Capítulo 3.
Cami
Desperté en el sillón de Seth y cuando lo vi frente a mí me asusté. Tenía una profunda mirada verde y el cabello le caía en la frente. Me senté en el sillón y me di cuenta de que me puso una frazada para pasar la noche.
—¿Por qué me miras así? —sostenía una taza con ambas manos.
—Ahora que estamos solos te voy a pedir algo —habló muy serio.
—¿Tú me vas a pedir algo a mí? ¿Con qué derecho me pides algo? —espeté.
—Aprecio mucho a Cas, es mi hermano —empezó —. Lo quiero cómo no tienes idea y mataría por él —le dio un sorbo a su café.
—Ve al grano, por favor —moví la muñeca para que fuera al grano. Me estaba aburriendo con tanta palabrería.
—Si tú le rompes el corazón a mi amigo te juro que no vas a vivir para contarlo —fue directo y serio —. Cas es un buen chico y ya ha pasado por mucha mierda. Él te quiere de verdad y sé que lo que siente por ti va en serio.
—Yo no soy cómo tú, Beckett. No me metas en el mismo saco, porque somos muy diferentes. Quiero a Cas y lo haré feliz. Lo haré feliz porque quiero hacerlo y no porque tú me lo pidas —mascullé —. Y sé que Cas merece ser feliz —dudé en hacerle la pregunta, pero al final lo hice porque quería saber más de él —. Seth —me miró —. ¿Sabes algo de la madre de Cas?
Seth apartó la taza y dudó en responder.
—¿Sabes algo de ella? —volví a preguntar.
—No —mintió —. No me mires así.
—Sí sabes de ella, pero no me quieres decir —insistí —. Dime.
—¿Para qué quieres saber algo de ella? No vale la pena. Fue una mala madre, no quería a Cas y cuando no estaba drogada o borracha le pegaba para desquitar su coraje. Vendió todo lo que tenía para sacar para su vicio, lo dejaba sin comer, no tenía ropa e iba con los zapatos rotos al colegio —masculló —. ¿Crees que alguien así vale la pena?
—No —le dije —. Pero quiero saber si ella está viva o que ha sido de su vida.
La expresión de Seth cambió rápidamente, se puso serio y un poco molesto. Era obvio que no le gustaba hablar de ese tema.
—Ni siquiera Cas me ha preguntado por su madre y vienes tú a querer saber algo de esa mujer —masculló —. ¿Por qué?
—Ya te dije, quiero a Cas y me interesa su vida.
—Júrame que lo que te diga no va a salir de aquí y que nunca le vas a decir nada a Cas. Júralo —me miró insistentemente.
—Lo juro por mi vida —exhaló y se preparó para decir aquellas palabras. Miró en dirección a la escalera asegurándose de que Cas no fuera a bajar y lo escuchara.
—La madre de Cas murió hace años por una sobredosis —la noticia me cayó cómo balde de agua fría. No me esperaba que me dijera algo así. Pensé que tal vez vivía en la calle o estaba en uno de esos centros para tratar las adicciones, pero no contaba con esto.
—Está muerta —asintió —. ¿Cuándo falleció? —de nuevo bebió de su café.
—Hace unos seis años, más o menos.
—¿Tú cómo sabes?
—Mi madre estaba al pendiente de ella, no la ayudaba porque ya estaba perdida en su vicio. Una vecina de ella le avisó a mamá que falleció y ella se hizo cargo del funeral. Está sepultada en el cementerio cerca de aquí —me miró severo —. Me juraste que no le vas a decir nada a Cas —murmuró —. Y lo vas a cumplir.
—Te aseguro que no le diré nada.
—¿Ya estás contenta? Ahora ya lo sabes —asentí.
—Nada de lo que me dijiste va a salir de aquí —aseguré.
Nos quedamos en silencio unos minutos. Él no decía nada y yo tampoco sabía qué decir. Después de que me dijo lo que quería saber sentí una opresión en el pecho. Cas no hablaba de su madre, no preguntaba por ella, no le importaba. Era doloroso saber que allá afuera existían madres que le hacían esto a sus hijos, que los traían al mundo para sufrir, que nunca quisieron tener hijos y solo los tenían "para no quedarse solas" o para tener un esclavo que hiciera y obedeciera sin rechistar.
