Capítulo 10.
Nate
Me di una ducha y me puse ropa para la ocasión. Quería ayudar a Seth con esto. Quería que Vanya regresara a casa y que su vida fuera cómo antes o que al menos estuviera en libertad. Si podía ayudarlo con esto, lo haría.
Bajé y me encontré con Everett que continuaba sentado en el mismo sillón con la misma ropa de ayer y con la laptop en la misma mesa conectada a la corriente eléctrica.
—¿Al menos ya fuiste al baño? —le pregunté. Levantó la mirada de la pantalla de la laptop a mí.
—Te ves bien —bajó la mirada —. Y sí, ya fui al baño. Gracias por preguntar. No tengo estreñimiento, Nate —hice una mueca de asco —. Ya sabes. Solo acércate a su celular unos cinco minutos y con eso me puedo meter a todos sus dispositivos.
Me senté al lado de Zora y apoyó su cabeza en mi pierna.
—La cuidas y no le hagas nada —me miró de reojo.
—Ya te dije que no —masculló —. Me lo has repetido todo el día. Diez veces es más que suficiente.
—Nunca es suficiente —le dije. Bufó y continuó con lo suyo.
Seth bajó y me levanté del sillón para acercarme a él. Everett no se movió de su lugar. Estaba aferrado al mueble como si ya se hubiera hecho uno con él. Como si fueran uno solo.
—Cinco minutos —le recordó a Seth.
—Ya sé —le respondió de mala gana —. Cuidas a Zora —puso los ojos en blanco y bufó.
—Qué insistentes son. La voy a cuidar —no le quitamos la mirada de encima hasta que salimos de la casa y cerramos la puerta. Subimos al auto de Seth y mi hermano condujo en dirección al club donde se iba a desarrollar el mencionado evento.
—No estés nervioso —habló Seth —. Actúa como si no estuviera sucediendo nada o vas a levantar sospechas y ahí sí nos puede ir peor —asentí.
—¿Crees que Everett pueda hackear todos los dispositivos?
—Lo va a hacer, sé que sí. Y pronto vamos a ir por ella.
—Tengo miedo de que se la hayan llevado a Rusia —me miró de reojo.
—No creo que la hayan sacado de Canadá. Necesitan papeles, aunque sean falsos para poder moverla de un continente a otro. Aunque tengan dinero no pueden sacarla sin papeles y sabes que eso tarda tiempo —asentí —. Así que tenemos treinta y seis horas para encontrarla si no... No la volvemos a ver.
Llegamos al club del que Irina era socia. Bajamos del auto y uno de los valet parking se acercó para llevarse el auto al estacionamiento. Entramos tras ser recibidos por una agradable mujer que mantenía una bonita sonrisa en los labios.
—Esto no está tan mal —una chica pasó frente a nosotros, mi hermano le pidió una copa y me entregó una. Bebí un poco de champán para refrescar la garganta.
—No venimos aquí para divertirnos —le dije y se le borró la sonrisa de inmediato.
—Lo siento —dijo en broma —. Vamos —caminamos por la pista principal donde algunas personas platicaban y reían con copas en una mano y en la otra exquisitos bocadillos.
—¿Crees que ella venga? —le pregunté a mi hermano mirando a cada lado.
—No se va a perder esto —dijo seguro —. Es una maldita hipócrita.
Dejó la copa en la barra y esta vez pidió coñac.
Vi que un sujeto se acercaba en nuestra dirección. Miré a mi lado derecho, pero no había nadie, lo que quería decir que se dirigía hacia nosotros. Lo comprobé cuando se detuvo frente a nosotros y palmeó el hombro de Set.
—Beckett —Seth volteó alerta y lo miró con el ceño fruncido.
—Enzo Cavalli —estrecharon la mano —. ¿Qué haces en Nueva York? —se soltaron y me saludó a mí estrechándome la mano.
—Estoy buscando socios —miró a su alrededor como si estuviera buscando algo o mejor dicho a alguien —. Supe todo lo que sucedió con la hija de Víctor. ¿Ya la encontraron? —me soltó la mano y entorno los ojos.
