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Capítulo 11.

Nate

—Nate. Nate.

Escuchaba la voz de Seth a lo lejos. Muy, muy lejos.

—Nate —me removí —. ¡Nathaniel Tobias! —me gritó y solo así desperté de golpe.

—No grites —le dije. Me llevé las manos a la cabeza —. Me duele la cabeza.

—Quien te manda a beber tanto —solté mi cabeza y lo miré. Se encontraba frente a mí de cuclillas.

—¿Qué quieres?

—La encontramos —informó. Me costó unos segundos procesar lo que dijo. Parpadeé y lo miré de nuevo. Después miré a Everett que tenía dibujaba una gran sonrisa en el rostro.

—¿Qué?

—La encontramos. Ya sabemos donde está —se levantó y le quitó a Everett la laptop. Me mostró la pantalla y apenas podía enfocar lo que tenía frente a mí. Me froté los ojos y miré la pantalla. Era un mapa de Canadá donde marcaba el lugar exacto donde tenían a Vanya —. Está en Canadá...

—Muy lejos de la ciudad principal —lo interrumpió Everett.

—Fue complicado encontrarla, porque están muy lejos de la civilización —dejó la laptop y puso sus manos en mis mejillas —. La encontramos e iremos por ella.

—¿Le vas a avisar a Cami? —soltó mis mejillas y su sonrisa desapareció de golpe —. Es su mejor amiga —le recordé.

—Lo sé. No quisiera avisarle, pero tengo que hacerlo. Ambas me van a matar si no lo hago —bufó. Se levantó y cogió su celular —. Tú también vas con nosotros —le informó a Everett. Compartimos una mirada.

—No tengo nada que hacer —le dijo —. Puedes disponer de mi tiempo cuando quieras —se levantó para coger su mochila.

Seth no le dijo nada. Marcó el número de Cami y esperó que ella le respondiera.

—¿Qué haces? —puso el altavoz para que la escucháramos.

Qué te importa —respondió ella de mala gana. Seth se rio por cómo le contestaba —. ¿Qué quieres?

—Tienes que venir. Es urgente.

¿Y si no quiero?

—Entonces no te voy a decir lo que encontramos y te vas a quedar con la duda toda tu perra vida. ¿Qué dices? —Cami bufó del otro lado de la línea.

De acuerdo. Nos vemos más tarde.

—No demores o ya no me vas a encontrar en mi casa.

Hijo de p...—y colgó.

—Tenemos que prepararnos para lo que podamos encontrar en ese lugar.

—Tengo una vista mejor de aquel sitio —me moví para mirar la pantalla. Everett nos mostró el lugar y se trataba de una cabaña de dos pisos. No había nada más al rededor —. Esto es de ayer —señaló la imagen donde se veía una camioneta 4x4 todoterreno —. Y esta imagen es de hoy por la mañana —las imágenes no cambiaban mucho, solo que en una la nieve era más abundante que en la otra, pero de ahí en fuera no había mucha diferencia.

—Listo —habló Seth mirándonos —. No sabemos lo que nos vamos a encontrar en ese sitio y lo mejor será llevar refuerzos. No me quiero encontrar con una sorpresa —se dirigió a Everett —. Tú vas a monitorear en todo momento y tú —ahora se dirigió a mí.

—Yo voy contigo, ni creas que me voy a quedar aquí esperando —le advertí. Seth dejó salir una larga exhalación.

—Vas a ir conmigo, pero vas a hacer todo lo que te diga —asentí —. No te vas a hacer el héroe y no vas a desobedecer porque eso nos puede costar caro —recalcó serio.

—De acuerdo.

—Pero antes ve a darte una ducha que hueles a alcohol.

Subí a mi habitación y me duché rápidamente para estar listo cuando tuviéramos que salir de la casa. Al bajar Everett ya tenía su equipo listo para partir y Cami iba llegando junto a su hermano y su primo. Ellos cerraban la puerta cuando yo terminaba de bajar.

