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24.- Suerte...

El señor Ramírez intentaba quitarse de encima al ex militar. Ambos habían terminado algún tipo de entrenamiento para pelear, así que el hombre de barba larga logró darle la vuelta a Alex para él quedar encima y golpear al menor.

Daniel esperaba en el auto cuando pitó, ya que se les estaba haciendo tarde. 

—¡Alex! ¡¿Por qué tardas tanto?! —gritó y sacó la cabeza por la ventanilla, viendo al padre de Roberto darle una buena golpiza. —Oh no, esto no le gustará nada al chihuahua —dijo en un susurro de fastidio y se bajó rápidamente para ayudar a Carlos a separarlos.

—¡Viejo, lo vas a matar! —gritó el más alto, intentando detener de los brazos a su padre, pero este le dio un puñetazo que lo noqueó.

Daniel abrió grande los ojos e intentó acercarse, pero eso se veía demasiado intenso y tenía miedo de terminar como Carlos.

—¡Maldito hijo de puta! —gritó con el pómulo abierto y la boca llena de sangre.

—¡¿Creíste que terminarías mejor que Roberto?! —rugió el viejo con la lengua ligeramente arrastrada al estar un poco ebrio.

El ex platinado jadeó y recordó sus cursos. Abrazó al hombre con las piernas por la cintura y se impulsó con su peso para quedar encima de nuevo. Miró los ojos azules del hombre y comenzó a ahorcarlo, pero su conciencia le gritó "¡No lo hagas, te puede denunciar y podrían investigarte!".

—¡Alex! —gritó Daniel al ver que el señor Ramírez estaba a nada de alcanzar un desarmador.

El de piercings apretó uno de los nervios y durmió al hombre antes de que pudiese alcanzar el arma. Lo vio unos segundos y se levantó jadeante para tomar la correa de Storm y tambalearse al coche con la mirada borrosa.

Daniel se quedó en shock unos segundos y corrió al auto para ponerse el cinturón y arrancar.

—¿Qué diablos ha sido todo eso?

Alex se limpiaba la sangre que escurría de su ceja hasta sus labios con su playera. 

—Estaba insultando a Roberto; no podía permitirlo.

—Bueno... sí, pero... —Le dio un vistazo rápido y apretó el volante para volver la vista a la carretera—, jamás te había visto con esa mirada; así de violento. ¿Estás bien? Alex, te conozco y sé que hubieras preferido arreglarlo con palabras y no con golpes.

Storm olfateaba al mayor y le llenaba la oreja de saliva desde el asiento de atrás.

—No fue nada, solo... concéntrate en el camino ¿quieres?  —gimió suavemente al tocarse el pómulo—. Estoy bien. En este caso, no se puede hablar con este tipo de personas. Espero que no vaya a presentar cargos...

—Sí... esperemos que no lo haga.

El viaje fue largo e incómodo, pero Daniel no mencionó algo más del tema. Alex estaba cambiando para mal y eso le preocupaba; después de los problemas por los que había pasado, no le daba buena espina. Paró en la entrada de su edificio y bajó del auto para sacar todas las bolsas y ayudarle con Storm. 

—¿Estás seguro de que estás bien?

—¡Que sí! —contestó molesto y lo miró unos segundos. El hombre suspiró y le quitó la correa de Storm de las manos. —Lo siento, no era mi intención hablarte así. Ese hombre... le hizo cosas horribles a Roberto y no podía dejarlo así.

Daniel asintió. 

—¿Crees que asesinar gente te haga mejorar las cosas? ¿Crees que haber matado a Samantha y a Owen te haya ayudado en algo?

—¿Qué?

—Que si crees que necesitas ayuda con todas las cosas y que si crees que haber probado lo del centeno y el orégano te haya ayudado en algo... Yo siento que ese pan es mejor.

—Ah... sí, digo, no... ugh... Te agradecería mucho si me ayudaras con las cosas y el pan me sirvió, gracias por la sugerencia.

—Bien. —Frunció el ceño extrañado y lo ayudó a subir. —No me quedaré, Magaly me espera en casa y no quiero ver que dice tu esposa cuando te vea así. —Rio y salieron del elevador para entrar al departamento. —Buenas noches, Alex. Por favor, cualquier cosa me llamas y nos vemos pasado mañana.

Alexander asintió y vio a Storm ladrar y correr con emoción cuando escuchó al rubio gritar desde arriba. 

—¡¿Alex, eres tú?!