—¿Quién te lo dijo? —Enzo soltó una risotada y bebió de su vaso.
—Todo se sabe —le hizo un guiño —. Todos lo saben. ¿Aún no aparece? ¿Quién la tiene?
—No es algo que te importe —masculló Seth.
—La verdad es que no —se metió en medio de los dos para quitarle el vaso a mi hermano y dejar el suyo vacío —. Yo solo estoy buscando socios —lo miró con insistencia —. ¿No te gustaría ser mi socio?
—¿Qué me vas a ofrecer? Tiene que ser una buena oferta para que decida hacerme socio del hijo del jefe de la Sacra Corona Unita —alzó una ceja.
Yo también alcé una ceja al escuchar ese nombre. Sabía que existían tres importantes mafias en Italia, no que eran cuatro. Nunca había escuchado de esa tal Sacra Corona Unita.
Seth pidió más coñac y yo me bebí lo que aún quedaba en la copa.
—Seth —le dijo serio —. No tienes quien te huela el trasero. Los rusos están en tu contra y cuando encuentren a su princesa te van a llenar el cuerpo de tantas balas que vas a parecer coladera. No quieres hacer tratos con los Yakuza y los chinos —bufó —. Esa es otra historia. Así que no tienes otra opción.
—¿Qué me ofreces? —insistió Seth.
—Puedo transportar tu mercancía fuera de Norteamérica. Tengo nexos con las otras mafias, así que tú sales ganando.
—¿Y qué ganas tú? Me imagino que no haces esto por caridad —Enzo negó con la cabeza.
—No soy una hermana de la caridad —bebió de su vaso —. Podemos hacer cosas grandes, Beckett. Piénsalo —su mirada se dirigió hacia la entrada, Seth y yo miramos en la misma dirección. Una mujer iba entrando con un sujeto detrás de ella. Se quitó el abrigo y él lo cogió para colgarlo en su brazo —. Irina Kuznetsova —musitó Enzo.
Le entregó el vaso a Seth, mi hermano lo agarró de mala gana y lo dejó en la barra mientras Enzo se acercaba cómo un depredador a Irina.
—No es tan bonita —le dije a Seth.
—Para alguien debe serlo —giró sobre el banco dándole la espalda a los demás. Les di la espalda también.
—¿Quién es Enzo? —le pregunté. Pedí algo de beber para hacer más amena la velada.
—Es hijo del capo de la Sacra Corona Unita, la cuarta mafia más importante en Italia. Es el hijo de en medio y por lo mismo está necesitado de atención. Busca a cómo dé lugar la aprobación de su padre. No se me haría raro que quiera hacerse de algo aquí en Nueva York —dijo esto y con la barbilla señaló sutilmente a Enzo e Irina —. Ha de estar harto de que sus hermanos se lleven toda la atención de su padre y él solo reciba las migajas —se rio con sorna.
—¿Crees que él...? —no me dejó terminar la pregunta.
—No lo dudaría ni un poco. Está buscando a quien encajarle el colmillo y hacer su fortuna lejos de su familia.
—¿Te conviene hacerte su socio? —dejó de mirar a Irina y Enzo para mirarme a mí.
—Sí, la verdad es que sí —dijo molesto —. Sería un gran negocio hacer tratos con ellos —se pasó una mano por el rostro. Se veía cansado y frustrado.
—¿Por qué te enojas?
—Las cosas se nos están yendo de las manos y si continuamos así Jared va a intervenir y no lo quiero metiendo las narices en nuestra vida. Con lo que ya sabemos de él lo quiero lo más lejos posible —miré al frente y exhalé.
—Sabes que eso no va a ser posible, al menos hasta que él... Ya sabes —lo miré de reojo.
—Dilo —no quería decirlo, porque bien o mal Jared era mi padre —. Cuando se muera. No voy a poder hacerme cargo por completo hasta que él muera —nos entregaron el coñac y bebí de más.
