dije —. Es muy lindo conmigo.

—Debe serlo para tener que soportar tu mal humor —habló Billy. Casi lo golpeo por grosero e imprudente de no ser porque se encontraba del otro lado de la mesa.

—No hables así de tu hermana —lo regañó Vera —. Es muy dulce y linda —me regocijé en las palabras de Vera haciéndole burla a mi hermano.

—¿Estamos hablando de la misma Camila? —se rio y lo aniquilé con la mirada.

Todos empezaron a hablar mientras desayunábamos. Lena, Vera, Víctor y mi hermano. Se sentía la ausencia de Alek en la mesa, pero él ya había decidido formar una familia con Eli y estábamos bien con eso porque él estaba feliz. Tenía ese club de donde sacaba buenas ganancias y su vida iba bien a pesar de todo. Si él era feliz nosotros lo éramos por él.

—Me alegra mucho que encontraras a alguien que te hace feliz —dijo Vera. La noté feliz y sincera con las palabras —. Lo mereces —me miró y después a mi hermano —. Ambos lo merecen —sonrió.

—Gracias —cogí el vaso y bebí un poco de jugo para refrescar mi garganta.

—Yo aún no estoy listo para empezar una relación —todas las miradas se dirigieron hacia él y supo en ese momento que había metido la pata y que él solito se delató.

—¿Estabas saliendo con alguien? —le preguntó Vera.

—No lo sabíamos —habló Víctor. Billy empezó a sudar y a ponerse nervioso de repente.

—Queremos saber —lo incité a hablar, sabiendo bien a quién se refería.

—Debe ser una chica muy linda —añadió Lena. Ella también estaba curiosa por saber quién era la afortunada que le robó el corazón al tonto de mi hermano.

—Lo era —musitó —. Pero ya no somos nada —me miró con ganas de matarme por estar haciendo este tipo de preguntas.

—¿Por qué no nos dijiste nada? —Víctor quería saber más de la susodicha sin tener la menor idea de que se trataba de su propia hija —. Sabes que te tenemos confianza.

—Lo sé —Billy se rascó la nuca, nervioso —. No fue nada serio. Yo quería todo y ella no estaba comprometida —las sonrisas de los tres adultos se esfumaron poco a poco —. Así que lo mejor fue terminar. Ya no importa.

Me dolió escucharlo hablar así, pero también noté que en su voz había sinceridad. Ya lo había superado y ahora era libre de la sombra de Vanya. Creo que ya había entendido que con ella no tendría nada, que por más que lo intentara y le rogara ella no tenía ojos para nadie más que los Beckett. Yo también lo estaba comprendiendo y aceptando, aunque a mí no me beneficiaba o afectaba, pero la quería mucho y solo deseaba que ella fuera feliz con quien quisiera.

—Hijo —le habló Víctor —. Esa chica no es para ti. Ya llegará la mujer que te ame completamente por quien eres y por lo que tienes, ¿sí? —mi hermano asintió cabizbajo.

—Ahora lo sé, gracias —les sonrió a ambos.

—Ya no son los dos niños que dejé cuando nos fuimos —habló Lena —. Ahora son adultos con relaciones, maduros (un poco) —nos reímos —. Y muy lindos todos —exhaló —. Solo quiero que Vanya regrese a casa y que todo sea mejor que antes. Porque claramente no será cómo antes —negué.

—Ni un poquito —añadí.

Eso estaba más que claro. No sabíamos qué le estaban haciendo a mi amiga y cómo iba a volver a casa. Todo lo que tendría que sanar para poder ser ella misma o una versión mejorada de lo que era hasta ese momento. Estaba segura de que había mucho que dejar atrás y unas cuantas vidas a quienes cobrarle la deuda de su secuestro.

**

Después del desayuno me quedé con Vera y Víctor en el despacho revisando las finanzas de los negocios, tanto los sucios cómo los limpios. Las ganancias eran millonarias en exageración. Después del enfrentamiento de Víctor con Seth nadie quería darle la espalda al ruso y hacer negocios con Beckett. Sabían bien cómo les iba a ir si se atrevían a darle la espalda a Víctor.

—Pete me dio esta información —Víctor se acercó a nosotras y nos mostró la tablet. La cogí y Vera se acercó para mirar la pantalla. En las imágenes se veía a Irina entrar y salir de la propiedad donde suponíamos que vivía Valerik, pero a quien no habíamos podido grabar o tan siquiera tomar una foto. Si el malnacido estaba ahí dentro o no, no lo sabíamos.

