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Capítulo 4.

Vanya

Nunca en los veinticuatro años que tenía de vida llegué a imaginar que esto me iba a suceder a mí. Sabía que el karma me llegaría de una u otra manera. Que un día iba a tener que pagar por todo lo malo que he hecho, pero no pensé que fuera así, que mi karma iba a llegar de la mano de mi primer amor, del chico que me hizo sentir bien en medio del infierno en el que vivimos algunos años de nuestras vidas.

Noah fue mi primer amor. Creí que las cosas serían diferentes a su lado y que algún día nos volveríamos a encontrar después de salir de ese horrible lugar. Noah era tan diferente cuando estábamos ahí dentro y cuando lo vi aquella noche todo mi mundo se sacudió. No esperaba verlo en esa casa, encontrarnos de esa manera, en aquella situación tan horrorosa.

Lo busqué por tantos años y no tuve noticias de él, por eso llegué a pensar que estaba muerto, pero no era así. No estaba muerto, andaba más vivo que algunos otros. Se escondía de mí porque no quería verme, no soportaba la idea de que los recuerdos que una vez creamos juntos revivieran. Lo que sea que le hicieron distorsionó la idea que tenía de mí. En su mundo de fantasía yo era la villana de su historia y podía vivir con eso. Después de lo que me hizo ya no me importaba lo que pensara de mí, yo misma le iba a quitar la vida. Lo mataría lentamente y que sintiera el mismo dolor que él mismo provocó con la muerte de ese ser inocente que no tenía por qué pagar culpas ajenas.

Después de que Noah me inyectó ese líquido mi cuerpo se quedó en modo suspendido. Podía escuchar todo lo que decían, abría los ojos, pero los cerraba a los pocos minutos. Era un fuerte sedante, pero yo misma acostumbré a mi sistema a ese tipo de sustancias, por eso no hizo el mismo efecto que ellos esperaban que hiciera. Tampoco tenían que saberlo.

Me sacaron de la casa y me subieron a una camioneta en la parte de atrás. Me arrojaron como si fuera una bolsa con ropa sucia. No les importó nada. El chofer condujo por algunos minutos. No tenía noción del tiempo, pero calculé que fue una hora, un poco más. Nos detuvimos y entramos a un estacionamiento y después me bajaron para subirme a otro vehículo. Eran inteligentes porque todo el tiempo se aseguraron de que nadie se diera cuenta de que lo que estaban transportando era una mujer aun con vida.

No sé exactamente como ni cuando, pero llegamos a una pista de aterrizaje. Noah, la misma mujer que agredió a Nate y otro sujeto estuvieron al pendiente de todo. No me permitían estar ni un minuto sola. Mantenía los ojos bien abiertos y estaba al tanto de todo, pero no podía moverme ni decir nada. Me subieron a un jet y me dejaron en uno de los asientos más largos. Aunque mi cuerpo me pedía que resistiera y que pronto íbamos a salir de esto las pocas esperanzas se estaban esfumando.

Nada de lo que sucedía estaba bien, todo iba de mal en peor y si creía que las cosas no podían empeorar estaba más que equivocada. La situación sí podía empeorar y mucho.

Noah me arrastró hacia la única pequeña habitación que había en el jet. Me dejó en la cama y se fue. Agradecía que me dejara sola, aunque no podía hacer nada, ya que seguía drogada y no tenía nada de fuerzas para poder escapar. Y tampoco es que pudiera hacerlo, estábamos a miles de kilómetros de la tierra y a menos que supiera volar no iba a salir viva de ahí.

Cuando llegamos a aquel lugar ya era de día. El sol me calentaba la piel y me reconfortaba un poco más. Me bajaron del jet y pude darme cuenta de que estábamos en un lugar remoto, lejos de la sociedad. No había nada más que nieve y árboles cubiertos por una gruesa capa blanca. De nuevo me subieron a una camioneta y una vez más condujeron a quién sabe donde.

—El jefe me llamó mientras estábamos en el jet —habló Noah. Lo podía escuchar perfectamente.

—¿Qué dijo? —preguntó la mujer.

—Debemos estar aquí unas semanas en lo que se arreglan las cosas. Después de eso vamos a viajar —fue todo lo que dijo.