—No quisiera pensar en eso —musité.
—Voy al baño —se bebió el coñac de golpe y se levantó para ir al baño.
Lo esperé sentado en el banco sin prestarle atención a las personas ni a lo que se desarrollaba a mi alrededor. La verdad es que no me gustaban este tipo de eventos y era raro que asistiera a uno. Si lo estaba haciendo era por Vanya, para ayudarla antes de que la vendieran a algún depravado.
—Un martini —miré a mi lado izquierdo cuando Irina se acercó para pedir una bebida —. Tú debes ser Nathaniel, el hermano menor de Seth —me entregó la mano para que dejara un beso en su dorso, pero en lugar de eso la cogí y le di un suave apretón. Pude ver la decepción en su rostro.
—Y tú eres Irina, la hija de Valerik —hizo un mohín y solté su mano.
—Solo Irina, por favor —jaló el banco y se sentó a mi lado.
Tenía un perfil bonito, con mejillas sonrojadas y labios seductores. Ojos color azul y el cabello largo y rubio. Pero nadie se asemejaba a Vanya, ella era perfecta en toda la extensión de la palabra. Era hermosa y letal. Era vengativa e inteligente. Poseía cualidades que nadie más tenía y que nunca se compararían con ella. Joder. La extrañaba tanto que era hasta deprimente la situación en la que me encontraba por esa hermosa mujercita.
Nunca creí que me iba a enamorar de esta manera. Que el amor se sintiera así y se viviera así. Estaba condenado a amarla toda la vida y a sufrir por no tenerla a mi lado. Quería oler su cabello y escuchar su dulce voz. Estaba olvidando eso y no me lo podía permitir porque después de rescatarla no sabía si la volvería a ver. Su padre no nos quería cerca de ella y si yo estuviera en la misma situación que él tampoco querría mi hija al lado de dos sujetos cómo Seth o cómo yo.
—¿Tú también quieres saber donde está tu novia? —su pregunta más que pregunta me sonó a que se estaba burlando de lo que sucedía.
—No deberías burlarte, un día te puede suceder a ti.
—¿Crees que me puede suceder a mí? —le arrebató la copa al chico cuando se la iba a entregar. Lo bonita no le quitaba lo maleducada.
—Sí —respondí seco —. Lo mismo que le estás haciendo a Vanya te lo pueden hacer a ti.
—¿Y qué te hace pensar que yo sé donde está? —alzó una ceja.
—No soy estúpido —mascullé —. No lo puedo probar, pero estoy seguro de que tú sabes donde está.
—No sé nada y aunque lo supiera no te diría donde está. Esto es un problema entre mi padre y el suyo —le dio un sorbo a su copa.
—Si es un problema entre ellos, ¿por qué te metes con alguien que no te ha hecho nada? Ni tú ni ella tienen la culpa de lo que sus padres han hecho.
—¿Por qué la defiendes? Ella mató a tu madre. Te quitó a la mujer que más querías y aun así la defiendes.
—Eso no te importa. Tengo mis motivos para defenderla.
—No toques a mi hermano —le advirtió Seth con voz demandante.
—Seth —su voz cambió por completo. Era evidente que mi hermano le gustaba y no lo podía negar. Todo de ella la delataba, su voz, su comportamiento y la expresión de su rostro —. Qué bueno que decidiste venir —me entregó su bolso golpeándome en el pecho —. Vamos a bailar —se levantó dándome la espalda. Para ella dejé de existir en el momento que mi hermano apareció.
Seth negó, pero le insistí con la mirada. Ella me había dejado su bolso y esta era la oportunidad para hacer lo que Everett necesitaba.
—Vamos —dijo de mala gana. Él tampoco podía disimular lo que sentía por Irina, asco y desprecio.
Al ver que se alejaban dejé el bolso sobre la barra, saqué mi celular y le mandé un mensaje a Everett.
"Tengo el celular aquí"
No tardó en responder.