—Oh, diablos, es mejor que te vayas ya —le dijo a Daniel con nervios, quien salió corriendo del departamento sin pensarlo dos veces.

Roberto bajó y gritó al ver a su hombre malherido. 

—¡Por las barbas de mi abuela! ¡Alexander Quintana! ¡¿Qué mierda te pasó?! —Tiró su panqué y corrió hacia el chico para revisarlo. —¡¿Quién te hizo esto?! ¿No te habías ido de compras con Daniel?

—Sí, pero... hubo un incidente...

—¿A quién le arranco la cabeza?

—A nadie. ¿Ya podemos ir a dormir? —Le sonrió con nervios.

—¿Cómo quieres que vayamos a dormir si estás lleno de sangre seca? No te lo voy a preguntar más veces ¡¿Quién te hizo eso?!

Alex bajó la mirada con terror. 

—Cuando fui a tu casa... tuve una discusión con tu padre...

Roberto de solo escuchar "tu padre", se levantó y fue por su bat, ardiendo en rabia; por primera vez no se sentía asustado de enfrentar a ese ser tan despreciable.

—¿Qué haces?

—Estoy haciendo lo que hace muchos años debí haber hecho.

El mayor lo tomó de la muñeca. 

—No es un buen momento. Lo dejé noqueado y, no quiero que me vaya a denunciar; creo que le di su merecido.

—¡Patrañas! —Se zafó de su agarre y tomó su chamarra de mezclilla.

—¡Roberto! ¡Escúchame! ¡¿Quieres que me denuncien por una estupidez y se enteren de todo lo que pasó?!

El rubio gruño y soltó el bat, intentando contener toda la ira que intentaba controlarlo. 

—Bien, pero si te vuelve a tocar un solo pelo...

—¡Hablando de pelo! Te tengo buenas noticias. —Levantó las cejas con picardía y sacó su traje de esgrima y algunos tintes. —¡Adivina quién volverá a la esgrima y se pintará el cabello de nuevo!

—¡¿Tú?!

—Sííí —dijo con entusiasmo.

Roberto brincó y lo abrazó. 

—¡Por fin! Ahora sí podrás ganar todos esos campeonatos.

—Nada de eso; Daniel me convenció de hacerlo por diversión, así que...próximamente Alex regresa al gran salón de los caballeros —dijo con un tono arrogante y presumido.

El rubio rio y lo llevó al baño para curarlo con cuidado y verlo pintarse el cabello. 

—¿Cómo aprendiste eso?

—Me lo pinté por primera vez en la armada; en realidad no sé ni cómo logré hacerlo... Creo que Magaly me había comentado un poco y simplemente lo intenté. —Lo miró unos segundos y le sonrió con ilusión. —Necesito que saques tu traje de baño; pasado mañana iremos con todos a la playa. —Lo miró en el reflejo del vidrio y subió una ceja con picardía.

Roberto asintió mientras jugueteaba un poco con Storm. 

—¿Carlos te dio cerveza? ¿Quién es un chico malo? —dijo con rudeza mientras el perro le mordía el borde del pantalón.

[...]

Alex bajó y se asomó por la ventana. 

—¡¿Ya estás, mi amor?! —le gritó a Roberto, quien estaba arreglándose arriba. Se puso los lentes de sol y vio a su chico con una camisa negra y shorts rojos. —Diablos... te ves hermoso.

—Gracias señor Quintanilla. Usted tampoco se ve nada mal. —Lo miró de pies a cabeza, mordiéndose los labios.

Alexander traía una playera gris sin mangas y unos shorts negros con sandalias blancas. 

—¿Nos vamos? —dijo mientras veía el clima en su celular con nervios.

El rubio se bajó los lentes de sol y salieron de la casa para encaminarse a la moto.

—¿Estás listo, Rogelio? —Alex le sonrió y le guiñó el ojo por encima del hombro para arrancar. Amaba sentir el agarre fuerte de su hombre en su cintura bien definida.

El día estaba soleado y hacía el calor perfecto: un calor que no te quema, pero tampoco es insuficiente; el calor perfecto para la playa.

Aurelio le gritaba a James, Sixx, Magaly, Carlos, Daniel, Drake y a Laura. 

—¡Apúrense! ¡Todo tiene que estar perfecto! —chilló con nervios, acomodando la canasta, cuando recibió un mensaje del platinado con un punto, el cual significaba que ya estaba en el último semáforo por llegar a la playa, la cual estaba más vacía de lo normal.

Los muchachos corrieron para arreglar los últimos detalles y vieron a la pareja llegar.