—¿Qué quieres ahora? —preguntó Cami. Ni siquiera entraron a la sala, se quedaron en la entrada.

—La encontramos —les dijo a los tres.

—¿La encontramos? —preguntó Everett ofendido.

—Everett la encontró —corrigió tras la mirada fulminante del pelinegro.

Las expresiones de los tres cambiaron abruptamente. Se veían más felices, más llenos de esperanzas.

—¿Dónde está? —preguntó cogiendo el cuello de la camisa de Seth.

—En Canadá —Cami frunció el ceño y soltó a mi hermano.

—¿Canadá? —inquirió Alek.

—¿Qué parte de Canadá? —indagó Billy.

—Es una zona desierta donde no hay civilización —respondió Everett.

—Salimos en un par de horas —les avisó —. ¿Van con nosotros o se quedan? —Cami sacó su celular.

—Le voy a avisar a Víctor —Seth la detuvo y le quitó el celular a lo que Cami lo miró con enojo —. ¿Qué haces?

—No le avises, aún no. No sabemos si ella todavía está ahí. La última llamada entre Irina y ese sujeto fue de ayer por la mañana. Pudieron pasar muchas cosas en esas horas —Cami no le quitaba la mirada de encima a mi hermano.

—Pero...

—Estoy de acuerdo con Seth —dijo Alek muy a su pesar —. No sabemos que nos podamos encontrar en ese lugar. Tal vez ya no estén ahí y se hayan movido a otro sitio. Solo les vamos a dar esperanzas.

—¿Cómo lo haremos? —Cami miró a mi hermano —. Supongo que tienes un plan, ¿no es así? —Seth asintió.

—Tengo un plan y lo van a seguir al pie de la letra. No quiero errores y no quiero que hagan lo que se les hinche las pelotas —nos advirtió a todos. Le entregó su celular a Cami —. Todo tiene que salir perfecto si queremos que ella regrese a casa. ¿Entendido? —asentimos —. Entonces hay que prepararnos.

Se alejó y pasó a mi lado. Lo seguí y entramos a su habitación. Sacó ropa de su closet y llamó al piloto del helicóptero.

—Ponte ropa cómoda y abrigadora —se quitó el traje y lo arrojó al suelo para ponerse la ropa que sacó del closet.

—¿Nos vamos en el helicóptero? —dijo que no —. ¿Por qué?

—No podemos usar el jet, ocupa mucho espacio. ¿Viste cómo está el lugar donde la tienen? El helicóptero es más práctico —asentí.

—De acuerdo.

—No demores, tenemos que salir cuanto antes.

Salí de su habitación para buscar ropa cómoda y abrigadora tal como me dijo Seth. Cami y los demás tuvieron que ir a comprar algo para no tener que llegar a su casa y poner en alerta a Víctor y Vera.

Por la tarde salimos de la casa y llegamos al hangar donde ya nos esperaban dos helicópteros listos para partir. La espera se me hizo eterna, el vuelo de ida a Canadá fue largo y agonizante. Solo quería llegar y salvarla, llevarla de regreso a su casa de donde no debió salir jamás.

Al llegar al sitio donde tenían a Vanya nos encontramos con la desagradable sorpresa de que habían llegado más hombres a la cabaña. El plan se adelantó y esa misma noche la iban a sacar de ahí.

—¡No podemos esperar más tiempo! —gritó Seth. Estábamos a escasos metros de la cabaña —. Hay más personas ahí dentro y si no actuamos se la van a llevar.

Nos dio las indicaciones de cómo íbamos a entrar, lo que haríamos al estar dentro y cómo actuar si las cosas se llegaban a complicar.

Apenas el helicóptero tocó el suelo bajamos y entramos a la cabaña, donde efectivamente tenían a Vanya. Cuando nuestras miradas se cruzaron supe que ella estaba a salvo y que iba a salir de esto, que ya nadie la iba a separar de nuestro lado.