—De acuerdo. Tampoco es cómo que podamos negarnos —terminó la mujer.

Para ese momento solo íbamos cuatro en la camioneta, ellos tres y yo.

No tenía idea de a donde me llevaban y que harían conmigo. Si me quisieran ver muerta el mismo Noah ya se hubiera encargado de quitarme la vida de la manera más cruel y sangrienta posible, así que ese no era su plan. No me querían matar, lo que sea que tuvieran planeado para mí sería lo más horrible que le pueden hacer a una persona.

El chofer condujo por horas y horas hasta que de nuevo se hizo de noche. Se detuvo en algún punto de aquel lugar y cambiamos de auto a uno todoterreno que pudiera avanzar en la nieve y los terrenos llenos de piedras en los que nos metimos.

Después de horas y horas de camino llegamos a una cabaña apartada de todo, en medio de la nada. No reconocía el lugar, nunca estuve aquí y por primera vez en mucho tiempo tuve miedo de no salir con vida o completa. Temía no volver a ver a mi familia, a Nate o Seth, a mi Zora y a todos mis perrhijos que rescaté. Quería ver de nuevo a Diablo y a Edén. No quería morir en manos de ellos, no quería el destino que tenían pensado para mí.

—N-Noah —murmuré. Me sostuve de sus brazos porque no tenía fuerzas en los brazos —. Por-por favor —sentí un pinchazo en el cuello y de nuevo mi cuerpo cedió ante el sedante que le perra esa me inyectó. Caí en sus brazos y me atrapó para que no cayera al suelo. Mi agarre se aflojó y mis brazos cayeron libres a cada lado de mi cuerpo.

Giró sobre sus pies y me llevó en brazos a la parte de arriba. Observé la cabaña con detenimiento. No era muy grande, lo suficiente para cuatro personas. Era por completo de madera, dos pisos y acogedora. Afuera estaba helando, mientras que adentro estaba calentito.

Noah empujó una puerta con el pie, avanzó y me dejó en la cama, dura y fría. Pero antes de salir puso un grillete en mi tobillo. El imbécil me encadenó a la pared para que no pudiera escapar. Lo cogí del cuello de su abrigo, pero pudo zafarse de mi agarre sin ningún problema.

—Ni creas que voy a tener ni una pizca de compasión por ti —me empujó lejos de él —. Ya no soy el imbécil de dieciséis años al que podías manipular —escupió y se alejó para salir de la habitación.

Maldito hijo de puta.

No lo reconocía y dudaba mucho que alguna vez lo llegué a conocer. Todo lo que dijo eran solo mentiras. Nada era cierto y por alguna estúpida razón me dolió porque yo sí fui sincera con él, cada palabra y cada sentimiento. Fui tan real que solo él sabía el maldito infierno que viví en ese horrible y asqueroso lugar, solo él vio mis heridas abiertas, mi sangre manchar mi piel y ensuciar el suelo que pisaba. Solo Noah me vio en mi momento más vulnerable y en mis crisis. Secó mis lágrimas y limpió mis heridas. Ahora lo odiaba tanto que solo ese sentimiento me mantenía en pie, con ganas de salir de aquí para yo misma hacerle pagar por lo que me estaba haciendo.

No me iba a rendir, no me dejaría vencer y cuál fuera su plan lo iba a arruinar. ¿Cómo lo haría? Aún no lo sabía. Me mantenía drogada porque sabía que estando bien le podía romper cada hueso de su sucio y podrido cuerpo. Por eso lo hacía, pero en cualquier momento dejaría de inyectarme esa droga y estaría en mis cinco sentidos y ahí sí me iba a conocer. Si él pensaba que seguía siendo la misma niña estúpida y enamorada estaba muy equivocado, ya no era esa, había cambiado y era mucho mejor que él.

**

No sé cuanto tiempo pasó, solo sé que dormí mucho y que sentía más frío de lo habitual. Ya estábamos empezando el mes de septiembre, así que el invierno se acercaba a pasos agigantados. El frío me calaba la piel y lo odiaba, aunque también odiaba el calor asfixiante que últimamente había en la ciudad. Nada me gustaba y todo me molestaba.