"Dame cinco minutos. No lo alejes de ti"
Dejé mi celular al lado de su bolso. Cinco minutos después recibí un mensaje de Everett diciendo que ya había hecho su trabajo. Seth e Irina continuaban bailando y tardaron más de cinco minutos. Mi hermano se veía incómodo y molesto. Menos mal que Enzo llegó y bailó con ella quitándole esa carga a Seth.
Seth
—¿Qué pretendes? —le pregunté a Irina.
—¿A qué te refieres con esa pregunta?
—No te acerques a mi hermano —le advertí.
La llevé a bailar para que se alejara de Nate. Miré hacia Nate y cogía su celular para mandarle un mensaje a Everett. Quedamos que el primero que tuviera el celular de Irina a la mano le mandaría un mensaje a Everett informándole.
—Tú lo trajiste a mí. No sé con qué intención —cogí su mano y la otra la llevé a su cintura.
—Una cosa es que él esté aquí y otra muy diferente es que te puedas acercar a él —dije molesto.
—Es lindo, pero no más lindo que tú —me estaba coqueteando, pero no sentía ni la más mínima atracción por ella. No podía negar que era muy bonita, pero no me hacía sentir nada. Solo quería una cosa de ella y mi hermano se estaba encargando de eso, después no la vería más. No la quería cerca ni saber nada de ella.
—No me interesas —mascullé —. Ni un poquito —formó un exagerado puchero.
—Es una lástima, podríamos pasarla muy bien.
—Yo no quiero pasarla bien —aclaré. Bailábamos al lento ritmo de la música, acompañados de los otros invitados que se habían unido a bailar también.
—¿Por qué no?
—Ya te dije que no me interesas —le recordé —. Solo me importa una mujer y no eres tú.
—Podríamos ser socios y mandar al diablo a nuestros padres —le presté atención —. Tú odias a tu padre y el mío...—desvió la mirada una fracción de segundo y me miró —. Podríamos apoderarnos de sus negocios y formar una gran sociedad. ¿Qué te parece?
—Gracias, pero no gracias. No me interesa tener ningún tipo de relación contigo.
La hice girar, pero antes de que regresara a mí Enzo me la quitó de las manos y la atrajo a su cuerpo. Menos mal que me quitó esa carga de encima.
—Hola —le dijo Enzo. Irina abrió los ojos de par en par.
—¿Qué crees que haces? —indagó al verlo frente a ella.
—Dijiste que bailarías conmigo —me ignoraron por completo, así que aproveché para irme de ahí y dejarlos solos. Llegué a la barra donde Nate me esperaba sentado en uno de los bancos. No se había movido de su lugar.
—¿Lo hiciste? —pregunté al llegar.
—Está hecho —dijo. Chocamos los vasos y ambos sonreímos al saber que por fin algo nos estaba saliendo bien.
—Espero que pueda obtener lo que tanto buscamos —le dije a Nate. Asintió y bebió más coñac. Nunca lo había visto beber de esta manera —. ¿Cuánto has bebido? —inquirí.
—No mucho —pidió más coñac tras beberse lo último que quedaba en el vaso.
—No deberías beber así —le aconsejé.
—No me digas que hacer —manoteó cuando intenté quitarle el vaso de la mano —. Déjame —escondió el vaso para que no se lo quitara.
—Nate...—me miró con severidad.
No le dije nada. Me limité a mirar cómo Enzo hacía de las suyas y coqueteaba con Irina. Le agradecía que me quitara de encima a esa mustia. No quería estar aquí. No me gustaban este tipo de eventos y si vine solo fue para obtener toda la información del celular de Irina. Jamás volvería a pisar este lugar en lo que me restaba de vida.
Enzo quería todo lo que yo tenía, lo que Vanya e Irina poseían. Era un pobre patán que no tenía nada más que su apellido. Su padre no lo quería, adoraba a sus otros hermanos y a él siempre lo dejaban de lado en todo lo que tenía que ver con los negocios familiares. Enzo haría un gran negocio al hacerse novio de Irina.