—Buenos días —salí de mi ensimismamiento y miré en dirección a la escalera. Cas iba bajando y se sentó a mi lado en el sillón —. ¿Pasa algo? —me preguntó, pero miró a Seth.
—Todo está bien. Le estaba diciendo a Cami que es una buena idea intentar acercarme a esa mujer.
—¿Irina? —preguntó Cas con curiosidad —. ¿Te vas a acercar a ella?
—No pierdo nada —respondió Seth —. Tal vez le pueda sacar información.
—O tal vez te mate antes de que te acerques a ella —comentó Cas —. Pienso que debes ir con mucho cuidado con ella. Sabes a qué se dedica y que su padre es Valerik. No creo que ella sea tan tonta cómo para permitir que te le acerques.
—Lo voy a intentar. No voy a perder nada, pero puedo ganar mucho.
—Necesitamos saber donde está —les dije.
—Yo me encargo de eso —habló Seth —. Mi contacto la puede rastrear y darme todo su itinerario —se veía muy seguro de que ese "contacto" le ayudaría con todo lo que él necesitaba. Y si confiaba en él no había más que aceptarlo.
—Tú sabes lo que haces —me levanté —. Mejor nos vamos para que puedan hacer sus cosas. Te sugiero que devuelvas a Zora a su hogar, ella no pertenece aquí.
—Ya te dije que no la voy a regresar hasta que Vanya vuelva. Ella es parte de esta familia y no se va a ir solo si Vanya me lo pide —bufé —. Es mejor que te hagas a la idea de que no va a regresar y ya no insistas —pidió.
—De acuerdo. Pero por favor cuídala mucho —asintió —. Si no te las vas a ver conmigo —lo amenacé.
—No tienes que pedirlo, lo hacemos con gusto —ver su cara de satisfacción por haberse quedado con Zora provocó que se me retorcieran las entrañas.
—Vamos —Cas me siguió hacia la puerta. Seth nos acompañó y se despidió de Cas.
—Nos vemos pronto y espero que las cosas salgan bien —Seth se veía más tranquilo, pero eso no quería decir que por dentro no estuviera inquieto y furioso con todo lo que sucedía. Tenía una mirada maquiavélica y sádica. Era un monstruo, despiadado y sin escrúpulos, lo creía capaz de hacer cualquier cosa con tal de obtener lo que quería. Ya lo vimos. No se detuvo hasta secuestrar a mi amiga y hacer con ella quién sabe qué cosas. Solo ellos tres sabían lo que ocurrió dentro de esa casa todos esos meses.
—¿Estás bien? —preguntó Cas en cuanto subimos al auto.
—Sí —lo miré. Cuanto dolor y sufrimiento llevaba encima y no quería hablar de ello, pero no lo iba a presionar y dejaría que él solo me dijera todo lo que le lastimaba —. Estoy bien —me acerqué, aunque estando dentro del auto era complicado estar demasiado cerca, pero acuné sus mejillas con mis manos y dejé un beso en sus labios —. ¿Nos vamos? Dormí pésimo y me duele la espalda —se rio y negó con la cabeza. Puso sus manos encima de las mías.
—Te dije que durmieras conmigo, pero no quisiste —me devolvió el beso —. Querías ver todas esas grabaciones.
—Al menos descubrimos algo, ¿no? —solté sus mejillas para que pudiera conducir.
—¿Y qué fue lo que descubriste?
—Que mi acosador y Vanya se conocen. Ella no dijo su nombre y es una gran desventaja para nosotros, porque no sabemos si tiene algún parentesco con Valerik y con Irina, pero al parecer sí.
—¿De dónde se conocen? —indagó. Bajé la ventanilla en cuanto avanzamos.
—Tal vez de aquel lugar donde Vanya fue a entrenar. Ella le dijo algo así cómo que le salvó la vida y por eso la castigaron —Cas, asintió.
