Capítulo 1.
Cami
Íbamos en silencio de regreso a la casa. Yo pensando en todo lo que dijo Seth. En todo lo que sucedió y estaba sucediendo en ese momento. Él dijo "nuestra" haciendo referencia a que ella era de ellos dos, no de él, de ellos. Ambos hermanos Beckett. Lo creía de ella, Vanya era ese tipo de mujer que no tenía prejuicios, podía tener una relación con un hombre, con una mujer o ambos. No tenía ningún problema con eso, pero... ¿Ellos? ¿Se habían prestado para hacer esto? Tampoco me importaba, era mi mejor amiga y podía hacer lo que quisiera. Como amiga la apoyaba en lo que fuera.
—¿Viste que Zora estaba ahí? —preguntó Alek a mi lado. Me encontraba en medio de los dos, Alek y Billy. Víctor iba al frente, al lado de Pete.
—Ya sabíamos que Seth se la había llevado, por eso no dijimos nada —habló Víctor.
—Todo esto está muy raro —habló Billy a mi lado.
—¿Qué se te hace raro? —indagó Alek —. El maldito Valerik se la llevó y ya, no es fácil de comprender.
—No sé. No me gusta.
Solo los escuchaba. No sabía qué decir o cómo reaccionar ante lo que estaba sucediendo. Creí que por fin vería a mi amiga. Pensé que cuando nos pasaron la información de que algo estaba sucediendo en la casa de Seth llegaríamos a tiempo y la sacaríamos de ahí, pero no fue así. Llegamos tarde y ya se la habían llevado.
Tenía que saber más. Seth tenía información que a mí me interesaba y que nadie más poseía. Si podía hablar con él y me daba aunque sea una pista ya era ganancia para nosotros, pero... Lo odiaba. Lo detestaba tanto que solo al verlo podía golpearlo.
Entonces tengo que poner todo de mi parte para no romperle la boca en cuanto lo vea.
Iba a ser complicado, pero no difícil. Necesitaba saber qué había ocurrido, quienes se la llevaron y si había grabaciones de ese momento. Tenía que haberlas. Seth era demasiado posesivo cómo para no tener controlada a mi amiga y estar seguro de que no iba a escapar.
—Cami —parpadeé y Billy me movía del hombro.
—¿Qué? —lo miré y después a Alek. Los tres me estaban mirando un poco extraño —. ¿Qué? —volví a preguntar.
—¿Estás bien? —preguntó mi hermano.
—Estoy bien —alejé aquellos pensamientos y presté atención a lo que decían —. ¿Qué decían?
—Tenemos que buscar y encontrar a Valerik —asentí —. Él debe tener a Vanya y hay que encontrarla antes de que sea demasiado tarde —fruncí el ceño y miré a mi mellizo.
—¿A qué te refieres con eso?
—Valerik tiene socios que compran mujeres y él también tiene clubes en rusia en donde las prostituye —pasó saliva con dificultad —. Lo más probable es que la venda o la lleve a rusia para prostituirla —las palabras eran crudas y difíciles de pronunciar, pero lo hizo con dolor y pena.
Nadie quería que alguna mujer de su familia terminara así, pero era una cruel y triste realidad. Las mujeres somos vistas cómo un pedazo de carne, un objeto sexual que los hombres pueden usar y desechar a su antojo. Y para nuestra desgracia nuestra Vanya podía terminar de esa manera, siendo usada con fines sexuales para el deleite de hombres asquerosos.
—Tenemos que hacer algo antes de que se la lleven —miré a Víctor. Tenía el rostro desencajado, pero intentaba no venirse abajo. Una vez más alguien se llevó a su hija y podía jurar que lo que sea que le hizo Seth no se comparaba con lo que los soldados de Valerik le harían ahora que la tenían en sus manos.
—Haremos lo que sea —dijo Alek. Billy y yo asentimos. Víctor nos miró atento.
—¿Se dan cuenta de que tenemos que hacer lo peor de la humanidad con tal de que Vanya regrese a nuestro lado? —no dudamos al decirle que sí —. Vamos a romper una de nuestras reglas y tendremos que ser igual que ellos.
