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Capítulo 13.

Vanya

Estaba cansada de estar encerrada en el hospital. Quería salir y hacer mi vida de antes, si es que eso se podía porque estaba segura de que nada iba a ser lo mismo que antes. Noah me destruyó de una manera en la que nadie lo había hecho jamás. Nunca pensé que alguien pudiera hacerlo, que fuera precisamente él quien me jodiera de esa manera.

—Necesitas desintoxicarse de todos los calmantes que te suministraron por semanas —habló el médico que se encontraba junto con mis padres en la habitación. Mientras yo miraba a través de la ventana hacia el patio del hospital donde se reunían más médicos y enfermeras o enfermeros y bebían algo o solo platicaban.

—¿Puede llevar ese tratamiento en casa? Nos gustaría tenerla en nuestra casa para poder cuidarla —preguntó mi padre. Observaba a las personas ir y venir, se saludaban y se reían.

—Preferiría que lo lleve aquí, pero si ustedes quieren que esté en su casa está bien mientras cumplan al pie de la letra cada una de mis indicaciones.

—¿Tú que quieres, hija? —me tomé unos segundos para responder y giré para mirar a mis padres. Los tres me observaban como si algo no estuviera bien conmigo.

—Quiero ir a casa —les dije y miré de nuevo a través de la ventana.

—No la podemos tener aquí en contra de su voluntad, así que voy a firmar el alta y se pueden llevar a su hija hoy mismo a casa.

—¿Dónde paso a pagar? —indagó papá.

—Venga conmigo —le indicó el médico. La puerta se cerró y mi madre se acercó poniendo sus manos en mis hombros.

—¿Cómo te sientes? —apoyó la barbilla en mi hombro.

—Mejor que los días pasados.

Tenía que fingir que estaba bien cuando realmente no era así. Me encontraba ansiosa y desesperada por salir y ver a los hermanos. No los había visto desde que me sacaron de ese lugar y de eso ya habían pasado algunas semanas. Mi padre me quería tener presa en este lugar para no verlos. Si salía de aquí y me llevaban a casa sería más difícil verlos hasta que estuviera recuperada y para eso podían pasar meses.

—Hoy nos vamos a casa —puse la mano sobre la suya —. Todo va a estar bien —asentí.

Nada estaba bien en mi cabeza. Estaba fragmentada y no quería olvidar lo que me hizo porque quería tener todo bien claro por si había sobrevivido recordar cada insulto y golpe para poder vengarme de él y hacerle pagar cada lágrima derramada por su maldita culpa. Pagaría con sangre la muerte de mi hijo.

—¿Vino Cami contigo?

—Sí, está en la sala junto con Billy y tu primo.

—¿Le puedes pedir que venga?

—Claro que sí, hija —quitó sus manos de mis hombros y salió de la habitación.

A los pocos minutos Cami apareció entró y cerró la puerta.

—Me dijo Vera que me mandaste llamar —miré fuera de la habitación asegurándome que mis padres no estuvieran por ahí.

—Tienes que ayudarme —cerré la puerta, pero me quedé ahí.

—¿Ayudarte? —indagó —. ¿En qué?

—Hoy salgo del hospital —sus ojos se iluminaron —. Pero ese no es el problema —la sonrisa que dibujó se le borró de golpe —. Sé que mi padre hará lo que sea con tal de que no los vea —asintió —. Y si no los veo no sé cuando podré salir de casa.

—Víctor no haría eso, ¿o sí?

—Es capaz de hacerlo con tal de que me aleje de ellos —le dije.

—¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo?

—Tienes que llamarles y decirles lo que sucede. Tiene que ser hoy.

—Pero... ¿Cómo?

—Tengo un plan y tienes que decirles a ellos también.

—Vanya...—dudó un poco —. No me quiero meter en problemas con tus padres.

—No lo harás, ni tú ni nadie. Necesito que todos me ayuden —apretó los labios y más temerosa que convencida, pero asintió.

—Está bien. Te voy a ayudar, pero no vayas a decir que los demás también lo hicimos. Nos queremos problemas.

—Nadie lo va a saber —soltó una exhalación.

—De acuerdo, dime cuál es tu plan.

Nate

Me encontraba en el pequeño jardín de la casa jugando con Zora mientras todavía la podíamos tener aquí porque en algún momento la íbamos a regresar con su dueña y no la veríamos más. No estábamos seguros de lo que sucedería ahora que V había regresado. Su padre no nos quería cerca y yo cada día estaba más enamorado de ella.