—¿Quién es ese? —preguntó Vera al pasar la imagen de Irina. Iba acompañada de un sujeto.

—Al parecer es su guardaespaldas —respondió Víctor a la pregunta —. Parece su sombra. Está con ella día y noche. Es su mano derecha y hace de todo. Tiene más hombres que la protegen.

—¿Entonces es casi imposible acercarse a ella? —ambas miradas se fijaron en mí.

—¿Para qué querrías acercarte a ella? No, no es buena idea acercarse a esa mujer. No sabemos que intenciones tenga.

—Sabemos que nada que venga de ellos es bueno, pero de alguna manera tenemos que acercarnos a ellos, ¿no? —alcé una ceja.

—Pero no lo harás tú —sentenció Víctor —. Es demasiado peligroso que estés cerca de esa mujer o de alguno de ellos.

—Estuve cerca de mi acosador —musité.

—Pero no sabíamos lo que estaban planeando y que se iban a llevar a Vanya —su voz tembló —. Buscaremos otra manera para acercarnos, ¿entendido? —asentí.

—Cami, por favor —insistió Vera.

—No lo haré —les aseguré —. No me voy a poner en peligro —les dije sincera.

Yo no lo haría, pero sabía de alguien que haría lo que fuera para traer de regreso a Vanya con bien y que no tenía miedo de enfrentarse al mismo Lucifer por ella. Seth no le temía a casi nada y estaba dispuesto a lo que sea. Él sí podía enfrentar a esa mujer y salir sin solo rasguño.

Recibí un mensaje de Seth, miré la pantalla y me fijé que también había mandado una fotografía.

"Mira donde estoy"

Abrí la imagen y me di cuenta de que se encontraba en un club que Irina frecuentaba muy a menudo y del cual era socia. Era un lugar muy prestigioso en la ciudad donde solo había cabida para mujeres cómo ella, frías, déspotas y malas personas.

—Voy a hacer una llamada —les dije y salí del despacho para llamar a Seth —. ¿Qué crees que estás haciendo? —le pregunté nada más respondió.

No apuesto para perder —dijo —. Te dije que me voy a acercar a esa mujer.

—Irina —le recordé —. Ni siquiera sabes su nombre —resoplé.

No me importa el nombre. Quiero saber más de ella —alcé una ceja.

—¿Te interesa? —pregunté con un poco de curiosidad. Mi pregunta lo hizo enojar porque lo escuché bufar.

Sabes que no. Me tiene sin igual. Se puede morir —era muy sincero y convincente —. Tengo que irme.

—Tú sabes lo que haces. Pero cuando Vanya se entere de lo que has estado haciendo te va a cortar los de ahí abajo —se rio nervioso.

No tiene por qué saberlo. No le vas a decir, ¿o sí?

—Depende de cómo te portes —colgué sin darle tiempo a responder —. Tonto.

Solté una profunda y larga exhalación. No sé si Seth no tenía nada que perder o su desesperación lo estaba llevando a acercarse a esa psicópata. Pero yo no era nadie para decirle lo que tenía que hacer. Él sabía bien con quién se metía. Le deseaba mucha suerte y esperaba que en lugar de ganar algo no lo perdiera todo por esa mujer.

Seth

Llegué al mentado club donde Irina venía casi todos los días para según ella "despejarse". Pobrecita, tanta maldad la tenía agotada.

Tuve que pagar una fuerte cantidad de dinero para poder entrar aquí, sin embargo, era la única manera en la que me podía acercar un poco a ella. No había otra manera, ya que los otros lugares que frecuentaba era más privados y con mucha más seguridad que aquí. Se movía en un círculo muy reducido de personas de la misma calaña que ella. Así que prefería verla aquí en vez de vernos donde ella se sintiera más segura y a gusto.

Entré al club y era cómo todos los demás clubes a los que había asistido a lo largo de mi vida. No había nada diferente, personas con demasiado dinero del que no sabían cómo gastar. Niños y niñas consentidos a quienes se les daba todo a manos llenas y excéntricos millonarios que hablaban de sus vacaciones y cómo habían humillado al de la limpieza o al mesero.

—Pfff —resoplé mientras acercaba el vaso a mis labios. El chico detrás de la barra me miró con curiosidad.