—No nos importa —le dije y me deslicé al frente. Toqué su hombro y se rompió en ese momento. No pudo evitar llorar y yo lo hice con él. También me dolía, me lastimaba lo que estaba sucediendo y que todo estuviera saliendo mal.
—¿Qué le voy a decir a mi esposa? No pude traer a nuestra hija de regreso a donde pertenece —sollozó —. Ni siquiera sé donde está —musitó. Tenía los ojos llenos de lágrimas y el rostro triste.
—La vamos a encontrar —le aseguré —. Esta vez estamos seguros de quién la tiene y romperemos todas las reglas que existen solo para recatarla.
No importaba si teníamos que ir en contra de nuestros principios, encontraríamos a Vanya, la traeríamos de regreso a casa y nunca más íbamos a permitir que nadie le pusiera un dedo encima. Me enfrentaría al mismo demonio con tal de rescatar a mi mejor amiga de las garras de ese psicópata.
—Gracias, mi niña. Su apoyo es muy importante para mí —apenas sonrió. Le sonreí de vuelta y me senté de nuevo en medio de mi mellizo y de Alek.
Víctor regresó a su lugar y Pete condujo en dirección a la casa. Temía de la reacción de Vera, cómo se pondría cuando se enterara de que no pudimos llegar a tiempo y que perdimos a su hija. No quería que se enfermara de los nervios o de la presión. Aunque era una mujer joven y sana, temía que las cosas se complicaran.
Llegamos a la casa y bajamos de la camioneta, cerré la puerta y caminé detrás de Alek. Con la cabeza cabizbaja entramos a la casa donde Vera, Lena y nuestra nana esperaban impacientes. Me quedé a un lado de la puerta. Víctor se acercó a su esposa, cogió sus manos a la altura de su pecho y recitó las palabras que ninguna madre quiere escuchar en su vida.
—Llegamos tarde —le dijo —. No pudimos rescatarla —Vera cayó al suelo de rodillas. Víctor la sostuvo entre sus brazos. Vera se soltó a llorar entre sus brazos. Sus mejillas bañadas en lágrimas. Los ojos empañados. El dolor era evidente en su rostro y la pena se veía reflejada en su mirada.
—¿Qué pasó? —preguntó. Lo cogió del cuello de su abrigo.
—Valerik —logró decir —. Fue él —el rostro acongojado de Vera pasó al enojo, a la rabia y el rencor. Los sentimientos negativos y vengativos se hicieron presente de inmediato.
—Ese hijo de perra —masculló con los dientes apretados —. Lo quiero muerto —le dijo a su esposo mirándolo a los ojos —. Quiero verlo muerto —Lena se acercó a ella y entre los dos le ayudaron a levantarse.
—Hermana —musitó —. Vamos —Vera negó repetidas veces —. Vamos —me adelanté y le ayudé para llevarla a su habitación.
—Descansa —apoyó su mejilla en mi hombro y se soltó a llorar una vez más.
—Mi hija —se me rompió el corazón en mil pedacitos al verla y escucharla. Estaba sufriendo cómo la primera vez que Seth se la llevó —. Mi niña —hundió su rostro en mi pecho y continuó llorando con tanta pena y dolor —. Cami...—miré a Víctor y se encontraba igual o peor que ella.
—La vamos a encontrar —le dije —. Vamos a buscarla hasta por debajo de las piedras —la abracé con delicadeza. Lo que ella necesitaba en ese momento era sacar todo el dolor que había estado acumulando en su pecho durante los últimos meses —. ¿Te acompaño a tu habitación? —asintió —. Vamos.
La conduje hacia las escaleras. Le ayudé a subir peldaño por peldaño.
—¿Quieres una taza de té? —volvió a asentir. Miré a mi nana y ella asintió —. Vamos —subimos y caminamos hacia su habitación.
Recordé cuando mis padres fallecieron. Esa noche tenía mucho miedo, no quería cerrar los ojos y despertar sabiendo que mis padres ya no iban a regresar. No quería enfrentarme a la realidad y saber que mi hermano y yo nos quedamos huérfanos. Aquella noche Vera nos trajo a esta misma habitación, nos leyó un cuento y nos quedamos dormidos en su cama, en medio de los dos. Ni Misha ni Vanya dijeron nada, no se molestaron porque ahora sus padres nos apoyaban y nos permitieron dormir con ellos muchas noches más. Ambos comprendieron lo que sucedía y que ahora ellos también eran nuestra familia.