Roberto fue el primero en bajar corriendo para saludar a sus amigos.

Magaly sonrió al ver a Alex a lo lejos, quien se quitó el casco y se puso los lentes de sol con una gran sonrisa.

—¡Miren quiénes están aquí! ¡El par de tórtolos! —dijo James emocionado y fue a darle un abrazo a Alex.

—También tus peores pesadillas. —Rio el platinado y le dio un apretón de manos para saludar a los demás mientras Aurelio grababa al borde del llanto.

El rubio miró al moreno extrañado. 

—¿Ahora por qué lloras?

Aurelio se echó aire para que las lágrimas se secaran. 

—Solo se me metió un poco de arena.

Alex sonrió y negó. 

—Bien señores, que la fiesta comience.

Magaly puso la música y Sixx comenzó a servir la comida.

El peliplatinado miró al de sombrero de pies a cabeza. 

—¿No tenías traje de baño?

Sixx negó y se sentó completamente desnudo, solo con lentes de sol y su amado sombrero. 

—Es hora de conectar por completo con la naturaleza; es importante purificar el alma y el cuerpo.

—Ok, no te juzgo. —Miró a Magaly bailar al ritmo de la canción y se paró para bailar con ella.

La tarde fue agradable, llena de risas, música, cerveza y la compañía de los amigos. Todos estaban sentados platicando en círculo mientras James, Carlos y Alexander jugaban fútbol americano casi a la orilla del mar, en traje de baño.

—Cariño, discúlpame por lo que te voy a decir, pero tu novio es todo un papucho —dijo Aurelio mientras se mordía los labios, bajando sus lentes de sol para gozar mejor la vista de los tres hombres. —James no se queda atrás y tu hermano no deja nada que desear, pero zorra, te llevaste el premio mayor.

Todos rieron y Roberto limpió la cerveza de sus labios, volteando a ver a su hombre.

—No está a la venta. —Negó y rio—. Llegaste muy tarde a la rifa.

Laura frunció el ceño viendo al de tatuajes y luego miró al rubio. 

—¿Por qué Alex tiene tantas cicatrices en la espalda?

—Le gusta el sexo rudo —contestó Sixx con indiferencia—, o eso es lo que se rumora en la universidad. Dicen que solo Francisco y Roberto lo saben.

Roberto negó mientras tomaba el sol.

—Es un gran enigma. —Se sentó y miró a sus amigos—. Le he preguntado muchas veces, pero siempre lo salva la campana...

—¿O sea que no le gusta el sexo rudo? —preguntó Laura con las mejillas sonrojadas.

—Sí, pero no siento que Francisco lo haya dejado así y definitivamente yo no le hice todo eso —respondió Roberto y miró a Magaly, quien apartó la vista. —Maga, ¿tú sabes algo de eso?

La chica le dio un trago a su refresco y negó. 

—Nunca lo hemos hablado; sabes que es muy cerrado en ciertas cosas. —Apartó la vista de nuevo y se bajó los lentes de sol.

—Pues como sea, eso solo lo hace ver más sexy —dijo Aurelio mientras cambiaba la música.

Los chicos se acercaron jadeando y riendo se sentaron en el círculo.

—¿De qué hablan? —preguntó James, tomando una botella de agua.

—Estábamos subastando a Alex —dijo Roberto con arrogancia.

—¿Ya tan rápido te quieres deshacer de mí? —contestó Alex, limpiándose el sudor.

—Nah, solo necesito dinero para comprar más cigarrillos.

Todos comenzaron a intercambiar anécdotas. Magaly miraba a Alex mientras abrazaba a Daniel, cuando vio que al muchacho se le borró la sonrisa mientras veía a la nada. Ella hizo una mueca hasta que el chico rompió el propio silencio de su mente.

—¿Alguna vez se han dado cuenta de que el humano ama resumir todo? —Todos voltearon a verlo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Carlos, abrazando a la compañera de Laura y dándole besos de vez en cuando.

—Es decir... Eres un maldito que ama hacer nada, que pone pretextos para no hacer las cosas porque te dan flojera los deberes; terminas haciendo todo hasta el último momento y le llamas "procrastinar". Sientes que quieres estar con una persona por toda la eternidad, te hace sonreír, te sientes completo por fin. —Miró a Roberto—. Sientes que estás en un hogar al fin... la vida se te ilumina cuando ves a esa persona y solo lo resumes en un "Te amo"... Cuando una persona te mata lentamente, cuando no sabes cómo dejar de herirla, todo sentimiento ha muerto en ti, te han dejado vacío y encuentras a alguien mejor... lo resumes con un "No eres tú, soy yo...". —Alex abrazó sus piernas y miró a todos—. ¿Cómo resumirían su año?