Abrí los ojos lentamente. Los párpados me dolían y me pesaban. Tenía los músculos y los huesos entumecidos. Me dolía cada centímetro de piel y hasta el alma, como si hubiera estado acostada en esa cama por horas o días. Aquella mujer se encontraba revisando el suero que los malditos habían conectado a mi vena mientras yo dormía plácidamente.

—¿Qué crees que haces? —le pregunté. No respondió, pero no me iba a dar por vencida —. Te estoy hablando.

—Cierra la boca —espetó y me dirigió una mirada despectiva, aniquiladora.

—¡Responde! —cogí su sudadera y tiré de la tela, pero antes de reaccionar me golpeó en la mejilla.

—¡Qué cierres la boca, perra! —el golpe me dolió, pero no me amedrentó. Había sufrido peores palizas y este golpecito no era ni la cuarta parte de lo que llegué a sentir.

—¡Hey! —la puerta se abrió estrepitosamente y el otro sujeto que nos acompañaba entró acercándose a la mujer. Había alzado el brazo con toda la intención de golpearme de nuevo —. Ksenia —le llamó el sujeto.

Ella giró medio cuerpo para verlo y bajó el brazo. Estaba furiosa porque no me pudo golpear una vez más. Quería hacerlo, quería desquitar su coraje contra mí, pero no lo haría, al menos no por ahora.

—No puedes tocar la mercancía. Noah te va a matar si le pegas.

¿Mercancía? ¿Él dijo mercancía?

—Pero esta perra...—masculló.

—No debes tocarla —insistió aquel hombre —. Sal. Yo termino con esto —me miró de manera despectiva antes de salir y yo juré que le haría pagar por haber tocado a Nate. Se lo advertí y yo no amenazaba en vano.

—Estúpida —escupió al cruzar la puerta.

—¿A qué te referías al decir que soy una mercancía? —le pregunté al hombre cuando se acercó.

—No podemos hablar contigo. Noah nos lo prohibió —me reí de él y sus estúpidas reglas. Se las podía pasar por el arco del triunfo. Terminó de colocar el suero y le inyectó otra sustancia a la bolsa para mantenerme drogada y que no pudiera escapar.

—¿Cuándo me van a sacar de aquí? —no hubo respuesta —. ¿Al menos me puedes dar agua? Tengo sed —ni una sola palabra salió de su boca —. Entonces púdrete —le dije.

Pensé que se iba a defender y que me golpearía o me diría algo igual o peor de hiriente, pero no fue así. Guardó silencio y abandonó la habitación para dejarme sola.

Antes de caer en un profundo sueño observé la habitación de hito en hito. Había una sola ventana con cortinas que no se veían sucias o desgastadas. Afuera se alcanzaba a ver la poca luz del sol que entraba por los vidrios y las rendijas. Una cama, una silla al lado de la puerta y otra puerta que suponía era el baño. No había nada más ahí dentro, solo yo y la absoluta soledad.

Cerré los ojos para descansar, para reponer fuerzas y pensar claramente lo que haría para escapar de esa cabaña, si es que podía encontrar personas cerca, ya que por lo poco que sabía estábamos lejos de la civilización y ni siquiera sabía en donde me encontraba.

Pensé en Nate, en lo mucho que lo extrañaba, que los extrañaba a los dos. Estaba tan estúpidamente enamorada de ambos que me sentía ridícula y patética por sentir este amor tan profundo. Aseguré que no me iba a enamorar de ninguno de los dos, pero caí en mi trampa y fui yo quien se enamoró perdidamente. Pensé en Seth, en lo que haría en el momento que supiera que estuve embarazada y que perdí al bebé. Ni siquiera sabía si se iba a enojar o estaría feliz, aunque lo dudaba. Seth fue claro al decir que no quería ser padre y que nunca podría serlo, no se consideraba buena persona para educar a un bebé.

Tal vez tenía miedo de no ser un buen ejemplo para alguien que llevaba su sangre. Quizá pensaba que la historia que vivió con su padre se podía repetir si se convertía en padre. Tal vez para ese momento Nate ya le había dicho la verdad y cuando regresara me ahorraría el tener que decírselo yo. O tal vez no y tendría que decírselo tarde o temprano.