—¿Por qué? —preguntó.
Le puse una frazada en las piernas y se acostó a mi lado mientras le acariciaba el cabello.
—¿Por qué la vida es así de cruel? Mi hija no tiene la culpa de todos los males que hemos cometido su padre y yo. Ya perdimos a Misha —sentí un dolorcito en el pecho cuando lo mencionó —. No quiero perder a Vanya ni a ustedes —murmuró.
—No nos vas a perder —le dije —. Siempre vamos a estar aquí para ti, para lo que necesites —asintió.
Las lágrimas no paraban de salir. Las palabras eran tristes y llenas de dolor. Estaba mal. Estaba desconsolada y rota, tan rota cómo cualquiera de esta familia. Si yo no podía soportarlo, para ella siendo su madre debía ser horrible.
—Duérmete —musité —. Intenta no pensar en eso y solo duerme. Te hará bien —negó con la cabeza. Así que tarareé una canción que ella nos cantaba cuando éramos niños para dormir. Se resistía a quedarse dormida, pero no le hacía bien solo pensar en algo que no podíamos cambiar.
Los minutos pasaron y al final se quedó dormida. Esperé para bajar de la cama y lo hice con cautela para no despertarla. Caminé en puntitas y apagué la luz de la habitación. Abrí la puerta y la cerré. Me encontré con Billy en el pasillo y tan solo al verlo lo abracé con fuerza. Lloré sacando todo lo que tenía dentro y él dejó que lo hiciera.
—Llora todo lo que quieras —asentí. Me reconfortó en sus brazos y después de tantos meses me permití sacarlo todo, el dolor, la pena, el coraje, las ganas de venganza. Lloré y lloré hasta que ya no me salieron lágrimas y fue ahí que me separé de mi hermano. Me miró y apartó los restos de lágrimas de mis mejillas —. No te había visto llorar así desde que murieron nuestros padres.
—Me contuve mucho. La muerte de Misha, el secuestro de Vanya y ahora esto.
—El doble secuestro de Vanya —asentí —. La vamos a encontrar —aseguró —. Tenemos que hacer lo que sea para encontrarla. Buscar a nuestros contactos y exigirles que nos digan si saben algo —cogió mis manos —. Si tenemos que ir en contra de lo que creemos, lo haremos.
—Lo haremos —asintió.
—Lo haremos juntos —exhalé y cerré los ojos.
—Voy a avisarle a Víctor que Vera se quedó dormida.
—Ve. Está en su despacho. Voy a empezar a buscar.
—Mucha suerte con eso —le dije. Nos despedimos y bajé hacia el despacho de Víctor. Toqué a la puerta y escuché su voz detrás.
—Pasa —empujé la puerta y entré dejando abierto —. ¿Qué sucede? ¿Cómo está mi esposa?
—Ella está bien, se quedó dormida —él tampoco se veía bien —. Tú también deberías ir a descansar. No te ves bien y ya es tarde.
—No puedo —se llevó las manos al rostro y lo restregó con frustración —. No dejo de pensar en lo que está sucediendo, en lo que le pueden estar haciendo a Vanya.
—No te hace bien solo pensar en eso.
—Pero tampoco puedo no pensar en eso —exhaló y dejó caer la cabeza en el respaldo de la silla.
—Lo sé, me encuentro igual que tú. Pero tenemos que pensar con la cabeza fría, sin dejarnos llevar por lo que sentimos. Es más fácil así —asintió —. Ve con ella, ahora te necesita más que nunca —se irguió.
—Ahorita voy —puse una mano encima de los papeles que revisaba.
—Ve de una vez —sugerí. Víctor dudó unos segundos, pero al final terminó cediendo y se levantó de la silla, apagó la lámpara que tenía a un lado y salió del despacho.
—Gracias, hija —me regaló una sonrisa y se alejó subiendo la escalera para ir con su esposa.
Exhalé y me armé de más valor para llamarle a Seth. Tenía que descubrir algo, lo que fuera que nos diera una pista de donde estaba mi amiga y rescatarla.
