25.- Perdido
"Buenas noches, bienvenidos a su noticiero nocturno favorito: El círculo. Esta mañana fue detenido Alexander Q., el legítimo hijo del dueño de Grupo AQ; Alonso Quintana. El chico de veintidós años fue acusado por el presunto homicidio de Owen Rackstall, uno de sus compañeros en la universidad URR..."
Alex escuchó unos pasos acelerados que se acercaban a la celda en la que se encontraba con otros cinco sujetos.
—¡Alex! —gritó Roberto a lo lejos, después de sobornar al guardia para que le diera cinco minutos con su hombre.
El peliplatinado se levantó y se acercó a las barras para atrapar el rostro del menor entre sus manos.
—¡Roberto! —Apretó sus mejillas y lo besó desesperado.
—¿Te hicieron daño? —Roberto revisó su rostro con moretones por la pelea con el señor Ramírez.
Carlos miró de reojo a los hombres dentro de la celda y los separó.
Alexander negó.
—T-tienes que huir —susurró y miró a Carlos—. ¿Él qué hace aquí?
—Lo sabe todo —contestó el más bajo.
—Sí, no te preocupes, Lex. Ya nos interrogaron, están llamando a todos. Escucha... —Carlos pasó las manos por su nariz y lo miró de reojo, intentando ser discreto—. Roberto me contó todo. Ya moví contactos; él está seguro, el problema es que solo me dejaron salvar el pellejo de una sola persona. Lo siento.
Alexander miró a los hermanos.
—F-fue en defensa propia, seguro me declararán inocente...
—Eso espero. Mi viejo no recuerda nada de lo que pasó la otra noche, así que por ese lado no tendrás más cargos —contestó Carlos, mirando de reojo la reacción de Roberto, quien estaba llorando en silencio, lleno de furia y frustración.
—¿Qué les preguntaron? —dijo Alex intrigado.
—Cosas cotidianas, ya sabes, que en dónde estabas, si te habíamos visto, blah, blah, blah —respondió Carlos, rodando los ojos.
El platinado asintió e intentó calmar al rubio.
—Tranquilo, sabes que fue en defensa propia; saldré rápido de aquí ¿ok? y nos vamos a casar y todo será perfecto...
—¿Y si no es así? —preguntó Roberto con la mirada perdida.
—Será así. Necesito llamarle al abogado de mi papá, él es muy bueno...
Roberto asintió.
—¿Necesitas que llamemos o movamos algo por ti?
Alex negó y volteó a ver a sus compañeros de celda.
—Cuida mucho a Storm y no hagas ninguna estupidez.
—¡Hey! Se les acabó su tiempo —gritó uno de los guardias—. Ya pasaron sus cinco minutos.
El de barba asintió y le dio un último beso a Roberto.
—Tranquilo, verás que todo estará bien.
Carlos jaló del brazo al más bajo al ver que el policía ya se acercaba con un taser.
—Ya nos vamos; cualquier cosa nos avisas.
Alex asintió y se dio la vuelta para evitar ver a Roberto partir.
—¿Ustedes qué me ven? —les dijo a sus compañeros de celda con un tono más grave y frío.
—Quién diría que con esa pinta ruda y esa voz de macho nos saldrías tan putito —dijo uno de los hombres, riendo con sus compañeros.
—¡¿Quieres que te enseñe que tan macho puedo ser?! —contestó Alex con furia y se levantó.
—Sería un honor. —El hombre gordo se levantó y miró al platinado hacia arriba.
El chico se acercó y le soltó un puñetazo limpio al hombre, haciendo que este perdiera la conciencia y sus amigos borrachos se calmaran.
[...48 Hrs. después...]
Un guardia entró por Alexander para sacarlo y llevarlo ante el juez en turno del ministerio público.
—Buenos días —dijo el juez de control, sentándose y revisando los papeles del peliplatinado—. Señor Quintana, veo que ha quedado inconcluso todo... ¿Usted asesinó a ese chico? —Se bajó los lentes y miró al hombre por encima de estos.
—No, señor.
El hombre calvo asintió.
—Bien, tendrá que ser trasladado al reclusorio.
El de barba se quedó congelado por completo.
—¿A-a-al reclusorio?
—Así es, señor Quintana. Hay varias cosas que no concuerdan, así que se le va a procesar a un juicio formal.
