Tres
Max observó la pequeña florería desde el interior de su coche, un modelo discreto que no llamaba la atención, ideal para alguien como él.
Había oído los rumores, el famoso Matador frecuentaba este lugar.
Un hombre como Carlos Sainz, conocido por moverse como una sombra, sin dejar rastro, de repente visitando repetidamente un sitio tan público.... Eso no cuadraba.
¿Qué demonios está tramando?, pensó Max mientras apagaba el motor.
Las posibilidades eran muchas, ¿Un lugar de reunión para sus hombres? ¿Un centro de operaciones encubierto? ¿Tal vez tenía un socio de muy alto nivel y por eso necesitaba un lugar discreto? No lo sabe, pero se encargará de ello.
Con un aire de calma Max salió del coche y cruzó la calle.
La campanilla sobre la puerta sonó cuando entró, lo que encontró dentro lo tomó por sorpresa.
Un aroma dulce y fresco llenaba el espacio, mezclado con la fragancia de las flores recién cortadas.
No había ningún indicio de transacciones clandestinas, ni armas, nada que tenga que ver con su... Mundo, solo flores y una paz que le resultaba extraña.
Y luego lo vio; un chico joven, con cabello castaño claro ligeramente alborotado, que estaba colocando un ramo en un florero.
Max se detuvo, no por el ambiente, sino por la sonrisa que el muchacho le dirigió cuando levantó la mirada.
—Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarlo?—Preguntó el chico, su voz era tan dulce como el aroma que impregnaba el aire.
Max no respondió de inmediato, lo estudió por un momento, intentando encontrar algo fuera de lugar, algo que justificara el interés de Carlos Sainz en este lugar.
Pero lo único que encontró fue una inocencia tan pura que resultaba desconcertante.
—Buenas tardes.—Respondió finalmente, con su voz baja y controlada.
—Estaba buscando... Flores para una ocasión especial.
El chico inclinó la cabeza, evaluándolo con una expresión cálida y sin rastros de sospecha.
—¡Claro! ¿Qué tipo de ocasión es? ¿Algo romántico? ¿Una celebración? —Preguntó mientras se acercaba al mostrador, sus manos moviéndose con gracia entre los diferentes arreglos.
Max alzó una ceja, entretenido por la genuinidad del muchacho.
—Algo así... Quizás puedas recomendarme.
—Por supuesto.—El chico sonrió, y Max notó que su sonrisa era lo suficientemente luminosa como para desarmar a cualquiera.
Sin embargo, él no era cualquiera.
Mientras el chico comenzaba a mostrarle diferentes opciones, Max aprovechó para observar más de cerca.
No había nada sospechoso en su ropa sencilla ni en sus manos cuidadas, manchadas ligeramente con tierra.
¿Esto es lo que ha atrapado a Sainz?, pensó con incredulidad.
—Este ramo tiene flores amarillas y blancas. Representan amistad y alegría.—Explicó Gavi, mirándolo directamente a los ojos.
Max arqueó una ceja.
—¿Y qué hay de algo más... Intenso?
Gavi pareció considerar la pregunta por un momento antes de señalar un arreglo de rosas rojas.
—Las rosas rojas son para el amor, pero también representan pasión, aunque... Bueno, depende de la persona a la que se las envíe.
Max soltó una risa baja, casi imperceptible.
—Interesante, ¿Y si no estoy seguro de lo que quiero transmitir?
Gavi se quedó pensativo un instante antes de hablar.
—Entonces probablemente debería pensar en lo que siente antes de regalar flores, las flores dicen mucho más de lo que parece.
Max lo miró fijamente, como si intentara descifrarlo.
Había algo en ese chico, una pureza que no encajaba en el mundo en el que él y Carlos vivían.
—¿Trabajas aquí solo?—Preguntó de repente, cambiando el tema.
Gavi asintió.
—Sí, bueno, por ahora, a veces tengo ayuda, pero la mayoría del tiempo soy yo, es mi negocio.
Max asintió lentamente, guardándose esa información.
—¿No es difícil manejarlo todo solo?
Gavi se encogió de hombros, sonriendo otra vez.
—Un poco, pero me gusta, esto me hace feliz.
Max notó cómo la mirada de Gavi era completamente sincera.
Y eso le generó algo extraño, una pizca de incomodidad, Gavi no tenía idea de quién estaba frente a él, ni de cuán peligroso era el hombre que frecuentaba su tienda.
—Tomaré ese ramo de rosas.—Dijo Max finalmente, señalando el arreglo que Gavi había mostrado antes.
—¡Perfecto! Dame un momento, lo envolveré para ti.
Mientras Gavi trabajaba en el ramo, Max estudió el lugar una vez más.
No hay nada aquí, se dijo a sí mismo, pero no podía sacudirse la sensación de que este chico era más importante de lo que parecía.
Cuando Gavi le entregó el ramo, Max tomó el paquete con una leve sonrisa.
—Gracias, fue... Interesante conocerte.
—¡Gracias a ti! Espero que le guste a la persona que lo reciba.
Max salió de la tienda, pero no pudo evitar girar la cabeza una última vez para mirar al chico.
Esa sonrisa... Ahora entendía por qué Carlos estaba tan obsesionado, el chico era un resplandor de inocencia en un mundo lleno de sombras.
Y como todas las cosas luminosas, Max sabía que estaba destinado a atraer tanto a los protectores como a los depredadores.
Cuando volvió al coche, sacó su teléfono y marcó un número.
—Dime, ¿Qué más sabes sobre el chico de la florería?
Porque si Carlos Sainz lo quería, entonces también podría convertirse en una pieza clave en el juego.
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