3.- Desnudo
Alexander iba hecho una furia por los pasillos de la universidad. Llegó hasta su casillero y lo comenzó a golpear con un odio visceral. Finalmente, abrió la puerta y sacó todos sus cuadernos para aventarlos dentro de su mochila.
Drake cerró la puerta de su casillero, que estaba junto al de Alex, y levantó las manos.
—No me golpees... solo venía por mi cuaderno de música.
El peliplatinado le lanzó una mirada asesina y suspiró, cerrando con fuerza su casillero.
—Que tengas un excelente día. —Le sonrió sarcástico al rubio y se fue, dando unas pisadas pesadas, empujando a los pequeños primersemestrinos que hablaban en el pasillo. Llegó hasta su motocicleta y comenzó a gritar todo tipo de groserías; la sangre le hervía por la furia que intentaba contener.
Francisco estaba sentado platicando con sus amigos cuando su celular vibró, llamando su atención; el chico abrió el mensaje y soltó un fuerte grito.
—¡MIS OJOS!
Emiliano le quitó el celular extrañado y vio la imagen.
—Oh Dios, ¡Papacitoooo! —Rio burlón.
Aurelio se asomó y una sonrisa se le pintó de oreja a oreja.
—Ricitos de oro, tienes - que - ver - esto...
Drake se acercó dándole el último trago a su refresco y tomó el celular, dando un grito de horror.
— ¡Eso me perseguirá en mis peores pesadillas! ¡Apágalo, apágalo! —Se cubrió el rostro sonrojado y espantado, al ver esa cosa amazónica.
Alguien de la clase de artes le había tomado fotos a Alexander cuando estaba desnudo, posando de modelo, y las difundió por toda la escuela; algo que, sin duda, le había traído todo tipo de problemas.
Los mensajes llovieron en el celular del de ojos grises, hasta que lo apagó y lo dejó guardado en su mochila; en verdad no quería saber más de nada ni nadie. Se subió a su moto y fue directo al trabajo. Su compañera, Laura, ya lo esperaba con un dulce en las manos.
—Hola. ¿Y esa carita?
—No es nada, solo estoy cansado. —Suspiró y vio entrar a la misma chica de siempre que tanto le fastidiaba. La mujer se acercó a la barra y miró al hombre, mordiéndose los labios.
—Hola. ¿Lo mismo de siempre? —dijo Alex bastante serio.
—No, esta vez... vengo para preguntarte si te gustaría ver películas hoy en la noche, tengo casa sola... —La rubia levantó las cejas pícara y acarició suavemente la mano del de barba.
Alex frunció el ceño bastante molesto y le arrebató la mano.
—Vas a querer un café ¿sí o no? No estoy para gastar el tiempo, tengo mucha gente que atender.
[...]
Samantha fue a la dirección para denunciar que había visto a la chica que había difundido la foto de Alexander.
—Muchas gracias, lo tomaremos en cuenta, y tal vez mañana hablemos con el señor Quintana —dijo el director, saliendo de su oficina con la chica.
—Sí, no me gustaría que lo castiguen por ese acto tan bajo de parte de alguien ajeno... ¡Qué horror que la gente sea así! —La pelirroja salió y se encontró con los muchachos gritando asqueados. —Vamos a ir a la cafetería para solucionar esto: somos humanos que se ayudan entre sí. —Miró al ridículo de su novio y rodó los ojos—. Francisco, deja de vomitar; él es un hombre y tú también lo eres.
[...]
Laura y la chica comenzaron a pelear al final de la barra mientras Alex seguía atendiendo a los clientes, con indiferencia. Notó que el grupo de chicos había llegado y suspiró fastidiado. —(De verdad, esto no puede empeorar) —pensó.
—Hola, Alex —dijo Samantha en un tono tierno. Ella, a diferencia de los demás, lo miraba a los ojos, amando su esencia y dejando de lado la atracción física.
—Hola, Samantha. ¿Qué vas a llevar?