Nunca pensé que yo, buscaría a esa cucaracha para pedirle un favor, pero tuve que tragarme mi orgullo y hacerlo, no por mí, por Vanya. Ella no merecía nada de lo que estaba sucediendo.
Marqué su número y tardó en responder, no lo hizo al primer tono. No sé si dudaba en responder o no tenía el celular a la mano, pero no me sorprendió que no lo hiciera, al fin y al cabo, no éramos amigos, no teníamos nada más en común que buscar a Vanya. Lo vi en sus ojos, estaba enamorado, ambos lo estaban y un sentimiento así no se puede negar, mucho menos cuando es tan fuerte, tan posesivo y egoísta cómo lo era el amor que ellos le profesaban.
—¿Qué quieres? —respondió al cabo de un par de tonos.
—Tenemos que hablar.
Seth
Se la habían llevado y yo no estuve ahí para detenerlos, pero sabiendo cómo estuvieron las cosas y que sus hombres superaban a los míos, lo más probable es que hubiera terminado muerto por intentar defenderla. No iba a permitir que nadie la alejara de mi lado, a menos que ella así lo quisiera. Joder. Estaba tan enamorado y obsesionado que no podía dejar de pensar en lo mal que se encontraba y cómo sufría.
La quería de regreso, sana y salva, sin que le tocaran ni un cabello y si no era así todos iban a pagar por hacerle daño. La buscaría y la traería de regreso solo para decirle cuanto la amaba y que quería su felicidad. No me importaba más que ella fuera feliz conmigo, con nosotros.
—Le iba a dar su libertad —le dije a Nate a mi lado. Me miró sin tender bien lo que le decía.
—¿Qué?
—La iba a dejar ir después de irnos los tres de viaje a Europa. Solo quería un mes para nosotros, para disfrutar de lo que teníamos, tenemos —me corregí —. Solo necesitaba un mes para demostrarle que no soy el monstruo que ella cree que soy y que sí la amo.
—Ella no cree eso de ti —dijo y negué.
—Sí lo piensa —insistí —. O lo pensaba porque sí fui un monstruo y tú tenías razón —con cada palabra que decía era como si me estuviera quitando un gran peso de encima —. Ella no debía pagar por lo que otros hicieron —mis dedos se asieron al volante —. Jared empezó esta estúpida guerra —detuve el auto cuando el semáforo cambió de color y lo miré —. No debí vengarme por algo que yo no provoqué y a lo que ella solo respondió cómo cualquiera de nosotros hubiera hecho lo mismo —le eché una mirada de reojo —. Bueno, no todos, tú eres diferente. Vanya no tenía que pagarlo, no debía desquitarme con ella y lo hice y ahora me arrepiento.
—¿Estás realmente arrepentido o solo lo dices porque se la llevaron? —negué y conduje de nuevo.
—Estoy arrepentido. No debí hacerlo. El día que la vea de nuevo le voy a pedir perdón de rodillas, haré lo que ella me pida con tal de que me perdone —exhalé. Sentía un dolorcito en el pecho, justo donde latía mi corazón.
Esta tortura era insoportable. No iba a resistir demasiado sin ella a mi lado. Era mi droga preferida y necesitaba una dosis para seguir adelante.
—Llegamos —le avisé a Nate en cuanto llegamos al departamento que tenía en Carnegie Hill.
Nate miró a través de la ventanilla hacia el departamento de tres pisos del que era dueño. Tenía algunas propiedades como esta en todo Nueva York, pero este lugar se me hacía más acogedor al igual que la casa, por eso llevé a Vanya allá, por el espacio y el enorme jardín. El departamento en Carnegie Hill también tenía un jardín trasero, pero no del mismo tamaño que la casa.
—Es bonito —musitó Nate.
—Debes verlo por dentro —bajé y detrás lo hizo él con Zora y Edén. No se había olvidado de ellas en ningún momento.
—No traigo ropa —dijo. Subimos los peldaños y saqué las llaves para abrir la puerta.
—Le pedí a Duncan que trajera todo lo que se quedó allá. Hasta la ropa de ella —asintió. Abrí la puerta y entramos, en cuanto lo hicimos las luces de la estancia y la sala se encendieron.