Porque iba a regresar y todos los que me traicionaron me lo iban a pagar. Regresaría a cortar cabezas. Mi venganza sería implacable y caería quien tuviera que pagar. Ya no tendría piedad de nadie, ni siquiera del malnacido de Noah que me apuñaló por la espalda. Por su culpa estaba metida en esta situación y había perdido al hijo que Seth y yo engendramos.

Alek

Estaba molesto. Estaba cegado por la ira y el rencor. No podía pensar bien y cada pensamiento era más oscuro que el otro. Nunca había sentido estas inmensas ganas de matar a alguien cómo lo sentía en ese momento después de saber que se habían llevado a Vanya.

Cami ya nos había platicado todo de lo que se enteró estando en la casa de Seth. Ahora teníamos que buscar aunque sea una pista de ella, de a donde se la pudieron llevar. No podía estar tan lejos, pero si dejábamos pasar más tiempo sí la podía perder y jamás no saber de ella.

—No sé si debo decirle todo a Víctor —dijo, Cami.

Nos encontrábamos en el gimnasio, yo entrenando y ella mirando a través de la ventana. Se veía tan confundida y con miedo de estar ocultándole algo al hombre que ella consideraba cómo un padre.

Miré a Billy después de golpear el saco. Lo sostuve con las manos y exhalé con fuerza.

—Creo que no debes decirle lo de Seth —comentó su mellizo —. No por ahora. Lo va a sentir como si estuvieras de su lado y sabes que en este momento eso no nos conviene —asentí.

—Tú sigue haciendo lo que has hecho y no le digas —comenté —. Debemos tener ojos en esa casa y saber todo lo que los Beckett hacen. Entre más información obtengamos será mucho mejor.

—Yo seguiré buscando por mi lado —Cami giró para ver a su hermano —. Creo que puedo infiltrarme y entrar cómo un cliente —la mirada severa de Cami hacia Billy era dura.

—Ni se te ocurra meterte con ese hombre, es peligroso. Mira todo lo que hizo con tal de llevarse a Vanya y no dudo que hará lo que sea. Odia a Víctor y lo quiere destruir. Si sabe que eres parte de su familia no va a dudar en matarte —Billy negó con la cabeza.

—Soy muy listo para ese parásito —Cami bufó.

—Ve con cuidado —me quité las vendas de las manos y me sequé el sudor con una toalla que Billy me pasó —. No te confíes de lo que sabes hacer. Esto es peligroso —me senté a su lado y bebí agua para refrescar mi garganta.

—A mí no me parece buena idea —se quejó Cami —. Pero si te digo que no lo hagas lo vas a hacer de todos modos. Solo ve con cuidado —Billy asintió.

—¿Saben dónde están Vera y Víctor? —les pregunté.

—Fueron a ver a Murphy —respondió Cami —. Quieren saber qué está haciendo para encontrar a los que se llevaron a Vanya —asentí.

—Dudo mucho que esté haciendo algo, pero bueno —dije.

—Más le vale que sí esté haciendo algo o le va a ir muy mal —comentó Cami.

—Eso ni lo dudes —añadió su hermano. Me levanté y recogí mis cosas.

—Tengo que irme. Cualquier cosa que necesiten o sepan me avisan —me despedí de ellos y pasé a darme una ducha antes de salir de la casa. Recogí algunas cosas que aún tenía en mi antigua habitación y bajé para irme al departamento con Eli.

—¡Alek! —escuché la voz de mi dulce madre. Me detuve de golpe y giré en dirección a la escalera —. ¿Te ibas a ir sin despedirte de tu madre? —nos saludamos con un beso en la mejilla —. ¿Cómo estás? —apoyó las manos en mis hombros.

—Pasé a tu habitación y te vi dormida, no quise despertarte. Estoy bien. ¿Tú, cómo estás? Con todo lo que ha pasado.

—Estoy bien, pero me preocupa lo que suceda con Vanya —exhaló —. Vera está devastada. Creyó que aquella noche iban a regresar con ella y no fue así —me acompañó hasta la puerta.

—Me imagino cómo se encuentra —mi madre negó —. Estamos haciendo todo para que ella regrese a casa —asintió y dejó salir un largo y profundo suspiro resignado.