—Ya me quiero ir —dijo Nate después de un buen rato donde nos la pasamos pegados a la barra y él bebiendo como si el mundo se fuera a extinguir mañana.
—¿Estás seguro? ¿No preferirías beber más? —lo miré y negó.
—Me siento mal —hipó. Realmente se veía mal.
—Vámonos, borrachito —intentó llegar solo a la entrada, pero al bajar se le dobló un pie y casi rueda escaleras abajo. Lo sostuve antes de que estrellara la cara en el cemento.
—Gracias, gracias —dijo con voz lenta y somnolienta.
El valet no tardó en traer el auto y le ayudé a Nate a subir, ya que él no podía caminar solo. Encendí el motor y salimos de ahí.
—La extraño mucho —confesó —. Quiero verla.
—Yo también.
—Necesito tenerla a nuestro lado. Y tengo miedo de que se dé cuenta de que en realidad no siente lo que decía sentir y que todo fue parte de una confusión.
—Eso no va a suceder —le aseguré —. Ella está muy segura de lo que siente.
—¿Eso crees? —lo miré de reojo y se había acomodado de lado en el asiento.
—Sí.
—Eso espero.
Lo dejé dormir hasta que llegamos. Le ayudé a bajar y entramos a la casa. Everett no se encontraba en el sillón y se me hizo raro que no estuviera ahí. Solo se encontraba Zora dormida en una esquina del sillón, cubierta por una frazada.
—Ya llegaron —bajó la escalera. Venía secándose el cabello con una toalla —. Me di una ducha, ya olía mal.
—Confirmo —Nate se dejó caer en uno de los sillones.
—¿Cuánto bebió? —preguntó Everett.
—Lo que no bebía en un año —me senté al lado de Nate —. ¿Encontraste algo?
—Aún no, pero tengo un programa que lo hace mientras yo estoy haciendo otra cosa.
—Esto urge —le aclaré por si ya se le había olvidado.
—Lo sé y hago lo que puedo. No tenemos mucho tiempo.
—Cuando termines con todo esto te voy a pedir que me mandes toda la información que tengas de Jared cuando se comunicaba con Valerik —asintió.
—¿Lo vas a matar? —subía y bajaba las cejas.
—No, yo no lo voy a matar, pero sé quién sí —respondí.
Una sonrisa siniestra se dibujó en los labios de Everett.
—Yo también sé quién.
—¿Esto va a tardar mucho? —me crucé de brazos.
Everett me mostró la pantalla de la computadora. Todo se movía muy rápido, pero podía ver conversaciones de WhatsApp, registros de llamadas y mucha más información importante.
—Unas horas. Esta mujer tiene demasiada información en sus dispositivos.
Nos quedamos en la sala todo el tiempo que Everett descargaba la información de Irina. Buscó entre las llamadas y los mensajes, esperando encontrar una pista que nos llevara a Vanya. Después de horas y horas al fin obtuvo algo. Me estaba quedando dormido cuando Everett soltó una maldición, abrí los ojos de golpe y me erguí sentándome en el sillón.
—¿Qué? —me froté los ojos y lo miré.
—La encontré.
💣💣
¡Hola! Espero les haya gustado el capítulo.
Ahora sí, se viene el reencuentro entre ellos tres y lo que sucederá después, va a ser épico. Sé que les va a gustar. 😏
No me quería ver en la penosa necesidad de hacer esto, pero a falta de apoyo en los comentarios y los votos les voy a poner un reto, para poder leer el siguiente capítulo voy a pedir 100 comentarios y 80 votos en este capítulo para que suba el siguiente. Ustedes deciden cuando lo subo. Entre más rápido lleguemos a la meta tendrán el capítulo esta misma semana o el próximo lunes. Ah, y no se valen emojis. 😑
Aquí les dejo las imágenes de cómo me imagino a Cami y a Castiel. Ustedes pueden imaginarlos cómo gusten. 🥰
Para adelantos y avisos en mi Instagram:
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