—Debe ser eso, ¿si no de dónde más lo va a conocer? —exhalé.
—Todo está muy raro y no tenemos más pistas, pero Seth dice que va a contactar a alguien que es bueno hackeando —lo miré y frunció el ceño.
—¿Le llamó a Everett? —alcé una ceja.
—No dijo nombres, solo mencionó que le mandó un correo a un "contacto" para buscar a Vanya —Cas exhaló. Noté cómo sus manos se asieron alrededor del volante y sus nudillos se pusieron blancos —. ¿Quién es Everett y porque no te agrada?
—¿Lo notaste?
—Cas, te conozco demasiado y puedo notar cuando algo te inquieta y es obvio que solo mencionar el nombre de ese tal Everett te molesta.
—No es que me moleste, pero no me...
—Agrada —terminé por él y sonrió.
—Nunca me ha agradado —confesó.
—¿Por qué?
—Es peligroso.
—Todos lo somos —negó.
—Pero él lo es más. Everett Pearson, sabe todo de todos. Posee demasiada información y a veces la usa no para cosas buenas, sabes a qué me refiero —asentí —. No es bueno trabajar con personas cómo él.
—No creo que Seth sea tan estúpido cómo para meter a un estafador a su casa.
—No lo es, pero sabes que siempre puede ocurrir algo malo —miré al frente.
Yo mejor que nadie lo sabía. Le aseguré a mi hermano que las cosas iban a estar bien y que nada malo podría ocurrir. Ahora no encontrábamos a Vanya. Nunca debí decir eso. Nunca debí asegurar algo de lo que no estaba segura. Me arrepentía de mis palabras.
Solo esperaba que ese tal Everett Pearson no fuera un problema para nosotros, porque ya teníamos demasiados en estos momentos.
Seth
Limpié el arma minuciosamente. La desarmé y la armé de nuevo colocando cada pieza en su lugar. Metí las municiones dentro del cartucho y después el cartucho dentro del arma. Dejé la pistola encima de la mesita de la sala.
La puerta se abrió y Nate entró con las compras que hizo, cerró y caminó hacia la cocina donde dejó las bolsas y regresó a la sala.
—¿A dónde vas? —se sentó en el sillón de enfrente.
—Le voy a hacer una visita a mi querido amigo el jefe de policía.
—¿Tu amigo? —observó el vaso vacío y con un hielo a medio derretir. Levantó la mirada a mi rostro.
—Él no lo sabe —me burlé.
—No lo vayas a matar —me pidió.
—¿Me crees capaz de matar a un policía? —pregunté indignado. Nate entornó los ojos.
—Ya lo has hecho, así que no me vengas con esto. Sé que eres capaz de hacer eso y más.
—Me ofendes —Nate puso los ojos en blanco y después se rio.
—Cambiando de tema. ¿Ya contactaste a Everett?
—Le mandé un correo, pero no me ha respondido —Nate bufó —. No te desesperes, hermanito, pronto nos va a contactar y hablaremos con él. En pocos días ella va a regresar a nuestro lado —asintió.
—Siento que cada día lejos de ella es una tortura —confesó —. La quiero, Seth y la quiero bien. La quiero para formar una familia, para que sea la madre de nuestros hijos —hizo una pausa, me sostuvo la mirada, pero vi algo que no iba bien —. La quiero, Seth y no me importa lo que digas —me sorprendí por sus palabras.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Tú la llevaste a la casa para hacerle pagar lo que pasó con mamá.
—Pero al final no lo hice.
—Pero no sé si dentro de ti aún exista rencor hacia ella. No sé di de verdad la quieres.
—La quiero. No te imaginas cuanto —confesé también.
—Yo también la quiero y mucho.
—No vamos a discutir por eso, ¿o sí? —pregunté —. Los dos la queremos, tú a tu manera y yo a mi manera, pero la queremos y ella nos quiere a los dos.
—Nunca voy a pelear contigo por su amor —dijo con sinceridad —. ¿Tú lo harás? —negué.