—Lo sé, cariño. Todos lo sabemos y espero de todo corazón que ella regrese pronto a su casa con su familia que la ama.

—¿Iván ya sabe lo que sucede?

—Sí. Está enterado de todo desde que Seth se la llevó. Dice que cualquier cosa le avisemos y él puede viajar a Nueva York, pero Víctor prefiere que se quede allá para que se haga cargo de los negocios. Aunque viajen a Nueva York no pueden hacer nada.

—Víctor tiene razón —llegamos a mi auto y quedamos frente a frente.

—¿Cómo está Eli?

—Ella está muy bien. Nos estamos adaptando a vivir juntos.

—¿Y qué tal? —indagó —. ¿Te gusta?

—Sí —sonrió ante mi respuesta —. Me gusta vivir con ella. Es tan linda y atenta. Sabes que nunca me sentí yo realmente, pero con ella... Soy yo y no tengo miedo a que me juzgue —mi madre sonrió sinceramente y tocó mi mejilla con las puntas de sus dedos —. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. Soy feliz porque tú eres feliz —dijo con dulzura —. Esto tenía que suceder tarde o temprano. Un día encontrarías a la mujer de tus sueños, te enamorarías y emprenderías un viaje con diferente destino que el mío. Ya no eres mi niño glotón al que le encantaba comer chocolate —ambos nos reímos por su comentario —. Eres todo un hombre que está formando su hermosa familia con una gran mujer.

Mama...—negó con la cabeza.

—Alek, me siento orgullosa de ti y de todo lo que has conseguido en estos meses. Estoy segura de que serás un gran esposo y un maravilloso padre cómo lo fue el tuyo.

Casi no hablábamos de mi padre, porque a mamá no le gustaba tocar ese tema, aún le dolía su muerte. Pasaron muchos años para que superara su muerte y nunca quiso empezar una relación con nadie, porque ella decía que mi padre fue y siempre sería el amor de su vida. Yo también quería un amor así de intenso, así de real y verdadero. Un amor que perdurara toda la vida cómo el que mi madre aún le tenía a mi padre fallecido.

—Cuando seas padre me vas a entender y comprender cómo me preocupaba por ti cuando te salías por las noches de fiesta con tus amigos —tenía los ojos cristalinos.

—No cabe duda de que eres una gran mamá —la abracé y dejé un beso en su frente.

—Y tú eres el mejor hijo —correspondió a mi abrazo.

Se apartó y me soltó.

—Ve con Eli, no la dejes sola —sugirió. Me sonrió y dejó un beso en mi mejilla —. Cuídate mucho, moya prekrasnaya doch'¹ —le sonreí. Palmeó mi mejilla y me dejó ir con mi mujer.

Me despedí de mi madre y abandoné la propiedad para regresar al departamento con la mujer que me hacía tan feliz. Pasé a comprarle un pequeño detalle y un ramo de rosas. Me gustaba consentirla y hacerle saber cuanto la amaba y lo afortunado que era por tenerla a mi lado.

Dejé el auto en mi lugar del estacionamiento y subí por el ascensor y cuando llegué al piso donde se encontraba nuestro departamento esperé que las puertas se abrieran. En el pasillo me crucé con una pareja, pero no les tomé importancia, se veían enamorados y muy felices. Me detuve frente a la puerta de nuestro departamento, abrí y entré dejando las llaves en la mesita al lado de la puerta.

—¡Eli! —le llamé al no verla en la sala ni en la cocina —. ¡Bambi! —esperé un par de minutos. Eli salió de la habitación. La detallé de arriba abajo, cada centímetro de su hermoso cuerpo. Acababa de salir del baño con una toalla enredada a la altura de sus pechos y con otra se secaba en cabello —. Te ves hermosa —sonrió.

Le mostré las rosas y el estuche con el collar que elegí especialmente para ella. Era una delicada joya con pequeñas piedras de colores.

—Alek —levantó la mirada hacia mí y tenía los ojos cristalinos y hermosos —. No te hubieras molestado.

—No es ninguna molestia —le dije. Eli aceptó el ramo de rosas y las acercó a su nariz para olerlas —. Te mereces lo mejor del mundo y yo te lo voy a dar —abrí el estuche mostrándole el collar.