Vanya

Desperté de golpe cuando escuché ruido afuera de la cabaña. Los últimos días trascurrieron sin inconvenientes. Me estuve recuperando de la costilla rota y el cansancio mental que me provocaba ver a Noah. Lo quería tener lejos de mí. Lo más lejos que se pudiera y para cómo iban las cosas lo más probable era que sí me iban a vender a un depravado. Una que otra vez lo escuché hablar con su supuesta hermana, le decía que todo estaba listo y que tenía que estar preparado para cuando le llamara.

Creo que ese día había llegado.

La puerta se abrió abruptamente y Noah apareció detrás con unas tollas en las manos y ropa limpia. No me había cambiado de ropa desde que me trajeron a este lugar, ni siquiera había podido darme una ducha porque Noah decía que no lo merecía.

Esa tarde en particular se me hizo raro que él entrara, ya que desde que me escapé no me dirigía la palabra. Artem se encargaba de despertarme para desayunar, comer o cenar. Me quitaba la cadena para ir al baño y me daba el medicamento.

—Te vas a duchar. Nos vamos —la noticia me tomó tan de sorpresa que me costó unos segundos poder entender lo que dijo. Parpadeé y lo miré. Sentí un tirón en el tobillo y estaba quitándome la cadena.

—¿Qué?

—¿Eres estúpida? Ve a darte una ducha. Nos vamos —no estaba entendiendo nada. Cuando me di cuenta me llevaba hacia el baño dejando las toallas y la ropa en mis manos —. No tardes —ordenó. Me empujó dentro del baño y cerró la puerta.

Me tomó unos minutos entender lo que sucedía y cuando lo comprendí me quité la ropa sucia y apestosa y la dejé en el suelo del baño. Me di una ducha que duró minutos. Tenía el cabello tan sucio que tuve que echarme varias veces champú para poder lavarlo bien. Me restregué la piel a tal grado que me quedó roja por frotar con fuerza. Al salir me encontré con Noah sentado en la silla. Menos mal estaba vestida.

—Tardas mucho en ducharte —no le dije nada.

Noté que en la cama había un peine, crema y perfume.

—Apúrate —salió de la habitación.

—Maldito idiota —mascullé.

Me sequé el cabello y lo peiné. Pasé tantos días sin poder peinarme que tenía el cabello enmarañado y se me caían mechones al pasar el peine. Solté una exhalación. Me puse crema y me abrigué bien.

¿Este era mi destino? ¿Así iba a terminar mi vida siendo vendida a un cerdo abusador? ¿Nadie iba a venir a rescatarme? ¿Lo merecía?

Para ese momento había perdido toda esperanza de que alguien viniera a sacarme de este infierno. Ni mis padres ni Seth o Nate acudieron a mi ayuda y eso me hacía sentir mal. No estaba enojada, solo decepcionada y triste. Tendría que buscar la manera de huir y si no la había entonces no tendría más opción que dejar de existir. Yo no iba a permitir que ningún cerdo pusiera sus manos en mi cuerpo y me obligara a hacer cosas que no quería hacer. Antes de eso me iba de este mundo.

—Vamos —la puerta se abrió y detrás apareció Artem. Menos mal que era él y no el estúpido de Noah. Dejé el peine en la cama y salí de la habitación —. Ponte esto —me entregó una gruesa chamarra, un gorro, guantes y bufanda —. Va a nevar —le sonreí y bajamos.

En la entrada y en la sala había más hombres que nunca había visto. No eran los mismos que irrumpieron esa noche en la casa. Noah estaba hablando por teléfono y al verme giró por completo.

—Está aquí —le informó a la persona con la que estaba hablando. Uno de los sujetos, que llevaba el rostro cubierto por un pasamontañas le entregó un pasaporte —. Ya me lo entregó —pasé saliva al ver el documento en su mano —. Todo está listo. De acuerdo.

Colgó y guardó el celular.