Todos se vieron entre sí y Sixx fue el primero en hablar.

—¡Loco! Ha sido un año muy loco para mí en todo sentido.

Roberto lo miró y sonrió completamente perdido.

—Perfecto...

Magaly le sonrió melancólica y miró a Daniel con ternura.

—Extraño.

Al final, todos miraron al de barba, esperando conocer su respuesta.

—Alexander.

—¿Alexander? ¡Eso no puede describir un año! —contestó Daniel, botado de la risa—. ¿Qué es "Alexander"?

El platinado lo miró con dolor. 

—Lo mismo te pregunto a ti. —Se levantó y se fue directo al mar.

Todos se quedaron congelados.

—¿O-oye viejo...? ¿Alex se está drogando de nuevo? —le preguntó Daniel a Roberto con extrañeza.

El rubio negó preocupado y se levantó para seguirlo, pero Magaly lo detuvo. 

—Es mejor que yo vaya —dijo la chica y se fue para meterse con el platinado al mar. —¿Alex? ¿estás bien? —preguntó con un tono dulce.

El chico se dio la vuelta y sonrió. 

—Estoy perfecto ¿por?

—Te he notado extraño... ¿Seguro que estás bien? Puedes confiarme lo que sea.

—Sí, lo estoy, solo... el agua me hace filosofar demasiado. —Le sonrió y abrazó a la mujer.

—No puedo creer que te vas a casar. —Escondió su rostro en sus cabellos plateados.

—Yo tampoco... ¿Cómo has estado con Daniel?

—Bien, gracias. —Sonrió, sintiendo el agarre más fuerte del hombre.

—¿Sabes qué cosa no hacemos desde hace mucho?

—¿Qué?

—Surfear. —Alex rio con nostalgia—. ¿Recuerdas cuando mi mamá nos llevaba a las clases?

—¡Oh sí! ¿Cómo olvidarlo? —contestó la chica, separándose y flotando sobre las olas.

—James trajo las tablas... Espérame aquí. —El de barba salió corriendo a la camioneta y regresó unos minutos después con las tablas. —¡¿Estás lista?!

Magaly dio pequeños brinquitos de la emoción e intentaron montar las olas como cuando eran niños. De nuevo estaban llenos de vida, como si no hubiera nadie más en la playa.

Alex tomaba sus manos mientras ambos mantenían el equilibro hasta que la ola los tiraba. Al momento de caer, la chica terminó en brazos del hombre. Lo miró unos segundos y lo besó hasta que él reaccionó y la dejó caer al agua sin más.

—¡¿Qué te pasa?! —Miró rápidamente a sus amigos, quienes estaban distraídos jugando, y no habían notado la escena.

—Solo me estoy despidiendo...

—¡¿Qué mierda, Magaly?! —Negó furioso—. Estás con Daniel y yo con Roberto. ¿De qué te despides si solo somos amigos?

—Ugh... lo siento, no pensé que te fuera a molestar tanto. Como ahora te vas a casar... menos tiempo tendrás para mí...

—¡¿De qué diablos hablas, mujer?! No tienes por qué hacer eso. Sabes que siempre estaré ahí, pero en verdad no tienes razón para hacer este tipo de cosas.

—Lo siento, solo fue un impulso.

—Tú y tus impulsos —contestó Alex con fastidio.

—Solo... espero que te vaya bien con todo esto —respondió la de azabache y salió del agua para volver con los chicos, quienes ya habían puesto la fogata y los malvaviscos.

Unos minutos después, Alex salió y se secó para ir al auto de Daniel y sacar todo, mientras el otro chico preparaba todo entre los arbustos.

La mirada de todos brilló cuando vieron al peliplatinado pararse detrás de Roberto, quien no se había percatado de su presencia.

Todos sacaron sus celulares y comenzaron a grabar mientras la música sonaba.

Alex se aclaró la garganta para llamar la atención de Roberto, quien se dio la vuelta y se quedó en shock al ver a su hombre siento iluminado por el fuego, con ese ligero sonrojo por el sol, un ramo de flores, un peluche enorme y una caja mediana.

—Hola, bonito —dijo Alex con un sonrojo.

—¿Q-qué es todo eso? —preguntó el rubio, levantándose y mirando a todos con sus celulares.