—¿P-puedo hacer una llamada antes de partir?
—Adelante. —El hombre señaló el teléfono y se levantó para retirarse.
El de platino caminó lentamente al teléfono, intentando procesar todo lo sucedido. Tomo el aparato y lo pegó a su oreja para marcar al celular de Roberto, quien estaba en el trabajo. Las manos le temblaban; ¿Cómo le diría a Roberto que cada vez estaba más lejos de hacerlo feliz?
—¿Hola? —El rubio apretó el celular entre su hombro y su mejilla mientras empaquetaba unas tuercas que le habían pedido.
—H-hola.
—¡Alex! —Soltó la bolsa y fue corriendo al baño para hablar sin distracciones—. ¿Qué sucede? ¿estás bien?
—Roberto... —susurró y suspiró.
—Oh no... ¿Qué sucede? —La expresión de alegría del rubio se borró en segundos.
—Me van a trasladar al reclusorio para procesar el juicio formal. ¿Qué dijeron? Parece ser que dieron información diferente ¡¿Acaso se pusieron de acuerdo?! —susurró furioso.
—No, no que yo sepa. Interrogaron a Sixx, Laura, Aurelio, James, Carlos, Magaly, Daniel... ya sabes, al grupo de siempre... ¿Qué les dijiste tú?
Alex miró a los lados.
—No puedo hablar de eso, te llamo en cuanto pueda. —Colgó sin más.
—Pe... —El rubio suspiró furioso y tomó su bat para salir de la tienda, sin importar que no había terminado de empacar las tuercas.
"Alexander Q. es trasladado al reclusorio varonil...", "Alexander Q., un chico de veintidós años...", "Alex...", "El legítimo heredero de las empresas AQ", "¿Un asesino más de nuestra sociedad?"
—Diablos, no saben hablar de otra cosa que no sea este mocoso —dijo el conductor de la minivan mientras conducía por la carretera llena de neblina.
Alexander veía por la ventana empañada. Todo estaba lleno de árboles que goteaban lo restante de la lluvia que había caído unas horas antes.
Sus muñecas y tobillos estaban apretados por ese metal frío de las esposas.
El hombre rodó los ojos al escuchar el comentario del conductor y permaneció callado, pensándolo todo y a la vez en nada.
[...]
El platinado caminaba lentamente, vistiendo el uniforme naranja mientras cargaba su almohada y el kit de aseo que el gobierno le proporcionaba para su estancia.
Los reos golpeaban las rejas y gritaban obscenidades cuando veían pasar al novato.
Alex los miró de reojo y cruzó miradas con un chico, el cual suponía que sería su compañero de celda.
—Por fin una persona civilizada —susurró al ver al hombre bajo de lentes y buen aspecto, sumergido por completo en los libros y sus apuntes.
El chico delgado levantó la vista y sonrió al ver al recién llegado.
—Bien, no queremos nuevas quejas. —Apuntó el policía hacia el lugar de "Imran".
El chico de lentes sonrió sarcásticamente y continuó con sus papeles mientras le quitaban las esposas a Alex. El policía se fue y los dejó solos, mientras los de la celda de enfrente aún le gritaban al peliplatinado.
El más bajo los volteó a ver y sonrió.
—Eres la sensación aquí, Quintana. —Sonrió de lado y volvió la vista al hombre alto para extender la mano. —Mucho gusto, mi nombre es Imran.
Alex lo miró por unos segundos con una expresión seria y finalmente estrechó su mano, volteando a ver la litera.
—Puedes dormir arriba, prefiero sentirme protegido en la parte baja.
—¿Cuántos años tienes, niño?
—¿Hoy? Dieciocho, la semana pasada veinte y puede que mañana tenga veinticinco.
—Ok, no voy a preguntar el por qué. —Se dio la vuelta y se subió a su litera—. ¿Sabes a qué hora nos dejan tener la llamada?
—Hasta mañana.
[...Días después...]
—¡Arriba, niño! —gritó uno de los policías, jalando del uniforme al chico que dormía profundamente.
Imran miró al policía desde la pequeña mesa que tenía su celda y miró a Alexander caer al suelo.
—Auch, eso debió doler. —Se quitó los lentes y dejó la pluma sobre su libro—. ¿A dónde se lo llevan?
—Tendfo juzñads.
—¿Qué dijiste?
El policía jaló a Alex para levantarlo y este sacudió la cabeza para despertar un poco más.