El espacio era más reducido que la casa, pero de igual manera era perfecto para nosotros, Zora y Edén. Caminé hacia el pasillo que llevaba al pequeño jardín y abrí la puerta para que Zora saliera a hacer sus necesidades.
—Ve a ducharte —tenía un golpe en la mejilla y el labio partido, además de que estaba sucio y asustado —. En la última habitación hay ropa mía, úsala mientras traen la tuya.
—No tardo —dijo.
—Nate, espera —lo detuve antes de que se alejara hacia la escalera. Me acerqué a él y cogí sus mejillas con mis manos —. Lo hiciste bien —le dije —. No pudiste haberlo hecho mejor. Me siento orgulloso de ti —Nate negó y sostuvo mis manos con las suyas.
—Se la llevaron y no pude hacer nada para detenerlos. Solo dejé que se la llevaran —negué.
—Hiciste lo que estaba en tus manos y eso es más que suficiente.
—Pude haber hecho más.
—¿Y arriesgarte a que te mataran? No, estuvo bien lo que hiciste —tenía los ojos cristalinos —. Te podían matar y yo no iba a soportar perderlos a los dos.
—Ella va a regresar, ¿verdad? La vas a traer de regreso a nuestro lado —asentí.
—Va a volver a nosotros y nosotros con ella porque es nuestra y somos suyos —derramó un par de lágrimas y exhaló.
—Es nuestra.
—Es nuestra para toda la vida.
—De nosotros y de nadie más —añadió.
—De nadie que no seamos nosotros. Nadie la pude poseer o disfrutar. Nos pertenece —levantó la mirada a mis ojos.
—Nuestra para siempre —aseguró.
—Así es —le di un fugaz abrazo que terminé con un beso en la mejilla —. Ve a ducharte y descansa —lo solté y se limpió las mejillas con los puños de su sudadera.
Cogió a Edén y la llevó con él.
—Puedes ocupar la habitación que quieras —se detuvo un par de segundos para responder.
—Gracias —terminó de subir y se perdió en el pasillo.
Me dejé caer en uno de los sillones y solté una larga exhalación. Zora entró y se sentó a mi lado. Me miraba con miedo, confundida. No entendía lo que sucedía, donde estábamos y había que explicarle todo, porque no lo parecía, pero ellos lo entendían todo y se daban cuenta de todo. Los animales no eran tontos, solo les faltaba hablar, eso decía mi madre.
—Vanya va a regresar —le dije. A Zora le gustaba que le rascaran detrás de las orejas y el pecho —. La vamos a rescatar de donde sea que la tienen y va a volver con nosotros —Zora cerraba los ojos —. Mientras tanto vas a dormir conmigo —me acerqué y dejé un beso en su bonito pelaje a la altura de su cabeza.
Zora y yo nos quedamos en el sillón, ella acostada a mi lado y yo apoyando la espalda contra el respaldo del sillón. Pensaba en todo lo que había sucedido. Tenía que buscar a Vanya en donde sea, hasta debajo de las piedras y la iba a encontrar.
Alguien tocó a la puerta, pero antes de abrir me fijé en la pantalla que tenía al lado de la puerta. Se trataba de Duncan. Le abrí la puerta y lo dejé pasar. Le ayudé con las maletas que traía en las manos y las que dejó afuera.
—No pude traer todo, pero lo haré mañana.
—Con esto está bien. ¿Trajiste mi ropa y la de Nate? —asintió.
—Y de la señorita Zaitseva. Solo algunas —dejé las maletas al lado de la escalera.
—Después traes lo demás. ¿Me mandaste los videos de todas las cámaras?
—Las estamos recopilando y en cuanto las tenga te las paso.
—De acuerdo. Ya sabes qué debes hacer. Alfred va a ir mañana para arreglar la reja y hará algunos cambios. Lo dejas que entre a la casa —asintió.
—Cómo tú digas. ¿Es todo?