—Es hermoso —musitó.

—No es más hermoso que tú —se acercó y dejó un suave beso en mis labios.

—Gracias. Gracias por todo —giró sobre sus pies —. ¿Me ayudas a ponérmelo? —asentí y saqué la delicada joya del estuche y la coloqué alrededor de su delgado cuello. Volvió a girar y la observé detenidamente —. ¿Cómo se me ve?

—Hermoso, cómo tú —me agradeció con una sonrisa —. ¿Viste a tu madre? —preguntó.

—Sí. La vi cuando estaba saliendo.

—¿Cómo está? —la seguí a la habitación.

—Dice que está bien, pero sigue preocupada por lo que sucedió con Vanya —me senté en la orilla de la cama mientras ella se untaba crema en el cuerpo.

—¿Han sabido algo de ella? —le dije que no —. ¿No tienen ninguna pista?

—No hay nada que nos ayude a saber donde la tienen.

—No me quiero ni imaginar cómo se debe sentir en este momento —exhalé.

—Ni yo, pero no dejo de pensar en eso —confesé —. Es mi única prima y apenas estaba conectando con ella. Antes teníamos una buena amistad, éramos los mejores amigos. Ni siquiera con Misha me llegué a llevar tan bien. Más que una prima, es una hermana —Eli terminó de aplicarse la crema y se acercó a mí para sentarse a mi lado.

—No sé qué decir —musitó. El dolor en su voz era más que evidente, al igual que la sinceridad.

—No tienes que decir nada. Con que estés a mi lado es más que suficiente —apoyó la cabeza en mi hombro.

—Lo siento. Vanya no merece nada de lo que le está pasando.

—Lo sé. No lo merece, pero estoy seguro de que va a salir con bien. Tal vez sea difícil para ella ser la misma de antes, pero lo va a conseguir cómo lo ha hecho hasta ahora. Ella es fuerte y valiente cómo tú —sonrió tras decirle estas palabras.

—Eres tan lindo.

—Tú me haces ser mejor persona, Bambi —negó rápidamente.

—Tú ya eras así cuando te conocí, así que no mientas

—Solo quiero ser quien mereces en tu vida.

—Quien debería decir eso soy yo. Mi vida no ha sido precisamente buena...

—Lo que hiciste fue por una buena causa. Con ese dinero ayudaste a tu madre a comprarle los medicamentos para su enfermedad. ¿Eso no vale? —me aparté y cogí su barbilla.

—Pero pude hacer las cosas diferentes. No sé —encogió los hombros —. Buscar otro trabajo donde no tuviera que hacer esas cosas. ¿Te imaginas que un día tenga hijos y sepan a qué me dediqué en el pasado? ¿Qué les voy a decir?

Al mencionar la palabra hijos, algo se encendió dentro de mí, no sé si fue una aviso o una advertencia. Nunca habíamos hablado de tener hijos o casarnos. Yo sí lo quería, quería formar una familia con ella, pero también tenía que pensar en lo que ella quería, si uno de sus sueños esa casarse o si deseaba tener hijos.

—Perdón —sacudió la cabeza —. Yo hablando de tener hijos y no sé si tú quieras ser padre —me espabilé, la miré y fruncí el ceño un poco indignado por lo que dijo —. No volveré a tocar el tema.

—Bambi, yo sí quiero ser el padre de tus hijos, ser el único hombre al que ames y que sea el amor de tu vida. Tendremos los hijos que tú quieras y si no los quieres también —abrió los ojos de par en par.

—¿Quieres tener hijos conmigo?

—¿Tú no? —pregunté con curiosidad.

—Sí. Sí quiero —le sonreí.

—Entonces no hay nada más que decir —agachó la mirada una fracción de segundo.

—Tenía miedo de mencionarlo y no saber cuál sería tu reacción. Yo...—me miró a la cara —. Solo veo mi futuro contigo y todos mis planes quiero que sean a tu lado —cogí su barbilla con dos dedos.

—¿Eso significa que también te quieres casar?

—Si me lo pides sí —musitó —. Quiero ser tu esposa.