—¿Eres nuevo en el club? No te había visto antes.

—Acabo de entrar. Me hablaron muy bien de este lugar —miré el sitio de hito en hito. Todo aquí gritaba lujos y riquezas.

—Aquí solo asisten personas importantes de la política, los medios y millonarios —hablaba mientras secaba una copa —. ¿Tú a qué grupo perteneces? —indagó.

—Al que no sabe qué hacer con su dinero —respondí en medio de una sonrisa burlona. Él también se rio por mi comentario.

—De esos hay muchos aquí —dijo. Su mirada se dirigió a un grupo de niños ricos vestidos para jugar tenis. También los miré por unos segundos, hasta que se alejaron y los perdí de vista. Regresé la mirada al joven que continuaba secando copas y dejándolas en su lugar para cuando las fuera a necesitar. Iba bien vestido con el mismo uniforme que sus otros compañeros.

—Supongo que ganas muy bien para soportar a todas estas personas —le entregué mi vaso para que me sirviera más coñac.

—Tengo deudas y estudios que pagar —musitó —. Esto me ayuda mucho. Hay socios que dejan buenas propinas —me entregó mi vaso.

—¿Te gustaría ganar el triple de lo que ganas aquí? —frunció el ceño.

—¿Haciendo qué?

—Nada malo —dudó en hablar —. No harás nada malo, solo pasarme información de una persona que viene aquí —miró a su alrededor como si esto fuera una broma y alguien lo estuviera grabando para después exponerlo en redes sociales —. ¿Qué? —pregunté al notar cómo me miraba con desconfianza.

—¿Por qué me daría dinero a mí? ¿Solo por pasarle información de una persona? ¿Para qué quiere esa información?

—Eso no te incumbe.

—Pero si alguien se entera de que le dije algo de un socio de aquí me corren y me demandan.

—¿Quién lo va a saber? Yo no voy a decir nada.

—Pero alguien puede verme hablando con usted.

—No me hables de usted —me erguí y relajé los hombros. Mi postura lo intimidó, ya que dio un paso atrás —. No soy tan viejo para que me hables de usted —bebí un poco de coñac —. Lo que tú me digas va a quedar entre los dos. La persona de la que necesito información no es buena y tiene algo que yo quiero.

—No sé. Me puedo meter en muchos problemas —me levanté y me bebí lo último que tenía en el vaso.

—Piénsalo —le dije. Saqué unos billetes para darle su propina. Al entregarle el dinero abrió los ojos de par en par —. Puedes tener más de esto —hice un asentimiento y salí para caminar por ahí. Tal vez me encontraba con esa tal Irina.

Caminé por el campo de golf, pero me aburrió y me alejé hacia las albercas donde algunos de los socios del club se relajaban bajo los rayos del sol. Tenía que aprovechar que aún era verano, ya que después vendría el frío y no podrían lucir sus trabajados cuerpos.

A lo lejos alcancé a ver una larga cabellera rubia. Caminé hacia ella y la seguí de lejos sin perderla de vista. Irina se encontraba ahí para jugar tenis. Vestía completamente de blanco y protegía su rostro con una visera del mismo color que su ropa. Iba acompañada por un sujeto que vigilaba cada paso que daba y cada respiración. Parecía una sanguijuela pegada a ella.

Entraron al campo donde se jugaba tenis y me senté en las gradas protegiéndome del calor. Consiguió un oponente de inmediato, así que llegando empezó a jugar. Se movía con agilidad y elegancia. Anotó algunos puntos y celebraba cada vez que ganaba. Tomaba agua que le pasaba su guardaespaldas y se secaba el sudor con una toalla. Me puse las gafas para proteger mis ojos del sol.

Una que otra vez nuestras miradas se cruzaban y sonreía con coquetería. Al terminar su oponente se alejó derrotado por perder contra una mujer. Ella festejó como si hubiera ganado la copa mundial. Se acercó a mí y se sentó a mi lado. Bebió un poco de agua antes de hablar.

—¿Qué haces aquí? —preguntó. Llevaba el cabello recogido en una coleta. Se quitó la visera revelando lo hermosa que era, pero Irina no era Vanya, no le llegaba ni siquiera a los talones.