—Que tengo juzgado —contestó lento.
Imran levantó las cejas y asintió.
—Suerte con eso, Quintana.
El policía empujó a Alex y lo llevó a darse un baño para prepararse para el juicio.
El salón se comenzó a llenar y las cámaras ya estaban siendo revisadas para pasar el juicio por uno de los canales destinados a chismes de la alta sociedad.
Todos los amigos de Alex entraron y tomaron asiento en donde pudieron; todo estaba a reventar.
El abogado de Alexander entró con un maletín que tenía las iniciales "AQ de un color dorado.
El peliplatinado entró con el cabello hacia atrás y la mirada fija al suelo. Todas las cámaras se fijaron hacia él y toda la gente comenzó a murmurar.
"Y aquí podemos ver al acusado de presunto homicidio, Alexander Quintana Bossieu, salir con el uniforme naranja..."
Roberto se levantó al verlo y quiso correr hacia él, pero Sixx lo detuvo.
Alex quiso mirar a su amante, pero la culpa lo estaba estrangulando y creía que si lo miraba le haría más daño. Tomó asiento junto a su abogado y miró de reojo a Magaly, quien le sonrió dulce como siempre, intentando reconfortarlo.
La secretaria de sala que se encontraba junto al estrado se levantó y todos guardaron silencio.
—Se ponen de pie para recibir al señor juez. Gracias.
—Tomen asiento, por favor —contestó el hombre mientras caminaba hacia el estrado.
—Señor juez, tenemos el caso del estado en contra del señor Alexander Quintana Bossieu, por el delito de homicidio en primer grado. Se le pide a la audiencia guardar el debido orden y respeto.
—Con respecto a las cámaras, estos son asuntos públicos y todo quedará a la luz. Declaro abierta la presente audiencia. —El hombre tomó el mallete y dio un golpe firme contra la base de madera—. Por parte de la fiscalía ¿quién comparece?
—Licenciada, fiscal adscrita al presente caso.
—Por parte de la defensa ¿quién nos acompaña?
—Licenciado, defensor particular del acusado, Alexander Quintana Bossieu, quien se encuentra a mi lado izquierdo.
—¿Sabe cuáles son sus derechos? —interrogó el juez, viendo al de barba.
—Sí su señoría —afirmó Alex con esa voz gruesa que retumbó en la sala.
—Bien, una vez que se declara abierto el debate por reunirse las condiciones aptas para continuar con esta audiencia... Fiscal, tiene usted la voz para hacer sus alegatos de apertura.
—Gracias su señoría. Presento ante usted un caso más, que lamentablemente lacera a nuestra sociedad como muchos otros casos. Este hombre asesinó a sangre fría a un chico universitario que tenía muchas metas por delante. Owen Rackstall Wolf se encontraba en una reunión en casa del acusado, cuando este lo atacó violentamente por un problema amoroso; semanas después se encontraron los huesos de mi víctima, en un estado deteriorado por el uso de sosa cáustica para desintegrar los órganos. Se pide que se haga justicia y se le condene a este hombre por estos actos tan atroces e inhumanos.
Alexander miró de reojo al hombre y bajó de nuevo la vista a la mesa; todos sus amigos estaban impactados, ya que ellos ni siquiera sabían a bien lo que había pasado entre Owen y Alex.
El hombre asintió tras escuchar el discurso del fiscal y se dirigió a Sebastian.
—Defensa, es su turno para realizar sus alegatos.
El abogado se puso de pie y acomodó su traje azul media noche, mirando fijamente al juez.
—Su señoría, los hechos que nos ha narrado la fiscalía, los rechazamos totalmente. Mi cliente ha sido atacado y él ha respondido por defensa propia. No se le puede inculpar a un hombre que ha luchado por su propia vida. Alexander Quintana se encontraba en su hogar descansando, cuando el señor Owen Rackstall entró a la propiedad privada del acusado y le apuntó con un arma de fuego en la sien, pidiéndole que abandonara su hogar y amenazándolo con que quitaría su vida si hablaba. Alexander, asustado, actuó instintivamente y le arrebató el arma para defenderse, haciendo que esta se disparara por error y le quitara la vida a ese hombre. Esta defensa probará que él solo es un estudiante más, víctima de los actos violentos de esta sociedad.