—Eres la chica más linda de todas —la llevamos a bañar y cortarle el pelo. Tenía que estar presentable para el día que regresara con V. Le pusieron dos moños cómo la niña buena que era.

—Nate —me llamó Seth desde la puerta que conducía al jardín —. Llamó Cami —sostenía el celular con una mano y lo agitó indicando que seguía en la línea.

—¿Qué quiere?

Cami había sido nuestra informante todo el tiempo que V estuvo internada en el hospital. Nos decía todo lo que le hacían y el tratamiento que estaba llevando para recuperarse de lo que le hicieron en ese lugar. Decía que no era la misma mujer de antes y que estaba consumida por la venganza y la oscuridad.

—Escucha —puso el altavoz y se acercó.

Vanya tiene un plan para que puedan verse. Hoy sale del hospital y sabe que será más complicado verse si la llevan a su casa. Víctor no los quiere cerca de ella —bufé.

—Eso ya lo sabemos —comenté.

—¿Cuál es el plan? —preguntó mi hermano.

No es complicado, lo que sí es que tendrán que elegir —miré a Seth.

—¿Qué tenemos que elegir? —preguntamos al mismo tiempo.

Quien de los dos va a entrar a verla.

Eso sí que no me lo esperaba. Por un momento creí que los dos la podríamos ver, pero me di cuenta de que no sería así.

**

Nos encontrábamos dentro del estacionamiento del hospital esperando la orden de Camila para poder entrar. Miraba a Seth que se encontraba impaciente por entrar y llevar a cabo el loco plan de Vanya. Así lo dijo él y tenía razón.

—¿Recuerdas lo que te dije? ¿Lo que le tienes que decir? No se te vaya a olvidar nada porque si se te olvida una sola palabra de lo que ya te repetí mil veces no te voy a perdonar —lo miré.

—Entiendo.

—Tenemos que seguir el plan al pie de la letra si no ella se va a enojar —mantenía la mirada fija en la mía —. No lo arruines por favor.

—No lo haré.

El celular de mi hermano timbró, lo sacó y me mostró la pantalla. Era un mensaje de texto de Cami informando que ya podíamos subir, que era el momento para llevar a cabo el plan.

—Vamos —salimos del auto y caminamos hacia el ascensor. Subimos al piso donde se encontraba Vanya y las puertas se abrieron.

—Recuerda lo que tienes que hacer —Seth se adelantó y observé que no hubiera hombres de Víctor cuidando la zona. Afuera no había, ya que los había mandado a cuidar la casa para cuando ellos llegaran. Seth desapareció de mi vista y esperé cinco minutos tal como me dijo. Miré el reloj y levanté la mirada hacia la puerta de donde salía una enfermera.

Esperé que la enfermera se alejara para colarme dentro de la habitación. Cerré y la vi de pie mirando a través de la ventana.

—V...—musité. Noté cómo sus hombros se tensaron, sin embargo, los relajó al instante. Giró y corrió hacia mí para fundirnos en un largo abrazo y un beso que me aflojó las rodillas. Mi corazón latía a mil por hora y mis huesos se sentían como gelatina.

—Nate —murmuró sobre mis labios al mismo tiempo que nos apartamos. Cogí su pequeño y perfecto rostro entre mis manos y la miré detenidamente —. Mi amor.

—¿Cómo estás? —apenas dibujó una sonrisa en los labios.

—Ahora me siento mejor —la calidez de su piel me reconfortaba el alma —. ¿Ustedes, cómo están? —sus brazos rodearon mi cuello.

—Extrañándote. Te amamos demasiado —sus ojos se iluminaron ante mi declaración —. Te necesitamos.

—Y yo los necesito a ambos, pero sabes que esto es muy complicado —asentí —. Vamos a encontrar la manera de vernos.

—Seth te manda a decir que no hagas locuras y que te cuides mucho. Recupérate para que nos veamos lo más pronto posible —sus ojos se pusieron cristalinos —. Te quiere ver bien y sana para vengarse de las personas que nos han herido.

—¿Le dijiste del bebé? —negué.

—Le quise decir, pero no pude hacerlo y creo que debes ser tú quien se lo diga —se mordió la esquina del labio y asintió.

Pasé mis dedos debajo de sus ojos cuando derramó un par de lágrimas.

—No llores, krasivy. Todo va a estar bien. Cuídate —apretó los ojos y me miró de nuevo —. Haz lo que el médico te pida. Nos vamos a ver pronto —se mordió el labio y me soltó para poder abrazarme.

—Júralo. Júrame que nos vamos a ver pronto.

—Lo juro —la escuché exhalar.