—Roberto Ramírez... —Sonrió y suspiró poniendo la caja sobre la arena y sobre esta el oso con las rosas para tomar la mano de su amante. —Este año ha sido uno de los más difíciles que he tenido, pero ha sido el mejor por ti. Eres tan diferente y a la vez eres tan parecido a mí... Te conocí en casa de Maga, y creo que ese momento fue lo mejor que me pudo haber pasado. La vida es difícil, pero contigo todo es más feliz. Amo cuando te enojas, cuando eres celoso, amo que seas protector conmigo, amo que me mires de esa forma... —Acarició su mejilla, completamente perdido en su mirada—. Amo que contigo puedo ser quien realmente soy sin miedo. Amo tu sonrisa, escucharte reír es lo mejor de la vida. Eres tan... pasional, tan único. —Sus manos comenzaron a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Contigo me he dejado de sentir solo... porque tu calor descongela mi corazón. Recuerdo cuando te conocí; quería negarme a este sentimiento, pero te vi en el teatro... vi ese hermoso cabello dorado a lo lejos... eres tan maldito y tan hermoso a la vez. Siempre sabes como tenerme al filo de la locura, sabes como crear el mejor solo de batería en mi corazón. Desde que llegaste, el arte ha adquirido un nuevo sentido en mi vida; ahora las canciones de amor tienen sentido.

Roberto estaba completamente congelado, solo pestañeaba mientras las lágrimas caían por sus mejillas; no podía comprender cómo es que después de haber mendigado amores, haber sufrido tanta violencia por gente que decía quererlo, llegó Alexander a su vida; no podía creer nada de este momento.

—Quiero que nuestros amigos sean testigos del gran amor que te tengo; quiero que sepan... que he encontrado a alguien por quien luchar.

Daniel prendió su encendedor y soltó la cuerda, haciendo que los fuegos artificiales aparecieran en el cielo.

Alex se puso sobre su rodilla y abrió una pequeña caja con un anillo.

—Roberto Ramírez ¿Te quieres casar conmigo?

El chico se tapó la boca y asintió.

—Creí que lo de la vez pasada era juego... —Rio entre las lágrimas y todos los amigos gritaron como locos.

—Jamás jugaría con algo así.

Roberto mostró el anillo a sus amigos y dio un brinco para abrazar al mayor con las piernas.

El platinado le limpió las lágrimas, sujetándolo de un muslo y lo beso como nunca, abrazándolo y dando vueltas sin despegarse hasta que cayeron a la arena. 

—Te amo —susurró y le quitó los cabellos dorados del rostro—. Te amo como jamás he amado a alguien.

[...]

Roberto abrió los ojos lentamente, viendo a su hombre a su lado, completamente desnudo y con una gran sonrisa de paz.

—Buenos días, mi amor —susurró, acariciando el pecho tatuado de su chico.

La sonrisa creció aún más en el rostro de Alex y se dio la vuelta para abrazar al más pequeño y dar un respiro hondo en su cuello.

—Buenos días, mi vida —contestó con un tono adormilado y apretó más su abdomen.

—Me vas a sacar el relleno —dijo Roberto, riendo bajo—. Vamos, ya es tarde y alguien necesita salir. —Miró a Storm, quien jadeaba y giraba desesperado por salir al baño.

—Ugh, bien. —Alex se dio la vuelta y se sentó con los ojos aún cerrados—. ¿Me acompañarás o lo hago yo? —Bostezó y se estiró para levantarse y ponerse los bóxers.

—Un paseo familiar no estaría mal. —Roberto se paró para vestirse, viendo de vez en cuando su nuevo anillo.

Alex bajó rápido por una manzana y se fue a lavar los dientes para bajar.

—¡Roberto! ¡¿Ya estás?!

—¡Ya voy, solo salgo del baño!

Alex negó y rio. 

—¿Qué haremos con tu padre tan tardado? —le dijo a Storm cuando el timbre de la puerta sonó. —Ugh... creo que no esperamos a nadie... ¿Será que Roberto pidió algún paquete?

Fue a la puerta y la abrió, encontrándose con un agente y seis policías con armas, quienes lo tiraron al suelo, boca abajo.

—¡¿QUÉ MIERDA?!

Storm comenzó a ladrar como loco y Roberto bajó corriendo al escuchar tanto ruido. 

—¿Qué suce...?

—¡Alexander Quintana Bossieu, queda detenido como presunto responsable del homicidio de Owen Rackstall Wolf!

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