Intensos ojos azules, piel pálida de porcelana, cabello rubio y largo, bien cuidado cómo una muñeca. Tenía un rostro angelical aunque detrás se escondía el mismo diablo. Una mala persona que no tenía empatía por su género, que destruía la vida de las personas sin importarle el daño que podía provocar. Vanya mataba a los asquerosos degenerados que le hacían daño a las mujeres, pero Irina estaba cortada con otra tijera. Ella era mala porque así lo quería, porque le daba placer y satisfacción hacerlo, porque esa era ella y dudaba mucho que algún día pudiera cambiar su manera tan podrida de ser. Irina nunca sería una buena persona hasta que alguien le diera una cucharada de su medicina.

—¿No puedo venir? —me quité las gafas y la miré. Efectivamente, era hermosa, pero ninguna belleza se comparaba a la de Vanya. Ella era única e irrepetible —. Si es así me voy.

—No seas tonto —se secó la frente con delicadeza para no arruinar su maquillaje —. Me sorprende que me estés buscando cuando sabes que tenemos a tu novia.

—Tal vez pueda hacer que la dejes libre —se rio y yo también.

—Eso ni en sueños —dijo.

—¿Por qué ella? ¿Por qué no me llevas a mí o a otro más? —se acomodó de tal modo que quedamos frente a frente.

—La necesitamos con vida. Es más valiosa de lo que te imaginas.

—¿Por qué? —volví a preguntar —. ¿Qué quieres de ella?

—No es lo que yo quiero —se limitó a decir —. Espero que te hayas despedido de ella porque no volverás a verla —apreté la mandíbula y la cogí del brazo. De inmediato su guardaespaldas se acercó al ver que le ponía una mano encima. Ella le hizo una seña y él se alejó —. Suéltame —ordenó. Mi agarre se aflojó y terminé soltándola.

—¿Por qué estás haciendo esto?

—Yo no estoy haciendo nada. Solo sigo órdenes y debo obedecer. Víctor tiene una deuda con Valerik y se está cobrando con su princesa lo que le hizo hace años.

—¿No crees que es muy estúpido cobrarle a Víctor algo de lo que él no tuvo la culpa? —indagué. Me miró un poco sorprendida —. Sé bien lo que se supone Víctor le hizo al imbécil de tu padre y ni siquiera fue su culpa. Fue una decisión que tomó el padre de Víctor.

—Él tiene sus motivos —comentó molesta.

—Sus motivos son idiotas cómo él.

—¿Ahora defiendes al enemigo de tu padre solo porque te follaste a su hija?

—Cierra la boca y no te expreses así de ella —mascullé —. No la conoces.

—Es una asesina.

—Y tú no eres mejor que ella. Eres de lo peor y te mereces todo lo que le hacen a esas mujeres por tu culpa. Mereces que te vendan y te hagan sufrir cada día por ser tan perra.

—Tus palabras no me hieren.

—No, claro que no, las mujeres cómo tú no tienen sentimientos —sonrió de oreja a oreja.

—Ay Seth —alzó su mano y tocó mi barbilla, pero me aparté de inmediato —. Es una lástima que estés tan enamorado de esa zorra. Tú y yo podríamos ser la pareja perfecta —esta vez fui yo quien sonrió cómo lo hizo ella.

—Tú y yo jamás. Nunca pondría mis manos en el cuerpo de otra mujer que no sea el de ella. Menos en ti —mascullé.

—Podemos divertirnos —apoyó los codos en la parte de arriba de las gradas y observó el partido que estaba a punto de comenzar.

—Eso ni en tus sueños —usé las mismas palabras que ella usó minutos atrás —. Yo le pertenezco a una mujer y no eres tú —formó un puchero.

—Qué fiel resultaste ser —puso los ojos en blanco —. Ella nunca lo sabrá.

Me resultó inquietante tanta insistencia de su parte, como si quisiera que Vanya sufriera también de esta parte. Porque sí, ella quería quitarle todo y después restregárselo en la cara. Pero no le iba a dar el gusto de tenerme en sus manos cómo la tenía a ella. Ni siquiera podía pensar en la posibilidad de engañarla con nadie y no es que no pudiera, no quería hacerlo.

—No insistas, no vas a obtener nada de mí —resopló.

—Qué aburrido eres. Entonces no vas a obtener nada de mí.

—Como si eso fuera posible. Eres una arpía y nunca me dirás donde está —alzó un dedo.

—¡Bingo! Nunca vas a obtener nada de esta linda boquita —me miró —. Tú y yo podríamos hacer cosas maravillosas. Seríamos indestructibles juntos —me puse las gafas y dejé de mirarla.