—Nos vamos —Artem me dio un codazo, lo miré y señaló la chamarra, no me la había abrochado.

En el momento que escuchamos las hélices de un helicóptero todos nos pusimos alerta. Uno de los hombres entró por la puerta quitándose el pasamontañas, revelando su rostro.

—¡Están aquí! —gritó por encima del ruido que emitía el helicóptero.

—¿¡Quién!? —le preguntó Noah, pero antes de que respondiera una bala le quitó la vida a aquel hombre. Cayó al suelo mientras lo miraba con los ojos abiertos de par en par. Artem reaccionó con rapidez, me hizo caer al suelo de rodillas. La ráfaga de balas se esparció rápidamente. Me cubrí las orejas y cerré los ojos mientras me controlaba para no gritar con desesperación. Me solté de las manos de Artem, o él me soltó, no lo recuerdo bien. Noah le indicó a sus hombres repeler el ataque. Abrí los ojos y miré el desastre. Mis ojos se quedaron fijos al ver el cuerpo de Artem en el suelo al lado de otros hombres.

Artem fue el único que no me trató como un animal. Lo que Noah le podía permitir, ya que siempre se portó conmigo como si yo fuera la mala en esta historia. Me cuidó mientras estuve mal y cada que debía tomar el medicamento estaba puntual ahí con las pastillas y el vaso con agua.

Mi respiración se disparó al ver que estaba perdida. Miré a cada lado. No podía pensar, me había bloqueado por completo. Quería levantarme, salir y correr, pero mis piernas no respondían a lo que mi cerebro le estaba ordenando. Me quise levantar, pero antes de hacerlo la demandante voz de Noah me detuvo en seco.

—¡No te muevas de ahí! —ordenó. Levanté las manos y se acercó —. ¿A dónde crees que vas? —todo sucedió en una fracción de segundo. Me tomó del cuello con toda la intención de sacarme de ahí a cómo diera lugar. Pero antes de que eso sucediera la puerta se abrió, alguien le disparó a Noah y este cayó al suelo, miré de reojo y me encontré con Seth, detrás de él Nate, Cami y Alek.

Pensé que era un sueño. Que de nuevo estaba soñando con salir de este lugar y que Noah estaba muerto. El aire helado de la tarde se coló por la puerta trayendo consigo un poco de nieve que cubrió los cuerpos de los fallecidos.

—¡Tenemos que irnos! —escuché a Billy —. ¡Vienen más! —Seth entró, le entregó su arma a Nate y me cargó en sus brazos para sacarme de ahí.

Antes de cruzar el umbral de la puerta miré a Artem. Tenía los ojos cerrados. Sentí un nudo en la garganta y apoyé la mejilla en el pecho de Seth. Me aferré a su ropa. Las hélices de los helicópteros me movieron el cabello. El frío me quemaba las mejillas. Miré el cielo azul cubierto por grandes y bonitas nubes blancas.

—Seth...—tartamudeé. Seth siseó tranquilizándome.

—Ya estoy aquí, ved'ma, estás segura en mis brazos —cerré los ojos unos segundos. Cuando me di cuenta estábamos arriba del helicóptero ya lejos de esa cabaña y de ese maldito que me hizo pasar un infierno. Deseaba de todo corazón que estuviera muerto, pero tenía más vidas que un gato y dudaba mucho que me fuera a librar de él por mucho tiempo.

Nate

La veía tan frágil, tan delgada que al solo pasarle los dedos por las mejillas sentía que se iba a romper. Su cabello estaba seco, su piel se veía sin vida y estaba demasiado pálida. Tenía unas marcadas bolsas bajo los ojos.

—No se ve bien —le dije a Seth. Solo Cami nos acompañaba. Los demás iban en el otro helicóptero. Antes de viajar Cami dijo que sería buena idea traer a un paramédico por si las cosas se llegaban a complicar. Se les pagó a dos chicos para que viajaran con nosotros en el helicóptero.