—Haré lo que me pidan solo para salir pronto de mi encierro.

—No lo veas así...

—Para mí lo es. Es un encierro.

—Debes recuperarte —pasaba las manos por su cabello que estaba recuperando su brillo natural —. Tienes que estar bien para pelear. Tienes que ser fuerte.

—No sé si pueda —se aferró a mi ropa con fuerza.

—Sí puedes. Yo sé que sí puedes —solo asintió. Nos mantuvimos así por unos minutos —. Tengo que irme —nos separamos lentamente y la miré a los ojos. Su mirada todavía era apagada, triste y desolada —. Te prometo que un día vas a sonreír cómo antes y que tus ojos van a reflejar la luz que llevas en el alma y no la oscuridad de la que te hicieron presa —asintió aún con pesar.

—Te amo —mi corazón se hinchó de felicidad al escucharle recitar esas dulces palabras que me hacían tan feliz.

—Y yo te amo a ti, krasivy —sonrió sutilmente —. Nos vemos pronto.

—Dile a Seth que lo amo.

—Se lo voy a decir —nos separamos y caminé hacia la puerta.

Abrí, pero antes de salir me fijé que no hubiera nadie cerca. La miré una última vez, mientras llevaba la mano derecha a sus labios y lloraba en silencio. Me rompió el alma verla así, tan rota y decaída, pero sabía que se iba a levantar cómo el ave fénix y resurgiría de las cenizas cómo ya lo había hecho otras veces.

Caminé hacia el ascensor manteniendo una actitud tranquila para no levantar sospechas y que supieran que yo también me encontraba en el hospital. Esperé a que las puertas del ascensor se abrieran y me hice a un lado cuando algunas personas bajaron en ese piso. Entré y antes de que las puertas se cerraran Seth entró agarrándose la nariz.

—¿Cómo te fue con nuestro suegro? —me dirigió una mirada de odio y se limpió la nariz.

—Esta es una muestra de su cariño —se rio —. Nos ama —no pude evitar reírme. Lo golpeó en la nariz y le rompió el labio —. ¿Cómo está?

—Mejor que cuando la rescatamos. Se ve más repuesta y ha ganado peso.

—¿Le dijiste lo que te pedí? —asentí.

—Cada palabra —lo miré.

—¿Y qué dijo?

—Hará lo que le piden para vernos pronto. No le queda otra opción —negó con la cabeza.

—Ella es fuerte. Hará lo que sea con tal de salir pronto de su encierro.

—Eso dijo ella, que es un encierro —Seth se secó la sangre que le escurría de la nariz y exhaló.

—Debe serlo cuando está acostumbrada a ser libre. Le han cortado las alas. Pero va a volar de nuevo —palmeó mi hombro y salimos en cuanto las puertas se abrieron.

Subimos al auto y salimos del hospital. No pude evitar preguntarle que sucedió para terminar golpeado.

—¿Qué le dijiste a Víctor?

—Solo le dije que quería ver a su hija y me soltó un golpe. Dice que no nos quiere cerca de ella y que lo mejor es que no pensemos en la idea de buscarla. Nos odia y no creo que algún día acepte esto —conduje en dirección a la casa.

—Tendrá que aceptarlo.

—Es obstinado.

—Y su hija lo es más. Un padre haría lo que fuera por sus hijos y Víctor no es la excepción.

—Espero que tengas razón —bufó.

Lo miré y se pasó la lengua por el labio, donde la herida floreaba y le dolía.

—Golpea fuerte, eh —me burlé de él.

—Ni lo repitas —recargó la cabeza en el respaldo de la silla y exhaló.

A Seth no le agradaba Víctor y a Víctor no le agradaba Seth, pero si ambos querían conservar al cariño de Vanya tendrían que aceptarse y entender que ella ya había decidido. Víctor no podía hacer nada en contra de lo que su princesa dijera o hiciera. La amaba tanto que haría y daría lo que fuera con tal de hacerla feliz. Así que aún había esperanza de que nos aceptara en su vida.

Vanya

La visita de Nate me hizo sentir mucho mejor de lo que me pude haber imaginado. Me sentía menos miserable y triste por todo lo que había sucedido en estos meses.

Salimos del hospital y mi padre se veía molesto por lo que sucedió con Seth. No lo dijo, pero yo había planeado ver a uno de ellos y todo resultó bien. Creí que Seth mandaría al matadero a su hermano y dejaría que se enfrentara a mi padre, sin embargo, no fue así y fue él quien corrió el riesgo y permitió que su hermano me viera.