—Por ahora, nada. Mira, me enteré de lo de la foto y supe que fue Tammy, la de bellas artes. Fui con el director a denunciarla, y creo que lo mejor es que presentes cargos con la policía cibernética para que borren todas las fotos.
El peliplatinado hizo una mueca y suspiró.
—Muchas gracias. Hablé en la mañana con el director y sí, estaba enterado... no sé qué vaya a suceder, pero van a procesar el caso con atención estudiantil.
—¡Él es mío! —le gritó Laura a la mujer.
—¡Mira estúpida, yo lo conozco desde antes que tú, y mira lo que tengo! —Mostró la foto de Alex desnudo en su pantalla.
El hombre apretó los puños y volvió la vista al grupo de amigos.
—¿Van a pedir algo?
—Seis refrescos, por favor —dijo la pelirroja.
—Claro, enseguida se los llevo —Le sonrió y vio a todos sentarse en una de las mesas redondas.
Drake, Aurelio, Emiliano y Francisco, miraban a las chicas golpearse y comenzaron las apuestas.
—Cinco a que gana la rubia —dijo Emiliano dejando un billete al centro.
—Claro que no cariño, mira las garras de la morena: es una fiera —comentó Aurelio con emoción.
Alexander se paró al borde de perder la paciencia y tomó la cabeza de ambas para separarlas.
—Señoritas, si les sirve para que dejen todo esto de una vez: no me gustan las mujeres que se pelean de esta manera, y menos por este motivo. Y tú, Laura, deberías estar trabajando.
Ambas mujeres recuperaron la compostura, y Galith, la rubia, se fue indignada del lugar mientras que Laura acomodaba cosas como cachorro regañado.
—Bueno, supongo que nadie ganó —dijo Drake encogiéndose de hombros y levantando la mano para pedirle algunos postres a Laura.
Alex miraba de reojo al rubio de vez en cuando, mientras jugaba con los aros de sus labios.
Los muchachos comenzaron a pelear con Samantha sobre filosofía, ya que ella era maestra certificada en una preparatoria.
—Admitamos que todos somos inferiores a Sam, ella se graduó antes, y eso que tiene veintitrés —comentó Emiliano y todos le dieron la razón.
Alexander escuchaba entretenido desde lejos los argumentos de Samantha. Por primera vez, estaba completamente de acuerdo con todos los puntos de vista de alguien en esa área. Sonrió viendo a la pelirroja, sin darse cuenta de que Francisco lo notó de inmediato; él, en su eterna inferioridad, solo siguió escuchando a la chica, sabiendo que la perdería por alguien como Alex: simplemente no era competencia para él.
—Esa mujer es una grosera...
—No le hagas caso, solo fue una mala jugada que alguien me hizo en la universidad —le dijo el peliplatinado a Laura mientras mordía el mondadientes. —No deberías estarte peleando así por nadie.
—Está loca y encima anda presumiendo tus fotos, así como así... Ush.
—Sí, media escuela vio eso. Sabes... jamás mandaría una foto así, creo que el cuerpo es algo especial que no se le entrega a cualquiera; debe de ser solo para la persona que ha cautivado tu corazón y tu alma.
Laura lo miró con los ojos de ternura.
—¿En serio crees eso? —Suspiró embobada.
Alex asintió viendo fijamente a Drake, quien se levantó apresurado y se despidió a la carrera.
—Chicos, me tengo que ir, tengo una cita.
El de ojos grises lo miró con brazos cruzados cuando lo vio pasar frente a la barra.
—Si la lastimas te corto la cabeza... eso y algo más. —Subió la ceja, amenazante.
—Nunca dije que fuera con ella. —El rubio le guiñó el ojo y se fue apresurado. Se iría con sus amigos de la banda y de la academia de cine, a un concierto que duraba la semana entera. Quería hacer de todo para desconectarse de sus pensamientos; emborracharse y bailar no le caería mal.
