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26.- Pasillo

James le dio un sorbo a su café y le echó un vistazo a Roberto, que se encontraba al final de la mesa, amarrado y siendo vigilado por Carlos, quien portaba un rifle.

—Es que... o sea... no, Alex no es así —dijo Aurelio mientras jugaba con la cuchara del té—. No es así ¿verdad? Todos sabemos que aquí hay gato encerrado.

James lo miró de reojo y bajó la taza lentamente.

—¿Por qué Magaly mentiría? Es su mejor amiga, ella lo conoce desde antes que cualquiera de aquí.

—¡ES UNA MALDITA MENTIROSA! —gritó Roberto y se intentó desamarrar con desesperación.

Carlos cargó la escopeta.

—Cálmate, no quiero sesos en la mesa.

—Ok, pongamos que mintió ¿Por qué mentiría? —dijo James con la mente fría.

Todos se quedaron callados, nadie tenía una respuesta, nadie entendía lo que sucedía.

—Supongo que jamás conocimos a Alex —contestó Carlos pasando las manos por su rostro, cansado.

—¡Samantha! —gritó Sixx a la nada y todos lo voltearon a ver confundidos—. Alex sí la mató, lo sé, ella me lo dijo.

—¿Cómo te lo dijo? —preguntó el rubio a la defensiva.

—Los fantasmas siempre hablan.

Roberto rio sarcásticamente y miró a sus amigos.

—¿Ustedes van a poner en duda a Alex por lo que un loco les diga? ¡Malditos hipócritas! —Volvió a luchar—. ¡Magaly es una maldita mentirosa y merece estar muerta! ¡A mi Alex jamás me puso un dedo encima y ustedes saben lo jodidas que han sido mis relaciones! ¿Por qué Alex le haría algo a Magaly?

—Para... Aquí hay algo extraño... —James se quedó pensando unos segundos y señaló a Roberto—. ¿Recuerdas cuando Alexander volvió a casa con una foto de él y todo eso...?

—¿El amarre? Eso era un juego de niños —contestó el rubio con una ceja levantada.

—Todos supimos que la única que hacía esas cosas era Samantha. Samantha estaba enamorada de Alex, Camila me lo dijo.

—Alex tuvo el accidente el día que peleó con Magaly, dijo que la había notado rara y que prefería estar con Samantha... Él me dijo que Samantha le había hecho un trabajo a Magaly... —contestó Roberto.

—¿Fue el día que Magaly vino con las flores? —le preguntó Carlos a su hermano y este asintió.

—Encontraron a Samantha muerta por esos días... pero si así hubiera sido, Alexander estaba jodido —dijo Aurelio, dando un sorbo al té.

—¡Ah, ya! Dejen de intentar culpar a Alex; todos sabemos que Magaly estaba celosa de nuestra relación.

—Alex solo era su amigo, tengo buen ojo para esas cosas —dijo el moreno.

—¡Esa zorra siempre le hacía ojitos! ¡Alex se quedaba a dormir con ella!

—¡¿Alexander se acostaba con Magaly?! —exclamó Aurelio con indignación—. Que suerte tiene esa perra.

—No estúpido, Alex se quedaba en el sillón.

—A mí se me hace que te pusieron los cuernos, hermano. —Carlos se botó de la risa—. Ya sabes cómo son las mujeres; seguro solo está celosa y se aprovechó del momento para alejarlo de ti. Cuántos dramas aquí.

—Pues que malos dramas porque por eso van a matar al papucho. —Aurelio rodó los ojos—. Quiero dejar en claro que yo no le enseñé eso a la niña, así que a mí ni me metan. ¿No se puede hacer algo?

James hizo una mueca y se quedó pensando.

—Tal vez si su abogado arregla algo... ya saben, dinero. Si Magaly está mintiendo, Alex podría meter una contrademanda por difamación, ya que jamás se investigó el supuesto caso de Samantha.

Alex entró a la celda y comenzó a golpear su cama con furia hasta agotarse y recargar su frente contra esta. Unos minutos después se comenzó a escuchar el pequeño sollozo del platinado; estaba completamente roto.

Imran se sentó en su cama y soltó un ligero suspiro para levantarse y ponerle una mano en el hombro al más alto.

—¿Quintana? —susurró cerca de él.

—Suéltame, no me toques.

El castaño oscuro lo apretó más fuerte.

—Sabes que aquí estoy...

—¡Que me sueltes, maldita sea! —gritó el peliplatinado y se dio la vuelta para pegar al más bajo contra la pared, haciendo que sus lentes cayeran. Solo quería golpearlo hasta el cansancio, pero su puño se detuvo a escasos centímetros de su rostro.

Imran lo miró seguro y contestó tranquilo.

—La ira significa que sientes un dolor muy grande. —Señaló su corazón. —Duele hasta quemarte ¿No es así? Y duele más cuando sabes que lo hiciste por proteger a los demás... o eso quieres creer.