Alexander por fin giró la cabeza y cruzó miradas con Roberto, quien le aventó un beso coqueto; el rubio estaba un poco a la defensiva, pero sabía que todo saldría bien, sabía que Alex era inocente.
El peliplatinado le sonrió ligeramente para calmarlo y volvió la vista al frente con un aire de esperanza, el simple hecho de ver a su amante, le calmaba cualquier nervio existente.
Aurelio se acercó ligeramente a James y se mordió los labios sin despegar la vista de Alex.
—Ese papucho se ve bien de naranja ¿Tú cuándo te vas a vestir así? —Le guiñó el ojo al chico.
James lo miró de reojo y negó.
—No bateo hacia ese lado, lo sabes, Aurelio.
El moreno lo miró de pies a cabeza con arrogancia y puso su pierna derecha sobre la izquierda con toda la divinidad del mundo.
—Tú te lo pierdes, guapo.
Sixx los miró de reojo mientras revisaba las cartas en su mano.
—¿Quieren callarse? Estoy intentando escuchar para pedirle ayuda a los seres del más allá.
James levantó una ceja y se acercó a él, aplastando al moreno que se encontraba en medio.
—Deja de hacer esas cosas aquí, no queremos un portal demoniaco en medio del estrado.
Sixx rodó los ojos y guardó las cartas.
—Fiscal, ¿Con qué testigo vamos a iniciar? —preguntó el Juez mientras anotaba los datos importantes del debate.
—Sí su señoría, iniciaremos con el señor Roberto Ramírez Hernández.
—Señor Roberto Ramírez, por favor tome asiento en el lugar de los testigos —señaló el Juez.
El rubio miró a sus compañeros y se levantó seguro de sí mismo, el abogado de Alex ya había hablado con él, así que sabía qué decir. Se acercó al estado y tomó asiento de lado derecho.
—Señor Ramírez, una vez que ya se le protestó previamente para que se conduzca con verdad, únicamente le hago de su conocimiento que, si usted escucha la palabra "objeción" durante el trayecto del interrogatorio, no podrá contestar hasta que yo se lo indique ¿Le queda claro?
Roberto miró a Alex fijamente y regresó la vista al juez.
—Pido reto.
Una gran sonrisa se pintó en el rostro de Alexander y todos los amigos intentaron contener la risa. El hombre de toga entrecerró los ojos y miró fijamente al rubio.
—Señor Ramírez, estamos en un debate serio; le pido que se lo tome como debe ser. ¿Le quedó clara la indicación?
Roberto sonrió y asintió como un niño pequeño
—Sí, me queda claro como el agua de un río limpio.
—Bien. —El hombre asintió y señaló a la fiscal. La mujer se acercó al rubio y lo miró fijamente.
—Señor Ramírez, ¿Conocía usted al señor Owen Rackstall? Es decir... ¿Llegaron a convivir lo suficiente?
—Sí —contestó el rubio con seguridad.
—¿El señor Rackstall fue violento alguna vez?
Roberto se quedó callado unos segundos mientras jugaba con sus manos.
—Sí.
—¿Conoce usted qué clase de amistad tenía el señor Alexander con Owen?
—Me parece que llegaron a ser amigos, pero Owen lo comenzó a acosar. —Roberto apretó la mandíbula de solo recordar a Owx abusando de Alex.
—¿Alguna vez escuchó usted a Alex pedirle a Owen que se alejara de él?
—No.
—Ok. Eso es todo su señoría —dijo la fiscal y fue a tomar su lugar.
—Defensa, ¿gusta usted contra interrogar al testigo?
—Sí su señoría. —El abogado de Alex se levantó y se acercó a Roberto—. Señor Ramírez, se conoce que usted tiene una relación seria con el señor Quintana y que comparten un hogar.
Roberto asintió y sonrió ligeramente.
—¿Alexander y usted tienen buena comunicación?
—Así es, hay confianza entre ambos.
—¿En algún momento el joven Quintana le avisó que invitaría al señor Owen a su hogar?
—No, en realidad no esperábamos a nadie y como dije, Owx acosaba mucho a Alex, por lo mismo se mantenía alejado de él.
—¿Sabe por qué Owen acosaba a Alexander?
—Él estaba enamorado de Alex y buscaba desesperadamente estar con él.
—¿Alguna vez vio alguna agresión por parte de Owen hacia él?