—Nunca. Eres mi hermano y solo fue una casualidad que nos hayamos enamorado de la misma mujer. Las cosas no cambian entre nosotros solo por eso. Tendrías que hacer algo que me lastime para que yo te odie —asintió —. Y estoy seguro de que no lo harás —Nate se quedó pensando y no dijo nada en un par de minutos —. ¿Nate?
—¿Y si te digo que te iba a traicionar por una mujer? —alcé una ceja.
—¿Lo ibas a hacer por Vanya? —asintió. Sentí una punzada en el pecho —. ¿Me ibas a traicionar por ella? ¿Por qué?
—Seth... —me levanté de inmediato —. Todo tiene una explicación.
—Quiero escucharla ahora mismo —estaba dispuesto a hablar.
—Yo... Lo que pasa es que Va... —mi celular timbró y vibró. Desvié la mirada un par de segundos para ver la pantalla y me di cuenta de que era un número desconocido. Seguramente era Everett, no lo tenía registrado y siempre cambiaba de teléfono.
—Espera —cogí el celular y respondí a la llamada —. Everett.
—¡Seth! ¿Cómo estás? ¿Para qué me contactaste? Ya sé...—puse los ojos en blanco —. Pero quiero escucharlo de tu bonita voz.
—Necesito de tu ayuda para encontrar a alguien —del otro lado se escuchaba el ruido de las personas andando en la calle, risas, voces y el sonido típico de los autos.
—¡Genial! Lo haré solo si tienes el dinero —regresé a mi asiento y solté una risa divertida.
—Sabes que lo tengo, no seas estúpido.
—De acuerdo. Estaré ahí en la noche. Estoy en la ciudad, así que llegaré pronto.
—No te he mandado la dirección...
—No te preocupes por eso, lo voy a averiguar pronto. Después de terminar la llamada —resoplé.
—Si no estoy cuando llegues va a estar mi hermano.
—Ah sí, el pequeño Beckett. Tú no te preocupes.
—De acuerdo. Nos vemos aquí.
—Nos vemos en unas horas, Beckett —colgó y bufé.
—No te agrada Everett —comentó Nate.
—Es peligroso. Pero es mejor tenerlo como aliado y no como enemigo porque ahí sí estamos perdidos —asintió —. Es mejor llevar la fiesta en paz con él. Nos podría destruir si se lo propone.
—Lo sé.
—Si llega antes de que regrese lo dejas pasar. No hables mucho con él y no lo provoques —Nate resopló.
—No lo voy a provocar, no soy tonto —sonrió.
—Es mejor prevenir —me alejé y cogí mi chaqueta.
—Seth, no lo mates —me acomodé la chaqueta sobre los hombros.
—No lo haré, solo busco información —negó y exhaló. Sabía que no me podía pedir que me tranquilizara porque era inestable y perdía el control por más que lo intentaba.
Salí de la casa bajo la atenta mirada de mi hermano que me pedía no matar a Murphy con mis propias manos. Subí al auto y conduje en dirección a su departamento. A esa hora de la noche no había muchos autos en las calles, así que llegué antes de lo previsto. Murphy se encontraba en su departamento durmiendo plácidamente en su cama.
Crucé la puerta del recibidor y esperé ver a alguien, pero el encargado no se encontraba en su puesto de trabajo y dudaba que anduviera por ahí. Entré al ascensor después de que las puertas se abrieran. Esperé a subir y tardé un par de minutos en llegar al piso donde estaba su departamento. Salí y miré a ambos lados. No había nadie en los pasillos. Abrí la puerta de Murphy con demasiado cuidado y me adentré a su hogar. Todo se encontraba a oscuras a excepto de la luz del horno de microondas y el foquito de la televisión que tenía en la sala.
—Hijo de puta —musité. Para ser un simple oficial de policía vivía cómodamente y con lujos que ninguno de los suyos podría aspirar.
Avancé por el pasillo y descubrí la puerta de su habitación abierta. Miré dentro y lo vi dormido boca abajo. Negué y empujé la puerta. Chirrió un poco al empujarla y eso provocó que Murphy se moviera un poco de lado.
Maldita sea.