—Y yo quiero ser tu esposo, Bambi —busqué su muñeca con mi mano y cuando la encontré mis dedos la rodearon y alcé su mano a la altura de mi pecho, justo donde latía mi corazón —. Nunca había sentido esto tan fuerte que siento por ti. Me hechizaste, me cautivaste con tu manera de ser, me enamoré y ya no hubo vuelta atrás. Sabía que si te dejaba ir sería el peor error que podía cometer en mi vida y eso no lo podía permitir —en sus labios se dibujó una dulce sonrisa.

—Yo no lo entendía, qué veías en mí. No entendía que sí le podía gustar a un hombre, que alguien sí podía sentir algo por mí. Entendí que un hombre cómo tú sí se puede fijar en una chica cómo yo —aparté su mano y dejé un beso en su dorso.

—¿Una chica cómo tú? Eres perfecta y siempre debes recordártelo. Eres hermosa, inteligente y eres una buena hija. Tú ya tienes el cielo ganado. Todo lo que has vivido es solo la prueba de que te puedes caer mil veces y te puedes levantar mil más. Nunca olvides eso, Bambi. Nunca olvides todo lo que has tenido que hacer para llegar hasta aquí —asintió —. Y si algún día llegamos a tener hijos ellos nunca sabrán lo que tuviste que hacer para salir adelante. Solo si tú así lo quieres, ¿entendido?

—Entendido —dijo más convencida —. ¿Cuándo vamos a empezar a tener hijos?

—Cuando tú decidas que estás lista para dar ese gran paso. No te voy a presionar con esta decisión. Serás tú quien decida que es momento de ser padres y yo siempre voy a aceptar las decisiones que tomes.

—Te amo tanto —sus ojos se llenaron de lágrimas —. Me entiendes, me aceptas y me das mi espacio cómo el caballero que eres. Encontré al hombre indicado cuando no lo buscaba y cuando menos lo esperaba. Gracias por llegar a mi vida y amarme de esta manera.

—No hay nada que agradecer, te amé desde que te vi y me enamoré más cuando te conocí y supe de qué estás hecha.

Dejó un casto beso en mis labios.

—Ponte algo bonito y vamos a cenar. Quiero celebrar cada día estar a tu lado.

—¡Okay! —se levantó como resorte y corrió hacia el closet del que ya se había adueñado. Ella junto a mi madre me iban a dejar en la ruina por toda la ropa que compraban cada vez que se veían. Tampoco me quejaba, era bueno saber que se llevaban bien y que mantenían una relación cordial y respetuosa, tanto de parte de Eli para con mi madre cómo de mi progenitora hacia la mujer que amaba. No la juzgaba o la señalaba, ella mejor que nadie sabía que a veces la vida no te da más opción que tomar el camino difícil, el que está lleno de baches y obstáculos. Ese que es más largo y complicado, pero que al final siempre vas a obtener tu recompensa.

Yo ya tenía mi recompensa, Eli, ella fue la manera más bonita de la vida para decirme que estaba haciendo las cosas bien y que había encontrado mi mayor tesoro y cómo tal lo iba a cuidar y valorar hasta el último de mis días.

¹Mi niño hermoso. 


💣💣

¡Hola! ¿Cómo están? Espero que se encuentren bien y que les haya gustado el capítulo.

Les dije que cuando Vanya empezara a narrar sería muy triste y lo está siendo. Lo que Vanya vivió con Seth no se va a comparar en nada a lo que vivirá con Noah.

¿Teorías? Las leo.

Quiero decirles que lo más probable es que no termine este libro aquí en Wattpad y lo haga en otra plataforma. Desde hace meses tenía planeado subir esta trilogía y su spin-off en otro lugar para obtener un poco de ingresos, pero a mí siempre me gana el sentimentalismo y saben que le tengo mucho aprecio a Wattpad por haber empezado a escribir aquí.

Lo lamento mucho por las personitas que me leen con mucho amor, pero al no tener ingresos de otro lado necesito el dinero. Tal vez no lo tenga qué decir, pero pienso usar ese dinero para ayudar a los perritos de la calle. Mil disculpas y yo les estaré avisando cualquier cosa. Por eso síganme en mi Instagram para estar atentas a cualquier aviso.

Instagram:

elena_santos.92

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