Roberto se quedó perdido unos segundos en la nada.
—Sí.
—¿Puede describirla?
—Owen... drogaba a Alexander sin su consentimiento. Alexander terminó en el hospital con una sobredosis por droga santa —dijo Roberto sin miedo, pues sabía que todos sus contactos habían eliminado cualquier rastro de evidencia de que Owen había estado ahí, que él había llegado bañado en sangre y que Alex alguna vez estuvo en casa de Owen.
—Su señoría, tengo evidencia del ingreso al hospital y el diagnóstico.
El juez asintió y pidió que se le mostrara la evidencia a la fiscal y después al rubio.
—Señor Ramírez, ante usted se encuentran los papeles del hospital al que ingresó el acusado. ¿Es esa la carta que el doctor firmó?
—Sí, estos son los papeles que me entregaron.
El abogado del peliplatinado asintió y se llevó los papeles.
—Eso es todo, su señoría.
—Fiscal, ¿libera usted al testigo?
—Sí.
—Defensa, ¿libera al testigo?
—Sí.
—Bien. Señor Ramírez, usted puede permanecer en el área del público o retirarse de esta institución.
Roberto asintió y se levantó para volver a su lugar mucho más tranquilo.
—Fiscal, ¿tiene usted más testigos?
—Sí, la señorita... Magaly Laurf Siam
Alex la volteó a ver rápidamente y se acercó a su abogado.
—¿Por qué la llaman a ella? Ella no estaba en la lista de testigos.
—No lo sé, no me avisaron nada...
El peliplatinado hizo una mueca y se sentó recto de nuevo mientras la de azabache tomaba el lugar de los testigos y se le repetían las reglas.
—Señorita Magaly ¿Qué relación tiene usted con el acusado?
—Es mi mejor amigo desde la infancia.
—Su mejor amigo desde la infancia... así que, ¿usted podría decir que conoce muy bien a Alexander?
—Así es.
—Perfecto. ¿Alguna vez el chico se ha comportado grosero con usted?
Magaly ni siquiera le dirigió la mirada.
—Sí, muchas veces.
—¿Alguna vez le ha hecho daño físico?
—Sí.
—¿Qué? —Alexander susurró con el ceño fruncido—. ¿De qué está hablando?
Todos sus amigos se sorprendieron y dejaron cualquier distracción para poner atención a lo que la mujer decía.
—¿Por qué lo hizo?
—Me ha golpeado por pequeños desacuerdos que hemos tenido.
—¿Diría usted que el señor Quintana es un sujeto violento y explosivo?
—Sí, de hecho, él asesinó a mi mejor amiga...
—¡Objeción! —gritó el abogado defensor.
Alexander se levantó y la miró con la boca abierta, su corazón se detuvo por unos segundos y todos en la sala comenzaron a gritar, en especial Roberto.
—¡Maldita mentirosa! ¡Ella miente!
Magaly volteó a ver a Alex y sus miradas se cruzaron para clavarse en la del otro.
[+++]
—Solo me estoy despidiendo...
—¡¿Qué mierda, Magaly?! —Negó furioso—. Estás con Daniel y yo con Roberto. ¿De qué te despides si solo somos amigos?
—Ugh... lo siento, no pensé que te fuera a molestar tanto. Como ahora te vas a casar... menos tiempo tendrás para mí...
—¡¿De qué diablos hablas, mujer?! No tienes por qué hacer eso. Sabes que siempre estaré ahí, pero en verdad no tienes razón para hacer este tipo de cosas.
—Lo siento, solo fue un impulso.
—Tú y tus impulsos —contestó Alex con fastidio.
—Solo... espero que te vaya bien con todo esto —respondió la de azabache y salió del agua para volver con los chicos, quienes ya habían puesto la fogata y los malvaviscos.
[+++]
—(Así que eso fue... ¿Cómo pudiste?) —Los ojos de Alex se llenaron de lágrimas y negó decepcionado, su mejor amiga lo acababa de condenar.
[+++]
—Todo lo que me hiciste... tu amiga me lo va a pagar, es una estúpida... pobre niñita. Ni siquiera debería dolerte lo que yo le haga, igual te dio y te dará la espalda siempre que pueda.
—¡Cállate! —Alexander comenzó a enfurecer.