Alex frunció el ceño y tomó al chico por el cuello del overol color kaki.

—¡¿Cómo sabes eso?!

El muchacho bajó la mirada a sus manos y las tomó firmemente para hacer que Alex lo soltara.

—Número uno: se te olvida que estás en la cárcel, así que no me toques si no quieres problemas. Número dos: eres un caso público, el hijo de uno de los empresarios más importantes del país... eres un diamante aquí adentro. Es fácil saber de ti. Número tres: yo me dedico a sacar gente inocente de aquí, así que reviso hasta la médula los casos más importantes que entran a este lugar.

—¿Por qué te encerraron aquí?

—Nadie me encerró. Si buscas mis papeles... ninguno dice que estoy aquí adentro, pero puedo hacer que aparezca uno.

Alex asintió y se agachó para recoger los lentes y entregárselos.

—Lo siento. —Pasó la mano por su mejilla con violencia para limpiarse una lágrima traicionera.

—Son solo fachada. —El más bajo tomó los anteojos y los lanzó a la cama—. ¿Sabías que todos en la corte estaban comprados? El juez, la fiscal...

—¿Comprados? ¿Cómo lo sabes? —Se acercó el de barba.

Imran le dio la vuelta y se acercó al escritorio para sacar una carpeta de entre la gran pila de libros y papeles.

—Ella fue tan estúpida que los compró con el dinero de las empresas Laurf. —Le entregó la carpeta—. ¿Lo ves? —Señaló unos números hasta abajo de la lista—. Estos pagos no coinciden con lo que siempre da la empresa y mágicamente... —Cambió la página—. Aparecen en las cuentas de los que estaban en el juicio. Lo vi, vi cuando te acusaron por lo de esa chica y el juez no dijo nada... él tuvo que abrir una carpeta de investigación porque es una declaración fuerte.

Alex sacudió la cabeza, pensando que iba a despertar de esa horrible pesadilla, pero no fue así.

—¿Por qué Magaly hizo eso?

—No sé, no puedo meterme tanto en tu vida privada; creo que es algo que solo tú sabrás.

Roberto rodó los ojos y miró a su hermano con fastidio.

—¿Ya me desatas, puto?

—No porque irás a matar gente y el sentenciado a muerte será otro.

—¡Pues sería bueno!

—¡Deja de estar diciendo estupideces, Roberto!

—Desátame.

—No.

—No voy a matar a nadie, solo quiero irme a mi casa. Tengo que ir a darle de comer a Storm.

James los miró unos segundos.

—Ya desátalo, él sabe perfectamente bien que intentar algo solo empeoraría todo y más para Alex. No podrás tenerlo amarrado toda la vida —dijo con indiferencia y se levantó para tomar sus cosas—. Aceptémoslo, ya deberíamos ir procesando el luto.

—¿A dónde vas? —preguntó Sixx.

—Tengo que ir a ver a Camila. —James les dio una última mirada a todos y salió de la casa de los hermanos Ramírez.

—¿Entonces... me vas a desatar? —le dijo Roberto a su hermano con una voz más tranquila.

—Como sea, solo espero que en verdad no hagas otra estupidez. —El hombre comenzó a desamarrar los nudos hasta dejar al rubio libre.

—Bueno señores, hasta la próxima. —Roberto salió corriendo de ahí para subirse a su Impala rojo y dirigirse a casa de Cyro, su exnovio.

—¿Entonces tú me vas a sacar de aquí? —le preguntó Alex a su compañero de celda.

—Lo veo difícil, pero podría intentarlo... —El chico se sentó en la cama y le dio una palmada para que el platinado se sentara a su lado—. Quiero que me cuentes absolutamente todo, sin mentiras y sin omitir cosas.

Alex asintió y se sentó a su lado para contarle todo lo que había sucedido, simplemente se abrió con un extraño como jamás lo había hecho antes.

[...]

Roberto tocaba la puerta con fuerza.

—¡Cyro, ábreme, sé que estás ahí!

El hombre de uno noventa se levantó tambaleante y se dirigió a la puerta completamente desnudo. Abrió y se encontró con el rubio.

—¡Hey, ustedes, largo de mi casa! —les gritó a dos chicos que estaban acostados en el sofá sin ropa. Los muchachos se levantaron tras escuchar el rugido del gran hombre y salieron corriendo con sus prendas en mano.

Roberto los dejó pasar y se metió a la casa con desesperación.

—Necesito que me ayudes.

Cyro cerró la puerta, se dio la vuelta y soltó la carcajada más fuerte de su vida.

—¿Bob vuelve llorando? ¿Qué necesitas de mí? Déjame adivinar... esto tiene que ver con tu puta de la otra vez. Escuché sobre él en las noticias.

—Sí, lo metieron al bote.

—¿Y? Yo no puedo sacarlo. Creí que me querías lejos...