Frente a la cama tenía un sofá de una plaza. Miré la mesita de noche y cogí el arma. Tomé asiento y esperé a que despertara. Me tomé mi tiempo para observarlo dormir. Mientras él dormía cómodamente yo solo pensaba en Vanya, en lo que le estarían haciendo en ese momento. Las ironías de la vida.
Tras dos horas de estar sentado como pendejo, el maldito Murphy despertó. Lo hizo lentamente y aún dormido. Bostezó y se sentó en la orilla de la cama. Fijó la mirada en mi dirección, pero se veía confundido, como si tuviera la leve sospecha de que compartía la habitación con alguien. Por la manera en la que las luces de afuera se encontraban situadas me podía esconder bien en medio de la oscuridad.
No fue hasta que Murphy encendió la luz que notó mi presencia por completo. Quiso coger el arma, pero yo la tenía en mi mano. Me apresuré y lo tomé desprevenido al momento de querer levantarse de la cama. Me le fui encima y caímos juntos sobre el colchón. Coloqué el cañón del arma justo debajo de su barbilla, cómo aquella noche en mi casa cuando apareció Víctor.
—Beckett —escupió mi apellido.
—Sebastian Murphy —dije con el mismo tono despectivo.
—¿Qué haces aquí? —indagó. Lo tenía bien apresado sin posibilidad de que se soltara.
—¿No lo adivinas? —tenía la mirada centrada en sus ojos.
—Estás buscando pistas que te lleven a la chica Zaitsev.
—¡Bingo! Eres un genio. Ahora —le quité el seguro a la pistola y acerqué el dedo al gatillo —, dime todo lo que sabes.
—No sé nada —empujé el cañón contra su piel. Murphy tuvo que alzar la barbilla evitando el roce del arma. Como si eso pudiera evitar que lo matara en ese momento.
—Sé que sabes más de lo que aparentas —mascullé —. Así que habla.
—Te dije que no sé nada.
—¡No te creo, habla! —le exigí.
—¡No sé nada! ¿Cuántas veces quieres que lo repita? —mi mirada se endureció ante sus mentiras.
—No soy estúpido —se rio burlándose de mí.
—Lo eres por meterte con los rusos. Te dije que no lo hicieras y que si tenías a esa chica lo mejor que podías hacer era dejarla libre. ¿Me hiciste caso? Ahora paga las consecuencias de tus actos. Maldito niño estúpido —escupió.
—Esto no tiene nada que ver con los rusos —respondí —. Tú sabes quién la tiene en este momento. Ese psicópata —Murphy notó el ligero cambio en mi voz y cómo pasé al enojo en pocos segundos.
—¿Hablas de "La Sombra"? —indagó. Fruncí el ceño.
—¿La Sombra?
—Así le dicen. Es un asesino y muy bueno por cierto. Trabaja para alguien. Su dueño, su creador, el único hombre al que le responde.
—Valerik —musité. Murphy asintió.
—Al parecer sí. Aunque al viejo nadie lo ha visto en años desde que llegó a la ciudad.
—¿Eso cuando fue? —le exigí saber.
—No sé, Beckett, aún no nacía —respondió con ironía. Le golpeé la mejilla —. ¡Ya, ya! Hace muchos años, unos treinta. Poco después de que Víctor llegara a la ciudad.
—¿Estás seguro? —alcé una ceja.
—Sí, eso dicen los periódicos de esa época y algunos oficiales retirados —exhaló —. ¿Te puedes quitar de encima? Me estás poniendo incómodo —ni siquiera me importó lo que dijo.
—¿Y ese tal Sombra? ¿Qué más sabes de él?
—Solo sé que trabaja para Valerik, que es su matón personal. Es muy cruel y no siente remordimientos por nadie. Lo entrenaron a base de golpes, por eso es así.
Lo entrenaron. Cómo a Vanya.
¿Existe la posibilidad que estuvieran juntos en el mismo lugar?
—¿Qué más?
—No sé —se removió debajo de mí.
—¿¡Qué más?!? —le grité.