Horas más tarde, todos se fueron retirando; Samantha pasó y le dejó un papel en la caja a Alex con su número y se fue sin decir más.
—Ugh... ¿Gracias? —La observó extrañado y anotó el número en su celular. —¡Es hora de cerrar, Laura! —gritó cansado desde el cuarto de limpieza mientras terminaba de dejar todo acomodado—. ¿Te llevo a tu casa? Creo que esta vez no está lloviendo...
Laura lo miró salir del cuarto en donde se encontraban los detergentes y asintió con emoción. En el trayecto, Alex fue bastante callado y pensativo, hasta que llegaron a su casa y bajaron de la motocicleta.
—Alexander... tengo algo que decirte...
—¿Qué sucede? —preguntó acomodando su cabello grisáceo.
Ella comenzó a hablar y a confesar todo lo que sentía por el hombre desde hace unos meses.
Él escuchó atento hasta que la mujer terminó.
—Gracias por tenerme la confianza de contarme esto... —Le dio un abrazo amigable—. No te diré más por el momento, pero gracias por sacarlo. Descansa, que sueñes lindo.
—Gracias por entender, Alex. —La chica salió corriendo para entrar a su casa, se sentía bastante avergonzada y aliviada.
El de barba se fue y llegando a su casa tomó su celular, con una ligera sonrisa:
📱Alexander: Hola, Alexander Quintana reportándose. Foto
📱Samantha: Hola, mi hermana dijo que eres de Filosofía. Si necesitas ayuda con alguna tarea, no dudes en preguntar. No cobro. Foto
📱Alexander: Muchas gracias. De hecho... te estaba escuchando en la cafetería, espero que no te moleste eso. Es la primera vez que coincido tanto con alguien. ¡Qué hermosos gatos! Foto Él es Storm.
📱Samantha: Que perro tan lindo 🥺❤. Gracias. Mi hombre siempre me contradice diciendo que la vida no tiene un porqué 😂.
📱Alexander: Ya lo conoces 🙄😂. Lo comprendo, a veces la filosofía te lleva a esos pensamientos... llega a ser abrumador ¿no crees?
📱Samantha: Sí, él no era así cuando lo conocí; solía ser un estudiante de medicina; ¡Era tan alegre...! 😭 Esos críticos apagaron su alma.
📱Alexander: Tal vez sería bueno sacarlo de esa carrera. No todos aceptan bien las críticas 😕.
Samantha se fue a tranquilizar a Francisco, quien gritaba desesperado y rompía todo a su paso ante la frustración. La mujer sacó su pipa de su gaveta.
— Anda, ven a fumar conmigo, ya mañana piensas en la carrera.
El castaño negó con el ceño fruncido.
—Es mi tesis, tengo que terminarla y dejarla perfecta, después podré irme a mendigar tranquilo.
[...Unas semanas después...]
Alexander estaba feliz atendiendo la cafetería como de costumbre, cuando llegó Samantha bañada en lágrimas.
—H-Hola. Un café negro, por favor. —Tomó un bonche de servilletas y se sonó mientras acomodaba las maletas y las cajas de los gatos.
El hombre la miró preocupado y se acercó a Laura para susurrarle.
—¿Puedes prepararme un café negro? No me tardo.
—Sí, no te preocupes, yo me quedo atendiendo.
Alex llevó a la pelirroja al sillón.
—¡¿Estás bien?! ¿Qué pasó?
—Él tomó mi teléfono; dijo que le era infiel y que mejor me fuera con el otro. Y... él dice que es muy poca cosa para ser amado. —Sollozaba destrozada, secando sus lágrimas con un pañuelo de arabescos.
—¿Le fuiste infiel? —susurró el peliplatinado y recibió el café que le llevó Laura para ponerlo en la mesita frente a la chica.
—No, solo leyó que estábamos hablando la otra noche... —Tomó el café—. Él es tan inseguro...
—Oh no... —cerró los ojos y negó preocupado. —¿Quieres que hable con él?