Al salir y subir a la camioneta miraba todo con lujo de detalle, como si en estos meses las cosas hubieran cambiado, pero no fue así. Todo se veía casi igual. Casi nada había cambiado desde mi encierro.

—Tenemos lista tu habitación —habló mi madre y pegué un respingo al escucharla. La miré y me sonrió —. Limpiamos todo y acomodamos todo —asentí.

—¿Diablo?

—Él está bien.

—Nate me regaló una serpiente albina —mi madre me miró atenta, sin embargo, mi padre me ignoró —. Es hermosa y es niña.

—¿Crees que te la regresen?

—Lo harán —dije firme —. Al igual que con Zora.

—Todos tus bebés te extrañan —se refería a mis mascotas, aunque más que mascotas ellos eran mi vida entera. No eran mascotas, ellos formaban parte de mi familia.

—Y yo a ellos. Esta noche quiero dormir con ellos.

—No van a caber en la cama —palmeó mi mano.

—Dormiremos en el suelo —apoyé la mejilla en el hombro de mi madre y exhalé. Miré a mi padre a través del espejo retrovisor, pero evitó mirarme. Le daba vergüenza que su hija estuviera enamorada de los hijos de su enemigo.

Al llegar me percaté que había mucha más seguridad que cuando me fui. Más cámaras y más medidas de seguridad. El chofer se estacionó y bajé después de mi madre. Tal y como lo dijo todos mis bebés corrieron al verme llegar. Caí al suelo y los abracé a todos y cada uno.

—Mamá está aquí —les daba besos y caricias. No quería que ninguno se sintiera mal porque no le di un beso.

—Te aman —dijo Cami detrás de mí. Me incorporé y la abracé —. Ya estás en casa —asentí. Sentía un nudo en la garganta —. Todo va a estar bien.

—Espero que sí —le dije.

Entramos a la casa y a la primera persona que vi fue a mi nana. Corrí a sus brazos y dejé que el calor de su cariño me reconfortara. Contuve las ganas de llorar y recibí sus bonitas palabras llenas de amor y comprensión.

—Estás aquí, mi niña —dejó un beso en mi mejilla —. Te voy a cuidar.

—Gracias.

Fue el turno de Pete, Billy y Alek, quien iba acompañado de Eli, a quien también saludé como si hubiéramos convivido por meses, cuando la verdad era que apenas nos conocíamos.

—¿Quieres algo de comer? —preguntó mi nana.

—Comí en el hospital —le dije.

—La comida de hospital no se compara con la mía —le sonreí.

—No tengo hambre, nana, muchas gracias. Solo quiero ir a mi habitación.

—¿Tienes sueño? —indagó mi madre.

—No. No he dormido bien.

Mis padres compartieron una mirada y yo sabía lo que estaban pensando. Me volví dependiente de la porquería que Noah me inyectaba cada día para mantenerme sedada para que no le diera problemas. Había tenido días buenos en el hospital, pero también días malos y esos eran los peores. Las primeras semanas tuve síntomas de abstinencia, nistagmo, mucha pereza y aún no podía pensar claramente. Mi cerebro se vio afectado por las drogas y mi organismo estaba desechando toda la porquería que me inyectaron en las venas.

Nunca me gustó ser dependiente de ningún tipo de droga, mi cuerpo era perfecto para dañarlo con esas porquerías y pasé por eso no por gusto, más que nada por obligación.

—Voy a intentar dormir —les dije —. Gracias por el recibimiento —les agradecí con una sonrisa y me alejé.

—Te acompaño —dijo mi madre.

Me acompañó a mi habitación cómo solía hacerlo cuando era niña y me acompañaba después de tener una pesadilla. Al entrar me detuve frente a la puerta. Me sentía extraña de estar en mi habitación después de tantos meses fuera. Ya no la sentía como mía. Como si algo se hubiera quedado en esa casa, en esa habitación con ellos y esto ya no me representara. Era mi habitación, pero ya no era mía.

—¿Todo bien? —pegué un respingo al sentir la mano de mi madre en mi hombro. La miré y asentí.

—Es mi habitación —le dije. Di un paso dentro y observé cada esquina, cada centímetro de la habitación. Miré a Diablo y entendí que sí, que esta era mi habitación y que estaba segura.

—Es tu habitación, mi amor —cerró la puerta —. Estás segura aquí. Nadie te hará daño.

—El daño ya me lo hicieron —musité. Llevé una mano a mi vientre y exhalé.

—Sé que me quieres decir algo, pero no sabes cómo hacerlo —me senté en el baúl pie de cama y la invité a sentarse a mi lado.