—Ya puedes irte —abrió la puerta y salió del departamento. Cerré la puerta y empecé a subir las maletas. Encontré a Nate en la habitación al lado de la mía. Se estaba duchando cuando dejé su ropa en la habitación. Subí las demás maletas y las dejé en mi habitación. Yo también aproveché para darme una ducha y tomar mi medicamento. Estaba nada de romper algo y matar a alguien. Las voces en mi cabeza eran más presentes y más vividas, tenía que callarlas antes de que cometiera una estupidez.
En mi adolescencia hice tantas estupideces y lastimé a muchas personas por no atenderme, por no saber que padecía una enfermedad mental que me provocaba un enojo irracional y una ira desenfrenada que me trajo muchos problemas tanto en mi vida académica cómo en mi vida personal. No fue hasta que me traté que supe a qué se debían esos arrebatos agresivos exagerados. Ahora que lo tenía controlado no quería regresar a ese abismo oscuro y frío en el que estuve hundido muchos años. Pero eso no quería decir que fuera un santo y que si alguien me hacía enojar no iba a reaccionar o me iba a quedar con los brazos cruzados. Ahora pensaba y no me enojaba a tal punto de querer lanzar objetos o querer golpear a alguien.
Salí del baño con una toalla enredada a la altura de las caderas y con otra secándome el cabello. Mi celular se encontraba en la cama y Zora acostada como si la cama fuera suya. Se tomó muy en serio cuando le dije que íbamos a dormir juntos ahora que Vanya no estaba. Cogí el celular al verlo parpadear y miré la pantalla. Puse los ojos en blanco al ver que era Camila.
—¿Ahora qué quiere esta molestia? —deslicé el dedo sobre la pantalla y respondí —. ¿Qué quieres?
—Tenemos que hablar —dijo.
—¿Ahora quieres hablar conmigo? ¿No se supone que me odias?
—Sigo odiándote, pero es urgente que hablemos.
—No quiero hablar contigo, Cami —abrí la maleta y saqué ropa para ponerme.
—¿Ahora te haces el digno? —indagó con un dejo de burla en la voz.
—Tengo el derecho de hacerlo, ¿no es así? —Cami bufó.
—Es sobre Vanya —eso llamó mi atención. No dije nada tras unos segundos —. ¿Estás ahí?
—Aquí estoy —me senté en la orilla de la cama —. ¿Qué quieres?
—Sé que tú también quieres que ella regrese. La amas. Ambos la aman y no entiendo y no quiero saber nada de lo que sucedió para que llegaran a eso, pero si trabajamos juntos podemos descubrir quién la tiene.
—Yo sé quién la tiene y voy a ponerle precio a su cabeza —mascullé —. A partir de mañana todos en las calles de Nueva York van a saber que deben buscar y encontrar a ese bastardo hijo de puta que se la llevó.
—¿Viste su rostro? ¿Es el mismo que nos atacó en la construcción? —me reí. Camila creía que las cosas eran así de fáciles.
—Si quieres saber eso vas a tener que venir tú a verme a mí. No pienso poner un pie en los territorios de los rusos —ahora ella se rio.
—Cobarde.
—No soy cobarde, soy inteligente. Tu padre ahora sabe que yo tenía a su princesa y me odia, el día que sepa que la follaba todos los días va a querer matarme —Cami bufó.
—Asqueroso.
—Es algo que ibas a saber tarde o temprano.
—Cómo sea. Ahora tú tienes información que me interesa.
—Eso te va a costar muy caro.
—Ya sabía que eres una rata traicionera —masculló y me reí.
—¿Vas a venir o no? —me podía imaginar su rostro de indignación y molestia.
—Te odio, lo sabes.
—El sentimiento es muto, preciosa —me burlé.
—Pásame la dirección donde estás y mañana mismo me tienes ahí.
—De acuerdo, te la paso y te espero aquí. No quiero sorpresas de ningún tipo —le advertí.
—No prometo nada, no confío en ti y no sé si me vas a disparar en cuanto entre por la puerta.
—Mira, Cami —hice una pausa —. A mí no me importas. No me interesa si te muerde un murciélago, te da rabia y te mueres o si te atropella un camión y quedas como estampilla, me da lo mismo que suceda contigo, pero Vanya te ama, eres su mejor amiga y jamás me podría perdonar si te toco un cabello. Así que si no te mato por hacerme perder la paciencia es por ella y no por ti. ¿Entendido?