—No, lo único que hará es darte su bendición. Lo mejor es que sea miserable solo... ya estoy cansada de todo esto.
Alexander se acercó con una pequeña sonrisa de consuelo y abrió ligeramente los brazos.
—¿Puedo?
Ella asintió.
—Por favor.
El de ojos grises la abrazó fuerte entre sus grandes brazos y le susurró al oído.
—Si quieres puedes quedarte en mi casa mientras buscas un lugar. —Se separó y le limpió las gotas que caían por su rostro, con delicadeza.
—No, no quiero ser una carga para ti; volveré con mis padres. —Miró la caja de sus gatos—. Vamos Virgilio y Dante, es hora de volver a casa.
—No eres una carga, aun así... ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—Por favor... —dijo ya más tranquila.
Ambos subieron a la moto y acomodaron todo como pudieron. Alexander la observó por encima del hombro y le sonrió.
—Sujeta bien a Dante y Virgilio, no queremos quedarnos sin el mapa del infierno. —Rio suavemente y le sonrió tierno. —Todo estará bien.
Llegaron a una zona elegante y pararon justo enfrente de una casa enorme al estilo americano. Alexander notó que estaban Camila y Emiliano besándose en su Porsche.
La rubia miró a su hermana bajar de la moto y chilló feliz. Salió del auto con Emiliano y se acercaron.
—¡Vaya, al fin dejaste a ese inútil! —dijo la mujer.
Emiliano saludó a Alex y ambos ayudaron a meter las maletas y las cajas de los gatos a la casa. El de ojos grises salió y miró a la pelirroja con las manos en la cadera.
—Listo, ya está todo en su lugar.
La madre de las hermanas salió con una sonrisa.
—¿Quién es este joven tan apuesto?
Alexander sonrió apenado y se presentó muy amablemente.
—Muchas gracias por ayudar a mi hija. ¿Te gustaría acompañarnos a cenar esta noche?
El platinado sonrió con esa dentadura blanca y brillante.
—Claro que sí, señora, para mí sería todo un placer.
[...]
Alexander llegó por la noche al lugar: esta vez no traía piercings, cadenas, venía bien vestido, peinado y perfumado; parecía otro hombre.
El padre de las mujeres lo recibió y le dio un tour por la casa mientras esperaban a que las damas terminaran de arreglarse.
—Y esta pieza la trajeron desde Ámsterdam.
Alexander prestaba atención, analizando las pinturas.
—Es realmente admirable como es que el artista logró hacer este balance de colores: tan caóticos... tan caóticos que te llevan al sosiego.
El hombre le palmeó la espalda y habló altivo.
—Ah, muchacho... eres un buen hombre; tal vez seas digno de mi hermosa princesa.
Alexander sonrió incómodo, pero por fortuna, fue salvado por las mujeres que bajaron, luciendo espléndidas.
—¿Pasamos al comedor? —dijo Camila mientras Emiliano esperaba ya sentado, hablando con su suegra.
La cena comenzó bastante agradable, hasta que salió el tema de Francisco a flote. Todos menos Samantha y Alexander hablaban de lo mal que escribía el castaño y de lo inútil que era, afirmando que moriría de hambre por sus dramas sin fundamento.
El padre de las mujeres cambió por completo la conversación al notar que la discusión se estaba acalorando.
—Muchas gracias por haber cuidado de mi hija, Alexander.
—No se preocupe señor, no hay nada que agradecer. —Miró a la pelirroja y sonrió—. Lo importante es que ella esté en un lugar seguro y feliz.
Samantha sonrió y tomó la gran mano del chico para acariciarla suavemente.
— Gracias Alex, eres un pan de Dios.
La cena se tornó más agradable. Al final de la noche, el de barba se despidió y le dio un abrazo a la pelirroja, junto a su moto.
—No te preocupes, todo estará bien. Ya encontrarás a alguien mejor. Cualquier cosa que necesites no dudes en llamar. —Le dio un beso en la mano cuando su celular sonó.
—¿Hola?
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