—No, gracias. Hasta la basura se separa y yo nunca podremos trabajar juntos porque yo soy una porquería de persona, pero no soy cómo tú —me levanté.

—Nunca la vas a encontrar —me detuve unos segundos.

—Ya habrá otra manera para encontrarla —le dije y me alejé de ella.

Metí las manos a los bolsillos de mi pantalón y salí del campo donde se jugaba tenis. Giré y caminé hacia la salida para largarme de aquí. No sé cómo llegué a pensar que esto sería buena idea. Era un estúpido que se dejó llevar por sus impulsos y la desesperación. Esa mala combinación me llevó a este lugar a buscar a esta horrible mujer que no sentía empatía por nadie.

—¡Señor! —escuché a lo lejos —. ¡Espere! —me detuve lentamente y esperé que el chico del club se acercara a mí.

—¿Qué quieres?

—Lo vi hablar con la señorita Kuznetsova —respiraba agitadamente —. Ella es la persona de quien necesita información, ¿no es así?

¿Para qué lo negaba si ya me había visto hablar con ella?

—Sí. Pero ya me dijiste que no y lo entiendo.

—No sé mucho de ella, solo lo que todos saben —se llevó una mano al pecho para tomar una bocanada de aire —. Pero si la propuesta sigue en pie yo seré su informante aquí. Necesito el dinero —sonreí satisfecho por su respuesta.

—Me parece bien —le dije —. Anota mi número y cualquier cosa sospechosa que veas en ella me avisas —le dicté mi número y lo guardó en sus contactos.

—Este fin de semana se va a llevar a cabo una cena de recaudación y la señorita Irina va a asistir. Cada año lo hace —alcé una ceja.

—Interesante.

—Lo voy a mantener al tanto de todo —asentí.

—Lo que sea —lo miré.

—Lo que sea —repitió.

—Tengo que irme —asintió y me alejé.

Caminé hacia el estacionamiento y subí a mi auto. En ese momento antes de arrancar mi celular timbró. Respondí de inmediato al ver que era Everett.

—Dime.

Tengo algo que tal vez te sirva.

—Dime —se rio un poco.

Estoy en tu casa, no tardes —fue todo lo que dijo y colgó.

—Maldita seas, Everett —mascullé. Conduje de regreso a casa para ver a Everett.

Ese maldito pudo haberme dicho todo por teléfono, pero quería mantener el suspenso y alargar esta incertidumbre. Tenía información y no la quería compartir hasta estar cara a cara.

Al llegar detuve el auto frente a la casa. Bajé y caminé hacia la puerta. Abrí y la primera en recibirme fue Zora, la cargué mientras movía la cola. Everett se encontraba sentado en uno de los sillones y Nate frente a él.

—¿Qué información me tienes? —fui directo. Me senté al lado de Nate, quien también esperaba impaciente las noticias. Zora se quedó a mi lado, muy atenta a Everett a quien todavía no le tenía confianza.

—Encontré una pista que tal vez les pueda servir o tal vez no —bebió un poco de coñac antes de continuar —. Investigué una de las camionetas donde se llevaron a su novia —de la mochila que tenía a un lado sacó un sobre, lo abrió y sobre la mesa dejó unas fotografías y documentos a los que no le vi importancia, pero después de que Everett empezó a hablar sí que tenían importancia —. Estas camionetas y la van pertenecen a una empresa que tiene su sede en New Jersey.

—Donde está la casa de Valerik —dije y Everett asintió.

—Así es. Seguí el rastro hasta la empresa. El GPS de las camionetas y la van se detuvieron aquí la misma noche que se la llevaron y ahí siguen. No se han movido de ese lugar —cogí las fotos de la empresa.

—¿A quién pertenece esta empresa? —pregunté y alcé la mirada hacia Everett.

—¿Tú a quién crees?

—Irina —respondió Nate por mí. Everett asintió.

—Ella es la dueña. También tiene un jet a su nombre y otros negocios que están a nombre de su padre también. Ya estoy investigando el jet —se adelantó antes de que le preguntara del jet —. Lo más probable es que la hayan sacado de la ciudad.

—O del continente —añadió Nate y le di la razón —. Tal vez la llevaron a Rusia. Ellos son de allá.

—No sabemos si Valerik está en la ciudad. Ni siquiera tenemos una foto de él.

