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Cinco

Carlos estaba sentado en el sillón de cuero negro de su departamento, con un vaso de whisky en la mano.

Drente a él, estaba Gavi, con los brazos cruzados, parecía un pequeño gato furioso, con esos ojos llenos de indignación y esa carita que no dejaba de gritar "¡Esto es tu culpa!" sin decir una sola palabra.

—¿Vas a quedarte mirándome toda la noche o planeas decir algo?—Preguntó Gavi finalmente, rompiendo el silencio.

Carlos dejó escapar una carcajada suave, baja, pero llena de oscuridad, esa que te eriza la piel.

—¿Qué quieres que diga, Pablo? ¿Que lo siento? Porque no lo hago.

—¿No lo haces?—Repitió Gavi, incrédulo.

—¡Tuvo que ver contigo, Carlos! ¡Mi florería, mi vida, todo esto está patas arriba porque alguien quiso enviarte un mensaje!

Carlos dio un sorbo a su whisky, sin apartar los ojos de él.

—Sí, tuvo que ver conmigo, pero aquí estás, vivo, sin un rasguño, eso es lo único que me importa.

Gavi bufó, frustrado, y empezó a caminar de un lado a otro de la sala.

—No entiendes, esto no es normal, Carlos, ¡La gente no vive así! No tienen que preocuparse por balas rompiendo sus ventanas, no tienen que ser arrastrados a un departamento extraño porque un hombre como tú decide que es lo mejor para ellos.

Carlos dejó su vaso sobre la mesa con un ruido seco, su paciencia se estaba agotando.

—¿Un hombre como yo? ¿Y qué clase de hombre soy, según tú?

Gavi lo miró, sus ojos estaban llenos de miedo, frustración y... Algo que ni siquiera él podía entender.

—Eres... Peligroso, lo supe desde el primer momento en que entraste a mi florería, lo sé por cómo me miras, como si fueras capaz de destruir todo a tu paso solo para... —Se detuvo, con su voz temblando.

Carlos se levantó, caminando hacia él con pasos lentos y calculados, cada movimiento suyo parecía gritar poder, control.

—¿Solo para qué, Pablo? Termina la frase.

—Solo para tenerme.—Susurró Gavi, retrocediendo un paso cuando Carlos estuvo frente a él.

Carlos sonrió, esa sonrisa que nunca llegaba a sus ojos, pero que hacía que todos a su alrededor sintieran un escalofrío.

—Eres más listo de lo que pareces, sí, quiero tenerte, quiero todo de ti, Pablo, y no me importa lo que tenga que hacer para conseguirlo.

—Eso está mal.—Murmuró Gavi, mirando hacia otro lado.

Carlos levantó una mano y tomó su barbilla con suavidad, obligándolo a mirarlo.

—¿Está mal? Tal vez, pero dime, ¿Quieres que me detenga?

Gavi no respondió, su corazón latía tan rápido que sentía que iba a salirse de su pecho, era todo lo que sabía que debía evitar, pero también todo lo que parecía no poder resistir.

Carlos lo soltó, retrocediendo un paso mientras lo observaba con hambre y sed.

—No voy a mentirte, Pablo, tienes razón, soy peligroso, soy alguien que no debería estar en tu vida, pero aquí estoy, porque desde el momento en que te vi, supe que te quería, y créeme, cuando yo quiero algo, no hay nada en este mundo que me lo impida.

—Eso no es amor.—Respondió Gavi, su voz era apenas un susurro.

Carlos rió suavemente, una risa que no tenía ni un ápice de alegría.

—Tal vez no lo sea, tal vez sea algo peor, algo más oscuro, pero es lo que hay.

El silencio cayó entre ellos, pesado, tenso, Gavi se mordió el labio, su mente luchaba contra sus propias emociones.

—¿Qué vas a hacer conmigo, Carlos? —Preguntó finalmente.

Carlos se inclinó un poco, sus ojos oscuros atrapando los de Gavi como si fueran un abismo del que no podía escapar.

—Voy a cuidarte, voy a protegerte de todo y de todos... Y si eso significa quemar el mundo para mantenerte a salvo... Entonces que el mundo arda... Quemaría todo y a todos solo para poder besarte…

—Imagina lo que haría con tal de tenerte para siempre.—Dijo acercándose más, Carlos sabía que esto era tan peligroso tanto para Gavi como para el, pero aún así...

Gavi sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, parte de él quería huir, correr lo más lejos posible de ese hombre.

Pero otra parte... Otra parte quería quedarse, quería entender por qué alguien como Carlos lo había elegido a él.

—Estás loco —Murmuró, pero su voz era apenas un hilo, y las palabras no tenían fuerza.

Carlos sonrió, con esa sonrisa oscura y peligrosa.

—Tal vez, pero no puedes negar que tú también lo estás, si no, no estarías aquí, mirándome de esa manera.

Gavi abrió la boca para responder, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta cuando Carlos se inclinó y capturó sus labios en un beso.

Fue brusco, exigente, lleno de rabia y desesperación.

Gavi intentó resistirse, sus manos empujando contra el pecho de Carlos, pero era inútil, no porque Carlos fuera más fuerte, sino porque él no quería realmente detenerlo.

Era estúpido, lo sabía, pero en ese momento no podía pensar en nada más que en el calor de ese beso y en cómo lo hacía sentir vivo a pesar de todo.

Cuando Carlos se apartó, ambos estaban respirando con dificultad, sus ojos estaban fijos en los de Gavi, buscando algo, cualquier señal de que no lo odiaba por lo que acababa de hacer.

—Déjame ir.—Susurró Gavi, aunque su voz carecía de convicción.

Carlos negó con la cabeza, alzó su mano acariciando la mejilla de Gavi con una suavidad que contrastaba con su actitud tosca de hace un momento.

—Nunca.—Respondió, su voz era tan firme.

—No puedo, Pablo, y aunque te asuste, sé que tú tampoco puedes.

Gavi cerró los ojos, dejando escapar una lágrima mientras luchaba contra las emociones que lo consumían.

Estaba perdido, y lo sabía, pero lo más aterrador de todo era que no quería ser encontrado.

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