—Está muy delgada —los dos paramédicos se encargaban de ponerle suero y revisar lo que tenía.

—No ha comido bien —informó uno de ellos —. Está deshidratada y baja de peso —su compañero le desabrochó la chamarra la revisó y notamos que tenía un gran golpe en el costado izquierdo.

—Y una costilla rota —dijo su compañero.

Noté cómo Seth apretó los puños y bufó. Estaba que se lo llevaba el diablo.

—Más le vale a ese malnacido estar muerto —masculló —. Si no es así yo mismo me voy a encargar de matarlo con mis propias manos.

—Seth...—Vanya abrió los ojos y se mojó los labios agrietados —. Nate...—cogí su mano y me acerqué a ella.

—Señorita, no se mueva —le pidió uno de los paramédicos.

—Vas a estar bien —le dije —. No te muevas —apenas podía abrir los ojos. Los tenía apagados y una mirada triste —. Estarás bien —apreté su mano.

Los ojos se le cerraban por inercia. Se veía cansada y enferma.

—No me dejes —murmuró. Cerró los ojos y esta vez no los abrió hasta que llegamos a Nueva York y la ingresaron al hospital. Tuvimos que llegar directamente al hospital en el helicóptero, ya había un grupo de enfermeras y médicos esperando con una camilla para bajarla y atenderla.

—Una costilla rota, múltiples golpes, baja de peso y deshidratada —le informó uno de los paramédicos a los médicos. Mientras bajábamos nos preguntaban su nombre y apellidos, fecha de nacimiento, alergias o si tuvo operaciones anteriores. Le dimos los datos a una de las enfermeras que anotaba todo en una hoja. Cami firmó como responsable.

La ingresaron a urgencias y nos tuvimos que quedar en la sala de espera. Menos mal que no había personas esperando en esa área.

—Le tengo que avisar a Víctor y Vera —informó Cami. Seth asintió de mala gana, ya que no los quería ahí por todo lo que había sucedido. Víctor iba a estar molesto porque no le dijeron lo que sucedía y todo se hizo a su espalda.

Cami se alejó para hablar con su padre.

—¿Nos tenemos que ir? —le pregunté a Seth.

—Por ahora no —me miró —. No nos vamos a mover de aquí.

—Pero...—me interrumpió.

—Nos quedamos y que pase lo que tenga que pasar.

No me quedó más que cerrar la boca y esperar.

Los demás no tardaron en llegar. Preguntaron donde estaba Vanya y les dijimos que estaba siendo atendida por todo lo que padecía. Nos quedamos en la sala de espera para recibir noticias, pero parece que entre más esperas algo esto se demora más en llegar.

Minutos más tarde llegaron Vera, Víctor y Lena. Los tres miraron en nuestra dirección, pero nos ignoraron cuando Cami se acercó a ellos para informarles lo que sucedía y cómo transcurrieron las cosas. Víctor nos miraba con todo el odio que poseía en su alma. Lo entendía, claro que sí, pero él también debía entender que ahora éramos parte de la vida de su hija y que, aunque él nos quisiera lejos no era su decisión, sino la de ella.

—¡Todo es tu culpa! —Víctor señaló a mi hermano con toda la intención de írsele encima a los golpes. Alek y Billy intervinieron —. No los quiero cerca de ella —Seth se levantó y yo a su lado.

—Esa decisión no la tomas tú.

—¿Por qué tenían que cooperar con ellos? —les preguntó a Cami, Billy y Alek —. Pudieron decirme lo que sabían y juntos lo resolvíamos cómo la familia que somos.

—No queríamos darles esperanzas y que al final resultara que ella no estaba ahí —le explicó —. Por eso no les dije nada.

—Cami...—Vera la atrajo y la abrazó —. Mi niña.

—Perdón —Cami correspondió a su abrazo.

—No, no te preocupes —le dijo ella. Le dio un beso en la mejilla y se apartaron —. ¿Dónde está mi hija?