—¿Qué? Solo estoy diciendo la verdad. Es una maldita perra que no vale ni tres pesos o dime... ¿Por qué te dio la espalda tan fácilmente? Oh, Alex... estás tan roto que buscas el amor en cualquier parte, pero nadie te va a querer jamás.
El hombre enfureció y pegó a la mujer contra la pared, ahorcándola hasta cortarle la respiración por completo.
—¡Cállate!
—Le importas tan poco a la gente que por eso tus padres te mandaron lejos y por eso le valiste mierda a Francisco. —Samantha rio dando unas cuantas arcadas, intentando alcanzar un poco de aire.
[+++]
Alex, al recordar cada palabra que Samantha le dijo esa noche, solo le quedó asentir y limpiar sus lágrimas. La única persona en la que pudo confiar desde pequeño fue falsa, pero ¿Por qué? ¿Por qué Magaly hizo eso? ¿Solo lo quería para ella?
[+++]
—Oye... ¿sabes quién hizo el amarre?
—No. —Se apartó y se levantó para ir a la cocina—. ¿Vas a comer acá?
—No. —Alex se paró y la siguió para recargarse contra la pared mientras la miraba aún fijamente como si analizara cada movimiento de la mujer—. ¿Quién fue?
—¡Yo, yo fui! —Se dio la vuelta y le entregó un sándwich de pollo—. Quería que sacaras de tu vida al idiota de Drake.
Alex la miró bastante serio y dejó el sándwich en la barra.
—¿Por qué no me lo dijiste, mujer?
—Porque quería que surtiera efecto, pero creo que no funcionó. Ahora me gusta la chica que te quería amarrar. —Lo observó sin titubear.
—¿Qué mierdas te hizo esa mujer? —le dijo con asco y la miró de pies a cabeza. —¡Magaly! —La tomó por los hombros y la zarandeó desesperado—. ¡Reacciona, tú jamás harías algo que me hiciera daño!
[+++]
¿Magaly realmente tuvo un amarre, o toda la vida fue así?
[+++]
—Bueno, porque no puedo ser tan dulce todo el tiempo. Yo quería que estuvieras con alguna de las gemelas... Me costó trabajo, pero hasta logré que sus novios las dejaran. —Deslizó el papel hacía él—. Ahora ambas están libres.
[+++]
Todos los amigos intentaban calmar a Roberto, quien quería abalanzarse a Magaly.
—¡Viejo, cálmate, te pueden culpar de algo! —le dijo Carlos, logrando hacer que se sentara.
El juez tocó el mallete repetidas veces.
—¡Silencio en la sala!
Alexander se sentó y se quedó con la mirada perdida al frente, miles de recuerdos pasaban por su mente. El juicio continuó, pero Alex ya no se encontraba ahí, mínimo no mentalmente.
Una hora después el juez se levantó.
—Daremos una hora para dar el veredicto. Pueden permanecer en la sala o retirarse.
Daniel sacó rápidamente a Magaly de ahí mientras Roberto lloraba abrazado a su hermano.
—Lo van a encerrar por años. Esa maldita traicionera... Nada de lo que dijo es verdad, todos sabemos que Samantha fue asesinada en un callejón por un asalto. Todos sabemos que Alex sería incapaz de golpearla... Alex no es así... Alex solo nos cuida... —Los amigos asintieron y lo envolvieron en un abrazo.
—¿Por qué dijiste eso? ¿Alexander te ha puesto una mano encima? —preguntó Daniel, manejando lejos y con los ojos llenos de lágrimas por la decepción—. Alex nunca haría eso... ¿es verdad lo que dijiste ahí?
Magaly miraba al frente de brazos cruzados.
—¡Magaly! te estoy hablando, contéstame. —Daniel miraba hacia la carretera, dándole un vistazo de vez en cuando a la de azabache.
—Déjame en paz.
—¡¿Por qué hiciste eso?!
—Tenía que.
—¿Alexander te hizo todo eso?
—Sí. Ahora, déjame en paz. Él se lo merece —contestó, sabiendo que todo era mentira.
Daniel asintió y continuó manejando sin decir más. No esperaba que su mejor amigo fuera así; no esperaba eso de alguien como Alex.
[...]
El juez tomó la carta.
—Por el delito de homicidio en primer grado...
Todos miraban al hombre con atención.
—Se le declara al señor Alexander Quintana Bossieu... Culpable, por lo cual, queda usted sentenciado a muerte por inyección letal.
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