—Promete que no me vas a juzgar y que vas a pensar las cosas.

—Sabes que lo haré —cogí sus manos e insistí.

—Promételo. Tampoco se lo vas a decir a mi padre hasta que yo se lo diga.

—Lo prometo.

—Estando en esa casa con los hermanos sucedieron cosas. Muchas cosas que pensé que nunca iban a suceder.

—Vanya...

—No es lo que te imaginas. Ni siquiera sé lo que te estás imaginando, pero no es eso —me reí con nerviosismo —. Estando ahí me hice una prueba de embarazo —sus expresivos ojos se abrieron más grandes —. Salió positiva.

—Tú...—negué sabiendo lo que me iba a preguntar.

—Lo perdí la noche que Valerik mandó a esos hombres a secuestrarme. Noah mató a mi bebé. Al bebé de Seth y mío.

—¿Cómo sabes que eran de él?

—Solo lo sé y ya. Por eso quiero mi venganza, mama. Quiero que Noah y Valerik paguen por lo que me hicieron. Por todo el daño que han provocado —mi madre apretó mis manos.

—Lo siento tanto, mi amor. Tú... Has perdido un hijo y no me puedo imaginar el dolor por el que pasaste sola, sin nadie que estuviera a tu lado para consolarte —abracé a mi madre.

—Te necesito tanto. No me dejes sola.

—Nunca lo haré cariño. Siempre podrás contar conmigo para lo que sea. Si necesitas hablar con alguien estoy aquí para ti, para escucharte —asentí con un puchero y lágrimas en los ojos —. Ven, tienes que descansar.

Esperé de pie a un lado de la cama mientras mi madre acomodaba los cobertores y mullía las almohadas.

—¿Te quedas conmigo? No quiero estar sola —dibujó una bonita sonrisa y asintió.

—Claro que sí, cariño.

Se acostó conmigo en la cama. Apoyé la cabeza en sus piernas mientras acariciaba mi cabello. Sentía tan rico que me estaba quedando dormida.

—¿Crees que papá hubiera aceptado a ese bebé? —se quedó pensando más segundos de los que me hubiera gustado —. Ese silencio me dice que no.

—Le hubiera costado un poco de trabajo aceptar que era hijo de un Beckett, pero no creo que no lo hubiera aceptado por ti. Eres su hija, su princesa. Te ama y al final lo hubiera entendido —miré a través de la puerta del balcón, las cortinas se movían con la suave brisa de la tarde. Al moverse me permitían apreciar el hermoso jardín que mi madre tenía y había cuidado todos estos años.

—¿Me lo dices porque lo conoces y sabes cómo piensa o solo porque crees que es lo que necesito escuchar? —escuché una risita.

—Conozco a tu padre y sé que te perdonaría todo lo que hagas.

Me sentí un poco más feliz al escucharle decir aquello. Era la confirmación de que mi padre, en algún momento terminaría aceptando esto que sentía por los hermanos Beckett. No quería perder la bonita relación padre e hija que tenía con él por un hombre, pero tampoco quería dejar de lado lo que estaba surgiendo con ellos.

—Duerme mi pequeña svetlyachok¹, mamá está aquí contigo —dejó un beso en mi cabello. Cerré los ojos y dejé que el sueño se apoderara de mi cansado cuerpo.

No había dormido bien las últimas semanas y ahora que podía hacerlo lo estaba disfrutando cómo nunca disfruté el poder dormir. Al cerrar los ojos me sumergí en un profundo sueño del que desperté de golpe tras una horrible pesadilla de la que Noah era el protagonista. Desperté sudando frío, con el corazón latiéndome a mil y la garganta a flor de piel.

¡Mama! ¡Mama! —cogí los cobertores y me cubrí con ellos, como si con eso mis pesadillas no me fueran a lastimar —. Mama —sollozaba con lágrimas en los ojos.

—¡Vanya! —mamá entró rápidamente a la habitación. Dejó la puerta abierta para acercarse a mí y abrazarme —. ¿Qué sucede? Lo siento, lo siento —repetía al borde de la desesperación —. Solo fui por una taza de té.

—Tuve una pesadilla —le dije.

—Perdón —se disculpó una vez más.

Levanté la mirada hacia mi padre y su mirada me rompió en mil pedazos. Me miraba como si yo ya no fuera la misma persona, como si estuviera rota y no, no me gustaba cómo me miraba. Se sentó en los pies de la cama y se pasó la mano por el rostro. Se veía confundido y temeroso.

—Todo va a estar bien —siseaba mamá —. Todo va a estar bien.


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