—La están atendiendo. Viene malnutrida, deshidratada y con una costilla rota —Víctor dijo algo en ruso que no entendí, pero por el tono de voz supe que estaba maldiciendo.

—¿Dónde la tenían?

—Canadá —dijo Alek —. Muy lejos de la ciudad. Estaban a punto de llevársela. La iban a vender para prostituirla en un club —Víctor se pasó las manos por el rostro.

—Quiero verla.

—Aún no sale el médico —le dijo Cami —. Tenemos que esperar.

—No voy a estar esperando a nadie —se alejó y caminó hacia el recibidor para preguntar cómo se encontraba.

Cada uno tomó asiento en cada extremo de la sala para no estar juntos. Los que quedaron en medio fueron Billy, Alek y Everett que andaba de chismoso aquí.

Los minutos se me hicieron eternos al no tener noticias de Vanya. La espera se convirtió en agonía y desespero. Esas pocas horas que la vi se me hicieron nada para todo el tiempo que quería compartir a su lado. Nos robaron un mes de nuestra vida y ahora quería recuperar ese tiempo a su lado.

Uno de los médicos que la recibió se acercó a nosotros y se detuvo en medio de la sala.

—¿Familiares de Vanya Alexandra Zaitseva? —nos miró a todos. Nos levantamos y nos quedamos en nuestro lugar mientras su familia se acercaba al médico.

—Es nuestra hija —Víctor y Vera dieron un paso al frente —. ¿Cómo está ella?

—Su hija se encuentra bien, en lo que cabe. Tiene una costilla rota, está malnutrida, deshidratada, con evidentes contusiones en el cuerpo y la cabeza. Para eso tenemos que hacerle una tomografía para descartar lesiones en la cabeza. Tiene señales de que usaron una pistola eléctrica contra ella y los resultados toxicológicos arrojaron que estuvieron inyectándole un fuerte sedante.

Mi corazón se rompió al escuchar todo lo que le hicieron a Vanya todo el tiempo que la tuvieron secuestrada.

—¿Podemos verla? —preguntó Vera.

—Por ahora no, prefiero que descanse. Ella está bien, está dormida y descansando. Yo les recomiendo que vayan a descansar y regresen mañana. No va a despertar en toda la noche. Si necesitan algo le dicen a una de las enfermeras —se alejó y nos quedamos solos de nuevo.

—Ya se pueden ir. Hicieron algo bueno, pero no los quiero aquí.

Víctor fue directo y tajante.

—No nos vamos a ir hasta que ella nos lo pida —respondió Seth muy molesto.

—Seth...—habló Cami.

—No tienen nada que hacer aquí. Suficiente han hecho ya. Todo esto es su culpa —fruncí el ceño.

—¿Nuestra culpa? —indagué confundido y molesto.

—Su culpa —repitió colérico.

—Nosotros no tenemos la culpa de que ese psicópata y Valerik hayan planeado esto —Seth se escuchaba enojado.

—Si tú no la hubieras secuestrado...

—¡De todos modos se la iban a llevar! Buscarían la manera para llevársela de cualquier modo. Eres estúpido —espetó mi hermano.

Lo tomé de los hombros al ver que quería írsele a Víctor encima. No ganaba nada con golpearlo ni estar discutiendo cómo lo hacían. Ninguno de los dos tenía la razón en esto, se estaban dejando llevar por lo que sentían, por el momento que estábamos viviendo.

—Víctor, por favor —le pidió Vera.

—No ganas nada con enojarte —le dije —. Vámonos —le pedí —. Cuando ella esté bien y nos pida estar aquí venimos —respiraba con dificultad.

—¡No los quiero aquí! —gritó Víctor. Se encontraba rojo por el coraje.

—Víctor, basta —Vera también le insistía —. Basta.

—Largo —señaló.

La situación se estaba volviendo tensa, se podía sentir en la pesada atmosfera. Como si la pudieras cortar con una tijera.