—Vete al demonio, Beckett —se tejió un largo silencio entre los dos. Tuve que mirar la pantalla para asegurarme que no había colgado, porque ni siquiera escuchaba su respiración.
—Ahora tú me necesitas a mí, preciosa, así que bájale a tus insultos y tu soberbia. Si quieres que trabajemos juntos vas a tener que respetarme —se echó a reír.
—¿Respetarte? ¿Acaso conoces el significado de esa palabra?
—Aunque lo dudes sí, soy respetuoso.
—Ajá, cómo tú digas. Te veo mañana ahí —colgó y dejé el celular en la cama.
—Está loquita —le dije a Zora. Me miró y alzó las cejas.
Me puse ropa cómoda y bajé. Zora se quedó en la habitación, por eso le dejé la luz de la lámpara encendida y la puerta abierta por si quería salir. Al bajar vi a Nate cerrar la puerta y entregarle dinero a alguien. Me asomé y era un repartidor de comida por aplicación. Al cerrar la puerta y girar abrió los ojos, sorprendido por verme de pie ahí sin hacer nada de ruido.
—Pedí comida —dijo y me mostró las bolsas —. Vamos a cenar, tengo hambre. ¿Tú no tienes hambre?
—Comí en el jet, pero sí tengo hambre —terminé de bajar y caminé detrás de él hacia la cocina. Le ayudé a sacar la comida y todo olía rico.
—Ya no te pregunté cómo te fue con los mexicanos —saqué los palillos y los despegué para empezar a comer.
—Bien, acordamos que les voy a mandar el jet para que lo regresen con las armas que elegí —Nate asintió —. Si todo sale bien después ellos van a empezar a mandar su mercancía —a mi hermano no le parecía lo que hacíamos, pero ya no decía nada. Tal vez ya se estaba convenciendo de que este era su mundo y ahora sí iba a empezar a participar más en los negocios.
—De acuerdo. Pero que esto no se interponga en la búsqueda de Vanya —advirtió —. Esa tiene que ser tu prioridad y nada más —señaló.
—Sabes que no. Mañana mismo voy a reunir a mis socios más cercanos y les voy a ordenar que manden a todos sus hombres a buscar al bastardo de Valerik. Les voy a ofrecer una buena recompensa para que se muevan más rápido —Nate iba a decir algo, pero se quedó pensando aunque después habló.
—¿Crees que Jared ya sepa lo que sucedió?
—Tiene ojos y oídos por todas partes, así que sí. Muchos de mis hombres aún le son fieles y le pasan información —miré un punto fijo en la mesa de la isla —. Voy a tener que arreglar eso. No quiero topos en mis filas, lo mejor sería que me deshiciera de ellos —levanté la mirada y lo miré —. Pero no lo haré por ahora, ya te dije que me voy a enfocar en encontrar a Vanya y traerla de regreso —sonrió —. Es nuestra prioridad ahora.
—Lo es.
—Cena que se te va a enfriar la comida y no sabe bien.
Empezó a cenar y yo lo hice con él.
No me gustaba ver a Nate así, tan decaído y preocupado por lo que pudiera estar sucediendo con Vanya. Yo hubiera sido él hace años y estaría peor, pero ahora que podía pensar con la cabeza fría y mis pensamientos claros todo era mejor. Nada podía salir mal y si algo salía mal lo iba a arreglar cómo siempre lo hacía. Vanya regresaría a nuestro lado y quien estuviera detrás de todo esto iba a pagar de la manera más cruel que existía.
💣💣
¡Hola! Bienvenidas de nuevo a este mundo lleno de romance, mucho romance, traiciones y venganzas. 😈
Aquí les dejo el primer capítulo y espero les haya gustado. Ya saben que yo empiezo mis libros muy tranquilos, pero entre más pasan las semanas todo va subiendo de intensidad, así que no se confíen, en cualquier momento mato a alguien o le corto la mano a quien menos se lo esperan.
¿Y si les digo que en este libro Cami y Seth se harán los mejores amigos me creerían?
Por favor, dejen muchos comentarios cómo con el libro anterior, ustedes no se imaginan cómo me motivaban a continuar escribiendo.
😘🥰
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