—Necesito tu ayuda con tus amigos. —El rubio se sentó en el sillón sin poder contener más las lágrimas—. No quiero que lo maten y no sé si sobreviva solo a ese maldito nido de víboras.

Cyro rio y se sentó a su lado.

—No olvides que son mis amigos de los que hablas. Puedo protegerlo, pero el precio te saldrá muy caro, Bob.

—¿Cuánto quieres?

—Nada de dinero. —El hombre se acercó y lo tomó de la mandíbula para besarlo con violencia—. Tu novio estará muerto en un mes o dos, si es que procesan rápido la orden de ejecución, así que... igual ya no volverá a tu casa. Quiero vivir ahí contigo y quiero que seas mi perra de nuevo, sin que me contradigas ¿Entendido?

Roberto se quedó callado unos segundos; sabía lo mucho que Alex podía peligrar en ese nuevo lugar.

—E-está bien —dijo el rubio con inseguridad.

—Bien, entonces mañana llamaré a mis amigos, pero esta noche tienes que quedarte aquí. —El de azabache comenzó a besar su cuello con deseo mientras gruñía.

Roberto cerró los ojos y se dejó hacer. Una noche más con Cyro no le afectaría, o eso pensó.

[...]

Cyro se levantó de la cama y salió a la sala para contactar a sus hombres.

Roberto estaba hecho bolita con la mirada perdida, aún cubierto por las sábanas. Se sentía sucio, desalmado, sentía que había traicionado a Alex, sin embargo, se repetía constantemente que todo esto era por la seguridad de su amante.

Cyro volvió unos minutos después y se sentó en la cama.

—Ya está, cuidarán a tu perra. Báñate que en dos horas salimos a tu casa.

Roberto se dio la vuelta y lo miró con odio.

—No me mires así, tú eres el que quería ayuda ¿No? —dijo el gran hombre—. ¿En dónde quedaron nuestros buenos tiempos? ¿En dónde quedó ese amor tan valioso que decías tenerme? —Acarició su mejilla con delicadeza.

—Jamás te he amado y quítame tus sucias manos de encima. —Tomó la palma del hombre y la alejó con violencia—. Ya no soy tu perra.

—¡A mí no me estés hablando así! —gritó el hombre y tomó sus cosas con furia para bañarse.

[Dos días después]

Alexander tomó sus cosas y salió más temprano de su celda para ir a bañarse y alcanzar agua caliente. El agua corría lentamente por el cuerpo aterciopelado del chico y el vapor se comenzaba a elevar, haciendo que el reflejo del platinado desapareciera del espejo.

—(¿Por qué Roberto no me ha visitado? Desde el juicio no sé nada de él... tal vez debería llamarle... ¿Estará enojado conmigo?) —pensaba el chico cuando escuchó a otros seis tipos entrar; estos tomaron sus lugares en las regaderas de alrededor y comenzaron a platicar.

—Oye ¿Tú no eres ese chico nuevo? ¿A-Alexander?

El peliplatinado volteó a ver al hombre y asintió para tomar el shampoo y comenzar a frotar sus cabellos de plata.

—Me gustan tus tatuajes y tus cicatrices... te hacen ver como un veterano de guerra —contestó uno de ellos y cerró el agua para acercarse a Alex—. ¿No te gustaría ser nuestro amigo?

Alex se enjuagó rápidamente, se dio la vuelta al escuchar al hombre tan cerca de él y abrió los ojos, encontrándose con los siete hombres.

—¡Ya valiste, nenita! —dijo otro con un acento callejero y entre todos lo agarraron para acuchillarlo mientras él intentaba luchar.

Imran leía acostado en su cama cuando escuchó un ligero susurro.

—Im... ayuda... —dijo Alex apenas perceptible mientras la sangre caía por sus piernas. El chico se había enrollado la toalla y había salido cuando los tipos se fugaron. Cuando sus ojos grisáceos se encontraron con esos lentes circulares, cayó al suelo.

—¡Quintana! —gritó el castaño y salió corriendo para auxiliar al muchacho.

[...]

El teléfono sonaba como loco.

—Yo voy —contestó Cyro mientras Roberto tomaba cerveza junto a Storm.

—¿No quieres un poco? Igual y así te olvidas de tu padre —dijo el rubio con la lengua arrastrada.

—¿Hola?

—Una llamada entrante de la Prisión de Oblivos. Presione uno para aceptarla.

Cyro levantó una ceja y se despegó el teléfono para oprimir el botón.

—¿Hola?

—Está hecho. —El hombre al otro lado de la línea colgó y una gran sonrisa se pintó en el rostro del de azabache.

—Roberto... —El mayor se puso serio y se sentó a su lado dando un largo suspiro.

—¿Qué sucede? —Roberto se levantó lentamente—. ¿Por qué tienes esa cara? ¿quién era?

—De la cárcel... es sobre Alex. Mandé a mis hombres, pero fue muy tarde y... lo asesinaron.

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