—¡Solo sé eso y lo que tú de seguro ya sabes! —respondió a base de gritos también —. Valerik trafica mujeres. Solo mujeres —recalcó —. De cualquier parte del mundo a rusia. Las vende a muy buen precio.
—¿Sabes cómo las transporta? —se quejó —. ¡Dime!
—¡Estás demente, Beckett! —mi dedo rozó peligrosamente el gatillo.
—No quieres saber cuan demente estoy, así que lo mejor para ti es que hables.
—Barcos, yates, aviones privados. Lo que se mueva por cielo, mar y tierra le sirve para transportar mujeres. También tiene una casa de subastas donde las exhibe para venderlas a esos enfermos —me aparté unos centímetros.
—¿Una casa de subastas? —asintió —. ¿Cómo si fueran una obra de arte?
—Como si fueran un pedazo de carne —me aparté sin dejar de apuntarle en la cabeza.
—¿Dónde?
—Se mueven de lugar cada semana. Hoy pueden estar aquí y mañana quién sabe. Ni se te ocurra seguirlos o te puede ir muy mal. No quieres terminar cómo tu novia, o peor —fruncí el ceño.
—¿Qué sabes de Vanya?
—Lo que saben todos, que tú la tenías secuestrada y que alguien se la llevó.
—Más te vale que me digas la verdad. Sé que tu madre está muy enferma y que haces todo esto por ella —entornó los ojos. Su mirada asesina. Los puños cerrados con ganas de matarme.
—No te atreverías a tocarle ni un cabello de su cabecita blanca.
—¿Me estás retando? —se levantó, pero continué apuntándole directo a la cabeza —. No me provoques, Murphy —apreté el gatillo y la bala salió disparada a gran velocidad. Rozó su oreja e impactó en la pared arriba de la cama. Murphy se encogió en su lugar y apretó los ojos —. No me retes o tu madre puede terminar con una bala en medio de su cabecita de algodón.
—Confirmo lo que siempre he pensado de ti, estás demente —se llevó una mano a la oreja. Las yemas de sus dedos se pintaron de rojo.
—¿Y qué quieres que haga? Sé lo que todos piensan de mí, ¿y sabes qué? No me importa —le quité las balas al arma y se la entregué en las manos —. Más te vale que pienses bien de qué lado estás. No te gustaría estar del lado incorrecto —me alejé de él, dándole la espalda, pero antes de salir me llamó.
—Beckett —giré medio cuerpo para mirarlo —. Deberías cuidarte de tu propio padre. Es el único enemigo del que aún no te has dado cuenta —fruncí el ceño.
—¿A qué te refieres con eso? —indagué, curioso.
—Me ha llegado el rumor de que tiene un nuevo socio ruso al que le pasa información y no son los Zaitsev —me quedé sorprendido, casi con la mandíbula en el suelo.
—¿Quién te dijo eso?
—Un pajarito —me guiñó el ojo —. Ahora lárgate, no quiero verte de nuevo en mi departamento.
Salí de su habitación y dejé las balas en la mesita al lado de la puerta donde tenía las llaves.
—Maldito traidor —musité con coraje al salir al pasillo.
Ya sabía yo que no podía confiar ni en mi sombra, pero no tenía en cuenta de que Jared siempre iba un paso adelante de nosotros. Era cómo un alacrán y más pronto que tarde iba a enterrar su aguijón cargado con veneno. Antes de que eso sucediera debía tener un plan para terminar con él si así tenía que ser.
Jared se estaba convirtiendo en un problema y cuando yo tenía un problema me deshacía de él.
💣💣
¡Hola!
Perdón por la tardanza con este capítulo. Saben que si no subo en días o una semana cómo en esta ocasión es porque sucedió algo que me lo impidió y así fue. No es nada grave, pero no pude escribir bien cómo a mí me gusta.
Espero les haya gustado el capítulo.
En el 4, que viene, narra Vanya, así que preparen sus pañuelos porque cada vez que ella narre será muy difícil por su situación.
¿Teorías? Me gustaría leerlas.
Dejen sus comentarios hijas del mal.
🥰😘
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