—Seth, vámonos —le hablé, pero parecía poseído por la ira.

—Seth, por favor —le llamó Cami. La miró y ella se acercó a él —. No hagas esto más grande. Si pasa algo yo te aviso, por favor —soltó una larga exhalación.

—¿Lo harás? —ella asintió.

—Sí. No te preocupes. Ya hay hombres cuidando el hospital, no le va a pasar nada —Seth cogió las manos de Cami.

—Cuando despierte dile que ya está a salvo y que no voy a permitir que nadie la toque de nuevo —Cami sonrió —. Dile que cuando me pida estaré aquí.

—Yo se lo digo —afirmó. Seth soltó sus manos y juntos salimos del hospital. Everett venía detrás de nosotros. Nadie dijo nada de lo que acababa de suceder. Esperamos el taxi que nos llevó a la casa. Everett bajó antes de llegar para poder ir a donde se estaba hospedando.

—Esto es una mierda —masculló Seth —. No es justo que nos corran así.

—Ellos son su familia —le recordé.

—¿Y nosotros que somos, juguetes? No me importa que ellos sean su familia, la única que toma las decisiones y a quien le voy a obedecer es a ella.

—Seth, cálmate no ganas nada con ponerte así —apretó los puños.

—No me importa —espetó.

—Cuando ella esté bien y nos pida ir, ahí sí no habrá poder humano que evite que la veamos —se me quedó mirando por algunos segundos —. ¿Qué?

—Me gustaría tener tu paciencia y la calma con la que resuelves las cosas. Yo soy impulsivo e impaciente —exhaló.

—Esa es tu personalidad —le dije. Puse mi mano encima de la suya, dejé un apretón y la aparté sin decir nada.

Al llegar a la casa ya era muy tarde. Solo quería dormir y ahora sí poder descansar al saber que ella se encontraba en casa sana y salva. Nadie iba a regresar por ella. El hospital estaba siendo resguardado por los hombres de Víctor y todos sabíamos que ese hombre haría lo que fuera por su hija. No iba a permitir que nadie le pusiera una mano encima y que de nuevo se la llevaran.

—Ella está bien —le dije a Seth al entrar a la casa. Cerró la puerta y se quitó la ropa dejándola en el suelo —. Ya está en casa y no creo que vengan por ella.

—No estoy tan convencido.

—Le disparaste a ese sujeto. El que se la llevó.

—No sabemos si está muerto. Una vez ya le dispararon y míralo, anda ahí como si nada —tenía un buen punto.

—Esperemos que esté muerto.

—Si no lo está yo mismo me voy a encargar de matarlo a él también. Esto no se va a quedar así, voy a cobrarme lo que Valerik le hizo a Vanya y va a pagar con lo que más le duele.

—¿Su hija?

—No creo que le importe tanto.

—¿Entonces?

—Sus negocios, el dinero —explicó. Asentí ante lo que dijo.

—Haz lo que quieras, me voy a dormir. Mañana me dices lo que piensas hacer —bostecé.

—Hasta mañana, Nate.

—Hasta mañana, Seth.

Subí y me encerré en mi habitación. Esta vez Zora no durmió conmigo, prefería estar con mi hermano y yo me quedé con Edén. Ahora que ella había regresado le devolveríamos a las dos para que le hicieran compañía. Iba a estar feliz el día que las tuviera de regreso a su lado. 

💣💣

¡Hola! Solo paso a agradecer a las poquitas personas que dejaron un comentario y en especial a @Billi_2925 porque fue la persona que más ha comentado no solo en este capítulo, en todos los demás. No quería subir este capítulo porque evidentemente no llegamos a la meta de los comentarios y mucho menos de los votos, pero si me esperaba a llegar pasarían dos meses y hay lectoras que no se merecen la espera cuando si apoyan con votos y comentarios. Solo por esas personas continuo subiendo este libro.

Billi, este capítulo va dedicado para ti. 😘❤

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