—Estoy en eso también, pero hace mucho que no se deja ver en público. Todo lo hace su hija o el sujeto que te atacó y se llevó a su novia —me pasé las manos por el cabello, intentando alejar la frustración que sentía en ese momento.

—Voy a ir a esa empresa.

—Y yo voy contigo —me interrumpió Nate de inmediato.

—No te voy a poner en peligro. No sabemos que nos podamos encontrar ahí.

—Quiero ir, lo necesito —insistió.

—Nate...

—No soy un niño al que tienes que cuidar cómo lo hacías antes. Ya cumplí la mayoría de edad y no me vas a decir lo que tengo que hacer —Everett estaba muy atento a la situación. No se perdía ni una de las palabras que decíamos. Creo que hasta le divertía lo que se estaba desarrollando frente a él.

—Hagan lo que hagan deben tener cuidado —sugirió Everett —. Esa gente es peligrosa.

—No nos quedamos atrás.

—Pues así cómo vas estás a poco de perder lo que tu padre ha conseguido a lo largo de los años —levantó un dedo —. Por cierto, sí tiene comunicación con Valerik —algo ardió dentro de mí cuando dijo estas palabras —. Él le dijo al ruso que sospechaba que tú tenías a la chica en tu casa. Por eso los estaban vigilando y ustedes ni cuenta se dieron —soltó una sonrisa burlesca.

Entorné los ojos en su dirección.

—Cierra la boca —mascullé —. Mejor vete antes de que te corra a patadas. Y deja de tomarte mi coñac —le dije serio. Everett puso los ojos en blanco y resopló —. Cuando tengas más información me llamas.

—De acuerdo —dijo sin nada de ánimos.

Dejó el vaso encima de la mesa al lado de los documentos y las fotos. Se levantó y salió de la casa. Zora se veía más tranquila ya no tan nerviosa. No sé qué tenía Everett que no le gustaba a Zora, pero sí ella no le tenía confianza, yo tampoco.

—¿Por qué me haces esto? —le pregunté a Nate.

—No te estoy haciendo nada —masculló —. Quiero que dejes de tratarme cómo a un niño.

—¡Si te trato así es porque te comportas cómo uno! —alcé la voz, pero me callé al ver a Zora temblorosa y con miedo.

Tal vez la lastimaron tanto en el pasado y ahora se ponía así cuando alguien alzaba la voz. No sabíamos qué le hicieron a este pequeño ángel para que reaccionara así.

—Tranquila —siseé.

—No quiero que me cuides, solo que me trates cómo un adulto. Yo puedo con esto y más.

—Quiero pensar que puedes con esto, pero la realidad es más cruda de lo que te imaginas —hablé con seriedad —. No te voy a pedir que te pongas en peligro...

—Por Vanya haría lo que sea.

—Lo sé —apreté la mandíbula.

—¿Acaso no quieres que me relacione con su búsqueda? ¿Tienes celos? —me reí y eso lo hizo enojar —. No te burles.

—No me burlo —Zora apoyó su cabeza en mi pierna —. Solo entiende que es peligroso, esas personas lo son y ya vimos de lo que son capaces de hacer para conseguir lo que quieren. Puedes tú ser una de sus víctimas y eso no me lo perdonaría —me miraba fijamente mientras le hablaba —. Y no, no tengo celos de ti. Eres mi hermanito, al que protegía de la maldad de Jared y a quien amo más que a nadie en este mundo. No puedo tener celos de ti —se cruzó de brazos cuál niño berrinchudo.

—¿Entonces por qué no quieres que vaya contigo?

—Ya te lo expliqué —espeté —. ¿Eres tonto?

—¡Seth! —expresó molesto.

—¡Lo siento!

—Quiero ir. Déjame ir contigo, por favor. Me quiero sentir útil y que estoy haciendo algo por ella —tenía los ojos grandes como cachorrito y sabía bien que así no podía decirle que no.

—De acuerdo —terminé por ceder —. Vas a ir conmigo, pero me vas a obedecer y no harás una estupidez —sonrió de oreja a oreja.

—¡Bien! —estaba demasiado feliz como si esto fuera un juego.

—Espero no arrepentirme —musité. 

💣💣


Disfruten mucho el capítulo.

Solo voy a estar subiendo hasta el capítulo 15 o 20 aquí, hasta que me aprueben venderlo en la otra plataforma.

Para avisos y adelantos mi Instagram:

elena_santos.92

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